¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta Santísima Virgen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Santísima Virgen. Mostrar todas las entradas

sábado, 13 de octubre de 2018

EL ROSARIO: ¿POR QUÉ ORAR A MARÍA?

Resultado de imagen de el rosario
Cuántas veces hemos escuchado: "A mí, el Rosario me cuesta mucho rezarlo... es una oración repetitiva y monótona... es de personas mayores... es un rollo", ¿verdad?. A mí también me pasaba y pensaba lo mismo.

La verdad es que hay muchas cosas en la vida que nos cuestan, que nos parecen un rollo: hacer las tareas de la casa, ir a visitar a un enfermo al hospital, acudir a un funeral, escuchar, acoger y acompañar a un hermano en la fe... 

Y es que no todo lo que hacemos en la vida es divertido pero, desde los ojos de nuestra fe, todo lo que hacemos es por amorPor amor, y por que todo lo que tiene valor y merece la pena, requiere de esfuerzo y perseverancia. Es algo que los cristianos tenemos muy presente en nuestras vidas.

Con el Santo Rosario, con el Credo o con el Padrenuestro pasa lo mismo. No se trata de centrarnos en si nos gusta o no, si nos divierte o nos aburre...Como todo en la vida, si lo hacemos por obligación, no disfrutaremos nunca. Si lo hacemos por amor, la cosa cambia, y mucho:

Si miramos el Rosario como una conversación de amor y cariño a la Virgen, nuestra percepción general cambiará radicalmente. 

Si contemplamos cada misterio como si estuviéramos allí mismo, experimentaremos sensaciones para nada aburridas y seremos partícipes protagonistas de la Pasión de nuestro Señor. 

Si rezamos cada Padrenuestro o Gloria con fe y confianza, comprobaremos cómo nuestra mente y corazón se transformarán ante la escucha atenta y el cumplimiento en nuestra vida de la Palabra. 

Si rezamos cada Ave María como una declaración de amor a una Madre, encontraremos amparo, paz y sosiego en nuestro corazón. 

La Virgen nos conduce siempre a su Hijo

Hablando Jesús a la multitud como en tantas ocasiones, una mujer entre el gentío alzó la voz y gritó: "Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. " (Lucas 11,27).

Sin duda, las palabras de alabanza, devoción y admiración de esa mujer producirían en Jesús un sentimiento de emoción, agradecimiento, orgullo y amor por su Madre. Aquel día comenzó a cumplirse el Magnificat: ...me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Una mujer, con la frescura del pueblo, había comenzado lo que muchos continuaríamos hasta el fin de los tiempos.

Sin embargo, Jesús, recogiendo la alabanza de esa mujer, hace aún más profundo el elogio a su Madre: "Bienaventurados más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan(Lucas 11, 28). Con sus palabras, Cristo enaltece aún más a su propia Madre quien escuchó, guardó y cumplió la voluntad de Dios como ninguna otra criatura de la tierra.

María es bienaventurada, desde luego, por haber llevado en su Purísimo seno al Hijo de Dios, por haberlo alimentado y cuidado con su Inmaculado corazón, pero lo es aún más, por haber acogido la Palabra de Dios con extrema fidelidad y confianza

Las palabras de Jesús nos muestran la forma más perfecta de alabar y de honrar al Hijo de Dios: venerar y enaltecer a su Madre. Eso es lo que hacemos cuando rezamos el Rosario: venerando a la Virgen, alabamos y honramos a Jesucristo. 

Nuestra Señora y Reina es el camino más corto y sencillo, el medio más directo y perfecto, establecido por el propio Dios, para que la humanidad llegue a Jesús, y con Él al Padre, a través de las gracias del Espíritu Santo. Así fue desde la Encarnación, pasando por la Vida pública, la Pasión, la Cruz y la Resurrección, hasta la Coronación.

Rezar el Rosario no es dejar de lado a Cristo para dar importancia a María. Todo lo contrario: El Rosario une siempre a María con Jesús

La Virgen María nos conduce a su divino Hijo, y Él escucha siempre las súplicas que se le dirigimos a su Madre. Honrando a María, como hijos suyos y esclavos de amor, imitaremos a Cristo y seremos semejantes a Él. 

Mientras Santa María es mencionada y venerada en el Rosario, la Virgen atrae a los creyentes hacia su Hijo, su pasión y su sacrificio, y desde Él, hacia el amor del Padre.

El Santo Rosario, la oración preferida de la Virgen

Con el rezo del Rosario, todos los cristianos, todos los hijos de la luz, nos unimos a ese gran ejército de María, que honra y venera a nuestra Reina y Madre a lo largo de los siglos.

