"María tomó una libra de perfume de nardo,
-auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies
y se los enjugó con su cabellera.
Y la casa se llenó de la fragancia del perfume"
(Jn 12,3)
Los cuatro Evangelios (Mc 14,1-9; Mt 26, 6-13; Lc 7,36-48; Jn 12, 1-9) narran la unción de Jesús en una casa con un perfume muy caro de nardo por una mujer, aunque los detalles difieren en los relatos:
- Mismo escenario: una casa para una comida, una mujer, y el perfume caro que se vierte sobre Jesús a lo que alguien se opone.
- Ubicación: Todos la identifican con Betania (aldea próxima al Monte de los Olivos, entre Jerusalén y Jericó), excepto Lucas que la sitúa en Galilea.
- Anfitrión: cuatro personajes diferentes: Mateo y Marcos hablan de la casa de Simón el Leproso; Lucas 7 dice que es la casa de un fariseo llamado Simón en Galilea, durante un banquete; Lucas 10 dice que es en casa de Marta; Juan dice que es en casa de Lázaro de Betania.
- Descripción de la mujer: Juan la identifica con María de Betania, Lucas con una mujer de esa ciudad que vivió una vida pecaminosa (generalmente se ha interpretado como una prostituta), Mateo y Marcos sólo dicen una mujer.
- Donde se vierte: sobre la cabeza según Marcos y Mateo, o los pies según Juan y Lucas, secándolos con su propio pelo. Marcos añade que rompió el frasco.
- Comentarios de Jesús: Mateo, Marcos y Juan utilizan expresiones similares aunque ligeramente diferentes que Lucas omite.
- Valor del perfume: Marcos valora el perfume en 300 denarios (un año de salario)
- Indignados: Mateo afirma que son los discípulos, mientras que Juan dice que es Judas el más ofendido.
Perfume y Frasco
La unción honorífica con perfume era una acción frecuente en Israel para embalsamar los cuerpos antes de enterrarlos. Sin embargo, usar el pelo para secar los pies de Jesús, como narran Juan y Lucas, no se registra en ninguna otra parte . Marcos añade que rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza.
Usar el pelo para secar los pies de Jesús es un gesto excepcional con el que María muestra el gran amor que siente por Él. Romper el frasco y derramar el caro perfume es un gesto de desapego a las cosas materiales e interés por las espirituales.
Marta y María
Tanto María como Marta aman a Jesús. Pero mientras María escucha y contempla a Cristo, la Palabra de Dios, Marta trabaja y se afana por agradarle, pero sólo oye. Mientras María encuentra la paz en Cristo, Marta la pierde por Él. Mientras María lo acoge en su corazón, María lo hace en su mente, porque ha perdido el amor primero (Ap 2,2-4).
La gran enseñanza de este pasaje es ¿cómo acojo yo al Señor? ¿estoy apegado al frasco? o ¿atento al perfume? ¿estoy más pendiente del continente, de lo superficial, del cumplimiento? o ¿del contenido, de lo esencial, del seguimiento de Cristo?
El frasco simboliza mi fe en Cristo, la "forma" de mi vida espiritual.
El perfume representa mi amor a Cristo, el "fondo" de mi vida espiritual.
Es necesario que rompa el frasco para no limitar el amor de Cristo. Es preciso que quiebre el "molde" del formalismo para percibir la fragancia del perfume y dejar que llene mi "casa" (mi vida) de amor.
Todos los cristianos queremos agradar y acoger a Cristo pero ¿lo hago en mi mente o en mi corazón? ¿me afano en cumplir con lo que "yo creo" que es la Ley o amo como Dios me dice que debo amar? ¿trato de corregir al Señor porque mi autosuficiencia me impide comprender cual es el principal de los mandamientos? o ¿me abandono en Él?
Ocurre que todos queremos a Dios...pero quizás le queremos mal, de un modo imperfecto y humano. El Señor nos llama a ser como Él, a divinizarnos, a ser perfectos en el amor.
Ocurre que todos conocemos a Dios...pero quizás le conocemos mal, de un modo intelectual y distante. El Señor nos llama a entrar en comunión con Él de un modo íntimo y personal.
Ocurre que los hombres somos más de "frasco" que de "perfume". Somos más de "materia" que de "espíritu". Somos más de lo que "vemos" que de lo que "contemplamos".
Ocurre que somos más de querer a Dios con limitaciones y cicatería que con derroche y generosidad. Somos más de "oír" que de "escuchar". Somos más de "ver" que de "contemplar".
Ocurre que le damos al Señor más el tiempo que nos sobra que el que necesitamos. Somos más de la "parte interesada" que de la "mejor parte".
Ocurre que nos empeñamos más en "hacer" que en "ser". Somos más de "sacrificios" que de "misericordia".
Contemplemos, como hizo María, a Cristo en la cruz para abrirnos al misterio del amor de Dios, que rompió su "frasco" y derrochó toda su "fragancia", llenando la tierra de amor.
Derrochemos, como hizo María, la fragancia del amor a Dios y al prójimo y no estemos tan pendientes de su coste y de su utilidad.
Seamos generosos en lo esencial, que es el amor (el "ser") y sí, atentos pero no afanados, en lo superficial, que son las obras (el "hacer").
Rompamos el frasco (nuestra autosuficiencia) y llenemos la casa (el mundo) de la fragancia del perfume (el amor).