¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 14 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (15): UN GRAN SIGNO

“Un gran signo apareció en el cielo: 
una mujer vestida del sol 
y la luna bajo sus pies 
y una corona de doce estrellas sobre su cabeza
(Ap 12,1)

La escena de la primera lectura de Apocalipsis 11,19 es realmente sobrecogedora: el cielo se abre y aparece el santuario de Dios, que revela María, el Arca de la Alianzarecipiente de la presencia de Dios, desaparecida en la destrucción del Templo en el 587 a. C.

"Ambos fueron arrebatados al cielo junto a Dios y junto a su trono" (Ap 12,5-6):

Jesús, como también nos relata el apóstol san Pablo en la segunda lectura, es resucitado, y con Él, todos, a su debido tiempo y orden (1 Co 15, 20-27). 

Después, María es asunta al cielo, huye al desierto, lugar de la presencia de Dios, para ocupar un lugar preparado por Dios: en el trono como Reina de cielos y tierra. María, igual que la madre de Salomón, Betsabé, ocupa su lugar a la diestra del reyJesucristo (1 R 2,19). 

"Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo" (Ap 12,10). La Asunción de María es el preludio del comienzo de la consumación de la obra salvífica de Jesucristo y de su reinado.

El Salmo 44 recalca el favor del Rey hacia la Reina Madre: "Prendado está el rey de tu belleza. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir." En la Escritura, el oro de Ofir se equipara al "oro puro". Así pues, la Virgen es "oro puro" a ojos de Jesús y como tal, Nuestro Señor, no permitió que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro.
En el orden de la gracia, nada es casualidad y así, por ejemplo, vemos los numerosos paralelismos del evangelio de Lucas 1, 39-56 con 2 Samuel 6, en los que María, "encinta" de Jesús, sigue los pasos del rey David cuando llevó el Arca de la Alianza a Jerusalén

-María "se levantó y se fue" a la región montañosa, igual que el rey David "se levantó y fue" a esa región. 

-María visita a su prima Isabel, quien, llena de Espíritu Santo, se asombra y se sobresalta, igual que el rey David ante del Arca de la Alianza. 

-El encuentro con María hace que Juan el Bautista, dentro del vientre materno de Isabel, salte de alegría y emoción, igual que el rey David saltó y bailó ante el Arca. 

-María se quedó en la "casa de Zacarías durante tres meses", igual que el Arca permaneció tres meses en la "casa de Obed-edom" .

La Asunción nos hace fijar la mirada en el cielo con esperanza. María, la Reina Madre reina con esplendor, como oro de Ofir, junto al Rey, Jesucristo, en el trono de la Jerusalén celeste.

¡Bendita Tú, entre todas las mujeres 
y bendito el fruto de tu vientre!
(Lc 1,42)

JHR

sábado, 14 de diciembre de 2019

EL REINO DE MARÍA, ESE GRAN DESCONOCIDO

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"Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; 
él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal". 
(Génesis 3, 15)

"El dragón se irritó contra la mujer, 
y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, 
a los que guardan los mandamientos de Dios 
y son fieles testigos de Jesús." 
(Apocalipsis 12, 17)

Hoy quiero hablar sobre el Reino de María, ese gran desconocido.

La Sagrada Escritura empieza y termina con la enemistad irreconciliable, interpuesta por Dios, entre la serpiente y la Mujer, entre su linaje y descendencia, entre el Dragón y la Iglesia de Cristo, entre María y el Diablo, entre los "hijos de la luz", servidores de la Santísima Virgen, y los "hijos de la oscuridad", secuaces de Lucifer, que durará y aumentará incluso hasta el fin de los tiempos.

María, Reina y Madre


La figura de la reina madre del Antiguo Testamento preanuncia proféticamente el título de la gran Reina Madre y Señora del Nuevo Testamento: María de Nazaret se convierte en la Reina y Madre en el Reino de Dios.

Resultado de imagen de beato angelico coronacion de la virgenMaría Santísima no es una madre cualquiera, dio a luz a Cristo, Rey de todas las naciones. Es Reina Madre de un Rey Salvador, que abre las puertas del Reino de Dios a todos los que escuchan Su Palabra y la cumplen.

El arcángel Gabriel anunció a María su título real en Lucas 1, 32-33 y en los siguientes versículos, su prima Isabel también lo reconoce (Lucas 1, 42-43).

La Iglesia de todos los siglos ha exaltado la Realeza de la Virgen y le ha aplicado el título de Reina de todo lo creado.

La Sagrada Liturgia, los Sumos Pontífices, los Santos y los fieles, en las letanías lauretanas han dado a la Santísima Virgen María el título de Reina y Señora de cielos y tierra.

