¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 1 de abril de 2020

ME HE DADO CUENTA...

Cómo aplicar el Método de Jesús en el evangelismo | Recursos Bíblicos

Los métodos evangelizadores son medios que utiliza Dios, a través del Espíritu Santo, para hacernos copartícipes de su mensaje de amor, mostrando a otras personas a su hijo Jesucristo, por quien hace todo, y suscitando conversiones extraordinarias. 

Tras algunos años implicado en la evangelización, sirviendo a Dios y al prójimo a través de varios métodos (cenas Alpha, Emaús, Efettá, Proyecto Amor Conyugal, y otros...) creo que Dios, haciendo gala de sus renglones torcidos, nos ha parado de golpe en esto del apostolado. 

Bueno, nos ha parado en esto y en todo. Y creo que lo ha hecho para que meditemos, para que discernamos...sobre qué hacemos, interior y exteriormente. O mejor dicho qué somos. Creo que nos ha frenado en seco para hacernos ver que ahora nuestra evangelización está dirigida a nosotros mismos, y que quiere decírnoslo a través de la oración.

Meditando sobre los distintos métodos de evangelización que conozco, no dejo de cuestionarme ¿hacia dónde vamos? ¿tenemos claro el objetivo? ¿son eficaces? o ¿estaremos perdiendo el tiempo? ¿estaremos instrumentalizando a Dios? ¿estaremos desvirtuando su propósito?
Cristiane falando de...: Oscip Potiron
Tengo la seguridad de que son experiencias impactantes y novedosas, que se producen pequeños grandes milagros, que Dios actúa poderosamente. Pero, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que pierden eficacia...quizás ¿Por qué no hay un después?...o quizás ¿por qué no hay un antes? No lo sé...

Me he dado cuenta de que no se trata de ver milagros ni de hablar de lo maravilloso que es siempre un retiro, sino de comprender lo grandioso que es Dios, hablando con Él, dejándonos conducir y guiar por el Espíritu, para discernir hacia dónde y cómo quiere que evangelicemos.

Me he dado cuenta de que muchas veces "obligamos" a las personas a escuchar nuestra "fórmula secreta", les "imponemos" la "necesidad" que tienen de vivir un retiro "que les cambiará la vida" y les convencemos para que acudan...y después ¿qué?

Me he dado cuenta de que, aunque Dios derrama siempre sus gracias en estos retiros, quizás confundimos el medio con el fin, la visión con la misión, el hecho con el resultado, al no dejar espacio a Dios para ser Dios, y al Espíritu Santo para obrar.

Me he dado cuenta de que quizás no se trata de que busquemos en qué tipo de retiro especializado encajamos y donde estamos más cómodos, para así tener una ocupación espiritual que acalle nuestra mala conciencia.
El Arrepentido de Francisco Blanco en Amazon Music - Amazon.es
Me he dado cuenta de que quizás estamos poco dispuestos a acoger a las personas que se han encontrado con Jesús, y de que estamos aún menos disponibles para acompañarlos en su camino de fe.

Me he dado cuenta de que quizás estamos haciendo un uso ineficaz de los métodos, "vacunando" a la gente contra Cristo y su Iglesia, de que quizás estamos abusando de la dosis correcta y eficaz de medicamento, y que estamos creando resistencia, inmunidad y anticuerpos con tanto retiro.

Me he dado cuenta de que quizás estamos haciendo un "brindis al sol", o "vendiendo la idea" de una casa maravillosa en el "piso piloto" que es un retiro, pero que luego, no cumple las expectativas creadas.

Me he dado cuenta de que quizás estamos obligando a las personas, con nuestra reiterada invitación, a acudir a una casa en la que no les apetece estar, por mucho que nos empeñemos. O si les apetece estar, sea por un rato, para cumplir y por compromiso.

Me he dado cuenta de que es prioritario asentar y cuidar lo que ya tenemos. De que es necesario crear una sólida y atractiva comunidad, que "sin hacer", atraiga. O mejor dicho... que "siendo", contagie.

