¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 6 de junio de 2017

ALÉGRATE MARÍA



"Ave Maria gratia plena 
Dominus tecum 
Benedicta tu in mulieribus 
et benedictus Fructus ventris tui Iesus 

Sancta Maria Mater Dei 
ora pro nobis peccatoribus 
nunc et in hora mortis nostræ" 
Amén.

El Avemaría es una oración dedicada a la Virgen María, basada en el Evangelio de San Lucas y compuesta por dos partes:

1.- Por el saludo y la Anunciación  del Arcángel Gabriel a María: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" y por la Visitación de la Virgen a Santa Isabel y el saludo de ésta al recibirla en su casa: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!" (Lucas 1, 26-42).

2- Por la Petición de amparo e intercesión a la Virgen para todos nosotros, los pecadores.

El Avemaría es la oración principal del Rosario y del Angelus y su nombre proviene del latín, “ave”, expresión de la cual se valían los romanos para saludarse, y que, como verbo, significa "que estés bien". 

Ave Maria gratia plena...

El arcángel Gabriel saluda a María (que tipifica al pueblo de Dios) con una frase que los profetas habían adelantado: 

"Salta de júbilo, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén, porque tu rey viene a ti: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, joven cría de una asna."  (Zacarías 9, 9)

Resultado de imagen de gabriel y maria- "¡Canta himnos, hija de Sión, alégrate, Israel, regocíjate y goza de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado la sentencia que pesaba contra ti, ha alejado a tus enemigos; el Señor, rey de Israel, está en medio de ti; no tienes que temer ya ningún mal. Aquel día se dirá a Jerusalén: No temas, Sión, no decaigan tus manos. El Señor tu Dios está en medio de ti, ¡poderoso salvador! Estará lleno de gozo por ti, con su amor te dará nueva vida, bailará y gritará de alegría por ti". (Sofonías 8, 14-17).

Resultado de imagen de gabriel y mariaGabriel dice "no temas" y "llénate de gozo", porque María ha encontrado el favor de Dios. Dios la envía un Rey, “un salvador justo”. Los profetas antiguos llamaban “Hija de Sión” a la nación de Israel, como expresión de lo mucho que Dios amaba a su pueblo y de cuánto quería favorecerlo.

¿Por qué se invitaba a Israel a alegrarse?  Y ¿por qué debía alegrarse María? Porque ella era la virgen Hija de Sión, la favorita de Dios, tan preferida que su Dios venía a habitar en su seno virginal, y de esta manera tan literal y física, ¡Dios mismo venía a habitar en medio en ella!

Pero María tenía otra razón más para regocijarse. Se llenó de gozo también porque reconoció que el plan de Dios era para la salvación de todo el género humano, un plan en la que ella estaba involucrada con todo su ser. 

Gabriel le dijo que su Hijo sería “grande” y que el Señor le daría el “trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María conocía las promesas de los profetas acerca del nuevo Rey que vendría, y creía plenamente que así sucedería. Cuando descubrió que era a través de ella misma que se cumplirían las profecías, estuvo dispuesta a arriesgar su reputación, su matrimonio y todo su futuro a fin de que el plan de Dios se cumpliera en toda su plenitud.


No es de sorprenderse, pues, que haya aceptado la invitación del ángel con paz y alegría en el corazón.

Tampoco sorprende que cuando ella fue a visitar a su prima Isabel, no pudo dejar de expresar su júbilo: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador… ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre” (Lucas 1,46-49).

Sancta Maria Mater Dei ...

Menos conocido es el origen de la segunda parte, resultado de un largo proceso y de la tradición.

Nace como reacción a la herejía de Nestorio, patriarca de Constantinopla, quien negaba que la Virgen María fuera la Madre de Dios.

Entre los obispos que combatieron en defensa del dogma de la Maternidad Divina, destacó por su ardor, el patriarca de Alejandría, San Cirilo, quien en el Concilio de Éfeso (431d.C.) proclamó: "Si alguno no confiesa que Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la Santa Virgen es Madre de Dios [...], sea anatema" (Dz 252). 

En las conclusiones de ese Concilio ya estaba pues explícita la continuación a la Salutación Angélica: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...".

De hecho, fue por el año 1.000 que en los monasterios comenzó a unirse el saludo del Arcángel Gabriel a Nuestra Señora y la exclamación de Santa Isabel. 

En el S. XIII la primera parte del Ave María ya estaba introducida en la liturgia, sin la invocación a Jesús. 

