¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

sábado, 18 de enero de 2020

ATEÍSMO LÍQUIDO: ¿SOY CRISTIANO O APARENTO SERLO?


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“En la existencia de un cristiano, no puede haber dos vidas paralelas: 
por una parte la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; 
y por otra, la denominada vida secular, esto es, 
la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, 
del compromiso político y de la cultura. 
El sarmiento, arraigado en la vid que es Cristo, 
da fruto en cada sector de la acción y de la existencia” 
(San Juan Pablo II, Christifideles, nº 59)


Sigo leyendo y releyendo el último gran libro del cardenal Sarah, "Se hace tarde y anochece". En él, el purpurado señala cómo, en nuestro tiempo, algunos cristianos han sucumbido a la tentación del "ateísmo líquido":  
"Si lo atacas, si te enzarzas en una lucha física, en un cuerpo a cuerpo con él, te quedarás adherido a sus sutiles compromisos (···). Te arrastra a su propio terreno.
Si lo sigues, te verás obligado a emplear sus armas: la mentira y el compromiso. Fomenta alrededor de él la división, el resentimiento, la acritud y la mentalidad de partido. ¡Fíjate en la situación de la Iglesia! No hay más que discordia, hostilidad y sospecha por todas partes.
Cada uno de nosotros puede tomar esta determinación: la mentira del ateísmo no volverá a fluir dentro de mí. No quiero renunciar más a la luz de la fe, no quiero seguir permitiendo que convivan en mí la luz y las tinieblas por comodidad, por apatía o por conformismo."

No se trata de un ateísmo como antaño, militante y beligerante, sino más bien, camuflado, sutil y mucho más peligroso. 

Podríamos decir que se trata de una especie de "nueva espiritualidad laica" que, enarbolando la bandera de la libertad y la igualdad, fluye por las aguas turbulentas de la ambigüedad, la indefinición, la confusión, el equívoco, la duda. 

Un ateísmo líquido que elimina todo amor sincero y gratuito para transformarlo en odio, crítica y protesta, que niega la verdad para contagiarnos con el veneno de la sospecha y la desconfianza hacia el otro, y que ha impregnado de dudas todo nuestro criterio cristiano. 

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Un ateísmo fluido que nos impide mirar a Aquel a quien hemos crucificado o incluso que desecha la Cruz. Y que, como hizo con Judas, nos hace correr hacia el suicidio.

Un ateísmo líquido que crece y se desarrolla en la apariencia y el postureo, la conveniencia y la banalidad, provocando el olvido y la negación de los fundamentos de la fe.

Un ateísmo fluido que mezcla la sana doctrina con ideologías paganas, incitándonos a vivir un "cristianismo burgués" y cómodo, haciéndonos creer que es eficaz, aunque sea a corto plazo ("Carpe diem"). 

Un ateísmo líquido que aplaude hipótesis y especulaciones que socavan nuestras creencias, que acoge ideas y conceptos que carecen de denominación de origen, que intoxica la Verdad al solaparse con nuestros valores cristianos.

Un ateísmo 
fluido sin Dios que se camufla hábilmente dentro de nuestros problemas y decepciones para ofrecernos una filosofía de vida que niega el sufrimiento y el esfuerzo hacia el objetivo, y que nos sumerge en la propia tristeza y soledad, antes que aceptar la dependencia del amor del otro.

Un ateísmo líquido que admite, junto con la fe, modos de vivir o de pensar radicalmente paganos y mundanos, y que, sin negar del todo a Dios en la teoría, vive en la práctica, como si no existiera, como si no importara, como si no fuera relevante. 

Características

Algunas de sus características son su gran poder destructivo, que comienza desde dentro y emerge al exterior; su ideario relativista que oscurece nuestra conciencia y paganiza nuestra vida; su connivencia con la ignorancia y la mentira que nos hace caminar en tinieblas; su apego a la comodidad y al conformismo que nos convierte en tibios y mediocres; su ansía de reconocimiento e hipocresía que nos inducen a vivir una doble vida; una "líquida" relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y opuesta, una relación de adhesión total con el mundo relativista.

Efectos

Algunos de sus efectos son el letargo de la fe, la anestesia de la voluntad, la merma de la capacidad de amar, la ausencia de compromiso con Dios y con el prójimo, la falta de reconocimiento del error y la negación del pecado. 

Consecuencias 

Algunas de sus consecuencias son la visión de un Dios anciano que hemos recluido en una residencia y que nos olvidamos de visitar, la creencia de una fe arcaica y obsoleta que tratamos de recluir en la intimidad, el apego a los bienes materiales que, aunque no nos sacian, nos impide sentir hambre de Dios.

Por eso, cada día me pregunto ¿Soy cristiano o aparento serlo? ¿Vivo como un cristiano o fluyo en el paganismo? Y si lo soy, ¿por qué lo soy? ¿lo hago por tradición, por cumplimento o por coherencia?

Un cristiano que se mundaniza en lugar de divinizarse, un sacerdote que hace seguidores en lugar de discípulos de Cristo, un católico que lleva una doble vida en lugar de una plena, un obispo que abusa de su posición en lugar de apacentar al rebaño, una oveja que en realidad es una cabra, un pastor que en realidad es un depredador... 