Así, María, es Reina, Madre y Señora de todos los vivientes, supeditada a Cristo, que es Rey por naturaleza, porque todas las cosas fueron creadas por Él, en cuanto es Dios, y para Él, en cuanto es hombre. 

Por tanto, el Reinado de María demuestra por completo la unidad del Plan de Dios, la lógica de la economía de la gracia y de la economía de la salvación.

¿Por qué un reino de María?



Imagen relacionadaLa Santísima Virgen, en su Mensaje de Fátima, deja claro que la venida de su Reino traerá consigo una nueva plenitud y perfección para el mundo y para la Iglesia.

Después de una regeneración y purificación, el Reino de María será un acto de gran reconciliación y de clemencia de la Virgen, quien colmará al mundo de dones. 

El reino de María no es un reino aparte al de su Hijo. Es el mismo reino. Donde Jesús reina, María Su Madre reina también. Se trata de dos corazones eternamente unidos en el amor divino. 


Dios ha dispuesto que así fuese. María, lejos de usurpar el reinado de su Hijo, lo propicia. Ella es la más sumisa, la más fiel en el reino y por eso también la más exaltada.


¿Cómo será el reino de María?


San Luis María Grignion de Montfort explica en:

2.jpg- "El Secreto de Maríaque la santificación del alma sólo puede obtenerse por una gracia abundante, y para ello, por medio de la Santísima Virgen, Mediadora de la gracia.

-"El Tratado de la Verdadera Devoción" que el reino de Jesucristo sólo puede lograrse por el reino de María, es decir, por la práctica universalizada de una perfectísima devoción a la Santísima Virgen.

La tesis dogmática y profética de San Luis María Grignion de Montfort dice que "Si el reino de Cristo comenzó en el mundo por María, sólo por María llegará a ser real y llegará a su plenitud."

El reino de Cristo, por el reino de María 


Ut adveniant regnum Christi, adveniant regnum Mariae, 
(para que venga a nosotros el reino de Cristo, 
que venga el reino de María)
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Si el reino de Satanás comenzó con un árbol (del conocimiento), un hombre (Adán) y una mujer (Eva), el reino de Cristo triunfará sobre el de Satanás de la misma manera que se instauró el del demonio: por un árbol (la cruz), por el Nuevo Adán (Jesucristo), por la Nueva Eva (María).

María siempre prepara el camino a Su Hijo. La Virgen Santísima da a luz a Cristo en los corazones de todos sus hijos.

"Por la Santísima Virgen Jesucristo ha venido al mundo, y también por Ella debe reinar en él." 

"Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del reino de la Santísima Virgen, que lo dio a luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda."

El reino de María, por la Consagración a Ella

El reinado temporal de María será un tiempo feliz,  una nueva era histórica en la que la gracia habitará en el corazón de la mayoría de los hombres, que serán dóciles a la acción del Espíritu Santo a través de la devoción a María.  
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Será el "tiempo de María", una representación de sus excelsas cualidades: un reino de humildad, de amor a Dios, de amor al prójimo, de fe, de esperanza, de pureza, de pobreza, de obediencia, de paciencia y de oración.

Junto al paulatino crecimiento de la devoción mariana, las continuas apariciones de la Santísima Virgen en los últimos siglos, se han convertido en una auténtica "sacudida espiritual" para el mundo. La Virgen nos avisa y nos prepara para la llegada de su hijo Jesucristo

Nunca antes, Nuestra Señora había ejercido, en tan poco tiempo, una influencia tan grande en la vida de los cristianos. 

Prueba de ello es que el 31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII consagró oficialmente la Iglesia y el género humano a la Santísima Virgen, a su Corazón Inmaculado.

"María casi no ha aparecido en el primer advenimiento de Jesucristo… Pero, en el segundo advenimiento de Jesucristo, María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo."

"Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maes­tra de sus manos, en estos últimos tiempos."

"Dios quiere que su santa Madre sea al presente más conocida, más amada, más honrada que nunca. "

"Brillará como jamás brilló, en misericordia, fuerza y gracia, lo que sucederá, sin duda, si los predestinados entran, con la luz y gracia del Espíritu Santo, en la práctica interior y perfecta que yo les descubriré en lo que sigue… "

"La Santísima Virgen tendrá más hijos, servidores y esclavos de amor que nunca, y que por este medio Jesucristo, mi querido Dueño, reinará en los corazones más que nunca."

"Se consagrarán enteramente a su servicio como sus súbditos y esclavos de amor…, y se entregarán a Ella con cuerpo y alma, sin reparto, para ser igualmente de Jesucristo".

El reino de María, por los apóstoles de los últimos tiempos 

San Bernardino de Siena dice: "Todos los dones, virtudes y gracias del Espíritu Santo son distribuidos por las manos de María a quien Ella quiere, cuando quiere, como quiere y cuanto quiere".

