¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 27 de mayo de 2025

LA PEDAGOGÍA EVANGELIZADORA DE JESÚS

"Llamó a sus doce discípulos
y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos
y curar toda enfermedad y toda dolencia"
(Mt 10,1)
El capítulo 10 del evangelio según San Mateo es todo un libro de instrucciones del Señor sobre el apostolado y el servicio cristiano que tiene como telón de fondo las Bienaventuranzas (Mt 5,3-11):

v.1-4: Cristo llama a sus doce apóstoles, en los que estamos todos representadosSimón Pedro y su hermano Andrés; Santiago y Juan, los de Zebedeo; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. Es decir, funda la Iglesia, a la que da "autoridad". 

v. 5-6: Jesús da instrucciones concretas sobre a quienes dirigirnos en primer lugar: primero, a los cercanos, a la familia, a los amigos.

v.7: La misión es clara: debemos "movernos" y "salir"...de nuestras comodidades, de nuestras zonas de confort, de nuestros egoísmos de nuestras perezas, de nuestras excusas, de nuestros intereses... para evangelizarEl Reino de Dios no es un reino como los de este mundo y, por ello, no hay tiranías, ni dictaduras, ni obligaciones...la única Ley es la del Amor.

v.8: El Señor nos llama a cuidar de los demás, a cada uno según su dolencia, su mal o su falta. Y nos invita a hacerlo sin buscar nada a cambio, ni recompensas, ni beneficios, ni halagos. Se trata de entregarnos completa y desinteresadamente.

v. 9-10: Cuando evangelizamos, no tenemos que buscar planteamientos ni proyectos humanosNo debemos pensar en aquellas cosas que necesitaríamos en un trabajo humano, ni preocuparnos por estar suficientemente preparados para ello. Tan solo, debemos confiar en la Providencia divina.

v. 11-15: Debemos buscar a aquellos que quieran acoger nuestro mensaje pero no empeñarnos en convencer a nadie. Nuestra misión es llevar la paz a otros y no entrar en polémicas. Si nos escuchan, bien. Si no lo hacen, no debemos insistir.

v. 16-18: Dios no nos envía a una misión triunfal o exitosa. Es más, nos previene de lo que vamos a encontrarnos: lobos que trataran de devorarnos. Por eso debemos ser sagaces y actuar siempre con discernimiento y humildad: no polemizar sino llevar paz, no devolver mal por mal sino obrar en todo momento el bien. Nos previene de que, como Él, seremos perseguidos y juzgados.

v. 19-20: Nunca estar preocupados por el qué decir o qué hacer, ni tampoco confiar en nuestras capacidades. El Espíritu Santo nos capacitará en cada momento para decir o hacer lo que convenga. Y nos defenderá.

v. 21-22: Nos alerta sobre el enemigo, que incluso estará entre nuestros seres más queridos y cercanos, en nuestra propia familia. Y nos advierte que seremos odiados y calumniados, como Él también lo fue.

v. 23: Aunque seremos perseguidos, Jesús no nos llama a la guerra ni a enfrentarnos con nadie. Si somos atacados, debemos rehuir toda lucha o disputa y marcharnos del lugar.

v. 24-25: Nos exhorta a no querer ser más que Dios ni a querer ocupar su sitio. Nosotros somos discípulos, servidores, pero Dios es quien hace todas las cosas, Él es el maestro y dueño. Si nos consideramos seguidores de Cristo, debemos estar preparados a vivir y padecer el mismo escenario que sufrió Jesús.

v. 26-28: Nos llama a no tener miedo a proclamar siempre la verdad aunque ello suponga odio, martirio y muerte. Nuestro principal objetivo es la salvación de nuestra alma que no debe estar justificada ni fundamentada en la mentira, que es el rasgo distintivo del Enemigo.

v. 29-31: Somos muy valiosos para Dios. El ama toda su creación, pero especialmente a los hombres.

v. 32-33: Nos reconforta y nos ofrece justicia y recompensa.

v.34-36: Jesús insiste: la misión no es un camino de rosas. No nos engañemos a nosotros mismos: el enemigo también está en casa.

v. 37-38: Suenan duras las palabras del Maestro...es preciso que no antepongamos nada a Dios, ni siquiera nuestra propia familia. Nos llama a cargar la misma cruz que cargó Él.

v. 39: Nos llama a entregar la vida por Dios y por el prójimo para obtener la vida eterna, a nos er egoístas ni interesados en las cosas temporales

v.40-42: Debemos tener siempre presente que somos enviados por el Maestro y que no hablamos en nuestro nombre sino en el de Cristo. Nuestra labor es hacerlo presente en el mundo como hicieron los profetas y los apóstoles en el pasado: hablando en su nombre. Igual que hizo Jesús, enviado por el Padre para hacerlo presente en medio de los hombres y hablar en su nombre.

