¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta activismo espiritual. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta activismo espiritual. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de octubre de 2025

LA HIPERESPIRITUALIDAD NARCISISTA

Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. 
El Señor está cerca. 
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, 
en la oración y en la súplica, con acción de gracias, 
vuestras peticiones sean presentadas a Dios. 
Y la paz de Dios, que supera todo juicio, 
custodiará vuestros corazones 
y vuestros pensamientos en Cristo Jesús
(Flp 4,5-7)

Me preocupa constatar que en la Iglesia de hoy ponemos en valor experiencias marcadamente "hiper espirituales" sin más filtro que considerar que lo bueno o correcto es "hacer muchas cosas para Dios" sin mesura ni moderación, sin oración ni discernimiento, fascinados por las cifras, por las experiencias y por las supuestas conversiones que llevan a un cristianismo de muy dudosa calidad, obsesionado por ciertas prácticas de piedad. 

De alguna manera, cuando la "hiper espiritualidad" lo invade todo, cuando todo el foco está puesto en una excesiva religiosidad y la convertimos en un fin en sí misma según nuestros propios criterios, centrándonos en el "yo siento", "yo experimento", acabamos perdiendo a Cristo por el camino y olvidamos que la espiritualidad es sólo un medio para crecer en la fe y madurar como cristianos.

Utilizar las experiencias espirituales para evitar o mitigar frustraciones sentimentales, heridas sin resolver, necesidades psicológicas o carencias emocionales no conducen a Dios, sino a una forma de narcisismo espiritual y de idolatría a nuestro ego.

La "hiper religiosidad" no determina nuestra posición ni nuestro valor ante Dios ni ante el prójimo, salvo que tengamos una insana pretensión de sentirnos espiritualmente superiores a otros y, en cierto sentido, "iluminados" frente al resto de "oscurecidos".

Por duro que parezca decirlo, a veces da la sensación de que lo que cuenta es tener la parroquia a mucha gente "hiper activa" o "hiper espiritual", sin que parezca preocuparnos la calidad de la fe que tiene la gente. Es como si se tratara de "hacer" por encima de "ser". 

Lo importante para un cristiano es preguntarse ¿para qué hago lo que hago? ¿para quién hago lo que hago? o ¿soy coherente entre lo que hago y lo que soy realmente? ¿lo que hago muestra lo que soy?

La verdadera espiritualidad es la no verbal. Es la religiosidad silenciosa, la que no pretende ser mostrada, la que no utiliza parafernalias ni tópicos, sino la que se vive en intimidad con Dios: "No seáis como los hipócritas, a quienes les gusta (...) que los vean los hombres (...) Tú, en cambio, entra en tu cuarto, cierra la puerta (...) y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará" (Mt 6,5-6).
La fe trata de mucho más que hacer cosas externas para Dios; es mucho más que buscar constantes experiencias  de "subidón espiritual"; es mucho más que idealizar un grupo o un retiro espiritual, si entendemos la fe como lo hacía santo Tomás de Aquino Agustín (credere Deo, credere Deum y credere in Deum). 

La fe auténtica es:
  • seguir a Cristo, amarlo y caminar confiados a su voluntad, dejando nuestras vidas en sus manos, no sólo cuando coincide con nuestros deseos, necesidades o intereses
  • vivir una vida auténtica y coherente en todo momento, no sólo cuando nos encontramos en cómodos entornos cristianos o en intensas experiencias espirituales 
  • buscar y experimentar a Dios en cada ocasión, ya sean momentos de consolación o de desolación, no en experiencias de "subidón espiritual"
  • tener una experiencia espiritual comunitaria, compartir nuestra fe y testimonio con todos los miembros de nuestra parroquia, no sólo con los de nuestro grupo
  • mantener un equilibrio entre doctrina y vivencia, entre teoría y práctica, entre piedad y apostolado, entre oración y acción