¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 1 de marzo de 2020

¿DOS IGLESIAS PARALELAS?

Resultado de imagen de la cizaña y el trigo
""El reino de Dios es semejante a un hombre 
que sembró buena semilla en un campo. 
Mientras sus hombres dormían, vino su enemigo, 
esparció cizaña en medio del trigo y se fue. 
Pero cuando creció la hierba y llevó fruto, 
apareció también la cizaña. 
Los criados fueron a decir a su amo: 
¿No sembraste buena semilla en tu campo?
¿Cómo es que tiene cizaña? 
Él les dijo: Un hombre enemigo hizo esto. 
Los criados dijeron: ¿Quieres que vayamos a recogerla? 
Les contestó: ¡No!, no sea que, al recoger la cizaña, 
arranquéis con ella el trigo. 
Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega; 
en el tiempo de la siega diré a los segadores: 
Recoged primero la cizaña y atadla en haces para quemarla, 
pero el trigo recogedlo en mi granero.
El que siembra la buena semilla es el hijo del hombre. 
El campo es el mundo. 
La buena semilla son los hijos del reino, 
y la cizaña son los hijos del maligno. 
El enemigo que la siembra es el diablo. 
La siega es el fin del mundo, 
y los segadores los ángeles. 
Como se recoge la cizaña y se quema en el fuego, 
así también será al fin del mundo. 
El hijo del hombre enviará a sus ángeles, 
que recogerán de su reino a todos los que son causa de pecado 
y a todos los agentes de injusticias 
y los echarán al horno ardiente: 
allí será el llanto y el crujir de dientes. 
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. 
¡El que tenga oídos que oiga!"
(Mateo 13, 24-43)


Hoy se hace muy patente la parábola del trigo y la cizaña, en la que Jesús nos explica la coexistencia entrelazada del bien y del mal en el mundo, en nuestra vida y en la misma historia de la Iglesia. Y sólo a través de los ojos de la fe, podremos ver su dimensión trascendente y escatológica, y afrontarla con claridad de principios, pero también con prudencia y paciencia.

Y es que no es nada raro encontrar "católicos" que dicen creer en Dios pero no en la Iglesia, en el cielo pero no en el infierno, en los ángeles pero no en los demonios, que van a misa y comulgan en situación irregular o que se casan por la Iglesia pero usan métodos anticonceptivos o incluso interrumpen sus embarazos.

En ocasiones, escuchamos a algunas personas que se consideran católicas hablar sobre la necesidad de cambiar algunas cuestiones fundamentales morales o incluso también, doctrinales de la Iglesia CatólicaIncluso, se atreven a dar opiniones sobre cómo debería ser esto o aquello, sobre que se debería cambiar un poco de aquí y un poco de allí, reformar esto y abolir aquello...y el mundo nos pone (como Pilato) en la tesitura de elegir entre Jesús o Barrabás... 

Son los "católicos liberales" de la "progre-iglesia", la cizaña: una iglesia invertida y disidente que se auto-proclama "verdadera", que tiene como objetivo erosionar y destruir la verdad, que se ha entregado incondicionalmente a la lógica del mundo, que se encuentra en una actitud de ruptura y de rebelión interna con la Iglesia de Cristo al más puro estilo protestante y que señala como "apestados" a quienes siguen la Doctrina, el Magisterio y la Tradición.

Su intención es convertir la fe en un campo de batalla de ideas políticas y de reivindicaciones sociales, transformar el Cuerpo de Cristo en una Iglesia de la "misericorditis", del "buenismo", del "relativismo" acorde con el espíritu predominante y con el pensamiento único, donde todo vale y todo se permite.

Su
 propósito es inmanentizar la fe, vaciarla de su trascendencia, para ocuparse con excesivo interés en causas que, buenas o malas, tienen poco o nada que ver con el ministerio de la Iglesia sino, más bien, con la invención de una fe "light" y de un Dios "a la medida".

Su asp
iración es cambiar el concepto de Iglesia Católica: pasar de una Iglesia garante del mensaje inmutable y eterno de Cristo, para transformarla en un organismo que evolucione, imite y siga las modas ideológicas del mundo.

