¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 22 de enero de 2024

CINCO PIEDRAS Y UNA HONDA

"Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. 
En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, 
Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. 
El Señor te va a entregar hoy en mis manos, 
te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver 
y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. 
Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel. 
Todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni lanza, 
porque la guerra es del Señor y os va a entregar en nuestras manos"
(1 Sam 17, 45-46)

Todos conocemos la historia de David, el pastor de ovejas, y Goliat, el gigante filisteo que nos relata el capítulo 17 de la primera carta de Samuel y cuyo mensaje principal es aprender a combatir con problemas "gigantes", a ser conscientes de la necesidad de ser humildes para vencer a los poderosos y arrogantes "Goliats" de nuestra vida. Y, sobre todo, saber que la victoria sólo es posible, no por nuestras propias fuerzas o méritos, sino por nuestra fe en Dios.

Pero vayamos un poco más atrás en la historia bíblica para poder centrar las reflexiones que hoy queremos compartir y saber quiénes son nuestros enemigos. 

Nuestros Enemigos
Génesis 10,1-32 enumera una lista de 70 nombres, llamada "las Generaciones de Noé" o "Tabla de Naciones" (recogida también en el apócrifo Libro de los Jubileos, 8-9) que representa la expansión de la humanidad después del diluvio y donde dice que los filisteos son descendientes de Misráin (que significa Egipto), hijo de Cam (segundo hijo de Noé) y del que proceden también los pueblos hostiles que Israel encuentra en la Tierra Prometida (cusitas, cananeos, jebuseos, etc.). 
La Biblia se refiere en varias ocasiones a Egipto como "la tierra de Cam" (Sal 78,51;105,23-27;106,22;1 Cro 4,40) y muestra la enemistad entre camitas y semitas, entre egipcios y judíos, y que alude tanto al éxodo “He decidido sacaros de la opresión egipcia y llevaros a ... una tierra que mana leche y miel” (Ex 3,17) como al protoevangelio: "Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, ésta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón" (Gn 3,15).

La descendencia de Cam, es decir, los filisteos, eran adoradores de Baal, el dios fenicio de la lluvia, la virilidad y el poder, asociado al Diablo o Belcebú (Baal-zebub o "Señor de las moscas" o "Príncipe de la Tierra"). Representado por un toro simboliza a todos los dioses falsos del mundo. Aparece mencionado en casi cien ocasiones en el Antiguo Testamento y está relacionado con los pecados de adulterio e idolatría (1 Re, 18, 20-39; Os 2, 1-25).

También adoraban a Astarté (Ishtar o Astoret), diosa mesopotámica que representa a la madre naturaleza, los placeres sexuales y también la guerra. A ésta se la nombra como esposa de Baal y como prostituta (Jue 2,13; 10,6; 1 S 7,3-4; 12,10). También conocida con el nombre de Asera o Ashêrâh (Jue 6,25; 1 R 18,19).
 
Por tanto, Goliat de Gat, el guerrero gigante de tres metros de altura, representa el poder violento e idolátrico del mundo pagano, al que tiene que enfrentarse David, joven pastor de ovejas, que representa a Cristo y, por prolongación, al cristiano

Nuestros Combates
Cuando Goliat ve a David, se siente ofendido en su orgullo: "¿Me has tomado por un perro?" Aquí, el término griego utilizado para "perro" es kaleb, el mismo utilizado en Dt 23,18 para referirse a "prostitutos masculinos". Goliat, lleno de ira, desprecia y amenaza  a David con todo su poder y violencia, y le desafía a entablar batalla.

David acepta el violento desafío del gigante. Inicia el combate dialéctico: alaba y glorifica a Dios y no se adjudica el triunfo para sí, sino que se lo atribuye a Dios: "Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. El Señor te va a entregar hoy en mis manos, te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel".

