¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 13 de agosto de 2020

CARITAS IN ECCLESIAE


"Tuve hambre y me disteis de comer, 
tuve sed y me disteis de beber, 
fui forastero y me hospedasteis, 
estuve desnudo y me vestisteis, 
enfermo y me visitasteis, 
en la cárcel y vinisteis a verme.
En verdad os digo 
que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, 
mis hermanos más pequeños, 
conmigo lo hicisteis" 
(Mateo 25, 35-36)

A lo largo de los siglos desde su creación, la Iglesia ha trabajado al servicio del hombre y de su bienestar. Ha atendido la salud, la formación, la economía y la calidad de vida de los hombres. Ha acogido a los refugiados, ayudado a los pobres y curado a los maltratados. La Iglesia ha defendido siempre la dignidad humana como mandato divino.

Sin embargo, la Iglesia se convierte en una organización humana, en una ONG, en el momento en que sólo trabaja por y para el hombre.

Los pobres a quienes servimos, los necesitados a quienes ayudamos, los heridos a quienes atendemos tienen que saber en nombre de Quién les amamos, tienen que saber el origen de nuestra generosidad.
La Iglesia ama al hombre porque ama a Cristo y porque ha sido amada por Él. Sin amor a Dios, la generosidad es un acto árido. Sin proclamar a Dios, la caridad es una obra infructuosa.

La caridad nunca impone la fe pero tampoco la oculta o la calla. Es el mejor testimonio de Dios: habla por boca de Dios y muestra Su amor gratuito.

El hombre se ha vuelto sordo, ciego y autista para las cosas eternas: ha olvidado que existe el cielo y ha obviado su necesidad de Dios.

Por eso, la Iglesia, en su misión caritativa, debe proclamar a Dios, debe recordar que todo lo que hace y ofrece es por amor a Dios y que todo procede del amor de Dios y no mostrar la labor humanitaria en sí misma. Es Dios quien regala amor y no una institución.
La caridad de la Iglesia no puede:

- convertirse en un "activismo mundano" que pretenda ser popular sino en un servicio a Dios a través de la ayuda al hombre.

- medirse, evaluar o cuantificarse en términos de eficacia humana sino en base a la infinita misericordia divina.

- ser una organización que "facilite cosas" al hombre sino en una Madre que le ponga en presencia del Padre.

- ser una institución a imagen del hombre solidario, humanitario y social sino la imagen de Dios.

- ser una administración que "gestione recursos materiales y humanos" sino portadora de Cristo.

- ser una construcción según los "movimientos y criterios del mundo" sino un faro en el que toda su acción esté iluminada por Cristo y refleje Su luz. 

- ser una asociación benéfica ni un club de "gente buena" que se ocupa del cuerpo sino preocupada por la salvación del alma.

- un medio de autorrealización y autosatisfacción propia sino una obra para la gloria de Dios.

- un ente mundano y profano, "social y políticamente correcto", que no ofrece ningún encanto ni atracción especial sino un lugar de encuentro con Dios.

- un "objeto de usar y tirar", mediocre, "desfigurado" y sin identidad sagrada sino un camino hacia Dios.

- un "mercadillo" donde se cambie y se comercie con alimentos y ropa sino una casa de oración. 

Porque la Iglesia es la casa de Dios.