¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 4 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): LA MALDAD ES "TRENDING TOPIC"

En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús 
y dijo a sus cortesanos:
«Ese es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, 
y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Es que Herodes había mandado prender a Juan 
y lo había metido en la cárcel encadenado, 
por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; 
porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. 
Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, 
y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.
Ella, instigada por su madre, le dijo:
«Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, 
ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, 
y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, 
y fueron a contárselo a Jesús.
(Mt 14,1-12)


Mateo, que narra el martirio del Bautista de forma más sobria que Marcos y más breve que Juan, quiere destacar el hecho de que Juan prefigura a Jesús, aspecto que afirmará explícitamente más tarde (Mt 17,2) y que el propio Jesús confirmará (Mt 17,12-13). Como él, Juan será arrestado, encadenado y condenado a muerte (el evangelista emplea los mismos verbos que en su relato de la Pasión). 

Juan, probablemente cercano a los esenios y muy crítico con los fariseos y saduceos, es el último profeta del Antiguo Testamento y el único que testimonia a Jesús en vidaEs el profetizado "Elías", que tendría que venir antes del Mesías (Is 40, 9.10; Mal 3,1), el precursor que Mateo y Marcos describen evocando a Elías de 2 Reyes 1,8, y que el propio Jesús corrobora: "él es Elías, el que tenía que venir(Mt 11,14). 

Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, donde se desarrollará gran parte de la vida pública de Jesús, es un hombre apático y falto de energía, corrupto y lujurioso, depravado e hipócrita, supersticioso y neurótico, y a quien Jesús llamará “zorro” (Lc 13,32), que en la mentalidad hebrea equivale, por un lado, a un "don nadie" o farsante y por otro, "veleta" o inconstante.

Herodías es la mujer del hermano de Herodes, asesinado por éste para hacerla su esposa, con su beneplácito. Odia a Juan porque le señala con verdad y claridad su conducta ilícita y como venganza, instiga a su hija Salomé para que le pida a Herodes la cabeza del Bautista.

La muerte del Bautista anuncia y prepara la muerte de Jesús. Ambos son víctimas de la corrupción y de la impiedad de los dirigentes. Ambos son condenados en el ámbito de una fiesta a una muerte injusta y sin proceso. Ambos son asesinados por dar testimonio de la Verdad, por "ir contracorriente" (Jn 18, 36-37), por denunciar el pecado (Jn 7,7). 
La misma suerte corrieron los profetas que vivieron antes de Jesús y los discípulos que le seguirán (5,12; 10,17.34). Testificar la verdad está inseparablemente unida al sufrimiento, al rechazo, a la muerte (Mt 23,29.37; Lc 13,33-34).

Finalmente, el hecho de que los discípulos del Bautista vayan a notificar su muerte a Jesús expresa algo más que un simple reconocimiento: un anhelo de continuidad. Es decir, que la voluntad de Dios siempre se cumple, a pesar de todas las hostilidades y rechazos, a pesar del sufrimiento e incluso de la muerte.

Este pasaje ignominioso de la decapitación de Juan no es algo del pasado. Hoy sentimos la crueldad en cada relación, en cada noticiario, en cada esquina...cortamos cabezas simplemente porque es tendencia, decapitamos a quien sea porque es "lo que se lleva". Sí, hoy la maldad, la corrupción y la crueldad son "trending topics" en nuestra sociedad.

¿Soy un Herodes hipócrita y farsante que busca siempre "quedar bien con todo el mundo"? 
¿Soy complaciente con mi pecado continuado mientras hago "vida de cristiano"? 
¿Busco un equilibrio diplomático entre las cosas de Dios y las del mundo? 
¿Soy tan farsante que mis decisiones dependen del qué dirán o de "lo políticamente correcto"?
¿Decapito a mi prójimo porque es "trending topic"?

¿Soy una Herodías que odia que le digan la verdad de sus malas acciones? 
¿Me interpelan las buenas acciones de otros o ponen en evidencia mis faltas? 
¿Instigo y conspiro contra otros por venganza? 
¿Vivo con odio y resentimiento hacia otros?

¿Soy un Juan que testimonia su fe aunque ello me ponga en una situación "incómoda"? 
¿Estoy dispuesto a llegar hasta el final por defender la verdad y denunciar el pecado? 
¿Estoy dispuesto a correr la misma suerte que Juan y que Cristo?
¿Soy un cristiano auténtico, coherente y veraz cuando me conviene o siempre?


JHR

viernes, 7 de octubre de 2022

¿SOY LUZ O ME LUZCO?

"Vosotros sois la luz del mundo...
 Brille así vuestra luz ante los hombres, 
para que vean vuestras buenas obras 
y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos" 
(Mt 5,14.16)


El mundo vive en oscuridad y sumido en las tinieblas. Está ciego y necesita luz. Pero existe una gran diferencia entre iluminar y lucirse, entre alumbrar y deslumbrar, entre brillar y sobresalir. 

Iluminar es brillar reflejando la luz más grande que es Dios. Sin embargo, deslumbrar es tratar de sobresalir poniendo los focos en uno mismo.