Goliat, lleno de ira y orgullo por su derrota dialéctica, inicia el combate físico: despreciando a David e insultando a su Dios, arremete con velocidad y violencia contra él. Pero David, lejos de sentir temor y con tranquilidad, coge una piedra de su zurrón y la coloca en su honda. Mientras todos están convencidos de que “Goliat es tan grande, que no puede derrotarlo”, David piensa: “Goliat es tan grande, que no puedo fallar”. 

Y lanzando la piedra con su honda, le da de lleno en la frente a Goliat y cae de bruces a tierra. David corre hacia él, desenvaina la espada del gigante y le corta la cabeza. David sabía que la batalla estaba ganada de antemano. Y lo sabía porque su mejor arma era su fe en el poder de Dios.
El pasaje de David y Goliat simboliza el combate espiritual entre el bien y el mal, la lucha entre el cristiano y el mundo pagano, idólatra y dominado por las bajas pasiones, la pelea con nuestras dificultades, problemas y batallas personales.

El "David de hoy" es  también insultado y despreciado, amenazado y acosado por el "Goliat de siempre" que trata de infundir temor para desmoralizarnos y para que nos rindamos. Un gigante que nos impone el culto idolátrico a sus falsos dioses, a sus ideologías y, convencido de su fácil victoria, nos desafía a entrar en combate.

Entonces ¿qué debemos hacer?

Nuestras Armas
El relato nos dice que "Saúl ordena armar a David con su propia armadura:yelmo, coraza y espada" (v. 38) pero David la rechaza porque "no está acostumbrado a caminar así" (v. 39) y prefiere ir a la batalla con "su bastón, cinco piedras lisas del torrente, su zurrón de pastor y su morral (v. 40). 

En la lucha espiritual, no podemos utilizar cualquier "armadura humana". Debe ser una armadura espiritual: "Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire" (Ef 6,10-12). 
El pasaje habla de que David cogió su bastón, del griego ballein, que significa "lanzar, arrojar" y que ha sido traducido al latín como fustíbalo u honda de fuste. El fustíbalo era una honda más grande que la ordinaria, unida a un palo de madera de 1,5 m y que permitía arrojar piedras de mayor peso y con mayor velocidad. Ambos términos, bastón y honda, simbolizan el apoyo del cristiano en la fe y el alcance de la Palabra de Dios.

Las cinco piedras, probablemente, se refieren a virtudes (fortaleza, prudencia, justicia, templanza y humildad) que debemos recoger del "lecho del río de agua viva", que es Cristo eucaristía (Jn 7,37), y el zurrón es nuestro corazón, donde colocamos aquellas y también, donde guardamos nuestro alimento, la Palabra de Dios.

Enfrentándonos a nuestros Goliats
Todos los cristianos nos enfrentarnos a nuestros propios “Goliats”, todos tenemos que afrontar pruebas, desafíos y tentaciones. Y lo debemos hacer siguiendo el ejemplo de David, en la confianza plena en Quien todo lo puede.

Nuestro combate pasa por tener muy presente que tenemos que proveernos y guardar en nuestro zurrón todas las "piedras" necesarias para superar los desafíos, así como la "honda" para utilizarlas, y que encontramos estando muy cerca del Señor, en la oración, en los sacramentos...
Y sobre todo, "¿qué diremos? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros" (Rm 8,31).  Sabemos que el mal está derrotado de antemano porque Cristo ha vencido ya, porque vive y porque "sabemos que está con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28,20). 

Esta es nuestra fe. El arma más poderosa para afrontar nuestros miedos, nuestros problemas y nuestras dificultades, incluso cuando todo parece en contra o cuando parece imposible salir victorioso, porque sabemos que "para Dios nada hay imposible" (Lc 1,37).

Sólo con una fe firme podremos, al final, repetir las palabras de san Pablo: "He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe" (Rm 4,7). 


