A lo largo de estos últimos años, me he dado cuenta de que muchas parroquias tienen un verdadero problema: han perdido las "estrellas michelín" adquiridas por ser un excelente restaurante y se han convertido en una franquicia de comida rápida, donde lo único que cuenta es la entrada principal y la caja.
El problema de las parroquias no se enfoca tanto en la puerta principal como en la trasera. Recibimos con calidez, simpatía y una sonrisa en la cara a quienes se acercan a la parroquia. Les ofrecemos un menú seductor y a buen precio: métodos evangelizadores atractivos, homilías cautivadoras, magnífico ambiente de caridad y fraternidad, actividades adecuadas a cada edad, madurez o nivel de compromiso, acogida en una significativa comunidad y posterior inclusión en sus maravillosos grupos pequeños...nuestras parroquias son una "gran primera cita", un "amor a primera vista", un "flechazo".
Pero luego, una vez que han elegido menú y lo han pagado, les decimos que se coloquen a un lado, pasamos a atender al siguiente cliente, hacemos que se sirvan ellos mismos la bebida, se acomoden ellos mismos en las mesas y que, finalmente recojan sus bandejas y tiren los desperdicios en las papeleras.
Desafortunadamente, una Iglesia ideada como franquicia de comida rápida no tiene como objetivo prioritario construir una relación real, a largo plazo, significativa. Con el tiempo, muchas personas de nuestras comunidades se desencantan y comienzan a sentirse invisibles, y después de languidecer durante unos meses, incapaces de encontrar conexiones enriquecedoras, finalmente se van alejando poco a poco de la fanfarria, del bombo y platillo, de la atención y el cuidado artificiales que su llegada inicial produjo.
Desafortunadamente, una Iglesia ideada como franquicia de comida rápida no tiene como objetivo prioritario construir una relación real, a largo plazo, significativa. Con el tiempo, muchas personas de nuestras comunidades se desencantan y comienzan a sentirse invisibles, y después de languidecer durante unos meses, incapaces de encontrar conexiones enriquecedoras, finalmente se van alejando poco a poco de la fanfarria, del bombo y platillo, de la atención y el cuidado artificiales que su llegada inicial produjo.
Una vez escuché a alguien decir: "Las personas se acercan a la Iglesia por Dios y se quedan por los amigos". Y es que pronto se dan cuenta y comprueban que su ausencia es apenas percibida o digna de preocupación. Simplemente son reemplazados al siguiente domingo, en las puertas principales de la parroquia, por rostros frescos y nuevos, por corazones listos para ser conquistados.
Nadie se fija en las puertas traseras de nuestras iglesias, por las que miles de personas salen cada semana, heridas, desilusionadas y sintiéndose desatendidas, para no volver jamás.
Una vez que forman parte de estas comunidades, muchas personas experimentan una clara falta de sustancia y profundidad, y no por las eucaristías dominicales, que parecen estar diseñadas específicamente para atraer el corazón del recién llegado y fabricar el primer momento de conversión, sino por una real deficiencia en el cuidado pastoral.
Cuidado pastoral
La palabra pastor proviene del griego poimen que significa "el que da de comer". La Biblia utiliza a menudo este término para referirse a Jesús como el buen pastor, pastor de ovejas (Juan 10) y raah a Dios como nuestro pastor (Salmo 23).
La llamada especial de Dios a un sacerdote para servir en su Iglesia como pastor (cuidado pastoral) implica varias responsabilidades basadas, fundamentalmente en los sacramentos:
El cuidado pastoral primero significa MISERICORDIA. Misericordia quiere decir amor, pero significa más que amor, y esta es la segunda definición: el AMOR QUE ESCUCHA. Muchas veces creemos escuchar, pero en realidad solo estamos oyendo. Las ovejas son animales indefensos y necesitan protección, son buenas seguidoras, siguen la voz del pastor, y tienen tendencia a apartarse, a descarriarse, por lo que necesitan atención.
En Juan 10, 3-4, el apóstol nos define visualmente el cuidado pastoral: "El pastor les abre la puerta y las ovejas escuchan su voz; llama por su nombre a cada una de sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas sus ovejas, empieza a caminar delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz".
En Isaías 40,11 el profeta nos da otra idea sobre el cuidado pastoral: "Como un pastor apacienta su rebaño, en su brazo recoge a los corderos, en su seno los lleva y conduce al reposo a las paridas”.
En el Salmo 23, David nos dice que el buen pastor:
- tiene interés en cada oveja en forma individual (Bautismo): "el Señor es MI pastor", que bajo el cuidado del pastor, a las ovejas "nada les falta" (Salmo 23). El buen pastor llama a las ovejas por su nombre (Juan 10, 3), y también que conoce a cada una de sus ovejas (Juan 10,27) y busca a aquella que está perdida (Lucas 15,4).
