¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 10 de noviembre de 2025

SOFONÍAS: JUICIO DE DIOS, ESTÍMULO PARA LA CONVERSIÓN

El libro de Sofonías ("Yahvé protege"), judío hijo de Cusí y tataranieto del rey Ezequías (por tanto, miembro de la realeza, como Isaías) es el noveno de los 12 profetas menores del Antiguo Testamento y consta de tres capítulos, como los libros de Nahún y Habacuc.

Escrito en hebreo durante el reinado de Josías (640-609 a. C.), anterior a su Reforma del culto del año 621 a. C., y, probablemente, compilado y ampliado durante o después del destierro de Babilonia.

Sofonías ejerce su actividad profética en Jerusalén, la capital de Judá (Reino del sur) como consecuencia de la transgresión y desobediencia del pueblo a la alianza con Dios, a pesar de haber visto la ruina de Israel (Reino del norte)l, una o dos generaciones antes.

Contexto histórico
Judá lleva un siglo sometida a los asirios y aunque intentó independizarse en tiempos de Ezequías, no lo consiguió.

El pueblo se ha dejado influir por costumbres paganas, prácticas idolátricas, injusticias sociales y por la corrupción religiosa (altares a Baal, imagen de Astarté en el templo, magia, adivinación), sobre todo, durante el reinado de Manasés (698-643 a.C.).

Al comienzo del reinado de Josías, Judá necesita una gran reforma política, social y religiosa que se llevará a cabo promovido por el profeta Sofonías, quien denuncia el sincretismo religioso (1,4-5), anuncia el castigo a Nínive (3,13-15). En dicha reforma se encuentra en el templo el Libro de la Ley (cf. 2 Re 22) que profetiza el desastre futuro para Judá.

Contenido
Sofonías denuncia la situación insostenible de Judá que provocará irremediablemente el castigo: las transgresiones contra Dios y contra el prójimo, la idolatría cultual, las injusticias, el materialismo, los abusos de poder, la indiferencia religiosa y la opresión de las naciones extranjeras.

Su mensaje tiene como tema principal el "Día del Señor", al igual que Amós, Isaías, Ezequiel, Abdías, Joel y Malaquías, con el que enfatiza la destrucción total, utilizando dos fórmulas (1,2-3) recogidas del libro del Génesis:
  • "Voy a acabar con los seres humanos y los animales... las aves... los peces...", variando intencionadamente el orden de la creación (Gn 1,1-27)
  • "Voy a arrancar al hombre de la tierra", evocando la narración del diluvio universal (Gn 6,7; 7,4; 8,8)
Sin embargo, Sofonías, como buen discípulo de Isaías, no se complace en condenar sino que considera la destrucción como un paso a la salvación:
  • "Como una encina o un roble que, al talarlos, solo dejan un tocón. Ese tocón será semilla santa" (Is 6,13)
  • "El resto de Israel no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca. Pastarán y descansarán, y no habrá quien los inquiete (Sof 3,13)
El mensaje de Sofonías es un estímulo para la acción y el cambio.

Estructura
  • c. 1: Advertencia y juicio universal, pero en especial, sobre Judá: "el gran día del Señor", el "día de cólera". Denuncia las injusticias de las autoridades, el obsesivo interés comercial y la autosuficiencia del pueblo
  • c. 2: Llamada a la conversión y juicio contra las naciones: Filistea, Moab, Amón, Cus (Etiopía) y Asiria. El castigo contra todos estos países debería servir para que Judá se convierta
  • c. 3: Lamentación por Jerusalén y anuncio de salvación universal. A pesar de todo, las autoridades civiles y religiosas siguen con su rebeldía: "Ay de la ciudad rebelde, impura, tiránica...". Anuncia una etapa de salvación universal en la que los injustos, idólatras y soberbios darán paso a un "resto fiel" purificado por Dios y en la que los tiranos cederán su puesto al Señor "rey de Israel", quien reunirá a los desterrados y dispersos
Clave de lectura
Sofonías predica en torno a cuatro puntos:
  1. Dios realiza un juicio sobre la tierra y sobre Judá: no hay uno solo justo, sólo Dios.
  2. Anuncia el "Día del Señor" con amenazas a las naciones y a Judá
  3. Anuncia una salvación/purificación que suscitará un "resto" justo y fiel
  4. Anuncia un día futuro en el que Dios estará en medio de su pueblo, "en el seno de la hija de Sión (tipo de la Virgen maría y de la Iglesia)
Unidad de la Escritura
  • Mt 13,41, en referencia al juicio de Dios (Sof 1,3)
  • Jn 1,49, en referencia al título "rey de Israel" aplicado por Natanael a Jesús es el mismo que Sofonías otorga a Dios (Sof 3,15)
  • Ap 16,1, en referencia a la "ira de Dios" (Sof 3,8)
  • Ap 14,5, en referencia a los rescatados por Dios, al "resto fiel e intachable" (Sof 3,13)