JHR

sábado, 21 de abril de 2018

LAS DOS BANDERAS: HORA DE ELEGIR


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"Nadie puede servir a dos amos, 
porque odiará a uno y amará al otro, 
o se apegará a uno y despreciará al otro." 
(Lucas 16,13)

El Evangelio nos implica en una guerra espiritual, una lucha contra el mal (Satanás), contra nosotros mismos (Carne) y contra lo que nos rodea (Mundo). 

Una lucha espiritual que sólo es visible en su dimensión sobrenatural, pero es absolutamente real. Es una imagen que muchos prefieren obviar y rechazar. Sin embargo, los cristianos debemos estar firmes, vigilantes y adecuadamente preparados para esta batalla tan real. 

El apóstol San Pablo nos habla de ella: "Porque nuestra lucha no es contra gente de carne y hueso, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal, que moran en los espacios celestes."(Efesios 6,12). 

San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, también nos presenta el mundo como un gran campo de batalla donde se enfrentan dos ejércitos, dos banderas… 

Una batalla espiritual que nos incumbe y compete a todos...el cristiano no puede permanecer indiferente ante esta lucha…no puede ser neutral... debe saber escoger cuál es su lugar… en qué ejército luchará... bajo qué bandera combatirá… la de Cristo o la de Satanás…

El desafío

El Hombre se haya ante un desafío en el que probar su valía y demostrar su compromiso a un propósito superior, en lugar de a su propia comodidad.
Y así lo hacen los "Hijos de la Luz", no a pesar de ser difícil, sino exactamente porque es difícil... porque confían plenamente en las promesas de su Señor. 

Hombres llamados a "alabar, reverenciar y servir a Dios y así alcanzar la santidad y la salvación de su alma" .

Hombres consagrados a la Santísima Virgen María, que jamás caen en el desánimo, que no se dejan vencer por la dificultad, ni por el miedo ni el dolor, pues su Señora está con ellos. 

Hombres inasequibles al desaliento que anuncian a Cristo Rey, y con su ejemplo, atraen a otros a Dios: son los "Apóstoles de los últimos tiempos".

El campo de batalla

Es noche cerrada...no hay luna...todo es oscuridad y tinieblas... 

Desde lo alto de una ladera, se divisa un valle en el que hay dos ejércitos formados, uno frente al otro… cada uno tiene su bandera, sus seguidores, sus armas, sus estrategias… 

Suenan los tambores de guerra...el ambiente está tan cargado que corta la respiración...
Una bandera blanca


Un ejercito fatigado y penitente espera en calma... en silencio… en oración...

Su Capitán, Jesucristo, expresa y contagia paz, felicidad y amor a todos sus hombres … 

Su bandera, blanca e inmaculada, es la de la humildad y la mansedumbre… 

Su arenga es: ¡Viva Jesús, muera el pecado!... 
Sus seguidores, desapegados de las riquezas, los honores y los placeres del mundo, aman la pobreza, la humildad y la obediencia… 

Sus armas son la confianza y la valentía... 

Sus promesas: Breve penar, eterno gozar… 

Su propósito: Vida plena, muerte buena… felicidad eterna en el cielo, viendo, amando y alabando a Dios…

Un bandera negra

El otro ejército está agitado y en movimiento… hay tumulto... griterío… confusión… sus hombres cabalgan indisciplinados y desordenados… todos quieren mandar y ninguno quiere obedecer ni dejarse dirigir…
Desde su campamento, emerge una gran columna de fuego que parece querer tocar el cielo.

Su bandera negra es la de la rebelión y el odio contra Dios...poderosa para convencer y obligar a todos... 
Su arenga: ¡Viva el pecado, muera Jesús!… 

Sus secuaces, apegados a las conductas desordenadas, los honores, las riquezas, los placeres, las comodidades que los arrastran a la perdición eterna... 

Sus armas: la burla y el escarnio... 

