¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 21 de febrero de 2020

IDENTIFICANDO AL ENEMIGO

"¡Sed sobrios y estad en guardia!. 
Vuestro enemigo el diablo como león rugiente 
da vueltas y busca a quién devorar!" 
 (1 Pedro 5, 8)

En la actualidad, son muchos (incluso católicos) los que afirman no creer en la existencia de Satanás, y así, sin darse cuenta, son vulnerables a sus trampas y se convierten en sus cómplices, aunque lo ignoren o no sean conscientes. Es es su gran "triunfo": hacer creer que no existe.

San Pedro nos advierte de que debemos estar muy alerta para ser capaces de discernir los signos de los tiempos, porque el Diablo siempre anda "merodeando" para destruirnos (1 Pedro 5, 8)

San apóstol Juan también nos advierte de que nadie está libre del poder del Diablo: “Todo el mundo yace bajo el poder del Maligno” (Juan 5, 19).

San Pablo nos dice contra quién luchamos los cristianos: "Porque nuestra lucha no es contra gente de carne y hueso, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal, que moran en los espacios celestes" (Efesios 6, 12).

El objetivo principal del Enemigo es llevarnos a pecar, es decir, siempre pretende separarnos de Dios, y dividirnos. Y pecando, morimos a Dios.

El Diablo sólo desea nuestra muerte y con ella, "trata" de dañar a Dios, destruyendo su creación.

Por ello, los cristianos debemos estar muy vigilantes y alerta para saber distinguir lo que procede de Dios y lo que procede del demonio

Es importante saber cómo actúa el Enemigo para estar muy vigilantes en el pensar y muy atentos en el obrar. 

Satanás, el rebelde, el corruptor, el maldito, el padre de la mentira es extremadamente hábil, y muy capaz de  engañarnos, de hacernos ver el mal como bien. 

No siempre se revela en el plano físico, ni mediante actos extraordinarios o posesiones demoníacas que todos reconoceríamos inmediatamente, sino que se insinúa silencioso en el plano intelectual, es decir: tienta y penetra donde se forman nuestras ideas y pensamientos, nuestros convencimientos y razonamientos, nuestras elecciones y comportamientos. 

Una vez que se ha introducido en nuestro pensamiento, lleva el mal a nuestro corazón y lo traduce en acciones exteriores.

Es incansable, merodea, busca los puntos débiles y siempre se presenta de maneras muy claras. Sólo la fe nos ayudará a saber reconocerlas:

Seducción

El principal interés del Diablo es separarnos de Dios para luego actuar con toda libertad. Y lo hace seduciendo el corazón relajado de los hombres. Usa todas sus astucias y encantos para planteándonos la duda. Después nos conduce poco a poco, paso a paso, hacia la desesperación. 

Satanás se nos presenta para convencernos de que nosotros somos nuestro propio Dios y de qué somos dueños de nuestras vidas. Nos seduce apelando a nuestro orgullo, nos crea la duda y nos dice "¿Crees y obedeces a un Dios al que no ves?. Cree sólo en ti mismo. Tú eres Dios".
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En otras ocasiones, se disfraza de ángel de la luz, estimulando nuestros sentidos, nuestra fantasía o nuestra  imaginación, privándonos de voluntad, oscureciendo nuestra razón y destruyendo nuestra capacidad de luchar contra el mal. Y así, nos aleja de la Gracia de Dios, y nos tiene a su merced.

Entonces, destruye toda bondad, honestidad y moralidad, y las sustituye por pasiones que dominen la carne, fomentando el placer, la codicia y la lujuria. Tentaciones a las que fácilmente sucumbimos. 

Por eso, cuando nos encontremos con quienes actúan de forma seductora, es decir, cuando se presenten bajo una apariencia "buena" (o no del todo mala), con estrategias de disuasión, o incluso de espiritualidad, debemos tener sumo cuidado.

Mentira

El Demonio utiliza con astucia la mentira, se oculta y se disfraza para no ser descubierto. Al hacerse inexistente mediante engaños, trabaja eficazmente en silencio y sin obstáculos de ningún tipo. 