Ser luz es arder con el fuego del Espíritu a pesar de las dificultades o los problemas. Lucirse, sin embargo, significa tratar de sobresalir pero permaneciendo en la oscuridad.

El capítulo 5 del evangelio según san Mateo nos recuerda que nuestra principal misión cristiana es ser luz del mundo, y continúa el capítulo 6, mostrándonos la diferencia entre ser luz y lucirse, entre hacer las cosas de forma correcta o incorrecta a los ojos de Dios, entre cumplir el mandamiento del amor o no hacerlo.

El Señor denuncia la actitud hipócrita y falsa de muchos que se llaman cristianos (y no lo son) y nos invita a tener una actitud coherente y auténtica a través de las tres principales obras de caridad: limosna (Mt 6,1-4), oración (Mt 6,5-6) y ayuno (Mt 6,16-18).

Limosna 
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; ¡así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Lucirse: es una actitud hipócrita que busca auto promocionarse, "hacer ruido" con sones de trompeta para "venderse" con el único propósito de ser admirado. Es hacer cosas para ser visto por otros, es hacer alarde de nuestras obras buscando el reconocimiento de los demás. Es buscar el resultado egoísta y la propia gloria como recompensa... y no la de Dios.

Ser luz: es tener a Dios como público, es decir, hacer cosas para Dios, asemejarse a Él cumpliendo su voluntad en secreto, sin fuegos de artificio, con sinceridad y autenticidad, de corazón a corazón. Es reflejar el amor de Dios. Es hacer el bien sin que la mano izquierda sepa lo que hace la mano derecha.

Como practicar la limosna: se trata de dar sin esperar nada a cambio, de compartir con otros lo que tenemos, de entregar los dones que Dios nos ha regalado. No es sólo compartir dinero sino también tiempo, capacidades y talentos con otros. El Señor nos habla de desapego, de entrega y de imitación de la gratuidad de su amor divino.
Oración
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis.
Lucirse: es "darse bombo", es hacerse oír para fascinar a por otros. Es decir cosas grandilocuentes para ser admirados por otros, es hacer alarde de nuestro "saber" buscando la propia fama como recompensa... y no la de Dios.

Ser luz: es tener a Dios siempre presente, es decir, tener una relación profunda, personal y continua con Él, en intimidad. No podemos ser luz para el mundo si no nos dejamos iluminar por el Señor, si no nos dejamos amar por Él, si no le escuchamos o hablamos con Él.

Como practicar la oración: se trata de establecer un relación confiada y sincera con Dios. Ante su grandeza no podemos ser falsos ni dudosos. Es hablar de tú a tú, de hijo a Padre, con plena confianza y sin excesivas elocuencias o grandes frases, porque a Dios no tenemos que impresionarle. Él nos ama con independencia de lo que hagamos o digamos y sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos.
Ayuno
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.
Lucirse: es caer en el "victimismo", desfigurar nuestra propia imagen o "guardar luto" con el propósito de "dar pena" para tener a otros a nuestra disposición. Es poner "cara de acelga" o "hacer aspavientos" para que los demás vean nuestro (falso) sufrimiento, pues lo hacemos por nosotros y no por Dios ni por los demás.

Ser luz: es dejar nuestras comodidades y darnos a los demás, pero con alegría, determinación y entrega generosa. Una verdadera contrición de corazón no significa tristeza sino hacer nuestras las necesidades y preocupaciones de otros. No se trata de escenificar nuestro servicio y entrega con gestos externos sino de  ser "empáticos" siendo "simpáticos".

Como practicar el ayuno: Es despojarse de lo que nos agrada o satisface para ofrecérselo a Dios y hacerlo por el bien del prójimo. Es interceder por otros, es mostrar a Cristo asemejándose a Él, entregarse libre y humildemente. Es darse, es "desvivirse", es morir por otros: ¡No hay amor más grande! (Jn 15,13).


¿Soy luz para otros o pretendo lucirme para mí?

viernes, 19 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (20): UNO SOLO ES VUESTRO PADRE, EL DEL CIELO

"Uno solo es vuestro Padre, el del cielo"
(Mt 23,9)

Terminamos hoy las meditaciones en chanclas por esta temporada con una visión de la gloria de Dios mostrada al profeta Ezequiel en la primera lectura, afirmada en el Salmo. y explicada en el Evangelio.

Nos ponemos en situación: Ezequiel y el pueblo de Israel se encuentran en la cautividad del destierro en Babilonia, tras la destrucción del templo de Jerusalén, símbolo de la presencia y gloria de Dios. El Señor le muestra al profeta una visión de un nuevo templo, símbolo de la nueva relación con Dios.

Tras la gran desgracia por haber perdido tierra, templo, identidad e incluso el idioma, el pueblo de Dios se plantea toda esa desolación como un acto de contrición, una oportunidad de volver su rostro al Señor. Su dura cerviz y su corazón de piedra se han convertido en una actitud dócil y un corazón de carne dispuestos a recibir la gloria de Dios. 

Sin embargo, su pensamiento estaba en la recuperación de su identidad como pueblo elegido y en la reconstrucción del templo majestuoso de Salomón. No entendían que la visión mostraba la futura venida del Mesías, la encarnación del Cristo prometido.

