¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

jueves, 14 de enero de 2021

COMO LADRÓN EN LA NOCHE

"En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, 
ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, 
sino solo el Padre" 
(Mateo 24,36; Marcos 13,32)

Los cristianos aguardamos con esperanza y alegría la Parusía, la segunda venida de Cristo, pero lo que ninguno sabemos es cuándo sucederá. Ni los hombres, ni los ángeles, ni siquiera el Hijo, el propio Jesucristo. Sólo Dios Padre lo sabe.

No sabemos si la veremos o moriremos antes. Lo que sí sabemos es que la venida del Hijo del hombre será como en los días previos al diluvio, como en los tiempos de Noé (Mateo 24,37): anunciada con mucha antelación pero tristemente ignorada por muchos. 

No conocemos ni el día ni la hora pero sí tenemos la capacidad de interpretar las señales previas a Su venida que el propio Jesús nos anticipó y que quedaron escritas en los evangelios sinópticos (Mateo 24,5-51; Marcos 13,5-27; Lucas 21,8-28):

-el comienzo de los dolores: Cristo nos dice que no nos alarmemos, porque todo esto ha de suceder, pero todavía no es el final. Apostasía: muchos se llamarán "cristianos", otros se autoproclamarán "mesías" y surgirán "falsos profetas" que engañarán a muchos. Calamidades: guerras y noticias de guerras, hambre, epidemias, pestes, terremotos. Persecución y martirio por su causa. Maldad: escándalos, odios, traiciones, aumento de la maldad y enfriamiento del amor. Se producirá una gran Evangelización por todo el mundo...y entonces vendrá el fin.

-el fin: Jesús nos exhorta a huid y a orar cuando veamos "la abominación de la desolación" (profetizada en Daniel 9, 27; 11, 31; 12,11), es decir, la aparición blasfema del Anticristo. Porque habrá una Gran Tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber. Después de esta angustia habrá Signos en el cieloel sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán.

-la venida del Hijo del hombre: Dice el Señor que su venida será como un relámpago que se verá en toda la tierra. Y todo el mundo verá venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta para reunir a sus elegidos.
Sin embargo, los católicos no la esperamos con temor ni angustia, sino todo lo contrario, con impaciencia y gozo, como quien espera la llegada de su Amado. Y mientras esperamos la parusía, debemos estar muy atentos para reconocer ya su presencia en cada instante de nuestra vida, y preparados para ir a su presencia en el momento de nuestra muerte, es decir, en el encuentro definitivo con Dios.

Para estas tres "esperas", Jesucristo nos reitera y nos apremia para que estemos en vela (Mateo 24,42-44), que estemos despiertos, que estemos vigilantes, que estemos preparados... porque si no... "sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar" (1 Tesalonicenses 5,3); "Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti" (Apocalipsis 3,3); los que velan de noche serán bienaventurados porque le verán (Lucas 12,38; Apocalipsis 16,15).

San Pablo en 1 Corintios 15,52 dice que vendrá sin aviso previo, es decir, de repente: "... en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta", o como dice Mateo 24,44 "a la hora que menos pensemos", o como dice Marcos 13,35 "...no sabéis si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer".

La Escritura nos advierte que vendrá como ladrón en la noche: en "aquella noche" (Lucas 17,34); una voz anuncia la llegada del esposo de las vírgenes con las lámparas "a medianoche" (Mateo 25,6); el dueño de la casa no sabe a qué hora de la noche viene el ladrón (Mateo 24,43); como el hombre que se fue de viaje... el "Día del Señor llegará como ladrón en la noche" (2 Pedro 3,10; 1 Tesalonicenses 5,2).
La expresión "Día del Señor" es una forma de representar el factor "tiempo" en el que Cristo se manifestará, bien sea en el momento de nuestra muerte o en el de su gloriosa venida a la tierra. 

"Como ladrón" es una manera de decir que vendrá en secreto, de una forma desprevenida o inesperada para quien no esté atento, como un intruso al que no se espera, en referencia a quienes no creen y no esperan al Señor, o para quienes creyendo, no perseveren hasta el fin, es decir, hasta la muerte física. 

"En la noche" es un modo de expresar oscuridad y tinieblas (1 Tesalonicenses 5,4), en referencia a un estado de pecado generalizado en el mundo, o también, al momento de la propia muerte. 

"Como los dolores de la mujer encinta” es una metáfora para explicar que, de la misma manera que una mujer embarazada sabe con certeza que el parto le llegará, y con él, los dolores, aunque no el momento exacto, nosotros sabemos que su venida es segura, ya sea durante nuestra vida o en el momento de nuestra muerte.

"Velad, vigilad, estad alerta" es un aviso para que estemos atentos a los signos de los tiempos, para que perseveremos en la fe, para que estemos en guardia contra las tentaciones y el pecado, para que oremos y para que estemos en gracia (Mateo 26,41). Para que busquemos "la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12,14), ya sea en su venida a la tierra, o en el momento de presentarnos ante Él, el día de nuestra muerte. 

En un mundo que promete una falsa "paz y seguridad", Dios nos advierte para que velemos y estemos vigilantes porque conoce nuestra debilidad ante el poder y la seducción del Enemigo, que domina el mundo en la oscuridad de la mentira y que busca que no veamos a Dios.

Cristo nos alienta diciéndonos que somos "luz del mundo". Una luz que debe brillar ante los hombres, para que vean nuestras buenas obras y demos gloria a Dios (Mateo 5,14 y 16), pues si seguimos a Cristo, "Luz del mundo" (Juan 8,12), Él estará en nosotros y nosotros en Él. No andaremos en tinieblas ni caminaremos a ciegas.

Así pues, nuestra espera tiene una doble vertiente. Por un lado, como cristianos, somos soldados que, atrincherados en la seguridad de la fe, vigilan, perseveran y resisten al Enemigo y, por otro, como Iglesia, santificados por la gracia de los sacramentos, somos la novia que espera impaciente al novio.

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