Sus promesas: Breve gozar, eterno penar… 

Su propósito: Vida amarga, muerte pésima, fuego eterno en el infierno, sufriendo y lamentándose, sin Dios…

De entre sus huestes, surge una figura oscura y abominable, de aspecto horrible y terrible, más grande e imponente que el resto, a quienes tiene encadenados: un gran Dragón que, alzándose sobre ellas y con una mirada fulminante, les grita y les ordena callar… 
Sus hordas, obedeciendo más por temor que por devoción, se organizan por grupos: por un lado, la soberbia, disfrazada de dignidad… por otro, la lujuria, disfrazada de libertad… más allá, la envidia, disfrazada de prosperidad… en otro, la avaricia, disfrazada de igualdad… en otro, la pereza, disfrazada de comodidad… también, la gula, disfrazada de necesidad… y por último, la ira, disfrazada de justicia… 

La mirada del Dragón es fría y penetrante... sus ojos negros y brillantes, están llenos de maldad y odio indescriptibles…su aliento hiela los huesos…  “Es Satanás", dice una voz a mi lado, “pero no te preocupes, no podrá tocarte mientras estés conmigo”… miro y veo a Jesús, junto a mí… y por primera vez me doy cuenta que no estoy solo…
Satanás se dirige hacia el otro ejército… “Aprovecha la oscuridad de la noche y el cansancio de la espera para tentar a mis guerreros”, dice Jesús… Se acerca a los guerreros de Cristo...uno por uno…escucho lo que les susurra al oído… las ilusiones que vende a sus corazones… a cada uno le embauca, según su debilidad...y a todos los que se sientes atraídos, los encadena... los esclaviza...

Muchos permanecen firmes y fieles al Señor… pero algunos (incluso, consagrados al Corazón de Jesús a través de María) se dejan seducir por las palabras del Padre de la Mentira: fama… dinero… pasiones… poder… son las tentaciones que les hacen alejarse de la luz y perderse en las tinieblas...

Satanás esboza lo que parece una sonrisa en sus labios y nos mira a Jesús y a mí…“No es una sonrisa”, dice Jesús, “ese es incapaz de sonreír o de sentir alegría o de cualquier sentimiento bueno y digno… al contrario, su sonrisa es una mueca, se burla de nosotros porque sabe que cada alma que me roba me causa un dolor indescriptible… fíjate, él no seduce las almas por el daño que les hace, en realidad desprecia a todo el género humano… pero vuelca en los hombres todo el odio que siente por mí y por mi Padre…”
Entonces, le pido a Jesús que no permita a Satanás hacer eso, y me responde: “Pídeselo a mi Padre y Él te lo concederá”… dirijo mi vista a la gran columna de fuego que subía de la montaña hasta el cielo y digo: “Padre, no permitas que esas almas puras tuyas, se pierdan… protégelas, dales la fortaleza y la perseverancia para vencer la tentación”… 

Entonces un rayo de Gracia inunda sus corazones con el Amor de Dios… abren los ojos y, aterrados, ven como Satanás trata de abalanzarse sobre ellos con rabia… pero San Miguel jefe de la milicia celestial, interponiéndose ante él y ellos, los protege… para que María Santísima los cubra con su manto y lo acompañe de vuelta a su posición, en la formación del ejército blanco…

Mientras Satanás se retuerce de rabia, ira y odio, viendo cómo se le escapan almas de sus afiladas garras, Jesús sigue diciéndome: “La batalla entre el bien y el mal ya está ganada… aunque Satanás quiere hacer creer lo contrario… y si lo hace, es porque mi Padre se lo permite… eso incrementa el odio en él… saber que su existencia y actuación se las debe a Aquel a quien tanto aborrece… es incapaz de amar o de sentir agradecimiento… más aún, se odia a sí mismo porque sabe que él es el único culpable de su condena…”

“Ahora mismo está impaciente y rabioso… él quisiera lanzarse contra mi ejercito con toda su furia, pero no puede… mi Padre no lo permite...así que trata de arrastrar a tantas almas como le es posible, porque sabe que la batalla final ya se luchó… y él fue el perdedor…”