Cristo nos ofrece tres recompensas : 
  • la del profeta, la hospitalidad y la acogida de quienes nos reciben sabiendo que venimos en nombre de Dios. Pero también ser acogidos en el reino de los cielos.
  • la del justo, la justicia de Dios, es decir, darnos a cada uno lo que le corresponde, según nuestras obras. 
  • la de los pequeños, es decir, la de los humildes, los necesitados: tomar posesión del Reino de los cielos, es decir, de la vida eterna.

viernes, 16 de abril de 2021

PESCAR CON REDES ROTAS

"Paseando junto al mar de Galilea 
vio a dos hermanos, 
a Simón, llamado Pedro, 
y a Andrés, 
que estaban echando la red en el mar, 
pues eran pescadores.
Les dijo: Venid en pos de mí 
y os haré pescadores de hombres" 
(Mt 4,18-19)

Jesús nos invita a seguirle, a ir en pos de Él para hacernos "pescadores de hombres". Y para afrontar este nuevo "oficio", el Señor nos enseña cómo pescar en su nombre con nuestras "redes". 

Pero no siempre es momento de "faenar", no siempre se dan las condiciones óptimas para la pesca, bien porque hay tormenta, porque el mar impide zarpar, porque no tenemos las redes preparadas o porque están rotas. 

Es entonces cuando el Patrón del barco decide que no zarpemos y se cumple el dicho de que "cuando los pescadores no pueden zarpar, arreglan las redes"

A veces, es momento de "preparar" las redes, doblándolas, limpiándolas y remendándolas:

Doblar las redes significa evaluar métodos y planificar estrategias para poder desplegar las redes con mayor facilidad en la próxima jornada de pesca. Espiritualmente hablando, significa rezar. Sin la oración toda pesca es infructuosa.

Limpiar las redes significa subsanar errores cometidos, reconocer y purificar actitudes poco caritativas. Espiritualmente hablando, significa ser humildes. Sin humildad, cualquier tarea evangelizadora está abocada al fracaso.

Remendar las redes significa arreglar las relaciones rotas o dañadas, recomponer la unión y tensión de las redes o los peces se escaparán. Espiritualmente hablando, significa obedecer. Sin la obediencia cualquier tarea en común es inútil.

No se trata de salir a pescar de cualquier forma o con cualquier aparejo. Para que la pesca sea efectiva, nuestras manos tienen que estar dispuestas a tirar conjuntamente de las redes, nuestras mentes tienen que ser dóciles a las órdenes del patrón y nuestras redes tienen que estar perfectamente unidas, plegadas y limpias.

Cuando las redes están rotas nos ocurre como a los discípulos, pretendemos volver a nuestras "faenas de pesca" sin contar con el Patrón (Juan 21,3). Pedro, Tomás, Natanael y los Zebedeos (Santiago y Juan) "deciden" ir a pescar. Y aunque eran pescadores experimentados y sabían de sobra lo que tenían que hacer, no pescaron nada.

En la evangelización, nos ocurre a veces lo mismo: queremos ser autosuficientes, nos sentimos capacitados, nos creemos expertos, nos consideramos idóneos. ¡Cuántas veces pretendemos coger el timón y asumir el mando sin el permiso del Patrón! ¡Cuántas veces queremos dirigir el barco sin tener ni rumbo ni dirección! ¡Cuántas veces optamos por salir al mar sin tener las redes preparadas o incluso, rotas! 
Nuestras redes suelen romperse por orgullo: cuando no dejamos a Dios ser Dios, cuando pensamos que podemos hacerlo todo solos, cuando nos creemos sabios y veteranos en la "faena", o incluso, también cuando tememos a la tempestad, a las dificultades, cuando nos falta fe en Cristo.

Nuestras redes suelen enredarse por vanidad: cuando tenemos motivaciones incorrectas, cuando buscamos reconocimiento y prestigio, cuando nos dejamos llevar por las distracciones, cuando estamos demasiado pendientes y ocupados en nuestras cosas, cuando entablamos disputas y divisiones que conducen al desánimo y al abandono.

Cristo es el fundamento de la evangelización. Su gracia es lo que une y cohesiona nuestras redes. Sin el Espíritu Santo, nuestras están redes rotas y no sirven para pescar. 

Sin oración, nuestras redes estarán enredadas y no podrán desplegarse. Sin humildad, nuestras redes estarán llenas de suciedad, de orgullo, de activismo, de mundanidad. Sin obediencia, nuestras redes estarán rotas, divididas, inservibles. 

¡Reparemos nuestras redes rotas!




JHR

miércoles, 13 de diciembre de 2017

AUSENCIA DE JUVENTUD

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Muchos lo vemos, muchos lo pensamos, muchos miramos a otro lado y pocos lo decimos: "la realidad de nuestra Iglesia Católica, la evidencia de la mayoría de nuestras comunidades parroquiales es la terrible ausencia de juventudCatólicos entrados en años y sacerdotes, metidos en años".

