¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 4 de enero de 2021

HIJOS CONTRA SUS PADRES


"Se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. 
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; 
pero el que persevere hasta el final, se salvará
(Mateo 10,21-22)

Está escrito en la Palabra de Dios. Cristo nos anticipa una terrible realidad: "vuestros hijos se rebelarán contra vosotros y os matarán." Pero, como siempre, también nos hace una promesa: quien persevere hasta el final, tendrá recompensa.

Muchos padres sufrimos esta situación con nuestros hijos en primera persona y en propia carne. Algunos, durante muchos años. Impotentes ante esta terrible experiencia, nos preguntamos ¿Por qué? ¿Cómo resolverlo? ¿Qué hacer?

El Diablo siempre utiliza la misma táctica: instiga a los hijos de Dios a rebelarse contra su Padre, con la excusa de la libertad y con el propósito de "matarlo", de "eliminarlo" de sus vidas. Y hace lo mismo con nuestros hijos. 

Por tanto, nuestra lucha no es contra nuestros hijos sino contra el poder del mal. Quizás, lo que deberíamos plantearnos todos, tanto padres como hijos, es ¿cómo reclamo la libertad que mi Padre me concede? ¿trato de obtenerla aunque ello suponga "asesinarle"? ¿sé utilizarla correctamente? 

En un mundo gobernado por el Enemigo y, por tanto, edificado sobre el odio, la división y el egoísmo, seguir a Cristo nos lleva irremediable a chocar con el plan del Adversario, quien pondrá toda su maquinaria en contra nuestra, incluso a nuestros hijos, para causarnos el mayor dolor posible.
No es nada fácil manejar esta dura y dolorosa experiencia personal, y colectiva, a la vez. No, si no pienso y medito en el dolor de la Pasión y Muerte de Dios. Sus criaturas más amadas, sus propios hijos, le "crucifican" y le "matan". Por lo tanto, si yo soy cristiano, tengo que saber que esto también me va a ocurrir a mí.

Aún así, Jesús, desde el Calvario, no me pide que luche contra ellos o que busque soluciones por mis medios, como algunos de sus discípulos pensaban en el Huerto, o como algunos soldados romanos le increpaban para que se salvase a sí mismo en el Gólgota. Cristo me llama a perseverar, a aguantar, a mantenerme firme en la fe y confiado en la voluntad del Padre. Como hizo Él.

En mi Getsemaní particular, puedo pedirle a Dios que pase de mí este cáliz. En mi Cruz personal, puedo preguntarle por qué me ha abandonado. Es humano. Pero como imitador de Cristo, lo que debo decirle al Padre es "que pase de mí este cáliz, pero que no se cumpla mi voluntad, sino la tuya". Como seguidor de Cristo, debo pedirle a Dios: "perdónales porque no saben lo que hacen". También, como cristiano, hijo suyo y amado, debo ofrecerle: "en tus manos encomiendo mi espíritu", es decir, poner mi vida en sus manos y que se cumpla Su voluntad.

La parábola del hijo pródigo (Lucas 15,11-32) refleja a la perfección esta situación que sufrimos muchos padres: nuestros hijos se rebelan contra nosotros, nos piden su "herencia" (su libertad) y nos "matan", para marcharse a un "país lejano". 
Según la costumbre judía, ningún hijo tenía derecho a heredar nada hasta que el padre no muriera. La exigencia del hijo menor de recibir su herencia no sólo implica una rebelión contra su padre, impensable para un judío, sino que además supone el "asesinato" del padre: para heredar, debe matarlo. El Padre, consciente de ello, no quebranta la libertad de su hijo y se le da. Es más, da su vida...por amor a su hijo. Y espera...

En ocasiones, quienes sufrimos esta situación angustiosa, pensamos que no somos capaces de vivir esta tristeza de corazón y que la resolución de este problema es imposible. Y nos asomamos al precipicio de la desesperación. Pero, debemos persistir en la certeza de que "para Dios nada hay imposible" (Lucas 1,37), y que "sabemos que a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien" (Romanos 8,28).

Por eso y aunque sea tremendamente duro y doloroso, debemos aprender a vivir esta circunstancia con plena confianza en el Plan de Dios. Y, aún a pesar de todo el mal que nos desgarra el corazón y nos hiere profundamente el alma por lo que nuestros hijos digan o hagan, debemos amarles hasta el extremo, morir por ellos.

La parábola del hijo pródigo, o mejor, del Padre misericordioso, nos exhorta a hacerla nuestra y a vivirla como la vivió el Padre: con amor incondicional. Y además, a asumirla con la fe y la esperanza de que nuestros hijos, algún día, "vuelvan a casa", para salir corriendo a su encuentro, para abrazarles, cubrirles de besos y celebrar una gran fiesta.

A mi, personalmente, me ayuda mucho encontrar respuestas a mi cruz en la Palabra de Dios y a asumirla como Cristo me pide para seguirle:

Proverbios 22,6 dice: "Educa al muchacho en el buen camino: cuando llegue a viejo seguirá por él". Yo tengo la esperanza de que la semilla sembrada en sus corazones, tarde o temprano, crecerá. Yo la planté y Dios la hará germinar. Estoy seguro.

Gálatas 5,22-23 da la clave para soportar esta cruz con los frutos del Espíritu: "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí". Por eso, siempre le pido al Espíritu Santo, no tanto que me resuelva la papeleta y solucione mis problemas, sino que me de sabiduría, entendimiento, consejo y fortaleza para vivirlos con perseverancia. 

El profeta Isaías 49,15 me da tranquilidad y paz cuando asegura: "¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré". Aunque yo olvidara mi amor por mis hijos, aunque yo me enfade con ellos y, a veces, hasta pierda los "papeles", Dios jamás lo hará. 

San Pablo en 1 Corintios 10,13 me da seguridad y ánimo"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla".

En 1 Tesalonicenses 5, 14-17 me desvela la manera de actuar con mis hijos: "Os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los indisciplinados, animéis a los apocados, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos. Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal; esmeraos siempre en haceros el bien unos a otros y a todos. Estad siempre alegres. Sed constantes en orar".

1 Pedro 5,7-10 me da la solución: "Descargad en Dios todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros. Sed sobrios, velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra comunidad fraternal en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos. Y el Dios de toda gracia que os ha llamado a su gloria eterna en Cristo Jesús, después de sufrir un poco, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá y os consolidará." 

Es en Dios y en su Gracia en quien debo descargar mis agobios. Él cuida de mí y de los míos. Yo sólo tengo que resistir a mi adversario, y como yo, otros que están pasando por los mismos sufrimientos. Dios resolverá todas nuestras angustias y todos nuestros problemas.

Señor, Padre todopoderoso,
te doy gracias por el don de mis hijos
que generosamente me has concedido.

Acepto con serenidad y paciencia, 
las preocupaciones y fatigas
que ellos me cuestan.

Dame consejo para guiarlos,
paciencia para instruirlos,
fe para servirles de ejemplo,
sabiduría para comprenderlos
y luz para ayudarlos a encontrarte.

Ayúdame a amarlos hasta el extremo
y a entregar mi vida por ellos.

 Amén

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