Para ello, dice San Luis que, en los últimos tiempos, el Altísimo y su Santa Madre, suscitarán un ejército de hombres y mujeres santos, de una santidad tal, que sobrepujarán a la mayor parte de los santos, como los cedros del Líbano aventajan a los pequeños árboles a su alrededor. 

100 ANIVERSARIOEstos "hijos de la luz", con sus palabras y con su ejemplo, llevarán a todo el mundo a la verdadera devoción y esto les habrá de atraer muchos enemigos, pero también victorias innumerables y gloria para el único Dios. 

Estos "apóstoles de los últimos tiempos" que, además de compartir su reino (sus cualidades), llenos del Espíritu Santo, serán instrumentos de la llegada del reino de Cristo.

"El reino de María será, en gran parte, realizado por 'los apóstoles de los últimos tiempos', los cuales, por la perfecta Devoción a la Santísima Virgen, realizarán su misión grandiosa."

Serán ellos como flechas agudas en las manos de María, purificados en el fuego de las grandes tribulaciones. Para los pobres y pequeños tendrán el buen olor de Jesucristo. Y para los orgullosos del mundo, un repugnante olor de muerte. Serán nubes atronadoras, sin apego a cosa alguna

El Señor de las virtudes les dará la palabra y la fuerza para hacer maravillas y alcanzar victorias gloriosas sobre sus enemigos. Dormirán sin oro ni plata y, lo que es mejor, sin preocupaciones. 

Tendrán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; en sus hombros ostentarán el estandarte ensangrentado de la Cruz; a la derecha, el crucifijo, a la izquierda, el rosario, en el corazón los nombres sagrados de Jesús y María.

En esa época, las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire. Y María reinará efectivamente en los corazones y en el mundo".

"Por fin, mi Inmaculado corazón triunfará"

jueves, 15 de marzo de 2018

MARÍA, VIRGEN Y MADRE DOLOROSA

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"y a ti una espada te atravesará el corazón".
(Lucas 2, 35)

¡Cuánto admiramos a María, la Santísima Virgen!...Por haber sufrido como sufrió, por haber amado como amó, por haberse humillado como se humilló, por haber sido como fue. ¡Qué Madre más maravillosa tenemos! 

El pecado entró en el mundo por Eva, instalándose en el hombre el dolor y convirtiéndose en compañero inseparable de nuestro peregrinar por esta vida terrena. Tarde o temprano aparece en nuestro camino y entra en nuestra vida sin pedirnos permiso. 

La vida de la Santísima Virgen estuvo profundamente marcada por el dolor. Dios siempre permite el sufrimiento para probar y acrecentar nuestra fe. Y también lo hizo con su criatura más perfecta, María. Y la probó como a pocos. María padeció mucho. Pero fue capaz de hacerlo con humildad, entereza y amor. Ella es para nosotros un maravilloso ejemplo también ante el dolor. Sí, Ella es la Virgen dolorosa.

Repasando los padecimientos de la vida de María,  apreciamos detrás de cada sufrimiento, el amor que le permitió vivirlos de la manera que lo hizo:

1. La profecía de Simeón (Lucas 2,22-35)

Simeón no le profetizó a María alegrías y consuelos por ser la Madre de Dios, sino todo lo contrario: "...y a ti una espada te atravesará el corazón". (Lucas 2, 34-35). 

Resultado de imagen de y a ti una espada te atravesará el corazón"A pesar de ello, María asumió la seriedad de esa profecía pero, al contrario que nosotros, que nos asalta la preocupación cuando se nos pronostica algo terrible, una enfermedad, o la muerte cercana... La Virgen Dolorosa lo aceptó con toda su gran humildad, aunque ello no significa que no sufriera.

En su inmaculado corazón no hubo lugar para la desconfianza, el desasosiego o la desesperación; en lo profundo de su alma seguía reinando la paz y la confianza en Dios; en su interior seguía resonando con fuerza y seguridad el fiat, lleno de amor, que pronunció en la Anunciación.

Cristo también nos aseguró que nos perseguirían por causa suya; que seríamos objeto de odio por ser sus discípulos; que nos llevarían ante los tribunales; que nos insultarían y despreciarían; que nos darían muerte (Mateo 10,22). Pero no nos dejó solos. Jesús, en la cruz, nos regaló a su Madre: "Hijo, ahí tienes a tu Madre" (Juan 19,26) para que acudiéramos y nos amparáramos en Ella, y en su ejemplo. 

El verdadero cristiano, el buen hijo de María, no se atemoriza ni se desanima ante la cruz. Demuestra su amor acogiendo la voluntad de Dios con decisión y entereza, con amor. Junto a María, con María, como María.