Con frecuencia escuchamos que "faltan vocaciones"... y yo me pregunto ¿cómo no van a faltar si en muchas de nuestras parroquias se da una desproporción tan alarmante? ¿Cómo van surgir vocaciones sacerdotales si no existen comunidades que las susciten? ¿Cómo van a existir comunidades cristianas si escasean los sacerdotes jóvenes capaces de "llegar" y de  "acercar" a nuestros jóvenes a Cristo?

Desde un punto de vista sociológico, nuestras parroquias son organizaciones desproporcionadas, sin armonía cuya media de edad oscila entre los 60/65 años. Es una terrible y peligrosa asimetría.

Resultado de imagen de MisaDesde un punto de vista docente, los métodos y los lenguajes, a menudo, están caducos y obsoletos. Y digo "métodos y lenguajes", que no mensaje, porque tenemos el mejor de los anuncios, el mayor regalo del universo y sin embargo, o no nos lo creemos o no sabemos "venderlo". 

Lo digo, principalmente (y con dolor de corazón), por el "piñón fijo" que algunos sacerdotes mayores siguen utilizando en las homilías, basado en un lenguaje que no llega, en un estilo de oratoria que los jóvenes son incapaces, no ya de entender, sino tan siquiera escuchar. 

Está claro que la Iglesia de Cristo no puede ni debe ser ni un parvulario, ni una escuela o instituto, ni un club de matrimonios, ni una residencia de ancianos pero si reflexionamos un poco, llegaremos a la certeza de que Jesús concibió y fundó su Iglesia para que fuera una familia completa, donde los niños fueran la alegría, los jóvenes la esperanza, los adultos el compromiso y los ancianos la experiencia.

Imagen relacionadaUna parroquia formada en su mayoría por personas mayores confiere serenidad y equilibrio, y que en comunión con los adultos, aporta compromiso y servicio, pero sin jóvenes, pierde alegría, valor, fuerza vital, creatividad y visión de futuro. El problema es de doble dirección: a los mayores les incomodan los jóvenes y viceversa.

Y es que debemos entender que la juventud es y será siempre "joven". Y los jóvenes difícilmente escuchan a los mayores, y menos, si hablan "otro idioma". 

La juventud es impetuosa, osada, ruidosa y hasta inconstante, pero nosotros como adultos maduros debemos ser capaces de recordar que una vez también fuimos jóvenes entusiastas, contestatarios y algo desordenados...esas mismas actitudes de las que el Espíritu Santo puede servirse para recordarnos a los "mayores" que a ningún cristiano le es lícito anclarse en el camino hacia Dios y que, como dijo Jesús: "para entrar en el reino de Dios hay que ser como niños". Él no dijo: "hay que ser como ancianos".

¿Por qué los jóvenes no van a la Iglesia?

Existen una serie de factores por los que los jóvenes sufren un cierto stress que les hace mantener la mirada puesta lejos de la Iglesia. 

Su psicología ante las expectativas de futuro les hace ser inconstantes, inseguros y confusos. Les resulta difícil conectar con los mayores tanto en la familia como en la sociedad. Ven la Iglesia como "algo para viejos" y huyen de la norma y de la autoridad. Viven bajo una gran preocupación por el futuro, por la adquisición de un trabajo y se liberan a través del deporte y del ocio.  

Son particularmente vulnerables e influenciables por la tiranía de los medios de comunicación y las redes sociales. Son la "generación tecnológica" , de la imagen, del "smart phone", de la música de la electrónica. 
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La Iglesia no puede competir con la TV, el cine, los conciertos y mucho menos con Facebook, Twiter o Instagram. Allí es donde encuentran su forma de pensar y de actuar. Su vida va tan "acelerada" que no tienen tiempo para dedicar a la liturgia o la oración.

La sociedad de consumo les regala multitud de principios cómodos, de estímulos atractivos y de actividades excitantes que distan mucho de los valores trascendentales. 

La Iglesia les parece poco creíble y atractiva, solamente convincente con el recurso de la autoridad. Su estructura les parece desfasada, anónima, fría, distante y poco satisfactoria, en un mundo donde lo que prevalece es el hedonismo y la satisfacción propia.

Los jóvenes se sienten rechazados por los mayores y, por ende, piensan que la Iglesia no les acepta, nos les toma en serio ni les escucha; que no les comprende ni se preocupa de ellos ni de sus necesidades; tienen la impresión de ser mirados con recelo, criticados y señalados; se sientes descuidados y relegados.
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La juventud pide ser escuchada, no mañana, sino hoy. Quieren ser partícipes de las decisiones y de las actividades, en definitiva, sentirse útiles y valorados. 

Desean que, en la Iglesia, los mayores se atrevan a darles responsabilidades, a dejar que tomen decisiones, a participar y preparar las celebraciones, a ser parte activa de la vida parroquial. En definitiva, a ser "visibles".

Pero en la Iglesia se cuenta poco con ellos, no se les comprende ni se les acepta en las tareas pastorales, no les ofrecen experiencias vivas de celebración y comunidad. Según los jóvenes, los sacerdotes parecen no entender ni su forma de pensar ni de  actuar; no entienden el papel que pueden desempeñar dentro de las parroquias; tampoco favorecen su participación en la vida parroquial; les ven lejanos y distantes con ellos; no se hacen entender en sus homilías ni son participativos con ellos.