El Rosario es nuestro clamor incesante al contemplar y meditar, de la mano de la Virgen Santísima, las principales escenas de la vida de Jesús y de María, a través de  los misterios de gozo, dolor, luz y gloria: 
  • Con los misterios gozosos, desde la Encarnación hasta su Pérdida y Hallazgo en el templo, aprendemos a hacernos pobres y pequeños como se hizo Jesús. El dejó su trono junto al Padre y se hizo ¡un niño!, por nosotros, se hizo un servidor para nosotros. Además, nos impulsarán a servir al prójimo con humildad y alegría. 
  • Con los misterios dolorosos, desde la Oración en el huerto hasta la Crucifixión y Muerte, aprendemos a aceptar con docilidad y amor las pruebas y los sufrimientos de esta vida, como Cristo en su Pasión.
  • Con los misterios luminosos, desde el Bautismo hasta la instauración de la Eucaristía, aprendemos y meditamos la vida pública de Jesús, y así, alcanzamos luz y guía para convertirnos en seguidores y discípulos suyos.
  • Con los misterios gloriosos, desde la Resurrección de Cristo hasta la Coronación de María en el Cielo, somos partícipes de la unión de la tierra y el cielo, alcanzamos la felicidad y la alegría máximas en esta tierra., mientras esperamos la vida eterna.

El Rosario es la oración preferida de Nuestra Señora, una plegaria que llega siempre a su Corazón de Madre, que nos regala incontables y numerosas gracias. 

El Rosario es una recomendación de nuestra Madre, la Virgen María, quien hace 101 años, en Fátima, nos dijo: "Rezad el Santo Rosario a diario".

El Rosario es un saludo que hacemos a Santa María, uniéndonos al del Arcángel y al de Santa Isabel. Un saludo que se dice pero que también se piensa y se medita.

El Rosario es un ramo de rosas que regalamos a la Virgen porque la amamos profundamente. Una corona de flores con la que entronizamos a la Virgen como Reina de cielos y tierra.
Imagen relacionada
El Rosario es un "Te quiero" que repetimos incesable e incansablemente a Nuestra Madre María y a Nuestro Señor Jesucristo, y que, cada vez que se lo decimos, adopta un nuevo enfoque y una tonalidad diferente.

El Rosario es una "Ópera" que recitamos mientras la música de Cristo resuena en nuestros corazones y llena el escenario de nuestras vidas. Un aria con las que obtenemos las gracias necesarias para nuestra salvación.

El Rosario es un coloquio confidencial con María, una conversación llena de confianza y abandono donde le exponemos nuestras penas, nuestros anhelos, nuestras esperanzas y donde le abrimos nuestro corazón. 

El Rosario es una declaración de amor, compromiso y fidelidad, con la que nos ponemos a su disposición para todo aquello que la Virgen, en nombre de su Hijo, Jesucristo, nos pida. 

El Rosario es un camino hacia la Paz, la Verdad y la Vida a disposición de todos los hombres, por el que María nos conforta en nuestras necesidades, nos protege del Mal y nos ayuda a vencer las tentaciones.

El Rosario es una escalera hacia el cielo que subimos junto a Nuestra Madre, escalón a escalón, parándonos en cada rellano y meditando la Palabra en nuestro corazón. Un camino hacia la Paz y el Amor.

El Rosario es una llamada al amparo, protección y salvaguarda de Nuestra Madre que, por su maternal e incondicional amor nunca desoye las súplicas que le dirigimos sus hijos amados.

Frutos de la devoción a Santa María

Según el Concilio Vaticano II, "la devoción al Santo Rosario y a la Virgen María no es de ninguna manera un sentimiento estéril, monótono y pasajero, o vana credulidad, propio de personas mayores o de escasa formación. Por el contrario,  procede de la verdadera fe, por la que somos inclinados a reconocer la preeminencia de la Madre de Dios y somos impulsados a un amor filiar hacia Nuestra Señora y a la imitación de sus virtudes"

El rezo del Rosario, la devoción y el amor a la Virgen nos impulsa a imitarla y, por tanto, a escuchar la Palabra de Dios y meditarla en el corazón.

Nos mueve a rechazar todo pecado, hasta el más venial, nos anima a luchar contra todos los males, propios o ajenos, nos da el remedio para combatir las tentaciones del orgullo, la carne y el demonio.

Al contemplar su docilidad a la acción del Espíritu Santo en su alma, nos estimula a cumplir la voluntad de Dios en todo tiempo, con alegría y sin tibieza, incluso cuando nos cuesta. 

La visita a un santuario mariano, las romerías o las misiones marianas nos llenan de fe, esperanza y caridad el alma y , con ellas, nos brindan las fuerzas necesarias para alcanzar nuestra santidad.


sábado, 21 de abril de 2018

LAS DOS BANDERAS: HORA DE ELEGIR


Resultado de imagen de caballeros templarios
"Nadie puede servir a dos amos, 
porque odiará a uno y amará al otro, 
o se apegará a uno y despreciará al otro." 
(Lucas 16,13)

El Evangelio nos implica en una guerra espiritual, una lucha contra el mal (Satanás), contra nosotros mismos (Carne) y contra lo que nos rodea (Mundo). 

