¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 31 de mayo de 2016

¿PUEDE UNA PERSONA DIVORCIADA RECIBIR EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA (COMUNIÓN)?



Hoy propongo una cuestión que, aunque no me afecta directamente, si me causa dolor ver a buenos cristianos en esta situación:

¿Puede una persona divorciada o separada recibir el sacramento de la Eucaristía (Comunión)?

Primero hay que aclarar un punto, un pequeño error de concepto que es muy común entre los católicos de todo el mundo, el divorcio en sí no es un pecado

Una persona divorciada, y que luego vive su nueva "soltería" de forma casta, es decir sin tener intimidad sexual con otra persona, no comete pecado alguno, puede acercarse a confesarse y comulgar tantas veces cuantas su alma se lo pida, y mientras más se lo pida mejor.

El problema se inicia justamente cuando una persona divorciada inicia una nueva convivencia, de hecho o de derecho (es decir en unión libre o por matrimonio civil), es a partir de ahí cuando la persona divorciada no puede recibir la comunión, y tampoco la absolución de los pecados. 

¿Por que?, pues porque al haber hecho una promesa ante Dios y haberse unido en matrimonio para toda la vida, toda unión sexual con una persona que no es su esposa va contra el Sexto Mandamiento, es decir esa persona comente el pecado mortal del adulterio.

Ahora bien, para poder cometer ese pecado se necesitan dos personas, y las dos partes actuantes en el hecho tienen, por justicia, la misma responsabilidad, es decir, si la nueva pareja de la persona divorciada no ha estado casada antes, tampoco podrá recibir los sacramentos de la Penitencia ni de la Eucaristía, mientras siga viviendo y consintiendo una vida marital que no ha sido bendecida ante el altar por Dios.

Para poder recibir el Sacramento de la Penitencia (o Confesión), la persona penitente debe expresar arrepentimiento y deseo real de no volver a pecar, pero en el caso de una pareja que convive es lógico pensar que es imposible el cumplir estos requisitos, por ello todo sacerdote fiel a la Iglesia no podrá conceder la absolución, pese a todos los factores humanos y sociales que en envuelvan el caso.

También indicar que, ante cualquier duda que nuestra conciencia nos presente, siempre debemos acercarnos a confesar nuestros pecados, y que si hemos recibido la Eucaristía (Comunión) sin estar adecuadamente perdonados nuestros pecados mortales por el sacramento de la penitencia, hemos agregado el pecado de sacrilegio a nuestra lista de faltas.

La Iglesia es conciente de que esto ocasiona un gran dolor en muchos hijos de Dios, pero debe mantenerse fiel a las enseñanzas de Jesús, Dios y Hombre verdadero. Para los fieles que están inmersos en esta circunstancia siempre queda la poderosa herramienta de la oración personal, ofreciendo el dolor de no poder comulgar como expiación de los pecados propios y de la humanidad entera.

En Cristo y María Madre de la Iglesia.

Xavier Villalta
Catholic.net

¿Los divorciados vueltos a casar no pueden recibir la Comunión porque son más pecadores que los otros?

No. El problema es la dimensión pública: el divorciado vuelto a casar vive públicamente en contradicción con el sacramento del matrimonio. Todos los sacramentos, y la Comunión en particular, manifiestan (haciendo pública) la pertenencia a Cristo y a la Iglesia; el divorciado vuelto a casar de hecho niega públicamente esta comunión, independientemente de las intenciones subjetivas que tenga, porque vive en contraste con el sacramento que él mismo ha celebrado libremente: esta contradicción depende exclusivamente de sus comportamiento y no de una intervención disciplinaria de la Iglesia. 

Conceder los sacramentos en estas condiciones implicaría una negación de la misión salvífica de la Iglesia, que es necesariamente pública. Esto, sin embargo, no excluye en absoluto a los divorciados vueltos a casar de todos lo actos que no conllevan un compromiso público en la comunidad cristiana, ni constituye un juicio sobre el estado de su alma.

Por tanto, ¿el sacerdote no puede absolver a un divorciado vuelto a casar que se confiesa?

Debe absolutamente absolverlo si el penitente está decidido a vivir con el nuevo "cónyuge" como hermano y hermana, ya no como marido y mujer, y esto también aunque si alguna vez haya una caída por debilidad, porque es la intención lo que cuenta. 

¿Los divorciados vueltos a casar no pueden nunca recibir la Comunión?

