¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta aportación a la Iglesia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta aportación a la Iglesia. Mostrar todas las entradas

sábado, 16 de enero de 2016

CONSTRUIR EL REINO DE DIOS, ¿CUESTA?





"Honra al Señor con tus riquezas, 
con las primicias de todos tus frutos;
entonces tus graneros estarán llenos en abundancia 

y tus bodegas rebosarán de vino..”  
(Proverbios 3, 9-10)


Una de las principales razones por las que muy pocas iglesias se involucran en actividades de evangelización se debe a que nos hacemos las preguntas equivocadas. Demasiado a menudo, las primeras preguntas que nos hacemos son: "¿Cuánto va a costar?" “¿Quién lo va a pagar? en lugar de: "¿A quienes vamos a llegar?". 


Todos nos irritamos cuando nos piden dinero. Y yo tengo comprobado que es por desconocimiento o falta de información. Es preciso que entendamos qué se nos pide y el por qué.

Si tenemos clara la visión de que estamos comprometidos para formar una Iglesia misionera y evangelizadora, hemos de saber que nos va a costar esfuerzo y dinero! 

¿Qué se pide y por qué?

En primer lugar, el dinero gastado en la evangelización no es un "gasto”, sino una inversión. El dinero utilizado en atraer a Dios a las personas que invitamos, más temprano que tarde, repercutirá directamente en la parroquia. No es nuestra labor hacer milagros ni ejercer de Dios. Él sabe quién debe venir y por qué. Y muchas veces nos sorprendemos por contribuciones espontáneas y muy generosas. Dios siempre provee.

En segundo lugar, damos porque compartimos la visión, damos por altruismo, no por necesidad y mucho menos por obligación. Si todos diéramos sólo por "necesidad", todas las parroquias serían millonarias porque siempre hay mucha necesidad. El dinero fluye por la gracia de Dios y las ideas las inspira el Espíritu Santo para que todo resulte bien.

En tercer lugar, “quien da poco, recibe poco”. Recordad el pasaje de Mateo 17,27, cuando Jesús le dice a Pedro que eche el anzuelo y de la boca del primer pez saldrá una moneda suficiente para pagar todo lo necesario. Lo que aprendemos de esta historia es que el dinero está en la boca del pez pero requiere que nos pongamos en movimiento. Si nos centramos en la pesca (evangelización), Dios pagará la cuenta.

En cuarto lugar, tengamos muy presente que "a la obra de Dios realizada según la voluntad de Dios, nunca le faltará el apoyo de Dios." El aporte voluntario de todos los implicados e involucrados es una forma de devolverle al Señor una pequeña parte de lo muchísimo que Él nos da (empleo, dinero, salud, amor, protección…). 


En quinto lugar, y con independencia de que sea un precepto de la Iglesia y sin entrar en esa cierta obligatoriedad institucional, debemos reflexionar sobre el hecho de que nuestro deber y compromiso viene de más arriba; Dios nos pide compromiso y nos exhorta a tener un corazón generoso que aporte talento, tiempo y dinero, para que la Iglesia de Jesucristo pueda crecer y desarrollarse.

En sexto lugar, Jesús es el modelo de entrega total y radical: Se entregó hasta la muerte en el Calvario, hasta la última gota de Su Preciosa Sangre. Nos enseñó que, para ser como Él, debemos hacer lo mismo: darnos del todo, por amor. No debemos preocuparnos: Jesús nos da Su gracia para saber dar y darnos como El se dio. Todo le pertenece a Dios y nosotros sólo somos administradores de nuestros recursos, según el Espíritu Santo ilumina la conciencia.

Los miembros de Su Iglesia somos hijos y no súbditos. A los hijos no se nos requiere una cuota porque somos de la casa. Pero eso no significa que los hijos no contribuyamos nada. Al contrario, en Su casa, todos damos de corazón según la necesidad y las posibilidades de cada uno. Es la medida de Jesús: el amor. 

La Iglesia, QUE SOMOS TODOS, tiene necesidades materiales que deben ser cubiertas por alguien. Y ese alguien somos todos nosotros, quienes a la vez, vemos cumplidas y satisfechas nuestras necesidades espirituales, a través de lo mucho que recibimos.

La Iglesia de Cristo nunca obliga a los fieles a contribuir con las necesidades del Reino, sino que, libre y generosamente, según las posibilidades de cada uno y en conciencia, les insta a hacerlo. 
Que cada uno dé como propuso en su corazón, 
no de mala gana ni por obligación, 
porque Dios ama al que da con alegría” 
(2 Cor 9, 7)

La medida es el amor y no siempre el que más cantidad entrega, es el que más da. (Marcos 12,42-44).

¿Qué es más exigente, dar un donativo o dar de corazón?

Sin duda, depende de la pureza de nuestro corazón. El corazón puro de Cristo se dio por entero y nos llama a tener el mismo corazón puro. Por tanto, el "dar" debemos entenderlo, según el espíritu evangélico, como una entrega total de corazón por amor.

Debe quedar claro que nuestros queridos curas NO exigen un pago específico, pero nos enseñan que para el cristiano dar es una obligación y también un privilegio, un gozo, porque es parte integral de nuestra vocación de hacer todo para propagar el Reino de Dios.

Nosotros, como cristianos y seguidores de Cristo, damos de corazón porque somos miembros de la familia de Dios. No es obligatorio. 

Sin embargo, "dar" es aconsejable por tres razones:
  • porque con nuestro dinero, ayudamos a extender la obra de Dios y su Reino en la tierra. 
  • porque, si damos con alegría, el Señor nos recompensa y aumenta nuestras riquezas. 
  • porque hemos de aprender a depositar toda nuestra fe en el Creador y no en nada ni nadie más, ni siquiera en nosotros mismos (y eso significa otorgarle el control de todas las áreas de nuestra vida, finanzas incluidas). 
En mi opinión, contribuir en la medida de nuestro corazón es bueno, positivo y agradable a los ojos de Dios.
“Nada tengo, nada me pertenece, pues todo me ha sido dado como regalo y nada me llevaré de este mundo, salvo el amor del Padre”.

Obremos todos pues, en conciencia, en libertad y en comunión con Cristo. Nadie estará nunca pendiente de lo que ofrecemos cada uno, sólo Dios que mira en nuestros corazones.

Dios nos compensará. Estoy completamente seguro
.