“Pero tú, Timoteo,
mantén la calma en todo momento,
soporta los sufrimientos
y anuncia siempre la buena noticia.
y anuncia siempre la buena noticia.
Haz bien tu trabajo.”
(2 Timoteo 4, 5)
¿Cómo mantener la calma cuando surgen las dificultades? ¿Cómo afrontar la adversidad? ¿Cómo luchar contra los problemas?
Cuando las cosas nos van bien, nuestra motivación está alta; sin embargo, cuando las cosas no salen como queremos, nuestra tendencia es desmotivarnos o desesperarnos.
La mayoría de las personas no alcanzamos a ver las dificultades como oportunidades para crecer, ni creemos que las adversidades nos ayudan a crecer y a mejorar.
Nuestra vida nos propone también momentos de dificultad, momentos de dolor. La clave para mantener la fortaleza y la motivación en tiempos de adversidad o sufrimiento es evitar caer en desesperanza y centrarse en buscar el beneficio.
Como cristianos nuestra esperanza es Dios y nuestro propósito, aceptar su voluntad y para ello, tenemos que pedir su Gracia.
Como cristianos nuestra esperanza es Dios y nuestro propósito, aceptar su voluntad y para ello, tenemos que pedir su Gracia.
La adversidad nunca nos dejará igual. Tenemos dos opciones, dos actitudes para enfrentar los momentos difíciles: debilitarnos o fortalecernos. ¿Qué escojo? ¿Cómo vivo mi vida? ¿Motivado o desmotivado?
Hace poco, descubrí el cuento de la zanahoria, el huevo y el grano de café:
Una hija se quejaba a su padre por las dificultades y sufrimientos de su vida. No sabía cómo afrontarlos y optó por darse por vencida. Estaba cansada de luchar. Cuando solucionaba un problema, aparecía otro...
Un día, su padre llenó tres recipientes con agua y los colocó sobre fuego.
En uno colocó zanahorias, en otro huevos y en el último, café, y los puso a hervir.
La hija esperó impacientemente, sin entender.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un plato. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café.
Mirando a su hija le dijo: “ Hija ¿qué ves?”
-”Zanahorias, huevos y café”.
El padre le pidió a su hija que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que cogiera un huevo y lo rompiera. Después de pelar la cáscara, observó el huevo duro.
Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito aroma y su rico sabor. La hija preguntó: “¿Qué significa esto, papá?”
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo. Pero habían reaccionado en forma muy diferente:
- La zanahoria llegó fuerte y dura; pero después de pasar por el agua hirviendo, se había vuelto débil, fácil de deshacer.
-El huevo había llegado al agua frágil y delicado, su fina cáscara protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
-El café, sin embargo, era único; después de estar en agua hirviendo, había transformado ésta en una delicia para el paladar y el olfato.
“¿Cuál de ellos eres tú?”, le preguntó a su hija. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?
¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón flexible? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido, te has vuelto dura y rígida?
¿O eres como el café? El café transforma el agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor y aroma.
Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen feas, tú reaccionas positivamente y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.
Mirando a su hija le dijo: “ Hija ¿qué ves?”
-”Zanahorias, huevos y café”.
El padre le pidió a su hija que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que cogiera un huevo y lo rompiera. Después de pelar la cáscara, observó el huevo duro.
Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito aroma y su rico sabor. La hija preguntó: “¿Qué significa esto, papá?”
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo. Pero habían reaccionado en forma muy diferente:
- La zanahoria llegó fuerte y dura; pero después de pasar por el agua hirviendo, se había vuelto débil, fácil de deshacer.
-El huevo había llegado al agua frágil y delicado, su fina cáscara protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
-El café, sin embargo, era único; después de estar en agua hirviendo, había transformado ésta en una delicia para el paladar y el olfato.
“¿Cuál de ellos eres tú?”, le preguntó a su hija. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?
¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón flexible? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido, te has vuelto dura y rígida?
¿O eres como el café? El café transforma el agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor y aroma.
Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen feas, tú reaccionas positivamente y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.
Y yo me pregunto, ¿Cuál de los tres soy? ¿soy zanahoria, huevo o café?
Sé que no puedo controlar mis circunstancias, pero puedo controlar mis reacciones.
Sé que estar motivado en tiempos difíciles exige determinación, pasión, valentía, confianza y compromiso.
Sé que debo impedir que el fracaso o la adversidad me quiten la motivación de ir tras mis sueños, tras mis propósitos.
Sé cada vez que me enfrente a la adversidad, debo disponerme a aprender de ella, buscar los beneficios y el "para qué".
A todo esto, el mundo lo llama resiliencia. Yo lo llamo confianza en Dios.
Sé que debo impedir que el fracaso o la adversidad me quiten la motivación de ir tras mis sueños, tras mis propósitos.
Sé cada vez que me enfrente a la adversidad, debo disponerme a aprender de ella, buscar los beneficios y el "para qué".
A todo esto, el mundo lo llama resiliencia. Yo lo llamo confianza en Dios.
Sé que Dios es mi amparo, mi refugio y mi fortaleza en la adversidad.
Sé que Dios me sostiene en los momentos difíciles, cuando más solo y necesitado me siento.
Sé que nunca me deja solo, que permanece cerca, junto a mí y que me ayuda a superar mis angustias y mis problemas.
Sé que...sólo debo confiar y abandonarme a Su voluntad.
Sé que Dios me sostiene en los momentos difíciles, cuando más solo y necesitado me siento.
Sé que nunca me deja solo, que permanece cerca, junto a mí y que me ayuda a superar mis angustias y mis problemas.
Sé que...sólo debo confiar y abandonarme a Su voluntad.