2. La matanza de Herodes y la huida a Egipto (Mateo 2,13-15)

Cuántos sufrimientos y privaciones experimentaron María y José tuvieron que huir al exilio repentinamente de noche, para salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes

Imagen relacionadaMaría debió sufrir mucho al enterarse de la barbarie perpetrada por el rey Herodes. Seguramente, María conocería a muchos de esos pequeños y a sus madres... ¿Cómo no iba a sufrir también por ellos? ¿Qué corazón de Madre no sufriría ante esa monstruosidad? ¿Cómo no le iba a doler a María el asesinato de esos niños inocentes e indefensos? 

María debió sentirse un tanto culpable por lo ocurrido. Y eso agudizaría el dolor en su corazón, donde meditaba todo, y con seguridad, rezaría por ellos y por sus desconsoladas madres. Se uniría al sufrimiento, que no le era ajeno, de los primeros mártires de Cristo.

También nuestro corazón cristiano debe mostrarse sensible al sufrimiento ajeno. Compadecerse, acompañar, consolar y sobre todo, rezar. Un cristiano siempre debe ofrecer compañía, consuelo y, sobre todo, oración para interceder por los que sufren.

3. El Niño perdido en el Templo (Lucas 2,41 -50)

¡Cómo sufre una madre cuando pierde a un hijo! Sufre y se angustia ante la incertidumbre. ¿Dónde estará? ¿cómo estará? ¿le habrá pasado algo? ¿estará en peligro? ¿le habrá atropellado un coche? ¿lo habrán secuestrado? ¿estará llorado desconsolado porque no nos encuentra? ¿y si lo ha atrapado algún pariente de Herodes que lo buscaba para matarlo?

Llena de preocupación y desasosiego, regresó con José a Jerusalén y durante tres largos días buscaron a Jesús. María, la más sensible de la madres, la más responsable, la más cuidadosa... Y resulta que no encuentra a su Hijo. Es motivo más que suficiente para angustiarse terriblemente. Además, su niño no era un hijo cualquiera. A María se le ha extraviado el Mesías. Se le ha perdido Dios... 

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¡Qué tres días y tres noches de angustiosa incertidumbre, de verdadero sufrimiento! ¿Dormiría María esos días? Seguro que no. Desde luego que no. ¿Cómo va a dormir una madre que tiene perdido a su hijo? Lo que sí que hizo fue rezar, y mucho. Y confiar en Dios. Y ofrecer su sufrimiento con amor porque era Dios quien permitía esa situación.

Y cuando le encuentran en el templo tan tranquilo, tan "pancho", Jesús les dice: “¿porqué me buscabais...?” ¡Vaya tela para una madre angustiada! Seguro que sintieron un gran alivio pero, a la vez, la reacción lógica de una madre: “Hijo, mío. ¿Por qué nos has hecho esto?” Sin embargo, según narra el evangelista: “ellos no comprendieron la respuesta que les dio”

Y María, en vez de enfadarse con Jesús, no dijo nada. Meditó y guardó todo en su corazón y lo llevó a la oración. En la intimidad de su alma comenzaba a comprender que su Hijo no iba a poder estar siempre con Ella...que su misión requeriría la inevitable separación...más sufrimiento para su corazón de madre. 

A veces en nuestra vida nos sucede algo parecido: De repente, Cristo desaparece. Le perdemos. Y entonces quizás, nos invade la angustia y el desasosiego. Sí, a veces Dios nos prueba. ¿Qué hacer entonces? Lo mismo que María. Buscarlo sin descanso. Sufrir con paciencia y confianza. Orar. Actuar nuestra fe y amor. Esperar la hora de Dios. Él no falla, volverá a aparecer. Y entonces, volver a mirarlo y a amarlo de nuevo.


5. María se encuentra con Jesús camino al Calvario (IV Estación del Via Crucis)

¡Qué momento tan duro para una madre! ¡Qué silencioso cruce de miradas! ¡Qué intensísimo dolor y amor mutuos! ¡Cuántas veces rememoro esta escena (en la película "La Pasión de Cristo") y no puedo contener las lágrimas! 

Imagen relacionada¡Que fortaleza la de María! ¡Qué templanza! ¡Qué locura de amor la suya! Sabía lo duro que sería seguir de cerca a su amado Hijo camino del calvario (eso hubiera quebrado el ánimo a muchas madres). 

Pero decide hacerlo. Su amor y su fe eran más fuertes que su terrible dolor ante el ignominioso final de Jesús en la tierra. 

Plenamente consciente de que había llegado el momento en el que la espada de dolor le atravesaría su corazón, no se esconde ni se queda en casa, sino que contempla la pasión y muerte de su propio Hijo, de cerca y en pie. María se sintió crucificar con Jesús.

