"Siguen los deseos impuros de la carne
y desprecian la autoridad del Señor.
Atrevidos y arrogantes,
no tienen miedo en blasfemar contra los seres gloriosos, (...)
hablan mal contra las cosas que no conocen, (...)
encuentran su felicidad en el placer de un día;
hombres corrompidos e inmundos,
se gozan en sus engaños mientras banquetean con vosotros;
tienen sus ojos llenos de adulterio y no se hartan de pecar;
seducen a los inestables;
tienen el corazón habituado a la avaricia, son gente maldita.
Abandonaron el buen camino, se extraviaron (...)
Éstos son fuentes sin agua, nubes azotadas por el viento,
a quienes les aguardan densas tinieblas.
Con sus discursos pomposos y vacíos
despiertan los deseos carnales y el desenfreno
de aquellos que apenas habían logrado escapar de los que viven en el error.
Les prometen la libertad, mientras ellos son esclavos de la corrupción.
Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia
que, después de haberlo conocido,
apartarse del mandamiento santo que se les había transmitido."
(2 Pedro 2, 9-17 )
Desgraciadamente, muchos católicos, que siguen en la Iglesia, han dejado de creer en Dios y se han vuelto hostiles al cristianismo auténtico, reacios a la búsqueda de la santidad, rebeldes a la moralidad y traidores a Cristo.
Han abandonado el camino y se han extraviado en una apostasía que no se marcha, sino que se queda dentro de la Iglesia, igual que Judas.
Propagan una herejía que presenta a un Dios anodino, transigente, timorato y que aplaude cualquier elección que hagamos. Nada de lo que hagamos nos llevará al cielo o al infierno.
Se han instaurado en un relativismo herético, adoptando la religión del anticristo, que predica un Dios sin autoridad, un mundo sin pecado, un reino sin juicio y un Cristo sin la cruz.
Han abandonado el camino y se han extraviado en una apostasía que no se marcha, sino que se queda dentro de la Iglesia, igual que Judas.
Propagan una herejía que presenta a un Dios anodino, transigente, timorato y que aplaude cualquier elección que hagamos. Nada de lo que hagamos nos llevará al cielo o al infierno.
Se han instaurado en un relativismo herético, adoptando la religión del anticristo, que predica un Dios sin autoridad, un mundo sin pecado, un reino sin juicio y un Cristo sin la cruz.
Tratan de implantar una fe intrascendente, sin importancia, menor, sin sentido, en la que nada conduce a nada, en la que todo vale y nada obliga.
Siguen una religión progresista, cómoda y fabricada a la medida: sin sacrificio, ni sufrimiento ni disciplina, en la que no existe el pecado, y por tanto, tampoco es necesaria la Cruz.
Promueven una ideología "liberalista e igualitarista", de deseos y anhelos particulares, que defiende la comunión en situación irregular, que aboga por el fin del celibato sacerdotal y por el sacerdocio femenino.
Promueven una ideología "liberalista e igualitarista", de deseos y anhelos particulares, que defiende la comunión en situación irregular, que aboga por el fin del celibato sacerdotal y por el sacerdocio femenino.
Abogan por una herejía que niega la existencia del Diablo y del infierno, que evita hablar de determinados temas "delicados", que desecha la doctrina católica por arcaica, anticuada y de otro tiempo.
Fomentan una parodia de la fe católica, donde se puede elegir nuestro propio género, nuestra propia doctrina, nuestro propio camino, nuestra propia verdad, nuestra propia vida.
En palabras del obispo Fulton Sheen, "la negación de la Cruz y de Cristo es el sello distintivo del espíritu del anticristo".
Por tanto, su doctrina y su ideología son las del anticristo:
"Si no hay Cielo, no hay Infierno;
si no hay Infierno, entonces no hay pecado;
si no hay pecado, entonces no hay juicio,
si no hay juicio, no hay Juez,
y si no hay Dios, lo malo es bueno y lo bueno es malo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Tienes preguntas o dudas?
Este es tu espacio libre y sin censura