Una lucha espiritual que sólo es visible en su dimensión sobrenatural, pero es absolutamente real. Es una imagen que muchos prefieren obviar y rechazar. Sin embargo, los cristianos debemos estar firmes, vigilantes y adecuadamente preparados para esta batalla tan real. 

El apóstol San Pablo nos habla de ella: "Porque nuestra lucha no es contra gente de carne y hueso, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal, que moran en los espacios celestes."(Efesios 6,12). 

San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, también nos presenta el mundo como un gran campo de batalla donde se enfrentan dos ejércitos, dos banderas… 

Una batalla espiritual que nos incumbe y compete a todos...el cristiano no puede permanecer indiferente ante esta lucha…no puede ser neutral... debe saber escoger cuál es su lugar… en qué ejército luchará... bajo qué bandera combatirá… la de Cristo o la de Satanás…

El desafío

El Hombre se haya ante un desafío en el que probar su valía y demostrar su compromiso a un propósito superior, en lugar de a su propia comodidad.
Y así lo hacen los "Hijos de la Luz", no a pesar de ser difícil, sino exactamente porque es difícil... porque confían plenamente en las promesas de su Señor. 

Hombres llamados a "alabar, reverenciar y servir a Dios y así alcanzar la santidad y la salvación de su alma" .

Hombres consagrados a la Santísima Virgen María, que jamás caen en el desánimo, que no se dejan vencer por la dificultad, ni por el miedo ni el dolor, pues su Señora está con ellos. 

Hombres inasequibles al desaliento que anuncian a Cristo Rey, y con su ejemplo, atraen a otros a Dios: son los "Apóstoles de los últimos tiempos".

El campo de batalla

Es noche cerrada...no hay luna...todo es oscuridad y tinieblas... 

Desde lo alto de una ladera, se divisa un valle en el que hay dos ejércitos formados, uno frente al otro… cada uno tiene su bandera, sus seguidores, sus armas, sus estrategias… 

Suenan los tambores de guerra...el ambiente está tan cargado que corta la respiración...
Una bandera blanca


Un ejercito fatigado y penitente espera en calma... en silencio… en oración...

Su Capitán, Jesucristo, expresa y contagia paz, felicidad y amor a todos sus hombres … 

Su bandera, blanca e inmaculada, es la de la humildad y la mansedumbre… 

Su arenga es: ¡Viva Jesús, muera el pecado!... 
Sus seguidores, desapegados de las riquezas, los honores y los placeres del mundo, aman la pobreza, la humildad y la obediencia… 

Sus armas son la confianza y la valentía... 

Sus promesas: Breve penar, eterno gozar… 

Su propósito: Vida plena, muerte buena… felicidad eterna en el cielo, viendo, amando y alabando a Dios…

Un bandera negra

El otro ejército está agitado y en movimiento… hay tumulto... griterío… confusión… sus hombres cabalgan indisciplinados y desordenados… todos quieren mandar y ninguno quiere obedecer ni dejarse dirigir…
Desde su campamento, emerge una gran columna de fuego que parece querer tocar el cielo.

Su bandera negra es la de la rebelión y el odio contra Dios...poderosa para convencer y obligar a todos... 
Su arenga: ¡Viva el pecado, muera Jesús!… 

Sus secuaces, apegados a las conductas desordenadas, los honores, las riquezas, los placeres, las comodidades que los arrastran a la perdición eterna... 

Sus armas: la burla y el escarnio... 

Sus promesas: Breve gozar, eterno penar… 

Su propósito: Vida amarga, muerte pésima, fuego eterno en el infierno, sufriendo y lamentándose, sin Dios…

De entre sus huestes, surge una figura oscura y abominable, de aspecto horrible y terrible, más grande e imponente que el resto, a quienes tiene encadenados: un gran Dragón que, alzándose sobre ellas y con una mirada fulminante, les grita y les ordena callar… 
Sus hordas, obedeciendo más por temor que por devoción, se organizan por grupos: por un lado, la soberbia, disfrazada de dignidad… por otro, la lujuria, disfrazada de libertad… más allá, la envidia, disfrazada de prosperidad… en otro, la avaricia, disfrazada de igualdad… en otro, la pereza, disfrazada de comodidad… también, la gula, disfrazada de necesidad… y por último, la ira, disfrazada de justicia… 

La mirada del Dragón es fría y penetrante... sus ojos negros y brillantes, están llenos de maldad y odio indescriptibles…su aliento hiela los huesos…  “Es Satanás", dice una voz a mi lado, “pero no te preocupes, no podrá tocarte mientras estés conmigo”… miro y veo a Jesús, junto a mí… y por primera vez me doy cuenta que no estoy solo…
Satanás se dirige hacia el otro ejército… “Aprovecha la oscuridad de la noche y el cansancio de la espera para tentar a mis guerreros”, dice Jesús… Se acerca a los guerreros de Cristo...uno por uno…escucho lo que les susurra al oído… las ilusiones que vende a sus corazones… a cada uno le embauca, según su debilidad...y a todos los que se sientes atraídos, los encadena... los esclaviza...