Nuestra vida también es un viacrucis en el que no debemos sufrir sin sentido o con resignación sino buscar esa mirada amorosa y confortante de María, nuestra Madre. 

Ahí estará Ella acompañándonos y dispuesta a consolarnos y a compartir nuestros padecimientos. Mirémosla. “La suave Madre  nos consuela, transforma nuestra tristeza en alegría y nos fortalece para llevar cruces aún más pesadas y amargas”(Luis M. Grignion de Montfort).

6. Jesús muere en la Cruz (Juan 19,17-39)

Terrible episodio. Una madre que ve morir a su Hijo..¡y de qué manera!...cruel e injustamente clavado en la Cruz. ¡Ninguna madre debería ver morir a sus hijos!

María permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella fueron: "Madre, he ahí a tu hijo." Y a nosotros nos dijo en Juan: "Hijo, he ahí a tu Madre."

Imagen relacionadaNo podemos imaginar, ni remotamente, el terrible dolor para su corazón de Madre contemplar, en silencio, la pasión y muerte de su Hijo. Ella, que sabía perfectamente quién era Él, humanamente habría querido arrancar a su Hijo de la manos de sus verdugos...habría preferido ocupar el lugar de su amado Jesús... 

Pero calló, sufrió y obedeció. Esa era la voluntad de Dios. Y con el corazón atravesado, sangrante y desgarrado por esa lanza, de pie ante la cruz, María repitió una vez más, sin palabras, la más pura de las obediencias: “hágase tu voluntad”.

La cima del amor y la del dolor son la misma. Es ahí mismo, donde María brilla y resplandece más que cualquier estrella en el cielo ¡Qué insignificantes son nuestras curces frente a la suya! ¡Qué pequeño es nuestro amor ante el suyo!

7. María recibe el Cuerpo de Jesús (Marcos 15, 42-46)

¡Qué escena tan terriblemente conmovedora! Ahora Su Hijo no estaba perdido. Jesús estaba muerto... en los brazos de su Madre que llora su muerte. El Hijo del Altísimo, el Salvador de Israel, Él que era la Vida... está muerto.

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¡Vaya prueba de fe para María! Su Hijo, el destinatario de todas esas promesas, yace inerte en su regazo. ¡Cualquiera hubiéramos perdido la fe y la esperanza! ¡Cualquiera nos hubiéramos venido abajo! 

Sin embargo, la fe de María no se extinguió. Todo lo contrario. Siguió encendida y luminosa, sosteniendo en sus brazos todo el peso de un Dios vivo y todo el peso de un Dios muerto. 

¡Qué ejemplo de fe! ¡Qué ejemplo de esperanza! ¡Qué ejemplo de amor!

Pidamosle a María Santísima que aumente nuestra fe. Pidamosle que nos regale esa Gracia de amor y esperanza tan elevadas. Pidamosle a nuestra Madre Celestial que nos libre de todo mal. Ella sabe de sufrimiento. Ella sabe de sacrificio y de renuncia. Ella sabe de Amor.

Ni la fe, ni la confianza, ni el amor de María se vinieron abajo ante esa nueva manifestación incomprensible de la voluntad de Dios. Creyendo, confiando y amando, Ella supo esperar la mayor alegría de su vida: recuperar a su Jesús para siempre tras la resurrección.

Aprendamos de María a llenar el vacío de la soledad y del sufrimiento con lo único que puede llenarlo: el amor, la fe y la esperanza de la vida futura.



viernes, 2 de marzo de 2018

LA VIRGEN NOS LLAMA

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Mientras llega el mes de mayo, en el que como cada año, mi mujer yo peregrinamos a Medjugorje, estoy leyendo un libro que se titula "Hipótesis sobre María", en el que su autor, Vittorio Messori, investiga las apariciones marianas más recientes que han obtenido la aprobación de la Iglesia, recopilando sucesos, enigmas, indicios, milagros, mensajes… 

Lo cierto es que la Virgen nos llama y se aparece a sus hijos. Nos llama a la oración y a la conversión. Nos llama para llevarnos hacia su Hijo. Ella, desde el cielo, sufre viendo en qué estado se encuentra el mundo. Sufre y sabe lo que Dios va a hacer.


Las peregrinaciones a los santuarios nacidos como consecuencia de sus apariciones y de su llamada han florecido en plena crisis de secularización. No es casualidad. 

Mientras que en la mayoría de las parroquias disminuye la asistencia de fieles, aumentan las peregrinaciones a Lourdes, Fátima, La Salette, Medjugorje, Garabandal y tantos otros santuarios, donde los peregrinos se cuentan por millones. No es casualidad.