Amanece y el primer rayo de luz ilumina el valle… Satanás y sus demonios se retiran a toda prisa hacia la oscuridad de su campamento... la luz deja ver su verdadero rostro y pone al descubierto sus engaños… su horrible apariencia queda revelada a todos… ya no tratan de seducir con mentiras… sino que maldicen e injurian, gritando amenazantes desde el otro lado del valle…
 
Entonces, Jesús muestra su ejercito…al que pertenezco... somos un pequeño grupo de valerosos soldados… vestidos con túnicas blancas... montados sobre caballos blancos...llevamos puesta la Armadura de Dios… el Cinturón de la Verdad… la Coraza de la Justicia… los pies calzados con el Celo por el Evangelio… el Yelmo de la Salvación… en una mano el Escudo de la Fe… y en la otra, la Espada del Espíritu
Miro a Jesús sorprendido por los pocos que somos… pero Jesús me invita a mirar de nuevo… y veo que detrás nuestro viene una gran multitud que se pierde en el horizonte… en el flanco derecho, nuestra Señoralos santos, los mártires y las almas del Purgatorio, que unen sus oraciones a las de toda la Iglesia… en el flanco izquierdo, a San Miguel Arcángel, capitaneando a todas las legiones de ángeles y coros celestiales que entonan cánticos y alabanzas a Dios…
Jesús abre su pecho y tomando una pequeña chispa del fuego inmenso que arde en su Corazón, extiende su mano y la pone en el mío, como ha hecho antes con los demás soldados… es un fuego abrasador que crece y aumenta... y que me insta a "combatir el buen combate"…

Ha llegado el momento

Jesús me mira y nos dice: “Ha llegado el momento”… entonces el Padre, desde lo alto de la Columna de Fuego, da la orden y la batalla final comienza…"

Ha llegado el momento de definir nuestra adhesión a uno de estos dos ejércitos.

Ha llegado la hora de decidir seguir a Cristo, el humilde, o a Satanás, el orgulloso.

Ha llegado el tiempo de hacer la voluntad del Padre, o la propia, como el Diablo.

No podemos...no debemos... dejarnos seducir por las artimañas del Enemigo, que nos fascina con los afanes pasajeros de este mundo, que nos tienta con los apegos a las conductas desordenadas y nos hechiza con todos los vicios que nos conducen inexorablemente hacia nuestra muerte.

¡Cuidado! Debemos estar vigilantes porque Cristo, nuestro Capitán y Señor, nos ha alertado de que el demonio, cuando le resulta difícil el combate, se disfraza de "ángel de luz", trata de engañarnos, de confundirnos, de generar la duda en nuestro corazón, desvirtuando el poder del ejército blanco, para que renunciemos a él y así, conducirnos hacia el suyo.

¡Estamos en guerra!

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Fuentes:

-Ejercicios Espirituales Ignacianos, Heraldos del Evangelio, Mota del Marqués, 2018.
-Romualdo Olazábal y Noemí Cotto, tengoseddeti.org, 2018.

lunes, 24 de octubre de 2016

ESPARTANOS DE CRISTO




Desde pequeño, un guerrero espartano aprendía a no retirarse nunca, a no rendirse nunca. Aprendía que, morir en el campo de batalla sirviendo a su patria, era lo más glorioso que podría conseguir en su vida.


Desde pequeño, un espartano debía ser probado, separado de sus padres y arrojado al mundo salvaje. 

Debía medir su ingenio y su voluntad contra la furia de la naturaleza. Esa era su iniciación. Su tiempo en la tierra salvaje. 

Debía enfrentarse a la maldad sin más armas que su valor. Y si conseguía derrotarla, se habría ganado un sitio en su pueblo. Regresaría con su gente como un espartano o no regresaría.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero ahora, como en Esparta, una bestia se acerca. Una bestia avanza abriéndose paso por toda la tierra.

