¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 3 de julio de 2018

¿POR QUÉ RECITAS MIS PRECEPTOS Y DETESTAS MI ENSEÑANZA?

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"¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en tu boca mi alianza,
tú que detestas la corrección y rechazas mis palabras?
Si ves a un ladrón, te haces su cómplice, 
te juntas también con los adúlteros; 
entregas tu boca al crimen y tu lengua al engaño; 
te sientas y calumnias a tu hermano, 
deshonras al hijo de tu madre. 
Tú haces todo esto, ¿y yo voy a callarme? 
¿Es que te imaginas que yo soy como tú? 
Te denunciaré y te lo echaré en cara. 
Entended esto bien los que olvidáis a Dios".
(Salmo 49, 16-23)

El Salmo de hoy habla de la hipocresía. Y de cómo Dios la juzgará severamente. Desgraciadamente, algunos de los que proclaman los mandamientos del Señor a los demás, viven en desobediencia, abusando de la paciencia de Dios y pecando voluntariamente. Bendicen a Dios con la lengua, mientras le maldicen con su vida. 

Son hipócritas y fariseos que olvidan a Dios o que, de alguna manera, desprecian Su voluntad; aquellos que le "sacan del centro", que están entregados a la maldad y caminan en connivencia con ella.

Son falsos cristianos que olvidando a Dios, se olvidan a sí mismos; tratan de interpretar Su voluntad a su conveniencia, equivocándose gravemente; cohabitan con el pecado, y así, también pecan.

Son aquellos que se "elevan" espiritualmente con sus palabras y, a la vez, se "arrastran" mundanamente con sus ideologías y con sus obras.


¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes en tu boca mi alianza...?

Dios interpela a quienes dicen una cosa y hacen la contraria, a quienes predican bondades y realizan maldades. Dios les corrige para que no se equivoquen ni equivoquen a los demás. Para que se acomoden en su mala vida, diciéndose: "A pesar de todo, Dios está con nosotros y no nos castigará porque es Amor y Misericordia".

No ponen atención a lo que Dios les dice en su interior, y pretenden que los demás escuchen lo que ellos dicen. Pero Dios les dice: ¿Por qué recitas mis preceptos? ¿Por qué tienes en la boca mi alianza? ¿Por qué asumes esa responsabilidad que a ti de nada te sirve? Está amonestándoles, no para que renuncien, sino para que sean obedientes a Su voluntad.



Detestas mi enseñanza y rechazas mis palabras

Detestan la enseñanza de Dios. Les parece "anticuada" para su tiempo. Cuando el Señor perdona, le alaban; cuando enseña o corrige, se quejan y se rebelan; como si sólo fuera su Dios cuando es misericordioso y dejara de serlo cuando les interpela.

Imagen relacionadaRechazan las palabras de Dios, no quieren escucharle ni mirarle. Y por eso le dan la espalda: "La espalda me han dado, y no la cara; y mientras yo trataba de instruirlos y educarlos con constancia y sin cesar, no han querido escuchar ni aceptar la lección." (Jeremías 32,33).

Abandonan la senda de Dios y toman su propio camino, enseñanzas de hombres, ilusiones del mundo: "Doble iniquidad ha cometido mi pueblo: me han abandonado a mí, la fuente de agua viva para excavarse aljibes, aljibes agrietados, que no retienen agua." (Jeremías 2,13).

Dan la espalda a Dios, ignorándole. No quieren que Él se “entrometa” en sus cosas. Salen de la luz para entrar en su oscuridad.

Eres cómplice de ladrones y te mezclas con adúlteros


Quizás, excusándose, digan: "Yo no robo ni cometo adulterio". Pero en realidad, sí lo hacen, porque están de acuerdo con los que lo hacen. Les dan su beneplácito y su aprobación. Están en connivencia con el pecado.