Muchos permanecen firmes y fieles al Señor… pero algunos (incluso, consagrados al Corazón de Jesús a través de María) se dejan seducir por las palabras del Padre de la Mentira: fama… dinero… pasiones… poder… son las tentaciones que les hacen alejarse de la luz y perderse en las tinieblas...

Satanás esboza lo que parece una sonrisa en sus labios y nos mira a Jesús y a mí…“No es una sonrisa”, dice Jesús, “ese es incapaz de sonreír o de sentir alegría o de cualquier sentimiento bueno y digno… al contrario, su sonrisa es una mueca, se burla de nosotros porque sabe que cada alma que me roba me causa un dolor indescriptible… fíjate, él no seduce las almas por el daño que les hace, en realidad desprecia a todo el género humano… pero vuelca en los hombres todo el odio que siente por mí y por mi Padre…”
Entonces, le pido a Jesús que no permita a Satanás hacer eso, y me responde: “Pídeselo a mi Padre y Él te lo concederá”… dirijo mi vista a la gran columna de fuego que subía de la montaña hasta el cielo y digo: “Padre, no permitas que esas almas puras tuyas, se pierdan… protégelas, dales la fortaleza y la perseverancia para vencer la tentación”… 

Entonces un rayo de Gracia inunda sus corazones con el Amor de Dios… abren los ojos y, aterrados, ven como Satanás trata de abalanzarse sobre ellos con rabia… pero San Miguel jefe de la milicia celestial, interponiéndose ante él y ellos, los protege… para que María Santísima los cubra con su manto y lo acompañe de vuelta a su posición, en la formación del ejército blanco…

Mientras Satanás se retuerce de rabia, ira y odio, viendo cómo se le escapan almas de sus afiladas garras, Jesús sigue diciéndome: “La batalla entre el bien y el mal ya está ganada… aunque Satanás quiere hacer creer lo contrario… y si lo hace, es porque mi Padre se lo permite… eso incrementa el odio en él… saber que su existencia y actuación se las debe a Aquel a quien tanto aborrece… es incapaz de amar o de sentir agradecimiento… más aún, se odia a sí mismo porque sabe que él es el único culpable de su condena…”

“Ahora mismo está impaciente y rabioso… él quisiera lanzarse contra mi ejercito con toda su furia, pero no puede… mi Padre no lo permite...así que trata de arrastrar a tantas almas como le es posible, porque sabe que la batalla final ya se luchó… y él fue el perdedor…”

Amanece y el primer rayo de luz ilumina el valle… Satanás y sus demonios se retiran a toda prisa hacia la oscuridad de su campamento... la luz deja ver su verdadero rostro y pone al descubierto sus engaños… su horrible apariencia queda revelada a todos… ya no tratan de seducir con mentiras… sino que maldicen e injurian, gritando amenazantes desde el otro lado del valle…
 
Entonces, Jesús muestra su ejercito…al que pertenezco... somos un pequeño grupo de valerosos soldados… vestidos con túnicas blancas... montados sobre caballos blancos...llevamos puesta la Armadura de Dios… el Cinturón de la Verdad… la Coraza de la Justicia… los pies calzados con el Celo por el Evangelio… el Yelmo de la Salvación… en una mano el Escudo de la Fe… y en la otra, la Espada del Espíritu
Miro a Jesús sorprendido por los pocos que somos… pero Jesús me invita a mirar de nuevo… y veo que detrás nuestro viene una gran multitud que se pierde en el horizonte… en el flanco derecho, nuestra Señoralos santos, los mártires y las almas del Purgatorio, que unen sus oraciones a las de toda la Iglesia… en el flanco izquierdo, a San Miguel Arcángel, capitaneando a todas las legiones de ángeles y coros celestiales que entonan cánticos y alabanzas a Dios…
Jesús abre su pecho y tomando una pequeña chispa del fuego inmenso que arde en su Corazón, extiende su mano y la pone en el mío, como ha hecho antes con los demás soldados… es un fuego abrasador que crece y aumenta... y que me insta a "combatir el buen combate"…

Ha llegado el momento

Jesús me mira y nos dice: “Ha llegado el momento”… entonces el Padre, desde lo alto de la Columna de Fuego, da la orden y la batalla final comienza…"

Ha llegado el momento de definir nuestra adhesión a uno de estos dos ejércitos.

