¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 27 de agosto de 2022

¿DÓNDE ESTÁ NUESTRA FE?

"¿Quién nos separará del amor de Cristo?, 
¿la tribulación?, ¿la angustia?, 
¿la persecución?, ¿el hambre?, 
¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?"
(Ro 8,35)

Seguimos caminando como pueblo de Dios por el desierto. No han sido cuarenta años sino dos, desde que el Covid 19 hizo su presencia en la tierra, pero nos ha parecido una eternidad. 

Han sido tiempos difíciles en los que la pandemia nos ha traído desgracia y muerte, sensación de caos y miedo que nos han llevado a realizar importantes transformaciones coyunturales y estructurales a nivel global: cambios de hábitos y planes, de mentalidades y comportamientos, de leyes y procedimientos...También en la Iglesia. 

Algunos cristianos han achacado la pandemia a un castigo divino por nuestros pecados. Otros, sencillamente, no le encuentran explicación y se han colapsado en lo que podría llamarse una pandemia "eclesial".   

Esta epidemia "eclesial" a nivel mundial ha generado en el corazón humano un miedo extremo a la muerte, ha debilitado la esperanza y la fe de muchos cristianos, incluso obispos y sacerdotes que han confiado más en científicos y políticos y han cerrado parroquias y establecido medidas desproporcionadas que no eran obligatorias. Esto ha provocado una parálisis espiritual que nos ha alejado (voluntaria o involuntariamente) a todos de la presencia de Dios, imposibilitándonos la participación en los sacramentos. Muchos de los que se han ido...no han vuelto.
Es necesario recordar que a lo largo de toda la historia de la Iglesia ha habido multitud de epidemias y pandemias, de pestes y plagas, de persecuciones y martirios sangrientos...y nunca se cerraron parroquias ni se suspendieron misas. Incluso, el Señor, que se rodeaba de enfermos contagiosos como los leprosos, nunca tuvo reparo en seguir cumpliendo su misión...¿la razón? porque tenía plena confianza en Dios y en su Providencia.

Pero hoy no queremos señalar culpables ni responsables sino meditar sobre los cambios y transformaciones que se han producido tanto en el seno eclesial y litúrgico, como en la mente y el comportamiento de muchos feligreses, sobre todo, de los más mayores.

El Enemigo ha utilizado siempre el miedo y la desconfianza para separar al hombre de Dios. Con la pandemia, ha penetrado sin ningún obstáculo en nuestros templos a causa de la desaparición del agua bendita (y se ha frotado las manos con gel hidro alcohólico) y de la suspensión de la Eucaristía y del resto de los sacramentos (y ha campado a sus anchas por los espacios, otrora sagrados y entonces, vacíos).  

Cuando no se han suspendidomisas y adoraciones se ha cambiado la Eucaristía presencial por la televisada, el signo de la paz por las miradas de desconfianza, la sonrisa alegre de nuestra cara por la mascarilla que la oculta, la comunión sacramental en la boca por la recepción manual, a través de pantallas de metacrilato, o incluso se nos ha negado. 
El temor y la falta de fe nos ha llevado a sustituir la confesión por el aislamiento, la oración comunitaria por el rezo a través de WhatsApp, los retiros por los confinamientos, la señal de la cruz por el termómetro en la frente, la gracia por la vacuna, la confianza por la sospecha, la fe por la distancia "de seguridad". 

Se han perdido costumbres y tradiciones de la Iglesia y en algunas parroquias, el sacerdote ya no se lava las manos con agua como símbolo de purificación, sino que lo hace con gel, aunque el misal romano especifica claramente la obligación de “lavarse las manos".
Es imperiosa la necesidad de pedirle a Dios que aumente nuestra fe y nuestra confianza en Él. Baste recordar las palabras que Jesús nos repite continuamente, porque conoce nuestra debilidad y fragilidad humana: 

-"No temáis" (365 veces a lo largo de la Escritura)

-"No estéis agobiados por vuestra vida...¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?" (Mt 6,25 y 27)

-"¿No hará Dios justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (Lc 7-8)

También San Pablo, que escribió a la Iglesia de Roma durante tiempos muy difíciles de persecución y epidemia, nos consuela y nos anima: 

-"El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien" (Ro 8,26-28).

-"Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis...somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él." (Ro 8,13-14. 16-17)

La pandemia nos ha colocado como nunca ante la necesidad imperiosa de discernir los signos de los tiempos y de comprender que estamos todos juntos, ante el bien y el mal, en la salud y en la enfermedad; en una misma barca, con un mismo espíritu y una misma fe: la de la Iglesia, en la que no debemos temer nada porque en ella también está Cristo, Dios-con-nosotros. Y "Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros? "(Ro 8,31).

Aquí dejo mis preguntas para la reflexión:

¿Cómo va a ser el Señor medio de transmisión del mal para tener que recibirlo con gel y en la mano?

¿Cómo voy a estar más protegido del mal, con el gel o con el agua bendita? 

¿Cómo voy a estar más seguro, con la distancia de seguridad o con la gracia?

¿Cómo voy a tener más paz, con una mirada sospechosa o con un abrazo?

¿Cómo voy a encontrar mejor a Jesús, con la televisión o con la comunión?

¿Cómo voy a protegerme del pecado, con el confinamiento o con la confesión?

¿Cómo voy a pedir a Dios que aumente mi fe, con el silencio o con la oración?

Y cuando venga el Hijo del Hombre... ¿encontrará fe en la tierra?



JHR