Imagen relacionadaTenemos que dar las gracias a Nuestra Madre, la Virgen María, por la cantidad de conversiones que se producen en estos santuarios marianos (empezando por la mía). No es casualidad.

No podemos negar esta realidad y si lo hacemos, estaremos eludiendo la Gracia divina, pues es evidente que estamos ante uno de los mayores referentes pastorales de la Iglesia Católica, tal y como decía el Cardenal Ratzinger en otro libro de Vittorio Messori“Las apariciones que la Iglesia ha aprobado oficialmente (Lourdes y Fátima) ocupan un lugar preciso en el desarrollo de la vida de la Iglesia en el último siglo. Muestran, entre otras cosas, que la Revelación –aún siendo única, plena y, por consiguiente, insuperable- no es algo muerto; es viva y vital”. 

Imagen relacionadaEs cierto que ninguna aparición es indispensable para la fe, ni tan siquiera las que han sido aprobadas por la Iglesia. Es cierto que la Revelación ha llegado a su plenitud con Jesucristo

Pero, yo me pregunto, ¿quiénes somos nosotros para a negar a Dios la posibilidad de que nos hable a través de personas santas y sencillas, incluso a través de hechos milagrosos? ¿quienes somos nosotros para dictarle al cielo cómo deben ser las cosas? ¿Quiénes somos nosotros para decirle a Dios cómo tiene que hacer las cosas? 

Imagen relacionadaEstoy convencido de que las apariciones marianas son una llamada de Cristo a través de su Madre, una sacudida a nuestra indiferencia, un grito desesperado a la conversión, una confirmación del Evangelio, un afianzamiento de nuestra fe, una advertencia y una esperanza… 

Todo lo que la Iglesia ha dicho y dice sobre María está al servicio de Cristo. Los dogmas marianos no han sido promulgados sólo con el objeto de fomentar la devoción a María, sino porque nos ayudan a salvaguardar la auténtica fe en Cristo. 
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La Mariología es, en realidad, Cristología. De la misma manera en que la Maternidad de María remarca la verdadera humanidad de Jesucristo, así también su Concepción Virginal por obra del Espíritu Santo, nos descubre la divinidad de Jesucristo. 

Imagen relacionadaEs un hecho evidente de que allí donde la devoción mariana ha sido olvidada, con el tiempo se ha terminado por desvanecer la fe en el propio Jesucristo. 

Además de estos argumentos teológicos, la devoción mariana tiene la cualidad de conjugar dos dimensiones distintas pero no contrarias: la razón y el corazón. 

Cuando María no está suficientemente presente, reducimos el mensaje cristiano a una abstracción racional, en la que se hace muy palpable la falta de “la Madre”. Para que la mente del cristiano reflexione con lucidez sin dejarse cegar por falsas ideologías, su corazón debe de estar caldeado por la devoción a María. 

En estos santuarios marianos, la presencia maternal de la Virgen se siente de una manera poderosa y ha hecho de ellos, habituales lugares de oración y conversión. 

Más allá de las sanaciones y de otros hechos milagrosos, el mayor don que allí recibimos de Nuestra Santísima Madre es la fe, la esperanza y la caridad. 

Acudiremos a Ella con devoción, confianza y cariño, sabiendo que seguiremos aprendiendo de María a poner nuestra esperanza en el Señor y a servir a nuestro prójimo con su misma ternura maternal. 

¡¡¡Que venga pronto "su mes"!!!


domingo, 25 de febrero de 2018

EL SECRETO DE MARÍA PARA SER SANTOS

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“Feliz, una y mil veces en esta vida, 
aquel a quien el Espíritu Santo 
descubre el secreto de María para que lo conozca”.

Dios quiso que María tuviera un papel fundamental en la historia de la salvación: unió cielo y tierra por medio de María. 

Resultado de imagen de la escalera de jacobMaría es la escalera de Jacob, que nos consuela cuando estamos tristes y cansados. Por Ella, los ángeles suben y bajan; por Ella nos alcanzan las gracias que necesitamos; por Ella, subimos al cielo. 

María es el camino que va desde el Padre a la humanidad como Madre de Jesucristo (Gálatas 4,4) y al mismo tiempo, es el camino que tienen que recorrer los hombres para ir al Padre, por medio de su Hijo (Efesios 2,18).

La Iglesia nos enseña que María está presente y al servicio de la única mediación de Cristo: "La misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres (...) nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo (Lumen gentium, 60). 

La colaboración de María en el plan salvífico de Dios está basada y orientada hacia un encuentro íntimo y profundo con su Hijo, Jesucristo. 

María, en realidad, no quiere atraer la atención sobre su persona. Vivió en la tierra con la mirada puesta en Jesús y en el Padre celeste. Su deseo más fuerte fue (y es) que pongamos nuestra mirada de fe y de esperanza en el Salvador que el Padre nos envió. 


