"Y designó a doce para que estuvieran con él
y para enviarlos a predicar con poder de echar los demonios:
Simón, a quien llamó Pedro; Santiago y su hermano Juan,
hijos de Zebedeo, a quienes llamó Boanerges, que significa hijos del trueno;
Andrés y Felipe; Bartolomé y Mateo; Tomás y Santiago, hijo de Alfeo;
Judas Tadeo y Simón el cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que le traicionó."
(Mc 3, 14-19; Lc 6, 12-16; Mt 10, 1-4)
Jesús sube a una montaña donde pasa toda la noche en oración con Dios Padre, con el propósito de elegir a doce como sus discípulos, como sus amigos íntimos.
Con los doce apóstoles, el Señor establecerá las doce piedras fundamentales de su Iglesia, citados en Ap 21, 14, es decir, los doce cimientos del muro de la Nueva Jerusalén, que tendrán inscritos sobre ellos los nombres de los doce apóstoles.
Los doce son galileos, excepto Judas Iscariote, que era de Judea. Todos acompañarán a Jesús y aprenderán de Él. Le darán su apoyo, creerán en Él como el Mesías, Hijo de Dios y le seguirán.
Serán ordenados sacerdotes por Cristo en la Última Cena y llamados discípulos hasta la Ascensión, donde recibirán de Jesús la misión de predicar el Evangelio en todo el mundo (Mt 28, 19-20). Desde ese momento, serán Apóstoles, que significa "quienes son enviados".
Uno de ellos, Judas, traicionará al Maestro, y los doce abandonarán a Jesús en Getsemaní. Aún sabiéndolo, Cristo los nombra primeros obispos de la Iglesia, con Pedro a la cabeza.
Más tarde, serán testigos de la Resurrección de Jesús y en Pentecostés recibirán al Espíritu Santo, poder con el que entenderán y actuarán según el Evangelio.
Estos doce “hombres elegidos... cambiaron el sentido del mundo…”: Pedro. Simón, hijo de Juan (Mateo 16,18), renombrado por Jesús como Pedro y cabeza de la Iglesia (Mc 3,16). Murió en Roma crucificado boca abajo hacia el año 67 d. C.
Santiago, el Mayor. Hijo de Zebedeo y hermano de Juan (Boanerges). Fue el primero de los doce en convertirse en mártir. Murió decapitado con una espada en el año 44 d. C en Jerusalén.
Juan. El menor de los doce: Hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor (Boanerges) (Mc 3,17). El único que murió de muerte natural en el 101 d. C en Turquía.
Bartolomé. Hijo de Talemai, llamado también Natanael de Caná. Fue decapitado, desollado vivo y luego crucificado, con la cabeza hacia abajo en Siria.
Santiago, el Menor. Hijo de Alfeo y hermano de Judas Tadeo, también conocido por el nombre Jacobo o Yago. Murió lapidado y rematado por un batanero, que le aplastó el cráneo de un mazazo en el año 62 d. C en Jerusalén.
Judas Iscariote. Hijo de Simón (Jn 6,71; Jn 13,26). Se suicidó, ahorcándose en Jerusalén.
Matías. Sucesor de Judas Iscariote, elegido a suertes por los apóstoles (Espírsitu Santo)en el Monte de la sangre (Hch 1, 12-26). Murió lapidado en el año 80 d. C en Georgia.
Judas Tadeo. Hermano de Santiago el Menor (Lc 6,16). Murió atravesado por flechas en el monte Ararat (Turquía) entre los años 60 y 70 d. C.
Mateo. El publicano o recaudador de impuestos, llamado también Leví. Murió mártir en Etiopía en el 74 d. C.
Felipe. Galileo de Betsaida. Murió crucificado en Hierápolis en el año 80 d. C.
En adelante, el nuevo pueblo de Dios ya no estará formado sólo por judíos; los paganos (gentiles) también formarán parte de él. Además de los elegidos directamente por Jesús, en el Nuevo Testamento y en el libro de los Hechos, son también llamados Apóstoles, porque fueron enviados por el Espíritu Santo a predicar el Evangelio: Pablo de Tarso, Bernabé, Lucas, Silas, Timoteo, Tito, Filemon, Andrónico, Joias, Cefas, Jacobo, entre otros muchos.
La Iglesia Católica es la única que puede llamarse Apostólica porque su historia se remonta hasta los apóstoles del primer siglo, testigos presenciales de Cristo (Ef 2, 19-20).
La sucesión apostólica de la Iglesia Católica se compone de 266 Papas, desde San Pedro (44-67 d.C.) a Francisco (2013-) .
Es la única que tiene la autoridad para enseñar el mensaje de Jesucristo, pues el mismo Señor se la dio al enviarles (Mt 28, 18-20) y la hizo depositaria del Espíritu Santo (Jn 20,21-23). Por ello, conserva y transmite, con la ayuda del Paráclito, que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito y las palabras sanas oídas a los apóstoles» (CIC 857).