Ha llegado la hora de decidir seguir a Cristo, el humilde, o a Satanás, el orgulloso.

Ha llegado el tiempo de hacer la voluntad del Padre, o la propia, como el Diablo.

No podemos...no debemos... dejarnos seducir por las artimañas del Enemigo, que nos fascina con los afanes pasajeros de este mundo, que nos tienta con los apegos a las conductas desordenadas y nos hechiza con todos los vicios que nos conducen inexorablemente hacia nuestra muerte.

¡Cuidado! Debemos estar vigilantes porque Cristo, nuestro Capitán y Señor, nos ha alertado de que el demonio, cuando le resulta difícil el combate, se disfraza de "ángel de luz", trata de engañarnos, de confundirnos, de generar la duda en nuestro corazón, desvirtuando el poder del ejército blanco, para que renunciemos a él y así, conducirnos hacia el suyo.

¡Estamos en guerra!

Imagen relacionada



Fuentes:

-Ejercicios Espirituales Ignacianos, Heraldos del Evangelio, Mota del Marqués, 2018.
-Romualdo Olazábal y Noemí Cotto, tengoseddeti.org, 2018.

viernes, 2 de marzo de 2018

LA VIRGEN NOS LLAMA

Imagen relacionada

Mientras llega el mes de mayo, en el que como cada año, mi mujer yo peregrinamos a Medjugorje, estoy leyendo un libro que se titula "Hipótesis sobre María", en el que su autor, Vittorio Messori, investiga las apariciones marianas más recientes que han obtenido la aprobación de la Iglesia, recopilando sucesos, enigmas, indicios, milagros, mensajes… 

Lo cierto es que la Virgen nos llama y se aparece a sus hijos. Nos llama a la oración y a la conversión. Nos llama para llevarnos hacia su Hijo. Ella, desde el cielo, sufre viendo en qué estado se encuentra el mundo. Sufre y sabe lo que Dios va a hacer.


Las peregrinaciones a los santuarios nacidos como consecuencia de sus apariciones y de su llamada han florecido en plena crisis de secularización. No es casualidad. 

Mientras que en la mayoría de las parroquias disminuye la asistencia de fieles, aumentan las peregrinaciones a Lourdes, Fátima, La Salette, Medjugorje, Garabandal y tantos otros santuarios, donde los peregrinos se cuentan por millones. No es casualidad.

Imagen relacionadaTenemos que dar las gracias a Nuestra Madre, la Virgen María, por la cantidad de conversiones que se producen en estos santuarios marianos (empezando por la mía). No es casualidad.

No podemos negar esta realidad y si lo hacemos, estaremos eludiendo la Gracia divina, pues es evidente que estamos ante uno de los mayores referentes pastorales de la Iglesia Católica, tal y como decía el Cardenal Ratzinger en otro libro de Vittorio Messori“Las apariciones que la Iglesia ha aprobado oficialmente (Lourdes y Fátima) ocupan un lugar preciso en el desarrollo de la vida de la Iglesia en el último siglo. Muestran, entre otras cosas, que la Revelación –aún siendo única, plena y, por consiguiente, insuperable- no es algo muerto; es viva y vital”. 

Imagen relacionadaEs cierto que ninguna aparición es indispensable para la fe, ni tan siquiera las que han sido aprobadas por la Iglesia. Es cierto que la Revelación ha llegado a su plenitud con Jesucristo

Pero, yo me pregunto, ¿quiénes somos nosotros para a negar a Dios la posibilidad de que nos hable a través de personas santas y sencillas, incluso a través de hechos milagrosos? ¿quienes somos nosotros para dictarle al cielo cómo deben ser las cosas? ¿Quiénes somos nosotros para decirle a Dios cómo tiene que hacer las cosas? 

Imagen relacionadaEstoy convencido de que las apariciones marianas son una llamada de Cristo a través de su Madre, una sacudida a nuestra indiferencia, un grito desesperado a la conversión, una confirmación del Evangelio, un afianzamiento de nuestra fe, una advertencia y una esperanza… 

Todo lo que la Iglesia ha dicho y dice sobre María está al servicio de Cristo. Los dogmas marianos no han sido promulgados sólo con el objeto de fomentar la devoción a María, sino porque nos ayudan a salvaguardar la auténtica fe en Cristo. 
Imagen relacionada
La Mariología es, en realidad, Cristología. De la misma manera en que la Maternidad de María remarca la verdadera humanidad de Jesucristo, así también su Concepción Virginal por obra del Espíritu Santo, nos descubre la divinidad de Jesucristo. 

Imagen relacionadaEs un hecho evidente de que allí donde la devoción mariana ha sido olvidada, con el tiempo se ha terminado por desvanecer la fe en el propio Jesucristo. 