Su e
strategia es cambiar, desde dentro, poco a poco, con paciencia y sutileza, la liturgia, la pastoral y la enseñanza, pretendiendo realizar "actualizaciones" doctrinales y morales, "modernizar la fe", señalando como "ultraconservadores" a quienes defienden la Iglesia de Cristo que se mantiene fiel al Evangelio y al Magisterio de todos los tiempos, y auto-proclamándose como verdadera Iglesia de Dios.

Frente a los tildados de “tradicionalistas o retrógrados”, que no somos todos personas mayores ni nostálgicos de la misa en latín y de los cantos gregorianos sino fieles a la Iglesia verdadera, están los "innovadores o reformistas", que pretenden reinventar la Iglesia celebrando misas con payasos, marionetas y "shows motivadores"

Estos "católicos liberales" acuden allí donde puedan comulgar los divorciados, donde se defiendan las uniones homosexuales o las prácticas LGTBI, donde se abogue por el sacerdocio femenino o donde los curas, al olvidar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, hablan de todo, menos de Dios. 

La pretensión de estos "cristianos renovadores" es la humanización de la divina misericordia de Dios como excusa para reivindicar una libertad moral y religiosa plena, donde el demonio es un "coco" ficticio, donde el pecado no existe, donde el infierno es una invención para atemorizarnos, donde Dios perdona todo y a todos, incluso sin arrepentimiento. 

Estos "disidentes" intrigan para establecerse como los discípulos “verdaderos” de Cristo y como miembros legítimos de la Iglesia Católica (como Judas). "Nosotros somos la iglesia del Dios misericordioso. Ellos son la iglesia del Dios castigador", dicen, cómo si sólo ellos tuvieran los derechos exclusivos del Evangelio, como si sólo ellos los hubieran entendido y como si todos los demás fuéramos hipócritas fariseos y estrictos cumplidores de la Ley.

Satanás no descansa nunca y una de sus trampas es crear división y destruir la unidad de los cristianos. El "cizañador" siempre intenta desunir y enemistar a las personas, a las familias, a las naciones y a los pueblos. Y así, se ha introducido hábilmente en el seno de la Iglesia (de noche, mientras dormía) y ha esparcido cizaña junto al trigo.

Esto no es nada nuevo. A lo largo de toda la historia de la Iglesia, el Enemigo siempre ha intentado crear cismas, como en las primeras Iglesias cristianas fundadas por San Pablo, como en los siglos XI y XVI, o como en los Concilios Vaticanos I y II.

San Pablo ya advirtió de estas divisiones cuando escribe a la Iglesia de Corinto  (1 Corintios 1, 10-13), a la Iglesia de Galacia (Gálatas 1, 6-7 y 9), a la Iglesia de Tesalónica (2 Tesalonicenses 2, 3-5, 7-11) o a la de Filipo (Filipenses 3,18). San Juan también nos alerta sobre los anticristos o enemigos de Cristo en 1 Juan 2, 18-19.

El cardenal Robert Sarah advierte que la Iglesia Católica se enfrenta a un "grave riesgo":"Sin una fe común, la Iglesia es amenazada por la confusión y luego, progresivamente puede deslizarse a la dispersión y la división."

Resultado de imagen de dos papasSin embargo, hay que dejar muy claro que la Iglesia Católica (el campo) es Una, que tiene una sola voz, una sola doctrina, una pastoral y una sola liturgia (la del Sembrador). 

Por tanto, n
o hay dos Iglesias paralelas. No hay una Iglesia de Francisco y otra de Benedicto. Hay una única esposa de Cristo (trigo) que conserva la tradición apostólica y que busca misericordia pero también justicia, y hay otra (cizaña) que busca la división y la confusión. 

El Papa Pío VI, ya en 1791, nos exhortaba a estar alerta y mantenernos fieles a Dios y a su Iglesia en estos tiempos tan confusos y difíciles:
“A todos vosotros católicos… os exhortamos, en la efusión de Nuestro Corazón, a que recordéis el culto y la fe de vuestros padres, a que seáis fieles, puesto que la religión es el mayor de los bienes, porque esta religión, que nos proporciona una eterna felicidad en el Cielo, todavía es en la tierra el único medio de asegurar la salvación de los imperios y la felicidad de la sociedad civil. 
Guardaos de prestar oídos a los engañosos discursos de los filósofos del siglo que os conducirán a la muerte, alejad de vosotros a todos los usurpadores, bajo cualquier título que se presenten, arzobispos, obispos, párrocos; no tengáis nada en común con ellos”.