María alienta a la Iglesia y a los creyentes a cumplir siempre la voluntad del Padre, igual que Ella misma hace. Y así, sus palabras en Caná: "Haced lo que él os diga" (Juan, 2, 5), coinciden con las del Padre en el monte Tabor: "Este es mi hijo predilecto... Escuchadlo" (Mateo 17, 5). 

Resultado de imagen de san luis maria de montfortNuestra santidad pasa por hacer todo lo que Dios nos diga. Aquí está el valor de la vida de María: el cumplimiento de la voluntad divina. 

San Luis María Grignion de Montfort, en su carta espiritual, El Secreto de María (1712) nos explica la importancia de María en el plan salvífico de Dios y porqué María es la solución definitiva para todos los cristianos

María, el medio más sencillo, más seguro y más perfecto 

Dios nos llama a la santidad a todos los cristianos; nos ha creado para ser perfectos (Mateo 5, 48). Por ello, todos nuestros pensamientos, palabras y acciones, sufrimientos y todas las aspiraciones de nuestra vida deben orientarse a alcanzar la santidad. 

El Evangelio nos muestra los medios de salvación y santificación, la Iglesia nos los explica y los santos los llevan a la práctica: humildad de corazón, oración continua, mortificación universal, abandono a la Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.


Sin embargo, para ponerlos en práctica, necesitamos de la gracia y la ayuda divina. Y precisamente porque Dios nos creo para ser santos, nos concede a todos su Gracia, pero no lo hace en la misma medida ni a todos por igual: "Pero tenemos carismas diferentes, según lo que Dios ha querido dar a cada uno" (Romanos 12, 6), pero sí a cada uno lo suficiente.

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Para obtener la Gracia, necesitamos encontrar a María, Madre de la divina gracia. 

María es el medio más sencillo, el camino más seguro y el modo más perfecto para llegar a Dios y a la perfección. Y lo es porque:

Encontró gracia ante Dios
Sólo María encontró gracia delante de Dios (Lucas 1, 30), tanto para sí misma como para toda la humanidad. 

Es Madre de la gracia
María concibió y dio vida humana a Jesucristo, autor de toda gracia. Por esto se la llama la Madre de la gracia. 

Es llena de gracia
Dios Padre, fuente única de todo don perfecto (Santiago 1,17) y de toda gracia, al darle su propio Hijo, le entregó a María todas las gracias.

Es la dispensadora de la gracia
Dios la escogió como tesorera, administradora y distribuidora de todas sus gracias. Con la colaboración de María, Dios comunica su vida y sus dones a los hombres. Y, según el poder que Ella ha recibido de Dios, reparte a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere de las gracias del Padre, de las virtudes del Hijo y de los dones del Espíritu Santo.

Es Madre de los hijos de Dios
De la misma forma que en el orden natural, todo niño debe tener un padre y una madre, en el orden de la gracia, todo verdadero hijo de la Iglesia debe tener a Dios por Padre y a María por Madre. 

Es Madre de los miembros de Cristo

María ha formado a Jesucristo, Cabeza de los predestinados y por tanto, debe formar también a los miembros de ésta, los verdaderos cristianos. 

Porque una madre no da a luz a la cabeza sin los miembros, ni a los miembros sin la cabeza. Por eso, quien quiera ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad (Juan 1,14), debe dejarse formar en María por la gracia de Jesucristo. 

Es colaboradora del Espíritu Santo
El Espíritu Santo se desposó con María, y en Ella, por Ella y de Ella produjo su obra maestra que es Jesucristo. Y dado que no la ha repudiado jamás, continúa produciendo todos los días a los predestinados en Ella y por Ella, de manera real, aunque misteriosa.

Nos lleva a la madurez en Jesucristo
María ha recibido de Dios un dominio especial sobre los predestinados para alimentarlos y hacerlos crecer en Jesucristo. 

De modo que, así como un niño recibe todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo los predestinados sacan todo su alimento y fuerza espirituales de María.

Habita en los verdaderos cristianos
Dios Padre ha dicho a María: "Hija mía, pon tu tienda en Jacob", es decir, "pon tu morada en mis predestinados", prefigurados en Jacob. 

Dios Hijo ha dicho a María: "Madre querida, entra en la heredad de Israel", es decir, "en mis elegidos." 

Dios Espíritu Santo ha dicho a María: "Echa raíces, ¡fiel Esposa mía!, en el pueblo glorioso", es decir, "en mis escogidos." 

Por tanto, María habita en todos los elegidos y está presente en sus corazones, y siempre que se lo permitan echará en ellos las raíces de una profunda humildad, de una caridad ardiente y de todas las virtudes.