Además de estos argumentos teológicos, la devoción mariana tiene la cualidad de conjugar dos dimensiones distintas pero no contrarias: la razón y el corazón. 

Cuando María no está suficientemente presente, reducimos el mensaje cristiano a una abstracción racional, en la que se hace muy palpable la falta de “la Madre”. Para que la mente del cristiano reflexione con lucidez sin dejarse cegar por falsas ideologías, su corazón debe de estar caldeado por la devoción a María. 

En estos santuarios marianos, la presencia maternal de la Virgen se siente de una manera poderosa y ha hecho de ellos, habituales lugares de oración y conversión. 

Más allá de las sanaciones y de otros hechos milagrosos, el mayor don que allí recibimos de Nuestra Santísima Madre es la fe, la esperanza y la caridad. 

Acudiremos a Ella con devoción, confianza y cariño, sabiendo que seguiremos aprendiendo de María a poner nuestra esperanza en el Señor y a servir a nuestro prójimo con su misma ternura maternal. 

¡¡¡Que venga pronto "su mes"!!!


martes, 6 de junio de 2017

ALÉGRATE MARÍA



"Ave Maria gratia plena 
Dominus tecum 
Benedicta tu in mulieribus 
et benedictus Fructus ventris tui Iesus 

Sancta Maria Mater Dei 
ora pro nobis peccatoribus 
nunc et in hora mortis nostræ" 
Amén.

El Avemaría es una oración dedicada a la Virgen María, basada en el Evangelio de San Lucas y compuesta por dos partes:

1.- Por el saludo y la Anunciación  del Arcángel Gabriel a María: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" y por la Visitación de la Virgen a Santa Isabel y el saludo de ésta al recibirla en su casa: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!" (Lucas 1, 26-42).

2- Por la Petición de amparo e intercesión a la Virgen para todos nosotros, los pecadores.

El Avemaría es la oración principal del Rosario y del Angelus y su nombre proviene del latín, “ave”, expresión de la cual se valían los romanos para saludarse, y que, como verbo, significa "que estés bien". 

Ave Maria gratia plena...

El arcángel Gabriel saluda a María (que tipifica al pueblo de Dios) con una frase que los profetas habían adelantado: 

"Salta de júbilo, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén, porque tu rey viene a ti: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, joven cría de una asna."  (Zacarías 9, 9)

Resultado de imagen de gabriel y maria- "¡Canta himnos, hija de Sión, alégrate, Israel, regocíjate y goza de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado la sentencia que pesaba contra ti, ha alejado a tus enemigos; el Señor, rey de Israel, está en medio de ti; no tienes que temer ya ningún mal. Aquel día se dirá a Jerusalén: No temas, Sión, no decaigan tus manos. El Señor tu Dios está en medio de ti, ¡poderoso salvador! Estará lleno de gozo por ti, con su amor te dará nueva vida, bailará y gritará de alegría por ti". (Sofonías 8, 14-17).

Resultado de imagen de gabriel y mariaGabriel dice "no temas" y "llénate de gozo", porque María ha encontrado el favor de Dios. Dios la envía un Rey, “un salvador justo”. Los profetas antiguos llamaban “Hija de Sión” a la nación de Israel, como expresión de lo mucho que Dios amaba a su pueblo y de cuánto quería favorecerlo.

¿Por qué se invitaba a Israel a alegrarse?  Y ¿por qué debía alegrarse María? Porque ella era la virgen Hija de Sión, la favorita de Dios, tan preferida que su Dios venía a habitar en su seno virginal, y de esta manera tan literal y física, ¡Dios mismo venía a habitar en medio en ella!

Pero María tenía otra razón más para regocijarse. Se llenó de gozo también porque reconoció que el plan de Dios era para la salvación de todo el género humano, un plan en la que ella estaba involucrada con todo su ser. 

Gabriel le dijo que su Hijo sería “grande” y que el Señor le daría el “trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María conocía las promesas de los profetas acerca del nuevo Rey que vendría, y creía plenamente que así sucedería. Cuando descubrió que era a través de ella misma que se cumplirían las profecías, estuvo dispuesta a arriesgar su reputación, su matrimonio y todo su futuro a fin de que el plan de Dios se cumpliera en toda su plenitud.


No es de sorprenderse, pues, que haya aceptado la invitación del ángel con paz y alegría en el corazón.

Tampoco sorprende que cuando ella fue a visitar a su prima Isabel, no pudo dejar de expresar su júbilo: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador… ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre” (Lucas 1,46-49).

Sancta Maria Mater Dei ...

Menos conocido es el origen de la segunda parte, resultado de un largo proceso y de la tradición.

Nace como reacción a la herejía de Nestorio, patriarca de Constantinopla, quien negaba que la Virgen María fuera la Madre de Dios.

