"Tened ceñida vuestra cintura
y encendidas las lámparas"
(Lc 12,31)
Hoy Lucas, el médico evangelista, nos invita a la vigilancia y la fidelidad a Dios. Y lo hace utilizando imágenes y enseñanzas del Sermón de la Montaña (Mt 5,1-7,29), parábolas (Mc 13,33-37;Mt 24,42-51;Lc 12,41-48), su gran conocimiento del TaNaK (Biblia hebrea), de la literatura sapiencial hebrea (Libro de la Sabiduría, Salmos) y de las cartas de Pablo.
El Señor sigue hablándonos y preparándonos para nuestra cita con Él en la vida eterna, ofreciéndonos el "boarding pass" que contiene todo lo necesario para el viaje (nombre, fecha, lugar de origen y destino), así como el código de barras que se escaneará en la puerta antes de embarcar:
“Vended vuestros bienes y dad limosna", me invita al seguimiento de Cristo a través del desapego hacia lo material y del servicio a los demás.
"Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”, me llama a reflexionar sobre dónde tengo puestas mis esperanzas e ilusiones, mis deseos y anhelos.
"Tened la cintura ceñida" ("ceñid los lomos"), me exhorta a tener una disposición permanente a ponerme en camino, es decir, a estar preparado tanto para la venida de Cristo como para la de mi propia muerte. Evoca el uso de trajes talares en la antigüedad y que debían levantarse cuando tenían que trabajar, viajar o correr.
"Tened la lámpara encendida", me invita a tener una preparación espiritual, es decir, a estar en presencia de Dios y en estado de gracia, cultivando una vida interior de oración y sacramentos. Evoca el éxodo del pueblo de Israel por el desierto hacia la tierra prometida: las lámparas ardían continuamente en la tienda del encuentro, el santuario donde se encontraba el arca de la alianza y las tablas de la Ley, es decir, el lugar de la presencia de Dios.
"Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo", el mismo Jesús hecho siervo por nosotros, me llama a estar alegre y en vela para invitarme a su mesa, a las bodas del Cordero (Ap. 21).
"Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre". Me insiste en la incertidumbre de la hora y en la necesidad de estar siempre atento y preparado, que no preocupado y en permanente estado de ansiedad o de temor por la muerte o por la parusía ("No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino), sino más bien, a "tener todo en orden", a vivir en gracia de Dios, a estar desapegado de lo temporal y dispuesto a lo eterno.
Para concluir y ante la siempre impetuosa intervención de Pedro, Jesús le contesta (como a menudo, con indirectas y en este caso, a través de una parábola) y le habla de los que tienen mayor responsabilidad en su Iglesia (es decir, de él mismo y de los apóstoles, de los obispos y presbíteros, y por añadidura, de todos nosotros, los cristianos):
"Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá". Se refiere a la sabia justicia divina, que exige mucho a quien se le han dado talentos, gracias y dones, y que exige aún más a quien se le ha dado gran responsabilidad y autoridad.
Para hacer el "check in", registrarme como viajero y "facturar mis maletas" con la suficiente antelación, debo contestar una serie de cuestiones:
¿Sigo a Cristo y sirvo a otros?
¿Me preocupo más de mis necesidades materiales que de las espirituales?
¿Llevo una vida interior de gracia y oración, en presencia de Dios?
¿Estoy preocupado por mi muerte o alegre por mi vida eterna?
¿Estoy preparado para todo?
JHR