En general, es difícil para los jóvenes aceptar a la Iglesia por su sentido tradicional, normativo y jerárquico. Por su espíritu vital y participativo exigen "otra Iglesia" que les escuche y otra actitud que les responsabilice.

Entonces ¿cómo atraer a los jóvenes?

En primer lugar y por razones de vitalidad y supervivencia, los jóvenes deben ser prioritarios en los planes de pastoral. Unos planes de pastoral que, sin rodeos ni complejos, anuncien valiente y descaradamente a Cristo, que no conviertan a los jóvenes en "robots" de la ley y la norma, y que enseñen la "alegría" y el amor del Evangelio.

Siempre que en la Iglesia se ha presentado toda la grandeza de Je­sús, su amor y, también, sus exigencias, la juventud ha respondido. Recordemos si no a S. Francisco de Asís, a S. Ignacio de Loyola, a S. Francisco Javier o a Santa Teresa de Lisieux. 

Jesús anunciado no como una "idea" sino como un amigo, vivo y cercano, es capaz de atraer al más joven y al más reacio.

Es necesario dar una oferta atractiva y válida a los jóvenes. Estoy convencido que el pasotismo, la desilusión, el escepticismo y la falta de compromiso entre la juventud son la respuesta a una sociedad que no tiene ofertas válidas, y a unos católicos que hemos diluido la fuerza del mensaje cristiano. 

Es necesario hablar, explicar y presentar con buena pedagogía el mensaje. Por lo general, nuestras palabras son etéreas; nuestras homilías, somníferas; nuestros planes de pastoral, irreales; los signos de nuestras celebraciones no son explicados, o son mal presentados o, 
simplemente, incomprensibles a la juventud de hoy.

No estaría de más que los sacerdotes explicaran muchos de los signos litúrgicos que nuestra juventud desprecia, porque los ignora. Nadie se acerca a lo desconocido. como tampoco puede amar lo que no conoce.
Es necesario pedir a los responsables de alto nivel más sensibilidad con los jóvenes, menos vetos a sus ideas, más escucha a sus necesidades y más participación en sus realidades.

En nuestras parroquias, no podemos vivir indefinidamente de la renta de generaciones pasadas; como tampoco podemos dar "carta blanca" a tanto capricho, superficialidad, relativismo e imposición por parte de algunos curas contra el sufrido pueblo.

Es necesario que la comunidad cristiana reconozcamos los carismas, los dones y los talentos de la juventud y le ofrezca el lugar que le corresponde. 

Es vital que las parroquias dejen de ser espacios poco acogedores o, tal vez, incluso incómodos para los jóvenes. 

Una gran ayuda: la oración

Muchos estamos convencidos que esta "perdida de identidad", esta "desubicación" de la Iglesia en el mundo de hoy, y esta "desproporcionalidad" en nuestras parroquias se deben a la falta de oración, a la escasez de oradores y adoradores. 

Porque sólo el que ora y el que adora tiene sentido de Dios, conciencia de la presencia de Cristo y la guía del Espíritu Santo, para situarse como servidor de Dios y de los hombres.

Sin oración, todo está perdido.

¿Qué cosas debemos cambiar?

Hay que cambiar muchas cosas, empezando por cambiarnos a nosotros mismos: en la medida que los mayores seamos más humildes, en la medida que renunciemos a nuestras suficiencias y añoranzas, en la medida que valoremos la novedad constante del Evangelio, y en la medida que aceptemos las diferentes maneras de comprenderlo y vivirlo, por parte de los más jóvenes.

Resultado de imagen de jovenes cristianosEs necesario un "nuevo avivamiento" del mensaje evangélico, se precisa un "nuevo nacimiento" de Jesús, para que nuestros jóvenes, ya sean humildes pastores o sabios reyes magos, puedan acercarse al portal a adorar al Niño, puedan comprender al ángel o a la estrella que les anuncia la salvación.
Pero, esto no será posible si nosotros, los adultos (sacerdotes y laicos comprometidos con Dios), no recuperamos en nuestro interior y con toda su fuerza, el fuego del mensaje de amor de Nuestro Señor Jesucristo.

Nada de eso será posible mientras no nos digamos el uno al otro: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lucas 24,32).

Entonces, seremos capaces de vivir "con el corazón en ascuas" y gritar al mundo que "¡Jesucristo ha resucitado!".

Si tomamos conciencia de ofrecerles todo esto a nuestros jóvenes, serán capaces de volver a llenar de nuevo nuestras parroquias, no forzados por sus padres o su entorno, sino por propia iniciativa.
Serán capaces de enfrentarse a la poderosa atracción del mundo; serán capaces de encararse contra quienes, por su propio y exclusivo interés, les imponen gestos, actitudes, modas, ideologías y los criterios a seguir.