jueves, 3 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (3): ¿HABÉIS ENTENDIDO ESTO?

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar 
y recoge toda clase de peces: 
cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, 
y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: 
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 
y los echarán al horno de fuego. 
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?»
Ellos le responden: «Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos 
es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
(Mt 13,47-53)

Jesús siempre utiliza parábolas de escenas cotidianas para describir el Reino de Dios cuando se dirige "al gentío", "a la multitud", es decir, a todos los hombres (creyentes y no creyentes) pero se las explica sólo a los que son sus discípulos. Por eso, los que tienen "endurecidos sus corazones" y "cerrados sus ojos" no pueden comprenderlas. 

Para comprender el mensaje de Jesús es necesario ser un verdadero discípulo suyo y, por tanto, tener fe, acogerlo en el corazón. Sólo así podemos llegar a profundizar en esa verdad que el Señor quiere transmitirnos en cada parábola. 

La parábola de hoy (recogida sólo por san Mateo) es semejante a la del trigo y la cizaña. Ambas señalan el dia del juicio. Es un nuevo aviso para estar vigilantes y en oración, una nueva invitación para elegir entre el bien y el mal. En ambas, son los ángeles quienes separan la cizaña del trigo y los peces malos de los buenos. El juicio sólo le corresponde a Dios.

La red es la comparación que Jesús utiliza para referirse a nuestra propia vida, en la que experimentamos situaciones muy diversas, buenas y malas, y que, como los pescadores de la parábola, tenemos que seleccionar lo que nos sirve de lo que debemos descartar, guardar lo bueno y desechar lo malo.

Pero también la red se refiere a la Iglesia que, a través de su misión apostólica (pescadores de hombres), acoge a todo tipo de personas, peces buenos y malos, cizaña y trigo. Todos somos llamados por Dios pero no nos toca a nosotros separar. Nosotros lanzamos la red y Dios, por medio de sus ángeles, separará.
Las palabras de Jesús sobre el destino de los peces malos, es decir, de aquellos que se rebelan y se separan de Dios, son claras y firmes para que no haya la más mínima duda. Nos invita a tomar partido, a elegir una opción... libremente. Lo que no podemos es ser neutrales, ambiguos ni tibios: o elegimos el bien u optamos por el mal (Ap 3,16). Por eso, nos advierte de las consecuencias y nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

"Horno de fuego" y "llanto y rechinar de dientes" son dos imágenes fuertes utilizadas por el Señor para señalar el destino de aquellos que se rebelan a Dios y que los discípulos entendían perfectamente. Por eso, contestan "sí" a la pregunta de Jesús.

Horno de fuego hacía referencia a la existencia en las afueras de Jerusalén de un valle o barranco llamado Gehena o Gehinnom (valle de Hinón), utilizado como vertedero desde el 638 a.C. y donde se incineraba la basura (incluso cadáveres de animales o de algunos criminales) en un fuego permanente y que nunca se apagaba (Mc 9,43-48). También es una referencia a la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor en 587 a.C. a causa de la idolatría y apostasía del pueblo judío.