Esto significa ser cómplice
del ladrón y participar con el adúltero. Porque aunque no lo hagan personalmente, animan y elogian al que lo hace y no le corrigen. Se hacen cómplices de su transgresión. Es el mismo mal. Toman partido. Son cómplices y se mezclan con ellos.

Entregas tu boca al crimen y tu lengua al engaño

Provocan maldad y promueven el engaño. Y algunos, que por adulación o peloteo, aún sabiendo que lo que están oyendo o viendo es una maldad, por no disgustar, por una bondad mal entendida, no sólo consienten sin corregir o reprender, sino también con su silencio.

Imagen relacionadaAnte el pecado, en lugar de decir: "Obraste mal", dicen: "No pasa nada. Dios, en su misericordia, perdona todo", sabiendo que está mal. Engañan y mienten. Muestran una cierta complacencia en el mismo hecho malo, lo abrazan.

No sólo es lo que hacen, sino que se complacen en ello: empujan a la perdición al que incautamente manifiesta sus errores, y que tal vez, ignora que lo es. Pero ellos, que conocen que eso es una mala conducta o una pasión desordenada, no corrigen.

Ven, impasibles, caminar a las personas en la oscuridad, sabiendo que están al borde de un precipicio, y se callan.  ¿Qué clase de hombres son? Acaso ¿no son enemigos de su hermano?


Te sientas a hablar contra tu hermano y deshonras al hijo de tu madre

"Se sientan", es decir, lo hacen "a sabiendas", con el fin de criticar, de murmurar, de hacer daño. Denigran a sus hermanos y deshonran al hijo de su madre, es decir, a otros hermanos.

Cuando alguien difama a su hermano (uno que se cree con autoridad, maestro en alguna materia e instruido), ante un tercero que es débil, el escándalo le afecta a éste también. 


Cuando, quienes tienen algún peso y formación, murmuran y hablan contra otros, escandalizan a los débiles y les hacen caer, pues éstos todavía no saben discernir.

Por tanto, el "hijo de tu madre" es el débil, el que no está bien formado, el "bebé espiritual". Todavía no es del padre, porque todavía es lactante, y no puede comer alimento sólido en la mesa del padre, sino que su madre le sustenta. Es incapaz de emitir juicios, es incapaz de ver la luz hasta que Cristo se forme en ellos
.


No voy a callarme porque yo no soy como tú

Por eso, vendrá Dios, y no callará. Hasta ahora se ha abstenido del castigo, ha callado y ha sido paciente, esperando su conversión. 

Así lo advierte el apóstol Pablo:"Tú, con tu corazón impenitente y duro, estás amontonando castigos para el día del castigo, cuando se manifieste el justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno según sus obras" (Romanos 2, 5-6)
.

Mientras Dios espera su arrepentimiento y su conversión, ellos piensan malévolamente que Dios es como ellos. Les parece poco que sus maldades sean de su agrado y piensan que también le agradan a Él. Como no soportan a un Dios de justicia, quieren tenerlo como cómplice, como un juez corrupto que se deja sobornar.

Se niegan a ser semejantes a Dios: "Sed perfectos, nos dice el Señor, como lo es vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos" (Mateo 5, 45). Más bien al contrario, pretenden que Dios se asemeje a ellos.

Te denunciaré y te lo echaré en cara


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Cuando Dios venga (porque vendrá), no callará, se lo echará en cara. ¿Qué hará, entonces, con ellos?

Les pondrá ante sí mismos y no podrán esconderse ni ocultar su conducta indigna. Porque al dar la espalda a Dios, se la han dado a ellos mismos y no se ven, pero Dios les dará la vuelta. Dios hará que se vean, que vean su pecado, su fealdad delante de Él.


Entonces, ya no podrán corregirse ni convertirse sino avergonzarse y lamentarse: "Pero ellos no escucharon ni hicieron caso, sino que cada cual siguió el capricho de su perverso corazón. Entonces yo cumplí contra ellos todas las palabras de esta alianza que les había ordenado observar y que no observaron" (Jeremías 11, 8).