Serán capaces de darse cuenta de quién les "come el coco" en su provecho egoísta; serán capaces de crecer en la fe, con una personalidad liberada del mal..., entonces, amanecerá un nuevo día para la humanidad y para la misma Iglesia.




lunes, 10 de julio de 2017

EL ABC DEL DISCIPULADO

"Y las cosas que me oíste a mí ante muchos testigos, 
confíalas a hombres leales, 
capaces de enseñárselas a otros." 
(2 Timoteo 2,2)

Si alguna vez, alguno hemos pensado que esto del discipulado fuera una tarea fácil, es que estábamos mal informados.

El apóstol Pablo en Colosenses 2, 1-3 habla del discipulado como una "lucha": "Quiero que sepáis qué intensa lucha soporto por vosotros, por los que residen en Laodicea y por todos los que no me conocen personalmente, para que cobren ánimo, se mantengan unidos en el amor y alcancen así el conocimiento pleno de todo y descubran el secreto de Dios, que es Cristo, en el que se encuentran ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia." 

El proceso de hacer discípulos y discipular a los discípulos es una tarea difícil, pero es lo que Jesús nos ha encargado que hagamos. Si nos dedicamos a ensayar con el coro, a acoger a los que vienen a misa o a servir en Cáritas pero no nos involucramos en el trabajo de discipulado, hemos perdido nuestra llamada como discípulos de Jesús (Mateo 28, 18-20 ).

En el corazón del cristianismo está el deseo de Dios de que un pueblo muestre su carácter a través de su obediencia, en sus relaciones con él y en las de unos con otros. Por eso envió a su Hijo a reunir un pueblo para que lo siguiera y para que atrajeran a más gente a seguirlo. 

En el discipulado existen muchas facetas y aspectos diferentes, pero hay tres elementos que son centrales y necesarios para que el verdadero discipulado suceda. El ABC del discipulado es:

Aprendizaje 

Podemos construir comunidad alrededor de casi cualquier cosa, desde unas cenas semanales (Alpha) hasta un retiro de fin de semana (Emaús) pero una necesidad fundamental para el discipulado cristiano es el aprendizaje, es decir, la formación. Formación para llevar a las personas a un conocimiento superior de Dios. Sin formación no puede haber discipulado. 

Cuando un árbol crece, da frutos y madura. Y más tarde, cuando está maduro, se reproduce. Lo mismo ocurre en el discipulado: a través de la formación teológica, bíblica, litúrgica, doctrinal o de cualquier otra índole, la comunidad crece, da frutos y madura espiritualmente. 
Sólo madurando puede, a su vez, reproducirse, es decir, madurar y hacer madurar a otros discípulos. Aquí es donde muchas comunidades cristianas se pierden en la misión encomendada por Cristo. Se reúnen en torno a la comida, en torno a una charla, tienen conversaciones profundas, construyen relaciones importantes, pero no tienen una formación sólida, y lo que aprenden en esos entornos a menudo suele ser superficial. 

Es sólo el "primer anuncio" pero hace falta seguir subiendo peldaños. Una vez que Cristo es anunciado, es importante que surja la necesidad de formar, para que las personas crezcan espiritualmente.

¿Cuántas personas de tu comunidad se excusan diciendo que no tienen suficiente formación como para discipular a otros? ¿Cuántas personas se ven incapaces de discipular a otros?

Búsqueda de tiempo

Cuando leemos los Evangelios, nos damos cuenta de que Jesús invirtió tiempo en la vida de las personas. Buscó y pasó tiempo con discípulos, les enseñó, oró con ellos y por ellos, y les mostró una vida de santidad ante ellos. 

El discipulado es un trabajo duro porque requiere una inversión importante de tiempo. Es un bien preciado y hay que buscarlo. Cada día tiene el mismo número de horas: 24. El cómo y en qué empleamos esas horas es lo que hará que el discipulado ocurra. 
En Hechos 20,31, Pablo describió su ministerio en Éfeso como un servicio "día y noche". Un discípulo de Jesús busca tiempo "de noche" o "de día".

¿Cuántas parroquias parecen estar demasiado ocupadas haciendo de todo excepto discípulos? ¿Cuántas personas se excusan diciendo que no tienen tiempo, que no les da la vida?

Compromiso

Puede parecer un punto obvio, pero el verdadero discipulado requiere de gente dispuesta. Requiere voluntad y compromiso de todas las partes involucradas. 

Tanto el que discípula como el que es discipulado deben estar dispuestos a participar en el proceso o no sucederá. 

Antes de que las personas puedan aprender algo, deben estar dispuestas a aprenderAntes de que los líderes puedan enseñar, deben estar dispuestos a enseñarAntes de que las personas puedan seguir a Jesús, deben ver nuestro compromiso con ellas para, a su vez, comprometerse ellas.

El discipulado es poner en acción el evangelio de Jesucristo. No podemos obligar a nadie a ser un discípulo. Sencillamente, un discípulo conoce a Cristo y le sigue. El discipulado no es una de las cosas que la iglesia hace, el discipulado es lo que hace la iglesia. Requiere formación, tiempo y gente dispuesta. 

