"Todo el daño nos viene de no tener puestos los ojos en Vos,
que si no mirásemos otra cosa que el camino, pronto llegaríamos..."
que si no mirásemos otra cosa que el camino, pronto llegaríamos..."
(Santa Teresa de Jesús)
Arde Notre Dame. El mayor símbolo católico de la ciudad de la luz se consume por las llamas en plena Pascua.
El fuego ha derribado la aguja, ha destruido dos tercios de las bóvedas y tejados, ha calcinado numerosas y valiosas obras de arte y ha provocado cuantiosos daños económicos.
El fuego ha derribado la aguja, ha destruido dos tercios de las bóvedas y tejados, ha calcinado numerosas y valiosas obras de arte y ha provocado cuantiosos daños económicos.
El humo negro cubre el cielo parisino. Siglos de historia, francesa, europea y cristiana, han ardido en pocas horas en París, provocando una conmoción mundial.
La catedral de Notre Dame, construida entre los años 1163 y 1345, testimonia casi dos siglos de fe y ofrenda elevadas al cielo, además de haber sido testigo durante 855 años de coronaciones, funerales de estado y del paso de millones de creyentes y no creyentes; protagonista de novelas, libros y películas; y respetada por guerras y revoluciones.
No puedo dejar de ver este terrible suceso con un intenso dolor y reconozco que he llegado a pensar que terminaría completamente calcinada. He sentido una gran consternación no sólo por su valor artístico, cultural o histórico sino principalmente, por su valor espiritual.
He sentido una profunda pena al contemplar esta tragedía como alegoría de la decadencia de nuestra Europa católica, cuya identidad y fe cristianas caminan en una lenta agonía entre las llamas del materialismo y el humo del relativismo.
La descristianización de Francia, originada durante la Revolución francesa en 1789, hoy parece dar un nuevo y negro paso, ante el incendio del grandioso templo mariano católico. Tras Francia, Europa ha incendiado sus valores y ha perdido su fe.
"Nuestra Señora de piedra", con sus alzadas góticas y gárgolas vigilantes, sus bóvedas de crucería, sus contrafuertes, arbotantes, vitrales y rosetones ha sido, durante casi un milenio, una "oración de piedra" que ha expresado la fe del pueblo católico, que ha elevado sus súplicas al cielo y constatado el anhelo de acercarse a Dios a través de la consagración de este majestuoso templo a la Santísima Virgen María, el medio más perfecto para llegar a Él.
Su monumentalidad y simbolismo me sugieren una visión teocéntrica del mundo. Cada uno de sus singulares detalles, incluso aquellos que no son visibles, o que son inaccesibles o que no tienen un aparente propósito definido, me interpelan ante la certeza de que no fueron diseñados para deleitar el ojo humano, sino construidos como una ofrenda a Dios, como una mirada confiada al cielo.
Quizás muchos alejados de Dios disfruten con este desastre anclados en el odio y en el resentimiento, o incluso, proclamen soflamas con reminiscencias de épocas pasadas nefastas.
Sin embargo, las respuestas solidarias no se han hecho esperar y muchas personas han donado grandes cantidades de dinero para su reconstrucción (más de 900 millones de euros hasta el momento).
Muchos franceses, en una reacción espontánea, han acudido a la Île de la Cité para rezar con "Ave Marías" a la Virgen y "Padrenuestros" a Dios, en un resurgir inmediato de la fe católica. Y otros muchos católicos, les hemos secundado en oración, desde nuestros países.
Sin embargo, las respuestas solidarias no se han hecho esperar y muchas personas han donado grandes cantidades de dinero para su reconstrucción (más de 900 millones de euros hasta el momento).
Muchos franceses, en una reacción espontánea, han acudido a la Île de la Cité para rezar con "Ave Marías" a la Virgen y "Padrenuestros" a Dios, en un resurgir inmediato de la fe católica. Y otros muchos católicos, les hemos secundado en oración, desde nuestros países.
Este trágico suceso se ha convertido en una "oración de piedras vivas", un resurgir de nuestra esperanza y un resucitar de nuestra fe, y que nos recuerdan las palabras de Jesús: "Os digo que si éstos se callaran gritarían las piedras" (Lucas 19, 40).
Pero, aunque la catedral colapsara, la fe la mantendrá de pie. Aunque nuestros pecados nos hayan hecho caer, nuestra fe nos levantará.
Por eso, le pido a Nuestra Señora que convierta esta desgracia en gracia, para que aumente nuestra fe y fortalezca nuestra confianza en Dios, para que nos ayude a no dejar de mirar el rostro de Cristo.
Y hoy, más que nunca, quiero recordar lo que la Virgen nos dijo en Fátima: "Por fin, mi Inmaculado corazón triunfará". Esa promesa es Palabra del cielo. Es confianza, es esperanza, es fe. Es Resurrección.
Una mirada exterior
Camino hacia "Nuestra Señora" para admirar su fachada principal con sus dos torres, la galería de los reyes y la de las quimeras (gárgolas), su rosetón occidental y sus tres pórticos: el de Santa Ana, el del Juicio Final y el de Nuestra Señora.
El pórtico sur me señala la ejemplaridad de vida de Santa Ana y San Joaquin, los padres de la Virgen.
El central me muestra la escena del Juicio Final, con Cristo como juez, a San Juan y a la Virgen, a los patriarcas, a los apóstoles y a los santos, flanqueados por legiones de ángeles, con San Gabriel a la cabeza, además de numerosas alegorías al cielo y al infierno. Allí veo a los elegidos y a los condenados y, por fin, la resurrección al final de los tiempos.
El pórtico norte me revela la Coronación, Dormición y Ascensión de la Virgen María.
A continuación, giro a la derecha para admirar su fachada sur, que me recibe con su gran rosetón.
Un círculo infinito encerrado en un cuadrado finito, que simboliza la Encarnación de Dios y que, milagrosamente salvado del incendio, presagia la salvación del mundo.
Un círculo infinito encerrado en un cuadrado finito, que simboliza la Encarnación de Dios y que, milagrosamente salvado del incendio, presagia la salvación del mundo.
Me detengo en sus sólidos arbotantes que derivan las presiones de las bóvedas hacia los contrafuertes adosados al exterior de los muros, y sustentan toda la construcción sobre un área más amplia, suscitándome la comprensión de la fortaleza y la fe firme con la que los padres de la Iglesia asientan y sustentan el cuerpo místico de Cristo.
Una mirada interior
Me acerco al interior de la "Dama de Piedra" a través de las imágenes desoladoras que muestran los trágicos efectos de las devastadoras llamas.