El Papa Benedicto XVI comenta las palabras de San Agustín y nos exhorta a alimentar nuestra fe para convertirnos en trigo:
"Tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del Bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces. San Agustín, comentando esta parábola del trigo y la cizaña, observa que 'muchos primero son cizaña y luego se convierten en trigo'. Y añade: Si estos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no llegarían al laudable cambio" (Quaest. septend. in Ev. sec. Matth., 12, 4: pl 35, 1371). 
San Juan Crisóstomo nos enseña como el Enemigo mezcla siempre mentira con verdad, cizaña con trigo:
"A la verdad, traza suele ser del diablo mezclar siempre el error a la verdad, coloreándolo muy bien con apariencia de ella a fin de engañar fácilmente a los ingenuos. De ahí que el Señor no habla de otra semilla, sino que la llama cizaña, pues, ésta a primera vista, se asemeja al trigo. Seguidamente explica cómo procede el diablo en su asechanza: 'mientras sus hombres dormían'. No es pequeño el peligro que aquí amenaza a los superiores, a quienes está encomendada la guarda del campo; y no sólo a los superiores, sino también a los súbditos. Y da a entender el Señor que el error viene después de la verdad, cosa que comprueban los hechos mismos. Después de los profetas vinieron los falsos profetas; después de los apóstoles, los falsos apóstoles; después de Cristo, el anticristo. Y es que el diablo, si no ve algo que imitar ni a quienes tender sus lazos, ni lo intenta ni lo sabe...
Así sucedió también en los comienzos de la Iglesia. Porque muchos prelados, introduciendo en las Iglesias hombres perversos, heresiarcas solapados, facilitaron enormemente estas insidias del diablo, pues una vez plantados estos hombres en medio de los fieles, poco trabajo le queda ya al diablo... Mientras los herejes estén junto al trigo hay que perdonarlos, pues cabe aún que se conviertan en trigo, mas una vez que hayan salido de este mundo sin provecho alguno de tal proximidad, entonces necesariamente les alcanzará el castigo inexorable" (Homilía 46, 1-2, sobre San Mateo)

Los cristianos somos conscientes de que en la Iglesia hay cizaña, que en el campo de Dios también brota el mal y las semillas malas crecen a nuestro lado. Sin embargo, eso no debe preocuparnos ni escandalizarnos. 

El amo del sembrado lo sabe, pero lo permite porque quiere que todos nos convirtamos en trigo y por eso, también da tiempo a la cizaña para que cambie a semilla buena, ofreciéndola numerosas oportunidades de salvación. Dios nunca separa Su misericordia de Su justicia, precisamente por eso, espera siempre a que nuestro corazón se convierta. 

En conclusión, aunque la cizaña a veces nos ahogue o trate de impedir nuestro desarrollo, debemos tratar de seguir creciendo y madurando como "trigo". 

Debemos ser pacientes y prudentes hasta el tiempo de la siega (juicio final), momento en el que seremos separados de la cizaña, para ir, unos al fuego (infierno), y otros al granero (cielo).

sábado, 18 de enero de 2020

ATEÍSMO LÍQUIDO: ¿SOY CRISTIANO O APARENTO SERLO?


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“En la existencia de un cristiano, no puede haber dos vidas paralelas: 
por una parte la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; 
y por otra, la denominada vida secular, esto es, 
la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, 
del compromiso político y de la cultura. 
El sarmiento, arraigado en la vid que es Cristo, 
da fruto en cada sector de la acción y de la existencia” 
(San Juan Pablo II, Christifideles, nº 59)