El discipulado:

Sin formación, es amistad. 
Sin tiempo, es palabrería. 
Sin gente dispuesta, es imposible.


miércoles, 21 de junio de 2017

¿POR QUÉ HACER DISCÍPULOS?

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Como cristiano y en cumplimiento de la misión que nos encomienda Jesús, debo tener como principal objetivo el discipulado. 

Y creo que es más importante saber el "por qué" hacer discípulos, en lugar del "qué" o el "cómo". Si conozco el "por qué", me resultará más fácil descubrir el "qué" y el "cómo".

¿Por qué hacer discípulos?


Por compasión

La Biblia dice que cuando Jesús "vio a las multitudes, le movió la compasión por ellos, porque estaban cansados ​​y dispersos, como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9,36).

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Es la compasión y la misericordia de Cristo la que me pone en "modo servicio" y me saca fuera de mi zona de confort

No hay más que echar una mirada a este mundo perdido y comprobar la ausencia y la necesidad de Dios en la vida de las personas para ponerme en acción. .

El infinito amor que Dios siente por todos sus hijos me motiva a ir en busca de almas para Dios.

Por generosidad

Jesús me ha regalado tantas cosas buenas en mi vida que no puedo guardármelas para mí. Él ha derramado Su amor en mi corazón a través de Su Espíritu y a través de Su Iglesia, Su pueblo. No puedo ni debo permitir que ese torrente de vida se estanque y se convierta en un Mar Muerto.
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Ser generoso significa buscar a alguien para transmitirle las gracias con las que he sido bendecido. Y además, paradójicamente, cuanto más doy, más continúo recibiendo del Señor.

Estoy muy agradecido a quienes han dado generosamente su tiempo y su esfuerzo en mi discipulado. Ahora sé cuánto lo necesitaba y doy gracias por ello. No dejo de pensar cuántos otros están por ahí con sed de Dios y necesitados de la misma acogida, consideración y cuidado.

Por obediencia

Hacia el final de Su ministerio de tres años y medio, Jesús hizo saber a los discípulos que "toda la autoridad en el Cielo y toda la autoridad en la Tierra le fue concedida" (Mateo 28,18). Basándome en esa suprema posición, Él nos mandó (a los Apóstoles, a mi y a todos nosotros): "id, pues, y haced discípulos a todas las naciones" (Mateo 28,19).

Resultado de imagen de obedienciaDos mil años después, esta tarea y exhortación divina sigue siendo un asunto inacabado y por hacer. Y por obediencia a Dios, me toca a mi también.

Con la declaración misionera, el evangelio de Mateo es el único que enfatiza el trabajo de llevar a las personas a la madurez plena como "discípulos" (Marcos 16, 14-18; Lucas 24,36-49; Juan 20, 19-23; Hechos 1, 6-8 ). 

Es algo más que proclamar el Evangelio a través del apostolado. Se trata de replicar el modelo que Jesús nos mostró con los Doce para llevarlo a todas las naciones del mundo.

Y yo me he comprometido como "soldado de Jesucristo" (2 Timoteo 2, 3) a poner mi granito de arena para completar este divino objetivo.

Por madurez

En Juan 15, Jesús nos revela que nos ha escogido y nos ha designado para dar fruto (Juan 15, 4- 15,16), y dar fruto en abundancia (Juan 15, 5- 15, 8) y que permanezca (Juan 15, 16).

Desgraciadamente, muchas personas se acercan a Cristo y luego se alejan de Él. Obviamente, hay muchos factores que influyen y, a veces, no seguir a Cristo es simplemente el resultado del libre albedrío. 
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Sin embargo, hay muchos casos en los que la gente no ha tenido acceso a un discipulado que los fortalezca, les haga crecer y madurar espiritualmente.

Debo llevar a las personas que se han encontrado con Cristo a la plena madurez. Debo ayudarles a cultivar su alma para que su corazón pueda convertirse en un buen suelo que rinda 30, 60 o 100 veces cuando el dueño regrese (Marcos 4,20).

Las personas que nos integramos en grupos de discipulado, acudimos diariamente a la Eucaristía, leemos y meditamos la Palabra de Dios, oramos y adoramos más regularmente, nos confesamos con más frecuencia, compartimos la alegría y el amor de Cristo con otros con más libertad y sin temor, damos más generosamente y servimos más a menudo que los que no forman parte de esos grupos.

El discipulado produce progreso y madurez en la vida de las personas. Y eso se consigue de una forma especial a través de los grupos pequeños.

Por acogida

He oído muchas veces que la gente deja de ir a la iglesia porque no se sienten "acogidos". Eso generalmente significa que no les gusta el ambiente, la música o el cura, o todo ello. 

Creo que todos las personas que se acerquen a una parroquia deben sentir y disfrutar de una cálida comunidad que acoja y que acompañe.