Me he dado cuenta de que el activismo nos descabeza y nos impide tener visión a largo plazo. Multiplicamos iniciativas, ideas y actividades que tienen un origen bienintencionado,  un camino articulado, pero un sentido cortoplacista y una meta errónea.

Me he dado cuenta de que quizás nos falta esa disposición a escuchar tan difícil para muchos de nosotros. De que necesitamos pararnos a pensar en que "si no vamos a mejorar el silencio, no lo rompamos", de que debemos callarnos un poco y escuchar. Porque la gente se da cuenta de cuándo escuchamos y cuándo sólo oímos. 

Quizás les escuchamos durante el retiro, pero y ¿luego? ¿escuchamos sus inquietudes? ¿atendemos sus necesidades? ¿procuramos resolver sus problemas?

En cualquier caso y como conclusión, lo que tengo muy claro es que el Espíritu Santo es el único capaz de transformar un corazón, no los métodos. Y que éstos no son una "varita mágica"... ni nosotros "magos".

Por eso, ahora que tenemos todo el tiempo del mundo para reflexionar, busquemos en nuestro confinamiento casero, resguardados del ruido exterior y en comunicación con Dios, su respuesta a nuestras preguntas. 

Y así, como los apóstoles encerrados en casa, dejarnos sorprender por un nuevo y particular Pentecostés.
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martes, 12 de diciembre de 2017

PARROQUIAS PEQUEÑAS CON IMPACTO

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El tamaño de una parroquia nunca delimita el poder de Dios. El Señor siempre hace grandes cosas, también en parroquias pequeñas. El tamaño de nuestra comunidad no es tan significativo como lo que Dios tiene pensado hacer a través de ella.

No obstante, me pregunto: ¿Mi parroquia está sana? ¿Evangeliza? ¿Tiene visión? ¿Transforma vidas?

Si es así, ¡sigamos haciendo lo que estamos haciendo! Todos queremos que nuestras parroquias crezcan, sin embargo, en última instancia, su tamaño depende de Dios. Nuestro trabajo es servir y dejarle el resto a Él.

San Agustín decía: "Trabaja como si todo dependiera de ti y reza como si todo dependiera de Dios". 

Sin embargo, la mayoría de las parroquias pequeñas, a menudo, se estancan debido a la escasez de recursos económicos o humanos. 

Es fácil desanimarse ante tales evidencias, pero es de vital importancia enfocarse en lo que Dios nos pide que hagamos para tener impacto, con independencia del tamaño o la cantidad de recursos de una parroquia. 

¿Qué marca la diferencia entre una parroquia con impacto y otra que no lo tiene? Veamos algunos aspectos:

Singularidad

Siempre hay una razón determinante por la que elegimos asistir a una parroquia en lugar de a otra: algo que hace que esa parroquia sea especial, su "receta secreta", su ADN único, y que es preciso conocerlo y enfocarse en ello.
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Puede ser una adoración maravillosa, una pastoral de servicio y evangelización, una acogedora comunidad, una especial atención a los jóvenes o tal vez, un sacerdote que comunica y llega a los corazones. 

Pero esa singularidad no puede copiarse ni forzarse. No se trata de sentarse en una reunión y decidir lo que se quiere ser. Ya está allí, debemos descubrirla y aprovecharla.

Agilidad

Una parroquia grande es como un transatlántico. Es poderoso y navega "a toda máquina", pero no se puede mover ni girar rápido. Puede atascarse en la complejidad de sus propios sistemas.

Una parroquia pequeña es más como una lancha fueraborda: es rápida y puede virar en un instante. Puede tomar decisiones más rápido y responder a las necesidades de las personas con más facilidad.

Puede sentir lo que Dios está pidiéndole y cambiar el rumbo. Puede experimentar con nuevos métodos sin grandes esfuerzos. Si gana tracción, sigamos adelante; si no, paremos y pidamos a Dios ayuda. No tengamos miedo de experimentar, pero mantengamos nuestra lista de pastorales muy corta.