Sigo leyendo y releyendo el último gran libro del cardenal Sarah, "Se hace tarde y anochece". En él, el purpurado señala cómo, en nuestro tiempo, algunos cristianos han sucumbido a la tentación del "ateísmo líquido":  
"Si lo atacas, si te enzarzas en una lucha física, en un cuerpo a cuerpo con él, te quedarás adherido a sus sutiles compromisos (···). Te arrastra a su propio terreno.
Si lo sigues, te verás obligado a emplear sus armas: la mentira y el compromiso. Fomenta alrededor de él la división, el resentimiento, la acritud y la mentalidad de partido. ¡Fíjate en la situación de la Iglesia! No hay más que discordia, hostilidad y sospecha por todas partes.
Cada uno de nosotros puede tomar esta determinación: la mentira del ateísmo no volverá a fluir dentro de mí. No quiero renunciar más a la luz de la fe, no quiero seguir permitiendo que convivan en mí la luz y las tinieblas por comodidad, por apatía o por conformismo."

No se trata de un ateísmo como antaño, militante y beligerante, sino más bien, camuflado, sutil y mucho más peligroso. 

Podríamos decir que se trata de una especie de "nueva espiritualidad laica" que, enarbolando la bandera de la libertad y la igualdad, fluye por las aguas turbulentas de la ambigüedad, la indefinición, la confusión, el equívoco, la duda. 

Un ateísmo líquido que elimina todo amor sincero y gratuito para transformarlo en odio, crítica y protesta, que niega la verdad para contagiarnos con el veneno de la sospecha y la desconfianza hacia el otro, y que ha impregnado de dudas todo nuestro criterio cristiano. 

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Un ateísmo fluido que nos impide mirar a Aquel a quien hemos crucificado o incluso que desecha la Cruz. Y que, como hizo con Judas, nos hace correr hacia el suicidio.

Un ateísmo líquido que crece y se desarrolla en la apariencia y el postureo, la conveniencia y la banalidad, provocando el olvido y la negación de los fundamentos de la fe.

Un ateísmo fluido que mezcla la sana doctrina con ideologías paganas, incitándonos a vivir un "cristianismo burgués" y cómodo, haciéndonos creer que es eficaz, aunque sea a corto plazo ("Carpe diem"). 

Un ateísmo líquido que aplaude hipótesis y especulaciones que socavan nuestras creencias, que acoge ideas y conceptos que carecen de denominación de origen, que intoxica la Verdad al solaparse con nuestros valores cristianos.

Un ateísmo 
fluido sin Dios que se camufla hábilmente dentro de nuestros problemas y decepciones para ofrecernos una filosofía de vida que niega el sufrimiento y el esfuerzo hacia el objetivo, y que nos sumerge en la propia tristeza y soledad, antes que aceptar la dependencia del amor del otro.

Un ateísmo líquido que admite, junto con la fe, modos de vivir o de pensar radicalmente paganos y mundanos, y que, sin negar del todo a Dios en la teoría, vive en la práctica, como si no existiera, como si no importara, como si no fuera relevante. 

Características

Algunas de sus características son su gran poder destructivo, que comienza desde dentro y emerge al exterior; su ideario relativista que oscurece nuestra conciencia y paganiza nuestra vida; su connivencia con la ignorancia y la mentira que nos hace caminar en tinieblas; su apego a la comodidad y al conformismo que nos convierte en tibios y mediocres; su ansía de reconocimiento e hipocresía que nos inducen a vivir una doble vida; una "líquida" relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y opuesta, una relación de adhesión total con el mundo relativista.

Efectos

Algunos de sus efectos son el letargo de la fe, la anestesia de la voluntad, la merma de la capacidad de amar, la ausencia de compromiso con Dios y con el prójimo, la falta de reconocimiento del error y la negación del pecado. 

Consecuencias 

Algunas de sus consecuencias son la visión de un Dios anciano que hemos recluido en una residencia y que nos olvidamos de visitar, la creencia de una fe arcaica y obsoleta que tratamos de recluir en la intimidad, el apego a los bienes materiales que, aunque no nos sacian, nos impide sentir hambre de Dios.

Por eso, cada día me pregunto ¿Soy cristiano o aparento serlo? ¿Vivo como un cristiano o fluyo en el paganismo? Y si lo soy, ¿por qué lo soy? ¿lo hago por tradición, por cumplimento o por coherencia?