Imagen relacionadaMientras sigo caminando con el Señor, me encuentro buscando a Jesús cada día más para crecer en el "hombre nuevo" que Él me llama a ser. En Juan 4,34 Jesús dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió, y terminar su obra".

Jesús se sentía acogido, alimentado  y acompañado mientras llevaba a cabo la voluntad de su Padre.Cuando cumplo su voluntad y le sirvo, siento mi mente y mi corazón renovados. 

Cuando me acuesto por la noche, tengo una paz indescriptible que viene de un día de trabajo para el Señor. Me siento en comunión con el Padre y como parte importante de su Plan.

Cuando me levanto y voy a misa, le ofrezco el día y le pido que "me dé mi pan de cada día" (Mateo 6,11) tanto material como espiritual.

El discipulado no es tarea fácil pero la satisfacción espiritual que se experimenta al llevar almas a Dios es tan evidente como el aire que respiramos.

Por capacidad

El  mayor don que Cristo nos prometió es el Espíritu Santo. Sus primeras palabras a sus apóstoles, reunidos en el cenáculo fueron: “Recibid el Espíritu Santo”. Era el cumplimiento de una promesa que les había hecho en la Última Cena: enviar al Espíritu Consolador.

Imagen relacionadaJesús nos envía al Espíritu Santo para dotarnos a todos con la capacidad de hacer discípulos. "Dios no elige a los capacitados. Capacita a los elegidos".

Como cristiano bautizado, no sólo estoy llamado a ser un discípulo de Cristo, sino que estoy capacitado también para que otros crezcan como discípulos de Cristo. (Efesios 4, 11-12)..

Es por su acción, que somos capaces de realizar cualquier obra para la gloria de Dios.

Yo no me siento especialmente capacitado y menos por mis méritos, pero abandonándome en manos de Dios, sé que nada es imposible.



Todas éstas son algunas razones para hacer discípulos. Seguro que hay más.

¿Y si las descubrimos mientras hacemos discípulos? ¿Te apuntas?


sábado, 8 de abril de 2017

"ACERCAR A LOS ALEJADOS"


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"Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, 
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 
y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. 
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." 
(Mateo 28, 19-20)


El mandato de Jesús es claro: acercar a todas las personas a su Iglesia. Y por supuesto, todo sacerdote desea una parroquia creciente y próspera, y con gran número de feligreses. 

Pero este deseo debiera ser, no tanto porque la asistencia a misa sea una medida significativa de crecimiento, sino porque su aumento sea una prueba de que se está alcanzando a las personas, de que nuestra Iglesia está "en salida". 

Como miembro de esa Iglesia que todos queremos, hoy me gustaría reflexionar sobre ello, haciendo una analogía entre Iglesia y Mercado.

Mi formación universitaria y mi experiencia profesional se han desarrollado en el ámbito comercial y del marketing. Como estudiante de Publicidad y como director comercial de varias empresas, mis objetivos en el Mercado han sido y son la fidelización de los clientes habituales, la adquisición de nuevos clientes, el incremento de ventas, la formación y dirección del equipo de ventas, el crecimiento económico de la empresa, etc.

Y creo que en la iglesia, la dinámica es muy parecida. A decir vedad, es la misma.

Llegar a los "sin iglesia"

Podemos fidelizar a nuestros asistentes actuales ofreciéndoles actividades para el servicio, la formación y el discipulado, etc. Todo ello les ayudará a crecer y a madurar espiritualmente. Pero sólo con esto, el Reino de Dios no crece. Una Iglesia de puertas cerradas no cumple la función para la que Cristo la fundó .

Resultado de imagen de iglesias de puertas abiertasO también, podemos alcanzar a nuevas personas: los alejados, los "sin iglesia". Ese es el verdadero objetivo de la Iglesia en general, y de nuestra parroquia, en particular. Cristo instituyó la Iglesia para ir en busca de los que no pertenecen a ella, y lo hizo dando un mandamiento muy claro: "Id y haced discípulos" (Mateo 28, 19-20). No dice: "Quedaos y haced discípulos entre los vuestros".

En Hechos 1,8 nos dice cómo: "recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros para que seáis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra".

La Misión de la Iglesia sólo es posible a través del poder del Espíritu Santo. Nosotros debemos ser testigos de Cristo, cumpliendo nuestra misión en nuestra ciudad (Jerusalén), en nuestra comunidad autónoma o estado y en nuestros países (Judea y Samaria), y en cualquier otro lugar donde Dios nos envíe (hasta los confines de la tierra).

Ir en busca de los que no están en la Iglesia no quiere decir que lo hagamos en cualquier sitio o de cualquier manera. "Pescar en otras peceras", es decir, atraer a personas de otras parroquias, no es un crecimiento sano y próspero porque si la gente deja otra iglesia para asistir a nuestra iglesia, el Reino no aumenta.

Dicho esto, el crecimiento de la Iglesia requiere llegar a los "sin iglesia", a los que nunca la han tenido o a los que se han alejado de ella. 