Pueden recibirla si han recibido la absolución sacramental, como en los casos recordados antes, especialmente cuando hayan decidido vivir como hermano y hermana por amor a Cristo, lo que es deseable y plenamente realizable con la ayuda de la gracia. 

En este caso, lejos de ser raro o imposible, su misma relación se serena y se convierten en un ejemplo edificante para los hijos. 

¿El sacerdote puede negar la Comunión a quien se presenta públicamente a recibirla?

No. Se niega la Comunión solo en el caso de que haya una sentencia pública que excluye de la posibilidad de recibir los sacramentos (excomunión) y el sacerdote está seguro de que no ha sido cancelada, o cuando quien va a recibirla lo hace claramente para ridiculizar o como desafío a la comunidad cristiana. 

Dirigirse o no a la Eucaristía en realidad depende de la conciencia de cada uno: un divorciado vuelto a casar que no se ha arrepentido debería valorar por sí mismo lo inoportuno de dirigirse a los sacramentos. 

El sacerdote no debería sustituir la conciencia de los fieles: no sabe si hay un arrepentimiento serio (contrición) y por tanto debe absolutamente evitar herir públicamente una persona, dado que provocaría una daño espiritual mayor.

¿Qué puede hacer un sacerdote para impedir que un divorciado vuelto a casar no arrepentido reciba la Comunión?

Por el momento, nada. Si conoce la persona puede, de la forma oportuna, instruirlo sobre la disciplina de la Iglesia, que es un ejercicio de misericordia también cuando debe decir no.

¿Qué sentido tiene recibir la Comunión para un divorciado vuelto a casar no arrepentido?

No tiene sentido, y espiritualmente es nocivo. Recibimos los sacramentos para vivir como hijos de Dios, en la santidad, o por lo menos para encaminarnos en esa dirección; no se trata de un derecho subjetivo, ni sirve para confirmarnos en nuestras elecciones, como una especie de certificado de buena conducta ("¿qué hago mal?") y tampoco para satisfacer necesidades "místicas". 

Tal actitud devalúa los sacramentos, reduciendo la vida cristiana a la dimensión de las miserias humanas y nada más, y los sacramentos a una "consolación" solo psicológica que cubre las heridas sin curarlas: un pietismo ilusorio que termina por robar la esperanza en una vida nueva.

Entonces, ¿por qué se ha encendido el debate sobre la Comunión a los divorciados vueltos a casar?

Porque existen problemas verdaderos. La causa principal se reconoce en el hecho indiscutible de que estamos celebrando demasiado matrimonios nulos: "ceremonias" en la iglesia, no un verdadero sacramento, porque los esposos, que son los celebrantes, a menudo, en el actual contexto cultural, no han madurado la conciencia mínima de qué es el matrimonio. Benedicto XVI en el 2011 subrayó este problema, pero hasta ahora ha permanecido un argumento no escuchado.

De este modo, se presenta la situación paradójica de quien estaba casado por la iglesia de forma solo aparente y después ha contraído matrimonio civil, pero esta vez con las intenciones justas, pero obviamente sin la forma canónica, por tanto quedando fuera de los sacramentos. 

El recurso a los tribunales eclesiásticos hoy es la única solución, pero no debería ser el camino normal, ¡el camino de la mayoría! De hecho, en este caso solo la ley eclesiástica impide recibir los sacramentos. 

La forma canónica es una obligación introducida por el Concilio de Trento para evitar los abusos de entonces, hoy, sin embargo, la ley termina por estar en contraste con la realidad. Por esto es urgente volver a pensar toda la cuestión.

Don Antonio Grappone
Roma, 11 de septiembre de 2014 (Zenit.org)


En el libro de Juan 4, 5-42 se narra el encuentro  de Jesús y la samaritana en el pozo de Sicar:

"Jesús le respondió: Ve, llama a tu marido y vuelve aquí. La mujer respondió: No tengo marido. Jesús continuó: Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad."

Sabiendo que Jesús dijo "lo que ha unido Dios, que no lo separe el hombre", ¿acaso en este relato no se está repitiendo la intención de Jesús de que los hombres sólo puedan tomar un matrimonio (después de cinco, "el que ahora tienes no es tu marido")?

Le habla del Agua viva, y a su vez le pone en apuros con el tema de su matrimonio.

¿No está haciendo una llamada a la conversión para que pueda cambiar su vida en ese y todos sus aspectos y pueda beber de la fuente que no se agota?