Todos ellos, insertados dentro de la Iglesia, viven un ateísmo fluido que les dificulta atisbar la esperanza cristiana, que les impide ser coherentes con la fe cristiana, y que les veta la posibilidad de amar y ser amados. 

¡No puedo llamarme cristiano y vivir como pagano! ¡No puedo predicar amor y mostrar odio! ¡No puedo proclamar a Cristo y exponer mis propias ideas sobre la Verdad! ¡No puedo estar sólo pendiente de lo temporal y olvidarme de lo eterno! ¡No puedo prestar atención a lo visible y obviar lo invisible! ¡¡¡¡No puedo!!!! 

Dice Benedicto XVI, que el cristianismo surge “por atracción”, que la fe cristiana se propaga por contagioEntonces ¿qué atracción puedo producir si mis actos no son coherentes con mi fe? ¿cómo voy a contagiar algo que no tengo? ¿hay evidencias reales en mi vida que indican que soy cristiano? ¿Vivo y comparto mi fe con otros o la escondo? 

La Congregación para la Doctrina de la Fe nos enseña que las verdades de la fe constituyen una unidad inseparable. Entonces ¿cómo puedo elegir del Evangelio lo que me interesa y desechar lo que no me gusta o lo que me incomoda? ¿cómo puedo decir una cosa y hacer la contraria? ¿cómo puedo compaginar la enseñanza de la Iglesia con la del mundo?

Ser cristiano implica, radicalmente, seguir a Cristo. Y eso sólo sucede a través de la gracia, por la que Jesús sale a mi encuentro y me muestra el gran amor que me tiene, y a través de la fe, por la que creo un conjunto de verdades que la Iglesia me enseña y que me muestran la coherencia de Dios, quien no puede ni engañarse ni engañarme. 

Cristo es verdad, coherencia, autenticidad. Y ser cristiano implica procurar ser como Él. 

Si sólo creo lo que me apetece, lo que quiero entender o lo que me interesa, soy un ateo fluido, con una fe tibia y una voluntad deformada que no sigo a Cristo. 

Resultado de imagen de ateismo fluidoSi "practico a ratos" una devoción, en realidad, soy un ateo líquido que busca excusas circunstanciales que no resisten el paso del tiempo, que aspira obtener éxitos limitados y comodidades efímeras, pero, a la larga, inútiles.

Si vivo una doble vida, soy un ateo fluido que hablo para lograr aplausos, que escucho lo que quiero oír y elijo sólo aquello que me es fácil de asimilar y llevar, que no carga con su cruz.

Si deambulo agotado, tiranizado y sin paz, soy un ateo líquido que camina desorientado y confuso por la senda de la ambigüedad y la apostasía, que vive la vida cristiana como una gran mentira, aunque disfrazo de verdad

Pero Verdad, sólo hay una. Y es Cristo, quien a su vez, la depositó en manos de Pedro. Por tanto, es la Iglesia la depositaria de las verdades de fe ¿Qué clase de Dios sería si, después de revelarse al hombre por amor, hubiera dejado a la subjetividad o a la conveniencia, el camino que conduce a la felicidad y la vida plenas? 

Si mi identidad cristiana es ser como Cristo, ¿cómo puedo pretender aparentar ser cristiano sólo en ocasiones, en determinadas actividades o según las circunstancias? ¿cómo puedo acudir a los sacramentos y después "colgar" mi filiación católica a la puerta de mi colegio electoral, de mi club, de mi empresa, de mi entorno social o de mi propio hogar familiar.

No digo que mi voluntad sea infalible ni que mi fe me impida caer, porque soy débil y frágil, porque tengo limitaciones y errores, y tantas cosas más. Pero, es en esos momentos, cuando Dios me abre sus brazos misericordiosos en el maravilloso sacramento de la Penitencia para ser realmente yo, ante Él, y me vuelve a enseñar coherencia en el Santísimo sacramento del Altar, donde no hay mentira ni engaño. 

Mi respuesta a la pregunta de este artículo surge del hecho de que mi fe no procede de lo que sé o veo, ni de lo que me apetece o agrada, ni de lo que me cuentan o me dicen, ni de lo que razono o siento. Nace de mi relación con Dios.

Resultado de imagen de ateosMi respuesta brota de que la esperanza depositada en las promesas de Cristo es un combate constante al que me enfrento con armas espirituales: la oracióndonde me comunica Su voluntadlos Sacramentosdonde fluye Su amor infinito, la Sagrada Escritura, donde emana su luz radiante la Iglesia, donde recibo Su verdad depositada.
Mi respuesta tampoco se dirige a entablar batalla contra todo y todos, sino hacia la determinación de mantenerme firme y confiadamente fiel a Jesucristo, asirme a su mano mano amiga, seguir el camino luminoso que me marca, para llegar a ser un cristiano autentico y, finalmente, estar en su presencia por toda la eternidad.

Mi respuesta es "Dios o nada".

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