Por tanto, el Gehena u "horno de fuego" (el mismo “lago de fuego” mencionado por san Juan en el Apocalipsis) es para los judíos un símbolo de exclusión y condena
El llanto y rechinar de dientes (Mt 8,12; 13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30; Lc 13,24; Sal 112,10) hace referencia a la abominable práctica idolátrica que el rey cananeo Manasés realizaba en la antigüedad allí mismo, donde se sacrificaban niños a los dioses Moloch y Baal, quemándolos vivos en un horno; una práctica que fue proscrita por el rey Josías (Jer 7,31; 19,5; 2 Cro 33,6; 2 Re 17,17; 23,10, Ez 23,39). 

Esta locución hebrea es para los judíos un símbolo de desolación y agonía, de impotencia y angustia ante la incapacidad para tomar decisiones por propia voluntad.
Ambas expresiones son símbolos de destrucción eterna, sin ninguna posibilidad de resurrección. Pero no es Dios quien excluye porque quiere que "todos tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10) y no puede obligarnos a amarlo. Somos cada uno de nosotros quienes libremente nos excluimos a nosotros mismos y nos "lanzamos" al infierno, al barranco, cuando renegamos de Dios.

Finalmente, Jesús compara a un converso (escriba) con "un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo"... y ¿qué hace un padre de familia? transmite el "tesoro de la sabiduría familiar" a sus hijos, es decir, la riqueza de la fe, los valores cristianos y las costumbres de la vida que ha recibido y aprendido de sus padres. 

El Señor quiere que sus discípulos seamos los transmisores de la fe, que seamos "padres de familia" que llevemos el mensaje de Cristo a todos (incluso a los peces malos) para que puedan convertirse. 

Además, con sus palabras y hechos, Jesús nos muestra la imagen real de Dios, quien parecía para los escribas muy severo en el Antiguo Testamento y que, sin embargo, tiene rasgos de un Padre bondadoso, tierno y misericordioso que ama a todos sus hijos y quiere que todos se salven.


JHR

jueves, 14 de enero de 2021

COMO LADRÓN EN LA NOCHE

"En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, 
ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, 
sino solo el Padre" 
(Mateo 24,36; Marcos 13,32)

Los cristianos aguardamos con esperanza y alegría la Parusía, la segunda venida de Cristo, pero lo que ninguno sabemos es cuándo sucederá. Ni los hombres, ni los ángeles, ni siquiera el Hijo, el propio Jesucristo. Sólo Dios Padre lo sabe.

No sabemos si la veremos o moriremos antes. Lo que sí sabemos es que la venida del Hijo del hombre será como en los días previos al diluvio, como en los tiempos de Noé (Mateo 24,37): anunciada con mucha antelación pero tristemente ignorada por muchos. 

No conocemos ni el día ni la hora pero sí tenemos la capacidad de interpretar las señales previas a Su venida que el propio Jesús nos anticipó y que quedaron escritas en los evangelios sinópticos (Mateo 24,5-51; Marcos 13,5-27; Lucas 21,8-28):

-el comienzo de los dolores: Cristo nos dice que no nos alarmemos, porque todo esto ha de suceder, pero todavía no es el final. Apostasía: muchos se llamarán "cristianos", otros se autoproclamarán "mesías" y surgirán "falsos profetas" que engañarán a muchos. Calamidades: guerras y noticias de guerras, hambre, epidemias, pestes, terremotos. Persecución y martirio por su causa. Maldad: escándalos, odios, traiciones, aumento de la maldad y enfriamiento del amor. Se producirá una gran Evangelización por todo el mundo...y entonces vendrá el fin.

-el fin: Jesús nos exhorta a huid y a orar cuando veamos "la abominación de la desolación" (profetizada en Daniel 9, 27; 11, 31; 12,11), es decir, la aparición blasfema del Anticristo. Porque habrá una Gran Tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber. Después de esta angustia habrá Signos en el cieloel sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán.