Un cristiano que se mundaniza en lugar de divinizarse, un sacerdote que hace seguidores en lugar de discípulos de Cristo, un católico que lleva una doble vida en lugar de una plena, un obispo que abusa de su posición en lugar de apacentar al rebaño, una oveja que en realidad es una cabra, un pastor que en realidad es un depredador... 

Todos ellos, insertados dentro de la Iglesia, viven un ateísmo fluido que les dificulta atisbar la esperanza cristiana, que les impide ser coherentes con la fe cristiana, y que les veta la posibilidad de amar y ser amados. 

¡No puedo llamarme cristiano y vivir como pagano! ¡No puedo predicar amor y mostrar odio! ¡No puedo proclamar a Cristo y exponer mis propias ideas sobre la Verdad! ¡No puedo estar sólo pendiente de lo temporal y olvidarme de lo eterno! ¡No puedo prestar atención a lo visible y obviar lo invisible! ¡¡¡¡No puedo!!!! 

Dice Benedicto XVI, que el cristianismo surge “por atracción”, que la fe cristiana se propaga por contagioEntonces ¿qué atracción puedo producir si mis actos no son coherentes con mi fe? ¿cómo voy a contagiar algo que no tengo? ¿hay evidencias reales en mi vida que indican que soy cristiano? ¿Vivo y comparto mi fe con otros o la escondo? 

La Congregación para la Doctrina de la Fe nos enseña que las verdades de la fe constituyen una unidad inseparable. Entonces ¿cómo puedo elegir del Evangelio lo que me interesa y desechar lo que no me gusta o lo que me incomoda? ¿cómo puedo decir una cosa y hacer la contraria? ¿cómo puedo compaginar la enseñanza de la Iglesia con la del mundo?

Ser cristiano implica, radicalmente, seguir a Cristo. Y eso sólo sucede a través de la gracia, por la que Jesús sale a mi encuentro y me muestra el gran amor que me tiene, y a través de la fe, por la que creo un conjunto de verdades que la Iglesia me enseña y que me muestran la coherencia de Dios, quien no puede ni engañarse ni engañarme. 

Cristo es verdad, coherencia, autenticidad. Y ser cristiano implica procurar ser como Él. 

Si sólo creo lo que me apetece, lo que quiero entender o lo que me interesa, soy un ateo fluido, con una fe tibia y una voluntad deformada que no sigo a Cristo. 

Resultado de imagen de ateismo fluidoSi "practico a ratos" una devoción, en realidad, soy un ateo líquido que busca excusas circunstanciales que no resisten el paso del tiempo, que aspira obtener éxitos limitados y comodidades efímeras, pero, a la larga, inútiles.

Si vivo una doble vida, soy un ateo fluido que hablo para lograr aplausos, que escucho lo que quiero oír y elijo sólo aquello que me es fácil de asimilar y llevar, que no carga con su cruz.

Si deambulo agotado, tiranizado y sin paz, soy un ateo líquido que camina desorientado y confuso por la senda de la ambigüedad y la apostasía, que vive la vida cristiana como una gran mentira, aunque disfrazo de verdad

Pero Verdad, sólo hay una. Y es Cristo, quien a su vez, la depositó en manos de Pedro. Por tanto, es la Iglesia la depositaria de las verdades de fe ¿Qué clase de Dios sería si, después de revelarse al hombre por amor, hubiera dejado a la subjetividad o a la conveniencia, el camino que conduce a la felicidad y la vida plenas? 

Si mi identidad cristiana es ser como Cristo, ¿cómo puedo pretender aparentar ser cristiano sólo en ocasiones, en determinadas actividades o según las circunstancias? ¿cómo puedo acudir a los sacramentos y después "colgar" mi filiación católica a la puerta de mi colegio electoral, de mi club, de mi empresa, de mi entorno social o de mi propio hogar familiar.

No digo que mi voluntad sea infalible ni que mi fe me impida caer, porque soy débil y frágil, porque tengo limitaciones y errores, y tantas cosas más. Pero, es en esos momentos, cuando Dios me abre sus brazos misericordiosos en el maravilloso sacramento de la Penitencia para ser realmente yo, ante Él, y me vuelve a enseñar coherencia en el Santísimo sacramento del Altar, donde no hay mentira ni engaño. 

