"Muchos son los llamados,
pero pocos los elegidos"
(Mateo 22,14)
En el capítulo 22 del Evangelio de San Mateo, Jesús nos regala la parábola del Rey bueno, justo y misericordioso que celebra el banquete de bodas de su Hijo, envía las invitaciones y a sus emisarios a todo su pueblo, pero ningún invitado quiere asistir; o no hacen caso porque están ausentes u ocupados "en sus cosas", mientras que otros, maltratan y asesinan a los enviados.
Dios nos envía una invitación personalizada (e inmerecida) a todos y cada uno de nosotros (buenos y malos) para asistir a su celebración, pero no todos queremos ir.
Dios insiste y nos invita de nuevo, pero ponemos excusas, nos ausentamos, le despreciamos o le crucificamos.
Dios, en su infinita paciencia, nos reúne de nuevo en torno a su mesa pero ¡cuántas veces somos indignos de tan sublime honor!
Desgraciadamente, esto es lo que uno encuentra muchas veces, en la Iglesia Católica: tres tipos de invitados, que corresponden a tres niveles de actitud espiritual muy distintos: los "creyentes", los "practicantes" y los "cristianos".
A menudo, se suelen confundir o identificar estos tres niveles con el mismo nombre de "católicos", ya sean laicos o consagrados...pero ¿lo son de verdad?
Creyentes
"Los que se quedan en tierra y esperan"
Son los invitados que reciben la invitación pero no quieren ir: sólo creen en Dios por interés egoísta, esperando recibir, desde la distancia y la "seguridad" de la orilla, algo que necesitan : salud, alimento, paz o consuelo.
Por lo general, son "personas buenas" que no matan, no roban y no hacen daño a nadie, pero que, conscientes o no, incumplen realmente la voluntad de Dios, aunque participen ocasionalmente en algunas ceremonias religiosas, como por ejemplo, en bodas, bautizos, comuniones o funerales.
Están convencidos de que pueden agradar a Dios "a su manera", es decir, viviendo en soledad una religiosidad al margen de la Iglesia, haciendo su voluntad sin "practicar", sin seguir a Cristo, sin comprometerse.
Para ellos, la religión es sólo una activación, una forma de manifestar una espiritualidad propia e íntima, pasiva y sin fruto alguno.
Practicantes
"Los que se meten en la barca y empujan"
Son los invitados que se excusan, que se ausentan o incluso, a veces, matan a los enviados. Algunos asisten, pero indebidamente: creen en Dios y sólo cumplen. Tienen una cierta, aunque lejana, relación con Él: le obedecen pero sólo dentro de los umbrales de la Iglesia.
Por lo general, son "personas religiosas" que piden poco y se conforman con menos, que "cumplen y mienten", que obran con doblez o hipocresía, como los fariseos.
Se "comportan aparentemente", participan en las misas dominicales (si les viene bien) y en algunas actividades religiosas (si les agradan).
Fuera del ámbito de la Iglesia, son capaces de matar (criticar), de robar (apropiarse del Evangelio) y de hacer daño o de matar a otros (acción u omisión).
Para ellos, la religión es sólo un acto de aparente espiritualidad, una forma de manifestar públicamente, mediante un conjunto de ritos, actividades y eventos, una fe pseudo-activa, pero con escaso fruto.
Cristianos
"Los que reman mar adentro y caminan sobre el agua"
Son los invitados que reciben la invitación de buen grado y deciden asistir a la boda, intentando buscar el traje adecuado para la ocasión (la santidad).
Por lo general, son personas que creen, cumplen y viven lo que creen porque han tenido un encuentro intenso y personal con Jesucristo, y que han decidido seguirlo, a través de un continuo proceso de conversión transformador que dura todas su vidas.
Son personas que aman, confían y sirven a Dios de corazón. Nunca dan importancia a las apariencias y viven su fe tanto en público como en privado.
Pudieran albergar alguna duda sobre alguna cuestión que puedan percibir, ver o escuchar en la Iglesia, o incluso, mostrar desacuerdos con las personas que la dirigen o que la visitan, pero en lugar de criticar, dividir y alejarse de ella, lo ofrecen todo como sacrificio reparador a Dios.
Para ellos, la fe es una actitud con la que manifiestan su religión, es la vivencia del amor de Dios, es la expresión de su libre obediencia a Dios por amor, es el testimonio de una conversión que ha transformado por completo su mentalidad y su voluntad.
"Señor, si me invitas a la boda
asistiré con presteza y alegría,
y si me visto adecuadamente,
Tú me saludarás.
Señor, si me llamas a pescar,
te seguiré en tu barca,
remaré mar adentro y caminaré sobre el agua,
y si me hundo,
Tú me levantarás."
JHR
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