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Mientras llega el mes de mayo, en el que como cada año, mi mujer yo peregrinamos a Medjugorje, estoy leyendo un libro que se titula "Hipótesis sobre María", en el que su autor, Vittorio Messori, investiga las apariciones marianas más recientes que han obtenido la aprobación de la Iglesia, recopilando sucesos, enigmas, indicios, milagros, mensajes…
Lo cierto es que la Virgen nos llama y se aparece a sus hijos. Nos llama a la oración y a la conversión. Nos llama para llevarnos hacia su Hijo. Ella, desde el cielo, sufre viendo en qué estado se encuentra el mundo. Sufre y sabe lo que Dios va a hacer.
Las peregrinaciones a los santuarios nacidos como consecuencia de sus apariciones y de su llamada han florecido en plena crisis de secularización. No es casualidad.
Mientras que en la mayoría de las parroquias disminuye la asistencia de fieles, aumentan las peregrinaciones a Lourdes, Fátima, La Salette, Medjugorje, Garabandal y tantos otros santuarios, donde los peregrinos se cuentan por millones. No es casualidad.
Las peregrinaciones a los santuarios nacidos como consecuencia de sus apariciones y de su llamada han florecido en plena crisis de secularización. No es casualidad.
Mientras que en la mayoría de las parroquias disminuye la asistencia de fieles, aumentan las peregrinaciones a Lourdes, Fátima, La Salette, Medjugorje, Garabandal y tantos otros santuarios, donde los peregrinos se cuentan por millones. No es casualidad.
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No podemos negar esta realidad y si lo hacemos, estaremos eludiendo la Gracia divina, pues es evidente que estamos ante uno de los mayores referentes pastorales de la Iglesia Católica, tal y como decía el Cardenal Ratzinger en otro libro de Vittorio Messori: “Las apariciones que la Iglesia ha aprobado oficialmente (Lourdes y Fátima) ocupan un lugar preciso en el desarrollo de la vida de la Iglesia en el último siglo. Muestran, entre otras cosas, que la Revelación –aún siendo única, plena y, por consiguiente, insuperable- no es algo muerto; es viva y vital”.
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Pero, yo me pregunto, ¿quiénes somos nosotros para a negar a Dios la posibilidad de que nos hable a través de personas santas y sencillas, incluso a través de hechos milagrosos? ¿quienes somos nosotros para dictarle al cielo cómo deben ser las cosas? ¿Quiénes somos nosotros para decirle a Dios cómo tiene que hacer las cosas?
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Todo lo que la Iglesia ha dicho y dice sobre María está al servicio de Cristo. Los dogmas marianos no han sido promulgados sólo con el objeto de fomentar la devoción a María, sino porque nos ayudan a salvaguardar la auténtica fe en Cristo.
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La Mariología es, en realidad, Cristología. De la misma manera en que la Maternidad de María remarca la verdadera humanidad de Jesucristo, así también su Concepción Virginal por obra del Espíritu Santo, nos descubre la divinidad de Jesucristo.
Además de estos argumentos teológicos, la devoción mariana tiene la cualidad de conjugar dos dimensiones distintas pero no contrarias: la razón y el corazón.
Cuando María no está suficientemente presente, reducimos el mensaje cristiano a una abstracción racional, en la que se hace muy palpable la falta de “la Madre”. Para que la mente del cristiano reflexione con lucidez sin dejarse cegar por falsas ideologías, su corazón debe de estar caldeado por la devoción a María.
Cuando María no está suficientemente presente, reducimos el mensaje cristiano a una abstracción racional, en la que se hace muy palpable la falta de “la Madre”. Para que la mente del cristiano reflexione con lucidez sin dejarse cegar por falsas ideologías, su corazón debe de estar caldeado por la devoción a María.
En estos santuarios marianos, la presencia maternal de la Virgen se siente de una manera poderosa y ha hecho de ellos, habituales lugares de oración y conversión.
Más allá de las sanaciones y de otros hechos milagrosos, el mayor don que allí recibimos de Nuestra Santísima Madre es la fe, la esperanza y la caridad.
Más allá de las sanaciones y de otros hechos milagrosos, el mayor don que allí recibimos de Nuestra Santísima Madre es la fe, la esperanza y la caridad.
Acudiremos a Ella con devoción, confianza y cariño, sabiendo que seguiremos aprendiendo de María a poner nuestra esperanza en el Señor y a servir a nuestro prójimo con su misma ternura maternal.
¡¡¡Que venga pronto "su mes"!!!
¡¡¡Que venga pronto "su mes"!!!
que venga pronto su Reino!!!
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