Mi respuesta a la pregunta de este artículo surge del hecho de que mi fe no procede de lo que sé o veo, ni de lo que me apetece o agrada, ni de lo que me cuentan o me dicen, ni de lo que razono o siento. Nace de mi relación con Dios.

Resultado de imagen de ateosMi respuesta brota de que la esperanza depositada en las promesas de Cristo es un combate constante al que me enfrento con armas espirituales: la oracióndonde me comunica Su voluntadlos Sacramentosdonde fluye Su amor infinito, la Sagrada Escritura, donde emana su luz radiante la Iglesia, donde recibo Su verdad depositada.
Mi respuesta tampoco se dirige a entablar batalla contra todo y todos, sino hacia la determinación de mantenerme firme y confiadamente fiel a Jesucristo, asirme a su mano mano amiga, seguir el camino luminoso que me marca, para llegar a ser un cristiano autentico y, finalmente, estar en su presencia por toda la eternidad.

Mi respuesta es "Dios o nada".

lunes, 10 de septiembre de 2018

¿IGLESIA DE FRANCISCO O IGLESIA CATÓLICA UNIVERSAL?


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"Que todos sean una sola cosa; 
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, 
que también ellos sean una sola cosa en nosotros, 
para que el mundo crea que tú me has enviado." 
(Juan 17,21)

Últimamente, venimos escuchando con no poco sobresalto la expresión “la Iglesia de Francisco”, como si la Iglesia no fuera "Una" (un sólo Dios, una Fe, un Bautismo, una Doctrina), como si los dos mil años de Iglesia hubieran sido un entrenamiento, como si la "Iglesia de verdad" hubiera comenzado hace cinco años con la llegada de Francisco

Como punto de partida, hablar de la "Iglesia de Francisco" implica, en sí mismo, una apropiación indebida de una Iglesia que sólo pertenece a Jesucristo. Hablar de la "Iglesia de Francisco" evidencia que "existe otra Iglesia" que no es (que no ha sido) la verdadera, y por tanto, admitir que hasta hoy, la Iglesia estaba equivocada. Hablar de la "Iglesia de Francisco" implica  dividir, confrontar y provocar un cisma en el Cuerpo de Cristo hoy. 

Francisco es, ante todo, la cabeza de la Iglesia Católica y como sucesor de Pedro, su función principal es ser vínculo y garante de la unidad y la comunión

Hablar de una Iglesia de.. y otra de..., significa hablar más de "arenas movedizas" que de "roca de la fe"; significa marginar a parte del pueblo de Dios por el hecho de ser fiel a la doctrina del Evangelio y al Magisterio de la Iglesia; significa integrar a nuevos miembros que, abogan por un cambio acorde a los tiempos que les permita decidir por sí mismos lo que está bien y lo que está mal.

Sin fidelidad a Cristo no puede haber Iglesia; sin unidad doctrinal no puede haber Iglesia; sin comunión fraternal no puede haber Iglesia...ni de Francisco ni de Pepito...

Cardinal Robert Sarah (cropped).JPGEl cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desd2014. advierte que la Iglesia Católica Romana se enfrenta a un grave riesgo de división: “Sin una fe común, la Iglesia es amenazada por la confusión y luego, progresivamente puede deslizarse a la dispersión y la división. Actualmente hay un grave riesgo de fragmentación de la Iglesia, de que se desintegre el cuerpo místico de Cristo por insistir en las identidades nacionales de las Iglesias y así en su capacidad para decidir por sí mismos, sobretodo en el dominio tan crucial de la doctrina y la moral” (Entrevista 18 abril 2017).

Espíritu confuso

La confusión parece gustar a muchas personas tanto dentro como fuera de la Iglesia. Y Francisco "gusta" mucho a los de "fuera" porque alimenta la ambigüedad con sus continuos cambios de pensamiento, con sus numerosos "guiños" a sectores históricamente anti-católicos, con sus ocurrentes "frases" para ganarse adeptos dentro de los colectivos tradicionalmente enemigos de la Iglesia.