Finalmente fue en el S. XV cuando la oración adquirió su forma actual, introducida en el Breviario Romano por San Pío V.

La parte final del Avemaría florece de una sonrisa de la Virgen María hacia nosotros, símbolo de maternal auxilio a sus hijos necesitados y pecadores, es decir, a todos nosotros.

Dios te salve 

Te saludo con todo mi amor

y con toda la alegría de mi corazón.
Alégrate y regocíjate
 Dios te salve, Bendita.

Todos tus hijos del mundo,
te saludamos a diario 
cuando rezamos el avemaría.
Yo me uno a ese coro de hijos felices,
Oh Madre alegre y Bendita
Sí, bendita mil veces, bendita para siempre.

María
Tu nombre, María
es el más bello de universo
para la criatura más perfecta: 
 Virgen María, Santa María.
Tu nombre ha poblado de bellas iglesias
las ciudades y las montañas.
Lo pronuncian con grandísimo amor y ternura
los jóvenes, los adultos y los niños,
Tu nombre lo llevan con orgullo 
millones de mujeres del mundo cristiano.
Porque te aman y porque quieren parecerse a Ti.
Necesitamos en nuestro mundo
muchas Marías que tengan un corazón
parecido al tuyo.
María bendita, míranos con tus ojos de cristal,
con tus ojos purísimos de misericordia,
y llénanos de tu perfumada presencia,
de tu ternura inmensa, de tu fe, de tu humildad y de tu amor.

Llena eres de gracia
Cántaro que rebosa de la gracia, 
de la vida de Dios,
de su amor inefable, de su santidad.
Más santa y pura que todos los santos,
más que los querubines y serafines.
La belleza de tu alma y de tu rostro
son el encanto de tu Dios.
Y el nuestro, también.
Nos colma de inmensa alegría
saber que eres tan santa,
tan bella, tan pura y tan sencilla.
Así te saludó el ángel: Llena de gracia,
impresionado de tu alma.

El Señor está contigo
Esta frase de la Biblia
siempre va después del “No tengas miedo”.
Desde que naciste Dios ha estado contigo,
porque te cuidó como a su perla preciosa,
a su rosa exquisita.
Él te preparó desde muy niña con sus manos santas
para que fueras después su Madre santa.
Todo el amor infinito de Dios
cuidando una flor llamada María.
Estuvo contigo en tus años de infancia
cuidando a la niña más bella,
más santa, más querida.
Te cuidó en la adolescencia preparando tu alma
y tu cuerpo bendito y santísimo para la maternidad.
El Señor está contigo: Te lo dijo un arcángel
y él sabía lo que decía.
Contigo estuvo en tu embarazo,
dentro de tu seno, haciéndose un niño
por amor a nosotros.
Toda tu vida terrena estuvo contigo.
Y Tú estuviste con Él.
Fuiste madre, nueva Eva, corredentora.
Contigo estuvo en la cruz, muriendo junto a Ti.
También estuviste Tú con Él,
hasta que murió en el patíbulo
y pasó de los brazos muertos de la cruz
a los brazos vivos y amorosos de su madre.
Contigo estuvo en los años de tu soledad,
santificando a su madre amadísima,
para que llegara al cielo resplandeciente como el sol y blanca como la luna.
Contigo está y estará por toda la eternidad en el cielo.

Bendita Tú eres entre todas las mujeres
¿Qué es Eva comparada contigo?
¿Qué son las mujeres de la tierra junto a Ti?
Tú eres la imagen perfecta, única
de la mujer que quiso crear.
Por eso, las mujeres, si no se llaman Marías,
al menos deben serlo, parecerse a Ti
que eres el modelo preciosísimo
de la mujer cristiana.
Querer llamarse como Tú es una buena elección.
Pero parecerse a Ti debe ser su ideal.
Modelo de niña y mujer,
adorable modelo de madre y esposa.
Porque Tú pasaste por todas las etapas
del crecimiento de la mujer,
enseñando cómo se puede ser una gran mujer,
una mujer santa, un apóstol de Jesús,
y, además, una mujer feliz...
Con muy poco presupuesto, en una casita humilde,
pero donde estaba Dios,
y donde Dios está nada hace falta.
La pobre casita de María rebosaba de amor,
de santidad y de felicidad.

Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
Bendita la flor, bendito también el fruto.
Jesús, el amado del Padre
ha nacido de Ti como la rosa del rosal.
La rosa pertenece al rosal.
Jesús te pertenece, es tuyo, hijo tuyo,
fruto de tus purísimas entrañas.
Y Tú eres de Jesús, toda de Jesús,
pues Él, además de ser hijo tuyo,
es tu Dios omnipotente,
del que te consideras su esclava.
Jesús y Tú sois, además, de nosotros.
Jesús, porque Tú nos lo diste,
en un gesto de amor único y lleno de misericordia…
Y Tú nos perteneces porque Él te convirtió en Madre,
en Madre nuestra.
Entre las palabras que siempre meditas
en tu corazón, están éstas:
“Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”.
Para nosotros esta sola frase constituye
todo un evangelio, una buena nueva.
Si Jesús es nuestro, si María es nuestra,
¿qué dificultad nos podrá derrotar?
¡Qué poco felices nos atrevemos a ser
cuando nos han dado la llave de la felicidad,
de la felicidad completa y eterna!

Santa María
Si María es tu nombre,
santa, santísima es tu sobrenombre,
La cualidad que siempre va con tu nombre.
Por eso tu nombre nos produce inmensa alegría
y al mismo tiempo gran respeto.
Santa María, dulce María, eres bellísimo jardín
donde crecen las flores más bellas.
Espiga dorada pletórica de fruto,
mística rosa, perfumada y más pura
que todas las rosas del mundo.
Santa María, dulce Madre, Virgen pura,
Reina bellísima y sencilla campesina
de la entrañable campiña de Nazaret.


Madre de Dios
Te amamos como Madre nuestra
y te veneramos como madre de Dios,
grandeza incomparable que te ennoblece
y nos llena de orgullo santo,
porque nuestra madre es también madre de Dios.
Para tan alto privilegio se requería
una Madre virgen
una virgen santa
una mártir del alma
una criatura llena de gracia
y una humildísima esclava del Señor,
que supiera decir: Hágase en Mí según tu palabra.
¿Cómo pudiste poseer al mismo tiempo
la máxima grandeza
y la más fina y profunda humildad?
Dios te consideró digna madre suya.
Aceptó ser Hijo de tus entrañas.
Te hizo grande el que todo lo puede
y tú te hiciste pequeña como una esclava
al completo servicio de tu Señor.
Madre y esclava del Señor.
Como Madre de Dios
me infundes un respeto inmenso.
Como esclava del Señor una ternura infinita.

Ruega por nosotros, pecadores
Somos tus hijos pecadores
Somos hijos pródigos que hemos recorrido
los senderos del pecado y del hastío.
Fuimos hijos de una madre pecadora,
antes de ser aceptados por una Madre Inmaculada.
Ruega a tu Hijo omnipotente,
Tú que eres la omnipotencia suplicante.
Ruega siempre para que no nos engañe más
el padre de la mentira.
Dile a Jesús que no tenemos vino,
que se nos ha terminado la alegría y el amor.
Pide para nosotros el milagro de la resurrección
cuando caemos muertos de cansancio y de dolor.
El que dijo ser la resurrección y la vida es hijo tuyo.
El que dijo ser la Verdad y la Vida, te llama Madre.
Entonces, suplícale que nos otorgue
la resurrección y la vida.

Ahora…
El día de hoy,
El día de las oportunidades de santificarnos
o de pecar.
Hoy, el día al que le basta su afán.
El único día que tenemos en las manos.
Que lo llenemos de amor y de bondad.
Ahora líbranos de caer en la tentación.
Hoy que sepamos amar a nuestros prójimos,
Hoy que no endurezcamos el corazón,
Hoy que oigamos la voz del Espíritu Santo.
Ahora, en este presente que se transforma
constantemente en futuro.
Hoy, que el día de hoy amemos, nos santifiquemos,
Seamos instrumentos de la paz de Jesús.
Hoy, en esta pequeña vida que es el día presente.

Y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En ese momento en el que se juega
nuestra salvación eterna.
Ese último día que sepamos decir
un último “Te amo en este mundo”
para repetirlo en la otra vida por siempre.
Ruega por los que en ese momento
no están preparados,
para que si no vivieron en gracia,
mueran en gracia de Dios
y no vayan al eterno dolor.
Ruega por los niños cuyo primer día de vida
coincide con el de su terrible muerte.
Así como lograste que el buen ladrón
se arrepintiera el día de su muerte,
consigue esa misma gracia a los pecadores
más rudos, a los que no aceptan a tu Hijo.
Une a la misericordia de Dios, tu bondad maternal
para salvarles de las garras de Satanás,
de la eterna condenación.


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