Una bestia compuesta de un ejército de seres espirituales. Ángeles caídos y expulsados del trono de Dios por su orgullo. 


Una hueste de esclavos, inmensa, más allá de la imaginación... está preparada para devorar al pequeño pueblo espartano de Dios.

Paciente y segura, saboreando la comida que llega. Esperando a quien devorar ( Pedro 5, 8). Lista para extinguir la única esperanza del mundo.

El Rey de reyes, Jesucristo y sus soldados cristianos se encaminan a una pelea a muerte contra el "Rey-Dios" del mundo, Satanás y sus miríadas de ángeles. 

El universo sabrá que hombres libres (Juan 8,31-38) resistieron contra un tirano. Que unos pocos resistieron contra muchos. 

Y antes de que esta batalla comience, saben que su victoria está asegurada, porque su Rey, que dio la vida como un esclavo en cruz por todos, ha vencido a la muerte y ha resucitado.

Esa es la verdadera fuerza del cristiano. Como la del espartano, es el Guerrero que está a su lado (Cristo). La fuerza de la fe basada en que Jesucristo ha resucitado. Una fe que sólo es posible vivir en comunidad (Iglesia).

Oleada tras oleada, cada ataque del mal se estrella contra los escudos cristianos (la fe). 

Las pérdidas de Satanás son tan grandes, sus huestes están tan desmoralizadas... que no tendrá más alternativa que abandonar su campaña, para finalmente, ser arrojado al abismo y destruido.

El Rey-Dios del mundo ha dejado traslucir sus defectos fatales: su orgullo, su arrogancia, su vanidad. Fácil de provocar. Fácil de vencer. 

Antes de que las heridas y la fatiga hicieran mella en los soldados de Cristo, el encolerizado rey nos arroja lo mejor que tiene: toda su maldad, todo su odio. 

Ha mordido el anzuelo. No puede vencer. Contra el mal, el bien. Contra el odio, el amor (1 Pedro 3, 9;  Romanos 12, 17; 1 Tesalonicenses 5, 15)

Agruparos. Vivir en comunidad. No os retiréis. No os rindáis (esperanza). (1 Corintios 1, 10).

Amaos los unos a los otros: esa es la ley de Cristo (Juan 13, 34).

Y por la ley de Cristo Resucitado, se quedarán y pelearán. Y darán la vida por Él y por los demás, para resucitar a un nuevo reino. (Juan 15,13).

Un nuevo Reino de plenitud y libertad. ¡Y todos sabrán que unos pocos cristianos dieron su último aliento para defenderlo! ¡Están listos para la batalla!

Los cristianos son expertos en la pelea cuerpo a cuerpo (Efesios 6, 10-18). 

No solo por su preparación especial (sacramentos), sino por su configuración de falange en la lucha (configurados en Cristo), que consiste en pelear hombro con hombro (fe firme y comunitaria), uniendo los escudos en formaciones de ocho hombres en filas de cuatro. 

Sus escudos son grandes y entre las dos líneas forman una barrera impenetrable. 

Sus corazas (justicia) y sus cascos (salvación) resisten los envites de las hordas enemigas. 

Sus lomos (verdad)robustos ceñidos. 

Sus brazos (oración)fuertes y unidos .

Las lanzas cristianas (la Palabra de Dios), pesadas y muy potentes, pasan por encima de la primera línea de la falange y atraviesan como mantequilla las débiles corazas enemigas. 

Han pasado muchos años desde el lobo (Su pasión) y el frío invierno (Su muerte). 

Y ahora, como en ese entonces, no es miedo lo que les invade. Sólo fe. Una percepción aumentada de las cosas: ¡¡¡JESUCRISTO HA RESUCITADO!!!! 


