¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 26 de junio de 2023

CREO QUE HA LLEGADO EL MOMENTO...

" No sois vosotros los que me habéis elegido, 
soy yo quien os he elegido 
y os he destinado para que vayáis y deis fruto, 
y vuestro fruto permanezca"
(Jn 15,16)
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Todos conocemos el auge y los frutos que producen los métodos de primer anuncio (Emaús, Effetá, Bartimeo, Proyecto Amor Conyugal, Seminarios en el Espíritu, Cursillos...) en los que el amor y la gracia de Dios actúan poderosamente, generado conversos alegres y enamorados de Cristo.

Sin embargo, seguimos sin contestar la "pregunta del millón" formulada desde hace tiempo: y después... ¿qué?... ¿a qué nos llama Dios? ¿a qué nos impulsa su Espíritu Santo? ¿qué quieres más de mí, Señor? ¿adónde quieres que vaya? ¿para qué me has elegido?

Normalmente, los que salimos de los retiros "con el corazón en ascuas" solemos permanecer en una inercia franquiciadora de fines de semana espirituales que siempre son maravillosos (porque Dios siempre actúa a pesar de nosotros), pero...realmente ¿nos hacen cumplir aquello para lo que hemos sido elegidos? ¿nos conducen al compromiso de dar la vida por otros? o ¿nos limitamos a consumir experiencias místicas o a realizar un servicio que nos resulta relativamente cómodo? 

El Señor nos ha elegido para que vayamos y demos fruto...y que ese fruto permanezca. Pero si dejamos que el fruto se seque o se marchite, nada de lo que hagamos tendrá sentido. Necesitamos saber qué hacer con el fruto (que necesita algo más que retiros) para que perdure.

San Pedro nos da alguna pista: "Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas"(1 Pe 2,21). No podemos quedarnos en la tranquilidad de la orilla, la intimidad del cenáculo o la comodidad del Tabor. Debemos seguir el ejemplo del Señor y dar un paso más. 

Por eso...

Creo que ha llegado el momento de bajar del Tabor, donde quizás nos hemos acomodado y fascinado ante tantas "transfiguraciones" de personas vuelven a la casa del Padre, y lo hemos convertido en una espiral interminable de retiros de todo tipo... "tiendas" donde se está muy bien, pero que reclaman algo más.

Creo que ha llegado el momento de salir de la orilla y subir a la barca, "levar" ancla e "izar" velas y remar mar adentro, para salir de sesiones que se eternizan contando lo que uno hace, lo que uno siente o lo que uno vive, para navegar por mares poco explorados, para testimoniar nuestra fe en "alta mar", donde el viento y el oleaje son contrarios.
Creo que ha llegado el momento de salir del entorno favorable que produce un retiro, resguardados y a salvo del mundo hostil, para "bregar" en lugar de "timonear", para ser cristianos de "mono de trabajo" en lugar de servidores de "polo"....para asumir nuevos compromisos con quienes nos necesitan, con quienes sufren o que han perdido su esperanza.

Creo que ha llegado el momento de pasar de métodos de conversión individual a métodos de conversión comunitaria que acompañen, formen y discipulen, lo cual implica acompañar mientras somos acompañados, formar mientras somos formados, discipular mientras somos discipulados.

Creo que ha llegado el momento de dejar "nuestras trincheras" y salir a "campo abierto", a la verdadera batalla "cuerpo a cuerpo" a la que estamos llamados, para poner a prueba nuestro coraje y nuestro compromiso de dar la vida por otros.
Pero no se trata de una llamada a la imprudencia o a la temeridad, ni tampoco a las Cruzadas, sino una invitación a mirar a los demás con los ojos misericordiosos de Dios, que conmuevan nuestros corazones no sólo durante un fin de semana emocional...y que nos haga salir de nuestras comodidades (incluso de las espirituales).

Creo que ha llegado el momento de demostrar y testimoniar nuestro amor a Dios...cuidando de los pobres y los necesitados, esto es, poner el amor en acción, el corazón en la miseria de otros, avanzando hacia rutas"más incómodas", que nos "duelan" más, que nos exijan más, que requieran "dejarnos la piel", o incluso, que nos reclamen dar la vida.

Sé que no es una llamada fácil de responder. Enseguida nos brotan excusas, pretextos y justificaciones que nos impiden dar un sí a una tarea más exigente y menos cómoda. Lo sé porque a mi también me pasa, quiero descansar en el Señor pero no dejo de oírle cómo me pide más en cada Eucaristía, en cada Adoración, en cada retiro: "Duc in altum".
Creo que ha llegado el momento de realizar un servicio auténtico (que en ocasiones, es impostado) que no entiende de reconocimientos o de comodidades, ni que se mueve por los méritos de aquellos a quienes debemos amar...que no tiene envidia, que no presume, que lo soporta todo (1 Cor 13,4-8), que perdona y que se entrega hasta el extremo (Jn 15,13).

Creo que ha llegado el momento de hacer de lo ordinario algo extraordinario...o viceversa...

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