- da descanso y provisión diaria (Eucaristía): "en verdes praderas me hace reposar, me conduce hacia las aguas del remanso". El buen pastor nos conoce, y conoce nuestras limitaciones. El sabe cuándo es tiempo de descansar y cuándo es tiempo de andar. Las "verdes praderas" son nuestra comida y "aguas del remanso", nuestra bebida
- escucha, estimula y reconcilia (Reconciliación): En momentos de cansancio, duda o abatimiento: "conforta mi alma”.
- guía, dirección, formación y disciplina: “me guía por los senderos de justicia, por amor a su nombre". Cada oveja se deja guiar por voluntad propia, no a la fuerza. En Juan 10,3-4, vemos que el buen pastor saca a las ovejas y va delante, no está detrás, sino a la cabeza, guiándolas con su voz y su silbido.
- da seguridad y protección: "no tengo miedo a nada, porque tú estás conmigo, tu voz y tu cayado me sostienen.". La vara servía para defenderse de los lobos y también para sostenerse en caso de caída. El cayado se usaba para sacar del hoyo a las ovejas.
- da compañía personal y amistad. El espíritu del buen pastor no es de superioridad, sino de cuidado fraternal.
La deficiencia en el cuidado pastoral de algunas parroquias se manifiesta principalmente en la forma en que las personas son atendidas en las crisis, en los momentos de oscuridad o de problemas. Pronto descubren que todo lo que inicialmente resplandecía, poco a poco pierde su brillo.
En algún lugar del camino, demasiadas parroquias compran la falsa idea de que su único trabajo es "llevar a la gente a Jesús" y que Él se encargará del resto; Que una vez que una persona contesta a la llamada del Señor, ya no son responsabilidad de los sacerdotes, sino de Dios.
Pero Dios nos dice en Juan 10, 9: "Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento". Jesús es la puerta y la Iglesia, el corral. La labor de cuidar al rebaño es de los sacerdotes. El cuidado pastoral, la dirección espiritual y la formación en la fe no pueden delegarse en otra oveja.
Pero Dios nos dice en Juan 10, 9: "Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento". Jesús es la puerta y la Iglesia, el corral. La labor de cuidar al rebaño es de los sacerdotes. El cuidado pastoral, la dirección espiritual y la formación en la fe no pueden delegarse en otra oveja.
Mientras los unos apenas han empezado a dar sus primeros pasos en la fe, su alimento es aún líquido y apenas son capaces de articular palabra alguna, los otros ya se han puesto manos a la obra en el urgente trabajo de atraer y recibir a otros en la puerta principal.
Con poca o ninguna consideración por lo poco claro que tienen aún su nueva situación en la fe o por la turbulenta tormenta de emociones y preguntas que sus corazones y mentes atesoran, o las necesidades más profundas que ellos y sus familias puedean tener, son conducidos rápidamente a "ponerse en misión por Jesús !" (es decir, a evangelizar).
Se espera de ellos que se desenvuelvan por sí mismos y evangelicen con urgencia, incluso si su personalidad, condición emocional, etapa de vida o simplemente su estado espiritual suponen una barrera infranqueable. Es un desprecio sutil, pero desprecio al fin y al cabo, a sus necesidades espirituales, físicas, emocionales o materiales.
No fue así como la Iglesia fue diseñada por Jesucristo. No es así como los pastores son llamados a pastorear. No es así como se genera crecimiento y madurez espirituales.
Los sacerdotes de una parroquia son responsables de su gente, no sólo para organizar y realizar una transacción espiritual mágica y momentánea con ellos, sino para asegurarse de que estén completamente integrados en la comunidad, y de que todas sus necesidades espirituales, físicas y emocionales son atendidas a lo largo del camino. El papel del pastor es pastorear a la gente en su comunidad, conocerla y asegurarse de que las ovejas le conocen.
La Iglesia no es una franquicia de comida rápida, que promete salvación y luego se limita a anotar el pedido en el mostrador y a cobrar. La Iglesia de Cristo es un grupo de expresiones del cuidado, el amor y la misericordia de Dios, en la que se conoce, entiende y pretende crear una comunidad auténtica, profunda y sostenible que escuche, acoge, cuide, alimente y proteja en las difíciles circunstancias de la vida real.
Las puertas principales de las parroquias son muy importantes y deben estar siempre abiertas de par en par, pero si no encontramos las mejores maneras de proporcionar a todo el mundo que accede a través de ellas una verdadera experiencia de relaciones reales, amorosas, íntimas, las puertas traseras seguirán estando también abiertas de par en par y ríos de personas saldrán por ellas tan rápido como entraron.
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