Intimidad

Esta es una de las principales razones por las que las personas prefieren parroquias pequeñas. La cercanía, la conexión y la fraternidad son fantásticas. Ayuda a las personas a sentirse en casa y cuidadas en su iglesia. 

Sin embargo, la intimidad puede ser una espada de doble filo, así que mantengamos un buen liderazgo para lograr un equilibrio entre una comunidad reducida e invitar a nuevas personas a formar parte de ella.

Esta sensación de cercanía es una de las mejores cualidades que una parroquia pequeña tiene pero debemos alentar a la comunidad a hacer amigos e invitarlos a unirse a ella. 

No pongamos en práctica un método para un "gran día" especial, sino como un estilo de vida parroquial.

Siembra

Para crecer y multiplicar nuestra parroquia es importante sembrar. Existen muchos tipos de semillas para la siembra:  el amor, la bondad y la compasión son semillas que redundan en grandes dividendos con el tiempo. 

La generosidad, la acogida y la preocupación por las necesidades de las personas, también. ¿En cuáles de estas "semillas" somos buenos y cuáles necesitamos mejorar?

Otras semillas pueden ser "pensar a lo grande", algo inusual en una parroquia pequeña. ¡Dios siempre bendice cuando pensamos a lo grande y nos entregamos a ello!

Gracia

La Gracia de Dios no está reservada sólo a las parroquias grandes y poderosas. De hecho, creo que Él busca parroquias y personas humildes, comprometidas y dispuestas a recibir sus dones. En 4.000 años de historia sagrada, casi siempre ha actuado así.

La Gracia de Dios es, de hecho, un misterio que no podemos comprar o conseguir por nuestros medios. Es un regalo que el Señor nos ofrece cuando tenemos los corazones dispuestos a recibirlo.

A veces, es tan sencillo como pedírsela a Dios en oración para que se derrame en nuestra parroquia, y otras, esperar con paciencia y seguir siendo fieles haciendo lo correcto.

La Gracia de Dios no es una varita mágica para que una parroquia crezca. Es un toque divino que trae lo sobrenatural hacia lo natural. Proporciona un cambio de rumbo y un impulso. 

La Gracia es esa santa presencia que hace que el trabajo duro se convierta en resultados fructíferos.

viernes, 6 de octubre de 2017

EL PRIMER SERVICIO, EN CASA

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"El que no se preocupa de los suyos, 
y especialmente de los de su casa, 
ha renegado de su fe 
y es peor que un incrédulo." 
(1 Timoteo 5, 8)

Cuando estamos muy metidos en “las cosas de Dios”, muy comprometidos con "la Iglesia", pensamos que estamos haciendo lo que Dios espera de nosotros. Creemos que el Plan de Dios depende de nosotros hasta el punto de llenar nuestras agendas.

Sin embargo, la labor evangelizadora y el servicio de Dios existe antes de nosotros y existirá después de nosotros, pero no será así con nuestra familia. 

Antes de pensar en evangelizar al mundo, nuestra prioridad es nuestra familia. Es en nuestra familia donde debemos invertir lo mejor de nosotros, donde debemos desarrollar relaciones sanas y estables, donde debemos reflejar el carácter de Cristo y ser ejemplo e influencia para que nuestros hijos le conozcan. Por tanto, no debemos descuidar la relación familiar ni la relación con nuestros hijos.

Dios ha establecido prioridades en la vida de todos nosotros con la intención de que vivamos de manera sana, ordenada y plena. Y el principio de toda la creación de Dios es la familia. ¿En qué lugar de importancia pongo la relación familiar en mi vida? ¿Es mi familia mi prioridad?

La familia cristiana es una Iglesia doméstica, es una comunión de personas done la fe, la esperanza y la caridad reflejan a Dios.

La familia cristiana es misionera, tiene la misión de seguir los pasos de Cristo, de evangelizar, pero primero de todo, a sus propios hijosNuestra familia es nuestro primer ministerio, es nuestro primer radio de acción evangelizadora.