Imagen relacionadaEn su exhortación del 2016, Amoris Laetitia, Francisco escribió: “Quisiera aclarar que no todas las discusiones y asuntos morales o pastorales necesitan ser establecidos por intervenciones del magisterio. Cada país o región (…) puede buscar soluciones que se ajusten mejor a su cultura y que sean más susceptibles a sus tradiciones y necesidades locales”.

Aclaraciones que, más que dar luz, provocaron cierta hilaridad y confusión, puesto que el Santo Padre cede el Magisterio de la Iglesia al ámbito local, dando lugar a la confusión y conflicto entre las distintas conferencias episcopales, en lo relativo a pastorales sobre al divorcio y las segundas nupcias, la comunión en estado irregular y el adulterio, la comunión inter-ecuménica, la ideología de genero y la LGTB, etc.

Aunque cuatro cardenales le han pedido públicamente al Papa Francisco una declaración aclarando los párrafos controvetidos de Amoris Laetitia, Francisco ha rehusado a hacerlo, lo que indefectiblemente lleva a la Iglesia a un punto peligrosamente confuso y fragmentado.

Espíritu sectario

Desde el inicio de la Iglesia empezaron las divisiones, algo que no es nuevo, pues ya el apóstol Pablo lo advertía en la Iglesia de Corinto:"Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo". ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?" ( Corintios 1, 12-13).

Resultado de imagen de iglesia de franciscoSe trata de liderazgo malentendido, espíritu sectario dentro de la Iglesia, carácter autorreferencial y endogámico. En definitiva, un camino peligroso: "Yo soy de Francisco; ¿qué me importa Benedicto o Juan Pablo II con sus seguidores? Los demás no me interesan." 

El Papa no puede ser partidista. Debe resolver las disputas, no dar pie a ellas. No debe posicionarse en “una de las partes”, cuando se producen desacuerdos dentro de la Iglesia. No puede premiar a sus aliados y castigar a sus detractores. Y desde luego, no puede revertir la doctrina de sus antecesores.

El sucesor de Pedro debe ser prudente y evitar incluso la apariencia de una actuación arbitraria. Debe ser consciente de que sirve al pueblo de Dios como Cabeza de la Iglesia pero no como Líder autoritario. Debe proponer más que imponer.

Francisco ha nombrado, en sólo tres años, a 61 cardenales "propios", de los cuales 49 son menores de 80 años, entre ellos Osoro, de Madrid, y Omella, de Barcelona. Su objetivo parece estar claro: rodearse de personas con una ideología eclesiástica y espíritu renovador alineados con los suyos, con el propósito de influir en la decisión del nombramiento de su futuro sucesor. 

Espíritu progresista

El papel del Papa es conservador por su propia naturaleza, puesto que debe preservar la pureza y claridad de nuestra fe: una fe que no cambia y que fue establecida por Jesucristo. Por tanto, nadie (ni siquiera el Papa) puede cuestionar la doctrina sin alterar la autoridad de la Iglesia que nuestro Señor fundó, la misma Iglesia que le da a él su autoridad. 
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Si bien es el pastor supremo de la Iglesia Católica, el Papa sólo puede enseñar lo que la Iglesia siempre ha enseñado: el depósito de la fe que se le ha transmitido desde los apóstoles. 

En contra de lo que muchos creen, el Papa sólo es infalible cuando proclama y define lo que el Magisterio ha dicho y los fieles católicos han creído “siempre y en todas partes”. En el resto de ocasiones en las que habla, el Papa es humano. Y como tal, puede equivocarse.

El Papa no puede enseñar algo nuevo ni tener una actitud progresista o de reforma. Puede expresar la Verdad de nuevas maneras, con nuevas metodologías, con nuevos lenguajes pero si introduce "nuevas enseñanzas", está abusando de su autoridad

Y si además estas nuevas enseñanzas entran en conflicto con la doctrina establecida por la Palabra y el Magisterio de la Iglesia, está socavando su propia autoridad.

Espíritu liberal

Son muchos los que ven muchas similitudes entre las opiniones de Francisco y la Teología de la Liberación, hasta el punto de parecer haber legitimado algunos de sus postulados.

Imagen relacionadaLa “Teología de la liberación” se define a sí misma, “como una reflexión a partir de la experiencia religiosa de quienes encuentran a Cristo entre los pobres, merced al compromiso que contraen en la lucha por su liberación”. 