Es el molde viviente de Dios

San Agustín llama a María "molde viviente de Dios". Y, en efecto, lo es, porque sólo en Ella se formó Dios como hombre perfecto, y sólo en Ella se transforma el hombre perfectamente en Dios por la gracia de Jesucristo, en cuanto lo permite la naturaleza humana. 

Un escultor puede hacer una obra perfecta gracias a su habilidad, fuerza, conocimientos, la perfección de sus herramientas y trabajando sobre una materia dura y sin forma. O, utilizando un molde. 

La primera manera es larga, difícil y expuesta a muchos riesgos: basta un golpe desafortunado del cincel para echarlo todo a perder. La segunda, en cambio, es rápida, sencilla, suave, más barata y menos fatigosa, siempre que el molde sea perfecto, represente con exactitud la figura a reproducir y que la materia utilizada sea maleable y no oponga resistencia a su manejo.

María es el molde maravilloso de Dios, hecho por el Espíritu Santo para formar a la perfección a un Hombre-Dios por la encarnación y para hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina, mediante la gracia. 

María es el molde en el cual no falta ni un solo rasgo de la divinidad y quien se "amolde" a Ella y se deje esculpir, recibirá todos los rasgos de Jesucristo suavemente y proporcionado a nuestra debilidad, sin grandes trabajos ni angustias, de manera segura, sin peligro de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada donde esté María; de manera santa e inmaculada, sin rastro alguno de pecado.

Es el paraíso de Dios
No existe criatura alguna (incluidos los ángeles y santos), en donde Dios manifiesta su gloria con tanta perfección como en María. Ella es el paraíso de Dios, su mundo inefable, donde el Hijo de Dios ha entrado para realizar obras portentosas, guardarlo y complacerse en él.

Dios creó un paraíso:
-para el hombre peregrino: la tierra.
-para el hombre glorificado: el cielo.
-para sí mismo: María.

Sabemos que Dios está en todas partes, pero en ningún sitio se le puede encontrar tan cercano y al alcance de la debilidad humana como en María, pues para esto bajó a Ella. 

Nos une a Dios
María se halla totalmente orientada hacia Dios y cuanto más nos acercamos a Ella, más íntimamente nos une a El. 

Cuando encontramos a María, encontramos a Jesús, y por Jesús al Padre. Entonces, encontramos todos los bienes, toda la gracia y amistad de Dios, la plena seguridad contra los enemigos de Dios, la verdad completa para combatir el error, la facilidad absoluta y la victoria definitiva en las dificultades, la dulzura y el gozo colmados en las amarguras de la vida.

Es consuelo en el sufrimiento
Encontrar a María no quiere decir, vivir exento de cruces y sufrimientos. ¡Al contrario! Sufriremos más que los demás porque María, hace partícipes a sus hijos, de la cruz de Jesucristo.

Ella nos reparte grandes cruces y, a la vez, nos comunica también la gracia de cargarlas con paciencia y hasta con alegría. Endulza las cruces que da a los suyos y las convierte (por decirlo así) en golosinas o dulces cruces. Nos anima a cargar con más y mayores cruces, ayudándonos con más y mayores gracias.

El secreto de la santidad pasa por la verdadera devoción a María


El secreto consiste, pues, en encontrar de verdad a la excelsa y santísima María para hallar la abundancia de todas las gracias. 

Dios, dueño absoluto de todo, puede comunicar directa y extraordinariamente lo que de ordinario, sólo concede por medio de María. Según Santo Tomás, en el orden de la gracia, Dios no se comunica de ordinario a los hombres sino por medio de María.

Para llegar hasta Dios y unirse con Él, es indispensable acudir a la misma persona escogida por Él para descender hasta nosotros, para hacerse hombre y comunicarnos sus gracias. Esto se realiza mediante una auténtica devoción a la Santísima Virgen.

El secreto es la sencillez, seguridad y eficacia de María como el camino más perfecto para llegar a Dios. 

El secreto para llegar al conocimiento y al amor del Padre es seguir el camino de entrega total por María. Por María vino el Hijo de Dios al mundo, para que todos tengamos vida y la tengamos en plenitud, y por María, el Espíritu Santo nos forma, como formó a Jesús, hasta la madurez y perfección de hijos de Dios. 

El secreto es la consagración total a Jesucristo por María, es decir, una "entrega incondicional", una "esclavitud de amor", una "servidumbre de voluntad", un "compromiso total", que nos lleva a hacerlo todo “con María, por María, en María y para María".

Te animo a que hagas como yo: optar al privilegio de ser esclavo de amor, consagrándose a María y, así, llegar a Jesús y por Él a la santidad junto a Dios. Mientras, en el camino recibirás el amor de María junto con sus innumerables gracias. 

¿A qué esperas?