Entre los obispos que combatieron en defensa del dogma de la Maternidad Divina, destacó por su ardor, el patriarca de Alejandría, San Cirilo, quien en el Concilio de Éfeso (431d.C.) proclamó: "Si alguno no confiesa que Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la Santa Virgen es Madre de Dios [...], sea anatema" (Dz 252). 

En las conclusiones de ese Concilio ya estaba pues explícita la continuación a la Salutación Angélica: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...".

De hecho, fue por el año 1.000 que en los monasterios comenzó a unirse el saludo del Arcángel Gabriel a Nuestra Señora y la exclamación de Santa Isabel. 

En el S. XIII la primera parte del Ave María ya estaba introducida en la liturgia, sin la invocación a Jesús. 

Finalmente fue en el S. XV cuando la oración adquirió su forma actual, introducida en el Breviario Romano por San Pío V.

La parte final del Avemaría florece de una sonrisa de la Virgen María hacia nosotros, símbolo de maternal auxilio a sus hijos necesitados y pecadores, es decir, a todos nosotros.

Dios te salve 

Te saludo con todo mi amor

y con toda la alegría de mi corazón.
Alégrate y regocíjate
 Dios te salve, Bendita.

Todos tus hijos del mundo,
te saludamos a diario 
cuando rezamos el avemaría.
Yo me uno a ese coro de hijos felices,
Oh Madre alegre y Bendita
Sí, bendita mil veces, bendita para siempre.

María
Tu nombre, María
es el más bello de universo
para la criatura más perfecta: 
 Virgen María, Santa María.
Tu nombre ha poblado de bellas iglesias
las ciudades y las montañas.
Lo pronuncian con grandísimo amor y ternura
los jóvenes, los adultos y los niños,
Tu nombre lo llevan con orgullo 
millones de mujeres del mundo cristiano.
Porque te aman y porque quieren parecerse a Ti.
Necesitamos en nuestro mundo
muchas Marías que tengan un corazón
parecido al tuyo.
María bendita, míranos con tus ojos de cristal,
con tus ojos purísimos de misericordia,
y llénanos de tu perfumada presencia,
de tu ternura inmensa, de tu fe, de tu humildad y de tu amor.

Llena eres de gracia
Cántaro que rebosa de la gracia, 
de la vida de Dios,
de su amor inefable, de su santidad.
Más santa y pura que todos los santos,
más que los querubines y serafines.
La belleza de tu alma y de tu rostro
son el encanto de tu Dios.
Y el nuestro, también.
Nos colma de inmensa alegría
saber que eres tan santa,
tan bella, tan pura y tan sencilla.
Así te saludó el ángel: Llena de gracia,
impresionado de tu alma.

El Señor está contigo
Esta frase de la Biblia
siempre va después del “No tengas miedo”.
Desde que naciste Dios ha estado contigo,
porque te cuidó como a su perla preciosa,
a su rosa exquisita.
Él te preparó desde muy niña con sus manos santas
para que fueras después su Madre santa.
Todo el amor infinito de Dios
cuidando una flor llamada María.
Estuvo contigo en tus años de infancia
cuidando a la niña más bella,
más santa, más querida.
Te cuidó en la adolescencia preparando tu alma
y tu cuerpo bendito y santísimo para la maternidad.
El Señor está contigo: Te lo dijo un arcángel
y él sabía lo que decía.
Contigo estuvo en tu embarazo,
dentro de tu seno, haciéndose un niño
por amor a nosotros.
Toda tu vida terrena estuvo contigo.
Y Tú estuviste con Él.
Fuiste madre, nueva Eva, corredentora.
Contigo estuvo en la cruz, muriendo junto a Ti.
También estuviste Tú con Él,
hasta que murió en el patíbulo
y pasó de los brazos muertos de la cruz
a los brazos vivos y amorosos de su madre.
Contigo estuvo en los años de tu soledad,
santificando a su madre amadísima,
para que llegara al cielo resplandeciente como el sol y blanca como la luna.
Contigo está y estará por toda la eternidad en el cielo.

Bendita Tú eres entre todas las mujeres
¿Qué es Eva comparada contigo?
¿Qué son las mujeres de la tierra junto a Ti?
Tú eres la imagen perfecta, única
de la mujer que quiso crear.
Por eso, las mujeres, si no se llaman Marías,
al menos deben serlo, parecerse a Ti
que eres el modelo preciosísimo
de la mujer cristiana.
Querer llamarse como Tú es una buena elección.
Pero parecerse a Ti debe ser su ideal.
Modelo de niña y mujer,
adorable modelo de madre y esposa.
Porque Tú pasaste por todas las etapas
del crecimiento de la mujer,
enseñando cómo se puede ser una gran mujer,
una mujer santa, un apóstol de Jesús,
y, además, una mujer feliz...
Con muy poco presupuesto, en una casita humilde,
pero donde estaba Dios,
y donde Dios está nada hace falta.
La pobre casita de María rebosaba de amor,
de santidad y de felicidad.

Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
Bendita la flor, bendito también el fruto.
Jesús, el amado del Padre
ha nacido de Ti como la rosa del rosal.
La rosa pertenece al rosal.
Jesús te pertenece, es tuyo, hijo tuyo,
fruto de tus purísimas entrañas.
Y Tú eres de Jesús, toda de Jesús,
pues Él, además de ser hijo tuyo,
es tu Dios omnipotente,
del que te consideras su esclava.
Jesús y Tú sois, además, de nosotros.
Jesús, porque Tú nos lo diste,
en un gesto de amor único y lleno de misericordia…
Y Tú nos perteneces porque Él te convirtió en Madre,
en Madre nuestra.
Entre las palabras que siempre meditas
en tu corazón, están éstas:
“Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”.
Para nosotros esta sola frase constituye
todo un evangelio, una buena nueva.
Si Jesús es nuestro, si María es nuestra,
¿qué dificultad nos podrá derrotar?
¡Qué poco felices nos atrevemos a ser
cuando nos han dado la llave de la felicidad,
de la felicidad completa y eterna!

Santa María
Si María es tu nombre,
santa, santísima es tu sobrenombre,
La cualidad que siempre va con tu nombre.
Por eso tu nombre nos produce inmensa alegría
y al mismo tiempo gran respeto.
Santa María, dulce María, eres bellísimo jardín
donde crecen las flores más bellas.
Espiga dorada pletórica de fruto,
mística rosa, perfumada y más pura
que todas las rosas del mundo.
Santa María, dulce Madre, Virgen pura,
Reina bellísima y sencilla campesina
de la entrañable campiña de Nazaret.


Madre de Dios
Te amamos como Madre nuestra
y te veneramos como madre de Dios,
grandeza incomparable que te ennoblece
y nos llena de orgullo santo,
porque nuestra madre es también madre de Dios.
Para tan alto privilegio se requería
una Madre virgen
una virgen santa
una mártir del alma
una criatura llena de gracia
y una humildísima esclava del Señor,
que supiera decir: Hágase en Mí según tu palabra.
¿Cómo pudiste poseer al mismo tiempo
la máxima grandeza
y la más fina y profunda humildad?
Dios te consideró digna madre suya.
Aceptó ser Hijo de tus entrañas.
Te hizo grande el que todo lo puede
y tú te hiciste pequeña como una esclava
al completo servicio de tu Señor.
Madre y esclava del Señor.
Como Madre de Dios
me infundes un respeto inmenso.
Como esclava del Señor una ternura infinita.

Ruega por nosotros, pecadores
Somos tus hijos pecadores
Somos hijos pródigos que hemos recorrido
los senderos del pecado y del hastío.
Fuimos hijos de una madre pecadora,
antes de ser aceptados por una Madre Inmaculada.
Ruega a tu Hijo omnipotente,
Tú que eres la omnipotencia suplicante.
Ruega siempre para que no nos engañe más
el padre de la mentira.
Dile a Jesús que no tenemos vino,
que se nos ha terminado la alegría y el amor.
Pide para nosotros el milagro de la resurrección
cuando caemos muertos de cansancio y de dolor.
El que dijo ser la resurrección y la vida es hijo tuyo.
El que dijo ser la Verdad y la Vida, te llama Madre.
Entonces, suplícale que nos otorgue
la resurrección y la vida.

Ahora…
El día de hoy,
El día de las oportunidades de santificarnos
o de pecar.
Hoy, el día al que le basta su afán.
El único día que tenemos en las manos.
Que lo llenemos de amor y de bondad.
Ahora líbranos de caer en la tentación.
Hoy que sepamos amar a nuestros prójimos,
Hoy que no endurezcamos el corazón,
Hoy que oigamos la voz del Espíritu Santo.
Ahora, en este presente que se transforma
constantemente en futuro.
Hoy, que el día de hoy amemos, nos santifiquemos,
Seamos instrumentos de la paz de Jesús.
Hoy, en esta pequeña vida que es el día presente.

Y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En ese momento en el que se juega
nuestra salvación eterna.
Ese último día que sepamos decir
un último “Te amo en este mundo”
para repetirlo en la otra vida por siempre.
Ruega por los que en ese momento
no están preparados,
para que si no vivieron en gracia,
mueran en gracia de Dios
y no vayan al eterno dolor.
Ruega por los niños cuyo primer día de vida
coincide con el de su terrible muerte.
Así como lograste que el buen ladrón
se arrepintiera el día de su muerte,
consigue esa misma gracia a los pecadores
más rudos, a los que no aceptan a tu Hijo.
Une a la misericordia de Dios, tu bondad maternal
para salvarles de las garras de Satanás,
de la eterna condenación.