Imagen relacionada“Liberación” significa la lucha y destrucción del capitalismo como la peor manifestación del pecado en forma de "violencia" y la necesidad de reemplazarlo por el comunismo. 

Jesucristo es presentado como un revolucionario y, así, si una persona quiere seguirle, si quiere ser cristiano, también debe ser revolucionario. Y así esta "Teología" proselitista, liberal y de pensamiento único divide a la Iglesia en “nosotros” y “ellos”.

En el discurso pronunciado durante el Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares organizado por el Vaticano, Francisco expresó: "Actualmente quien gobierna el mundo es “el dinero”. ¿Cómo? Mediante “el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás”. Y subrayó que “ese sistema es terrorista”.
Ratzinger alertó sobre las “graves desviaciones ideológicas que conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres […] la lucha de clases como camino hacia la sociedad sin clases es un mito que impide las reformas y agrava la miseria y las injusticias”. Y condenó “la nueva interpretación, que viene a corromper lo que tenía de auténtico el generoso compromiso inicial en favor de los pobres”.

El hombre actual cree que la Igl
esia es una construcción humana y la fe, un accidente histórico que ocurrió hace dos mil años y que tuvo éxito gracias al destino. Por eso, afirma que la Iglesia debe cambiar y adaptarse a cada época y a cada cultura.

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En el fondo y como siempre, se trata de una cuestión de fe: ¿Es la Iglesia una institución fundada por Dios para la salvación eterna de las almas? ¿O es una construcción social constituida por gente sincera para hacer del mundo un mejor lugar? y de una cuestión de obediencia: ¿Es la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia la Verdad revelada por Cristo? ¿O es una construcción ideológica según las épocas y dependiente de los tiempos?

Jesús nos insiste a estar alerta, en vela y preparados y a orad para no caer en tentación: "Estad alerta; velad... Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad en vela!" (Marcos 13, 33-37).  "Velad y orad para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26, 41). "Estad alerta y orad en todo momento para que podáis libraros de todo lo que ha de venir y presentaros ante el hijo del hombre" (Lucas 21, 36). "Acuérdate de cómo recibiste y oíste la palabra; guárdala y arrepiéntete. Porque, si no despiertas, caeré sobre ti como un ladrón, sin que sepas a qué hora te voy a sorprender." (Apocalipsis 3, 3).

Nos avisa para que nadie nos engañe porque surgirán falsos profetas: "Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy el mesías, y engañarán a muchos..."Entonces os entregarán a la tortura y a la muerte. Por mi causa os odiarán todos los pueblos. Muchos se escandalizarán, se traicionarán y odiarán unos a otros. Surgirán muchos falsos profetas y engañarán a muchos. El exceso de la maldad enfriará la caridad de mucha gente, pero el que persevere hasta el fin se salvará" (Mateo 24, 4-5; 9-13).

Nos advierte de la llegada del Anticristo y previene que saldrá de entre nosotros: "Cuando veáis en el lugar santo el ídolo repugnante anunciado por el profeta Daniel (el que lea que entienda)...Rezad...estad en guardia..."" (Mateo 24, 15). "Y en el templo se cometerá un sacrilegio horrible, hasta que la ruina decretada caiga sobre el devastador" (Daniel 9, 27). "Hijitos míos, es la última hora. Se les dijo que tendría que llegar el Anticristo; pues bien, ya han venido varios anticristos, por donde comprobamos que esta es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros mismos, aunque realmente no eran de los nuestros. Si hubieran sido de los nuestros se habrían quedado con nosotros. Al salir ellos, vimos claramente que no todos los que están dentro de nosotros son de los nuestros" (1 Juan 2, 18-19).

Debemos velar, estar alerta y preparados; mantenernos sobrios, prudentes y firmes en la fe; fieles, obedientes y dóciles a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia. Y para todo ello, y lo más importante, debemos orar.

Recemos por el Santo Padre, por todos los obispos y por todos los sacerdotes, por todos los consagrados y por todo el Pueblo de Dios para que Su Espíritu ilumine y guíe a toda Su Iglesia.