Aquí está la gran noticia: Hay mucha más gente sin iglesia en nuestros barrios que asientos vacíos en nuestras iglesias. De hecho, probablemente haya más gente sin iglesia en nuestro barrio que asientos vacíos en todas las iglesias de nuestra ciudad. 

Volviendo al ámbito comercial y de los negocios, este hecho significaría una gran noticia: un montón de clientes potenciales, un "amplio target", es decir, un entorno rico en objetivos, un escenario idóneo para el crecimiento. 

Tan solo, necesitamos alcanzarlos. Si aprendemos a llegar de forma consciente e intencional a los "sin iglesia", nuestras parroquias no pararán de crecer.

Comprender a los "sin iglesia"

Para entender cómo llegar a los sin iglesia, volvamos de nuevo al ámbito empresarial. En el mercado, cuando una empresa desea llegar a un mercado potencial específico, realiza estudios de mercado, investiga las necesidades y preferencias del mercado. 

Es preciso dedicar tiempo y esfuerzo a organizar grupos de testeo, probar productos, desarrollar el etiquetado y empaquetado, determinar escalas de precio y luego realizar pruebas con un público más amplio. Es un proceso largo y sistemático, pero los resultados proporcionan un futuro negocio con un producto que impulsa las decisiones de compra para el mercado previsto.

Una vez más, los principios del mercado son trasladables al ministerio de la Iglesia. Para llegar a los sin iglesia, debemos conocer y comprender a los sin iglesia. Debemos saber sus necesidades, sus preferencias, su mentalidad.

Para ello, debemos:

Conocer nuestro "mercado objetivo". 

Si decimos que estamos preocupados por los alejados de nuestra comunidad parroquial, pero no tenemos relaciones personales o amistades con nadie alejado de la fe, no tenemos autoridad moral para decir a otros que inviertan en nosotros. Debemos llegar a conocerlos personalmente, conocer sus vidas, sus preocupaciones, sus inquietudes, sus estados, etc.

Comprender sus problemas. 

En la mayoría de los casos, las personas "sin iglesia" sufren los mismos problemas que las personas "con iglesia": problemas en el matrimonio, en la educación de los hijos, en el trabajo, en la falta de propósito, en la pérdida de esperanza, etc. 
Resultado de imagen de gente alejada de la iglesia

Sin embargo, la manera en que las personas sin iglesia procesan estos temas es diferente a la nuestra y, por lo tanto, requieren un enfoque diferente. Debemos investigar sus problemas y cómo procesan las soluciones. Aunque podamos estar de acuerdo en que Jesús es en última instancia su necesidad, ellos no reconocerán esta verdad por sí mismos ni de forma instantánea.

Mirar nuestra iglesia desde su perspectiva.

La mayoría de las personas sin iglesia no están en esa situación porque no hayan estado en la iglesia antes. La mayoría de las personas sin iglesia se han marchado o han sido desalojadas por malas experiencias. La gente no se marcha de la Iglesia por que no crean en Dios (motivos credenciales) sino porque no creen en ciertos aspectos de la iglesia (motivos vivenciales). Si realmente queremos saber lo que sus personas sin iglesia piensan de ella, necesitamos preguntarles directamente. Hay un axioma en el que creo profundamente: "nadie escuchará nada sobre la Iglesia sin antes decir lo que ellos piensan de ella". Para que nuestra Iglesia crezca, debemos buscar ese "feed-back" necesario, esa interacción entre oferta y demanda que existe igualmente en el mundo comercial.

Prestar atención a sus necesidades. 

A menudo, nuestras necesidades tanto materiales como espirituales dentro de la parroquia pueden estar cubiertas. Nuestra parroquia es un "entorno feliz" pero lo que debemos querer saber es lo que el mundo sin iglesia que nos rodea, está experimentando, lo que necesita. Por supuesto, hay límites (no seamos "ingenuos"), pero sabemos que sumergirnos en nuestros círculos cristianos de fe nos aísla de la sociedad que estamos tratando de alcanzar. No podemos estar aislados del mundo y llegar al mundo.

Analizar sus características demográficas, socio-económicas y de estilo de vida. 

Todas las personas sin iglesia no son iguales. Eso es como decir que todos los cristianos son iguales. Los "alejados" no deben ser estereotipados o agrupados en grandes categorías. Cuanto más se pueda entender la composición de nuestro objetivo de personas "sin iglesia", mejor seremos capaces de diseñar actuaciones, y acercarles nuestra iglesia hasta donde ellos están. De esta forma, nuestra parroquia estará posicionada para crecer. La programación de actividades, misas y servicios de nuestra parroquia deben reflejar y amoldarse a esas características. 

Deberíamos tomar en cuenta dónde está la gente sin iglesia cada domingo. Cuando la gente "de iglesia" está en la parroquia, ¿dónde están las personas sin iglesia? Si no lo sabemos, será muy difícil llegar a ellos. 

Evaluemos nuestra comunidad en su totalidad, pero miremos a cada persona una por una, porque no son un proyecto a conseguir, son personas a quienes Dios ama y quiere junto a Él.