Lo primero, la familia

El apóstol Pablo en 1 Timoteo 5,8 nos avisa: dice que si no establecemos como prioridad nuestra casa, ¡somos peores que los incrédulos! Dios quiere que seamos reflejo de su amor, y quiere que primero lo seamos en casa. ¿Cuánto tiempo dedico a mis hijos, a hablar con ellos, a estar con ellos?, ¿Reflejo con mis actos en casa el carácter de Cristo?, ¿Demuestro mi amor hacia mi familia en comparación con el amor que le doy a mis amigos o a mis hermanos de fe? 

Podemos desarrollar un gran servicio cristiano en la extensión del Reino de Dios al acercar almas a Cristo, pero si no prestamos atención a nuestra familia, no alcanzaremos el máximo desarrollo de nuestras potencialidades, de nuestra fe y de lo que Dios quiere para nosotros.

Una fe sana y madura es aquella que reconoce lo que Dios ha establecido es lo que se debe hacer, y en el orden que Él así lo ha decidido.

Es en la familia donde aprendemos a afrontar lo mejor y lo peor de nosotros, es ahí en ella donde existe intimidad, donde no hay apariencias, donde somos conocidos tal como somos. 

Nuestra familia es la primera que debe notar el amor de Dios en nosotros y que Jesucristo dirige nuestra vida, y al notarlo ¡querrán conocerlo también! Ajustemos nuestras prioridades, cojamos nuestra agenda y dediquemos tiempo nuestra familia.

Dirigir adecuadamente la familia

¿Cómo dirigir adecuadamente nuestra familia? Si pensamos que la dirección de una familia gira alrededor del autoritarismo, de asumir una actitud dictatorial, estamos muy equivocados.
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Dirigir una familia no es otra cosa que ejercer un adecuado liderazgo, influir hacia un proceso de cambio y transformación que contagie a todos.

El apóstol Pablo nos da las pautas sobre cómo dirigir una familia: “"debe ser ecuánime, pacífico y desinteresado; que sepa gobernar bien su propia casa y hacer que sus hijos sean obedientes y respetuosos; porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios? "(1 Timoteo 3, 3-5).

Emprender el proceso de cambio no resulta fácil, pero cuando permitimos que Jesús guíe nuestros pasos, el camino al comienzo parecerá difícil pero se torna más ameno de transitar.

Dios comienza a producir transformación en nuestra vida, y esas pautas se transfieren a todos en casa. Nuestro liderazgo como padres y madres conforme al propósito eterno del Padre termina impactando positivamente a los miembros del hogar.

Enseñar a partir del ejemplo


La mejor forma de impartir una enseñanza que permanezca en el tiempo es mediante el ejemplo.

Los padres, mediante el testimonio de nuestra vida, somos los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. 

Debemos llevar una vida intachable y ser reflejo de Cristo también en nuestra casa:

-Promoviendo y manteniendo un ambiente de paz, unidad y amor en el cual nuestros hijos puedan crecer con seguridad, confianza y equilibrio.

-Tratando a nuestros hijos como personas y estableciendo un ambiente espiritual para que escuchen y respondan el llamado que Dios les hace.

-Apoyándoles y acompañándoles en sus actividades.

-Motivándoles para que participen de la fe.

-Enseñándoles con palabras y testimoniando con hechos que toda familia debe ser cristiana.

-Orando diariamente en familia.

Estamos llamados a liderar la transformación del mundo, comenzando en nuestra familia. No podemos, bajo ninguna circunstancia, dejar de ser sal y luz: ""Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará? Para nada vale ya, sino para tirarla a la calle y que la gente la pise. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en la cima de un monte no puede ocultarse. No se enciende una lámpara para ocultarla en una vasija, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los que están en casa." (Mateo 5,13-15)

Cuando nos disponemos a cambiar con ayuda de Dios, logramos avances significativos. Es lo que ocurre cuando le permitimos a Dios que tome el control de nuestra existencia, de nuestro cónyuge y de nuestros hijos, los que Él nos dio el privilegio de liderar.

¡Hoy es el día de comenzar a cambiar, en la certeza de que ese paso, con ayuda de Jesucristo, traerá transformación a la manera de vivir y afianzará nuestra relación familiar!