La brisa marina (Espíritu Santo) besa frescamente el sudor de sus pechos y sus cuellos. El graznido (maldad) de las gaviotas, quejándose, mientras devoran los miles de hombres que se dejan engañar por el “Jerjes” del mundo (Diablo). La firme respiración de los 300 a su espalda. Dispuestos a morir por Dios, sin un momento de pausa. Cada uno de ellos, preparado para morir. 

Sus yelmos son sofocantes. Limitan su visión. Y necesitaban ver lejos. Sus escudos son pesados. Les hacen perder el equilibrio. Y su objetivo está lejos.

Los ancianos dicen que los cristianos descienden del nuevo Adán. El nuevo Adán da testimonio de su linaje. Su rugido es largo y fuerte. 

Su poder, sin límite. Hombres nuevos y configurados en Él.

Mi reina. Mi señora, llena de Gracia. Protégenos. Recuérdanos por quién vivimos y por quién morimos. No deseamos tributos ni cantos. Ni monumentos, ni poemas de guerra y valor. Nuestro deseo es simple y humilde, como Tú. Recuérdanos cuál es Su promesa. Esa es nuestra esperanza.

El enemigo nos excede en número. Buenas posibilidades para cualquier cristiano. 

Este día, Cristo, nuestro Rey, salvará al mundo de las tinieblas, de la tiranía del “odio” y nos conducirá a un futuro más brillante que cualquier cosa que podamos imaginar. 

Demos gracias, valientes soldados de Cristo, a nuestro Dios Soberano. ¡Hasta la victoria!

Cristianos, desayunad poco porque esta noche cenaremos en el cielo!!! 

Cristianos, ¿cuál es vuestro oficio? AU, AU, AU




domingo, 6 de septiembre de 2015

LAS BATALLAS DE UN CRISTIANO


La vida de un cristiano es una lucha continua, con muchos momentos difíciles, llenos de desafíos, retos y obstáculos, y muy pocos períodos de paz y tranquilidad.

En primer lugar, nos enfrentamos a nuestras batallas internas, contra la carne, "el enemigo dentro de nosotros”: la tentación, la duda, el miedo, la ansiedad, la tristeza, el dolor, la salud, el dinero, el trabajo, las relaciones, la envidia y la crítica.
En segundo lugar, están las batallas externas, que son contra el mundo, "el enemigo fuera de nosotros" y contra el diablo, "el enemigo por encima de nosotros".
“Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba”.
 (Efesios 6:12).
¿Cómo vencerlas?
1. Confianza en Dios. La clave para ganar nuestras batallas no es que confiar en nuestra propia fuerza o capacidad, sino en poner la confianza en Dios. Dios da la victoria a los que confían en él y se dejan guiar. Dependemos de Dios; él es todo lo que necesitamos. 

2. Unidos alrededor del rey. Las batallas teológicas del siglo XXI no son las del siglo XI, que dividió a las iglesias católica y ortodoxa. Tampoco son las batallas de la reforma del siglo XVI, que dividió a las iglesias católica y protestante. La batalla de hoy es la misma que la batalla del primer siglo: La batalla hoy está teniendo lugar alrededor del rey...
Jesucristo, que es nuestro Salvador, el Mesías y el Hijo de Dios.
Los cristianos de todas las iglesias (católicos, ortodoxos, protestantes y pentecostales) creemos en Jesús como nuestro Salvador, el Mesías y el Hijo de Dios. Esto es lo que nos une como cristianos. Por lo tanto, la batalla nunca debe estar con nuestros hermanos y hermanas en Cristo, que nos distrae y nos destruye. Tenemos que centrarnos en la batalla real, que es alrededor del rey: "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28, 20). 

3. Orar y escuchar a Dios. Nuestras batallas no tienen por qué intimidarnos si oramos y escuchamos lo que Dios nos tiene que decir. Cualquier obstáculo o desafío debemos ponerlo en oración con nuestro Padre. Él nos enviará al Espíritu Santo, que nos guiará y nos llevará al triunfo.