-la venida del Hijo del hombre: Dice el Señor que su venida será como un relámpago que se verá en toda la tierra. Y todo el mundo verá venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta para reunir a sus elegidos.
Sin embargo, los católicos no la esperamos con temor ni angustia, sino todo lo contrario, con impaciencia y gozo, como quien espera la llegada de su Amado. Y mientras esperamos la parusía, debemos estar muy atentos para reconocer ya su presencia en cada instante de nuestra vida, y preparados para ir a su presencia en el momento de nuestra muerte, es decir, en el encuentro definitivo con Dios.

Para estas tres "esperas", Jesucristo nos reitera y nos apremia para que estemos en vela (Mateo 24,42-44), que estemos despiertos, que estemos vigilantes, que estemos preparados... porque si no... "sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar" (1 Tesalonicenses 5,3); "Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti" (Apocalipsis 3,3); los que velan de noche serán bienaventurados porque le verán (Lucas 12,38; Apocalipsis 16,15).

San Pablo en 1 Corintios 15,52 dice que vendrá sin aviso previo, es decir, de repente: "... en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta", o como dice Mateo 24,44 "a la hora que menos pensemos", o como dice Marcos 13,35 "...no sabéis si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer".

La Escritura nos advierte que vendrá como ladrón en la noche: en "aquella noche" (Lucas 17,34); una voz anuncia la llegada del esposo de las vírgenes con las lámparas "a medianoche" (Mateo 25,6); el dueño de la casa no sabe a qué hora de la noche viene el ladrón (Mateo 24,43); como el hombre que se fue de viaje... el "Día del Señor llegará como ladrón en la noche" (2 Pedro 3,10; 1 Tesalonicenses 5,2).
La expresión "Día del Señor" es una forma de representar el factor "tiempo" en el que Cristo se manifestará, bien sea en el momento de nuestra muerte o en el de su gloriosa venida a la tierra. 

"Como ladrón" es una manera de decir que vendrá en secreto, de una forma desprevenida o inesperada para quien no esté atento, como un intruso al que no se espera, en referencia a quienes no creen y no esperan al Señor, o para quienes creyendo, no perseveren hasta el fin, es decir, hasta la muerte física. 

"En la noche" es un modo de expresar oscuridad y tinieblas (1 Tesalonicenses 5,4), en referencia a un estado de pecado generalizado en el mundo, o también, al momento de la propia muerte. 

"Como los dolores de la mujer encinta” es una metáfora para explicar que, de la misma manera que una mujer embarazada sabe con certeza que el parto le llegará, y con él, los dolores, aunque no el momento exacto, nosotros sabemos que su venida es segura, ya sea durante nuestra vida o en el momento de nuestra muerte.

"Velad, vigilad, estad alerta" es un aviso para que estemos atentos a los signos de los tiempos, para que perseveremos en la fe, para que estemos en guardia contra las tentaciones y el pecado, para que oremos y para que estemos en gracia (Mateo 26,41). Para que busquemos "la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12,14), ya sea en su venida a la tierra, o en el momento de presentarnos ante Él, el día de nuestra muerte. 

En un mundo que promete una falsa "paz y seguridad", Dios nos advierte para que velemos y estemos vigilantes porque conoce nuestra debilidad ante el poder y la seducción del Enemigo, que domina el mundo en la oscuridad de la mentira y que busca que no veamos a Dios.

Cristo nos alienta diciéndonos que somos "luz del mundo". Una luz que debe brillar ante los hombres, para que vean nuestras buenas obras y demos gloria a Dios (Mateo 5,14 y 16), pues si seguimos a Cristo, "Luz del mundo" (Juan 8,12), Él estará en nosotros y nosotros en Él. No andaremos en tinieblas ni caminaremos a ciegas.

Así pues, nuestra espera tiene una doble vertiente. Por un lado, como cristianos, somos soldados que, atrincherados en la seguridad de la fe, vigilan, perseveran y resisten al Enemigo y, por otro, como Iglesia, santificados por la gracia de los sacramentos, somos la novia que espera impaciente al novio.