Trabaja todo tipo de estrategias y falsedades para actuar libremente y entrar con sutileza en nuestra alma, suscitando una falsa idea de libertad, de dominio de nuestra vida, y nos susurra al oído: "No morirás ... si comes de este árbol, sino que llegarás a ser como Dios ... serás dios". Eres libre de hacer lo que quieras. Es tu vida. Dios sólo quiere esclavizarte con mandamientos y reglas". 

San Pablo dice: "Su mente se dedicó a razonamientos vanos y su insensato corazón se llenó de oscuridad. Alardeando de sabios, se hicieron necios y cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y dieron culto a la criatura en lugar de al creador, el cual es bendito por los siglos" (Romanos 1, 21-22 y 25).

Por eso, cuando nos encontremos con personas que utilizan falsos y oscuros razonamientos, las mentiras y los engaños por sistema, alardeando de sabios, deberían saltar todas nuestras alarmas.

Acusación

Cuando nos encontremos con personas que utilizan las acusaciones sistemáticas a los demás para eximir o evitar su responsabilidad, cuando encontremos en ellos siempre excusas o "peros", debemos estar vigilantes: ahí está actuando el demonio

El Demonio es el Acusador, es el Fiscal del Mal. Siempre "señala" y nunca "reconcilia". Sus acusaciones siempre anhelan desencadenar rabia, odio, celos, envidias y sufrimiento. Satanás nos incita a decir: "No he sido yo, no es culpa mía. Es culpa tuya".

Así actúa el Acusador: primero insinúa, deja caer las cosas y luego nos responsabiliza de la acusación. 

Apela a nuestro instinto de conservación, desencadena el ansia de defendernos de todo y de todos, la necesidad de excusarnos por todo y de acusar a otros. 

División

El Diablo siempre actúa rápido, con insistencia y urgencia. Satanás no puede perder tiempo, no sea que razonemos. Primero, busca la división interna de nuestra conciencia y después, nos lleva a buscar la división externa con el resto de almas.

Intenta
evitar que los cristianos seamos "un solo cuerpo y un solo espíritu", atacando el sentido cristiano de la comunión fraterna.
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Busca que sólo estemos en comunión con nosotros mismos y no con los demás. Y cuando crea la división, estimula nuestro victimismo ante los actos de los demás.

Cuando nos encontremos con personas que dicen y hacen lo posible para conseguir la división por la división, que crean enfrentamiento, discordia y desunión, debemos discernir que todo eso no puede venir de Dios, sino de Satanás.

Difamación

"El Homicida desde el principio" (Juan 8, 44) busca, ante todo e inútilmente, la "muerte de Dios" a través de la del hombre. No necesariamente de una manera física (que también). 

Le basta utilizar el odio, la envidia, la violencia y la ira para murmurardifamar y calumniar. Y así, destruir la dignidad humana.
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Cuando nos encontremos que con sus palabras o actos difaman, es decir, matan la fama, el cuerpo, la imagen o el alma de otros, debemos plantearnos, entonces, ¿de qué espíritu procede todo eso?

¿Cómo combatir al Enemigo?

Ante todo, la protección más segura es nuestra fe, una armadura que nos lleva a un confiado abandono en Dios (Lucas 12, 22-31), de obediencia a su voluntad (Mateo 6, 10) y de huida del pecado (Salmo 51, 6).

Además, contamos con el Espíritu Santo que nos guía para poder discernir en la prueba (Lucas 8, 13-15; Hechos 14, 22; 2 Timoteo 3, 12) y diferenciar entre la “virtud probada” (Romanos 5, 3-5) y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (Santiago 1, 14-15). 
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Pero sobre todo, cuando nos encontremos ante todas las situaciones descritas, debemos recurrir a la oración, nuestra más importante arma contra el Enemigo: “Si Dios está de nuestra parte, ¿Quién estará contra nosotros?” (Romanos 8, 31).

Sólo la oración puede derrotarlo. Jesucristo mismo nos enseña en el Padre Nuestro a pedirle a Dios Padre: “Líbranos del mal”.

No usemos la oración como un último recurso sino como nuestra primera línea de defensa. Orar es hablar con Dios, unirnos a Él, pedirle ayuda y estar alerta. Rezar es hacer partícipe al Espíritu Santo para que Él nos guíe y con poder, nos libre del Enemigo.