La gloria de Dios, como dice el salmo, "traerá la paz a su pueblo y la salvación habitará en nuestra tierra". Salvación y gloria, misericordia y fidelidad, justicia y paz se unirán en la persona de Jesús. 

En el evangelio, Jesús nos muestra, poniendo a los fariseos como ejemplo de hipocresía, es decir, como modelo de lo que no hay que hacer: "haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen".

Jesús reprende la actitud hipócrita de los "jefes" del pueblo de Israel y nos advierte de no buscar nuestra gloria, de no anhelar los "primeros puestos" de poder y de no desear el reconocimiento de los demás, haciéndonos llamar "padre" o "maestro", porque sólo uno es nuestro Padre y sólo uno es nuestro Maestro. La gloria le corresponde sólo a Dios.  

Cristo envía una advertencia específica para quienes rigen su Iglesia y que continúa en el resto del capítulo 23 de Mateo con los "ay" (Los ocho lamentos de Jesús) sobre los falsos líderes religiosos que buscan su "vanagloria" (gloria inútil). 

Y se lamenta por ellos, a la vez que les reprende porque buscan su propia gloria, no sólo alejándose de Cristo sino alejando a otros de Él: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren" (Mt 23,13). 

La gloria de Dios pasa por el camino de la cruz, de la entrega y por la humillación de hacerse servidor de todos. Cristo es el primero, el enaltecido, el glorificado: "El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt 23,11-12).

El Señor nos llama a seguir su ejemplo, a servir a los demás, a humillarnos para ser enaltecidos por Dios. Nos exhorta a no vivir de las apariencias, a ser cristianos auténticos, coherentes y fieles a nuestro Maestro glorioso.


GAD

viernes, 12 de febrero de 2021

FORMALISMO SIN AMOR

"Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, 
pero no tengo amor, 
no sería más que un metal que resuena 
o un címbalo que aturde. 
Si tuviera el don de profecía 
y conociera todos los secretos y todo el saber; 
si tuviera fe como para mover montañas, 
pero no tengo amor, no sería nada. 
Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; 
si entregara mi cuerpo a las llamas, 
pero no tengo amor, de nada me serviría"
(1 Corintios 13,1-3)

Hoy queremos meditar sobre la delgada línea roja que separa la formalidad del formalismo, la responsabilidad del escrúpulo, la sensatez del recelo, la caridad del reproche, dentro del ámbito eclesial de nuestras comunidades parroquiales. 

En ocasiones, ocurre que en nuestras parroquias damos más importancia al "qué" y al "cómo", que al "para qué" o al "por qué" de las cosas: cuando recriminamos a quien no hace la venia al altar; cuando miramos con escrúpulo a quien se arrodilla para comulgar (o a quien no lo hace); cuando criticamos a quien canta o reza en alto en una adoración; cuando condenamos a quien se equivoca, sea cura o laico; cuando reprochamos a quien expresa una actitud alegre a Dios y a sus hermanos; cuando nos fijamos en lo exterior en lugar de lo interior; cuando vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.

Cuando hacemos todo esto, cuando actuamos con intransigencia y con exceso de severidad, cuando juzgamos y condenamos a nuestros hermanos, no amamos. Ni a ellos ni a Dios. 

El formalismo es una degradación de la formalidad. Ser formalista tiene poco que ver con ser formal. Y desde luego, nada que ver con ser cristiano. Ser formal es la forma correcta de exteriorizar todos nuestros deseos y deberes de acuerdo a la voluntad de Dios. Pero, a veces, olvidamos la esencia de Su voluntad y nos quedamos en el aspecto externo del formalismo, nos obstinamos en el cumplimiento riguroso de métodos, maneras y preceptos, nos atrincheramos en el exceso de celo en la observancia de nuestros deberes cristianos. 

El cumplimiento del resto de los mandamientos es, sin duda, necesario, aunque secundario. No es lo principal.  El amor es el árbol de la vida del paraíso, es el don en el que se resume toda la Ley de Dios (Mateo 24,3740) y su primer fruto es la alegría. Sin amor ni alegría ¿Qué sentido tiene cualquier obra que hagamos?
San Pablo nos recuerda que todo lo que hagamos, lo hagamos con amor (1 Corintios 16,14) y por amor a nuestro prójimo (Gálatas 5,13-14). "El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Corintios 13,7).

Santa Teresa de Calcuta nos recuerda que lo importante no es lo que hacemos para Dios, sino el amor con que lo hacemos y que quien tiene a Dios en su corazón, desborda de alegría. Nada tiene sentido si no hemos comprendido la ternura del amor de Dios.

Con frecuencia traspasamos la línea que Cristo marcó con su dedo en el suelo: cumplir su voluntad con amor, paciencia y mansedumbre, en lugar de actuar con impulsos irreflexivos o actitudes hipócritas. Cuando acusamos y juzgamos a nuestros hermanos, les condenamos a muerte, les apedreamos, les lapidamos. 
Cristo, a través del Apocalipsis de San Juan, nos anima, como a la Iglesia de Éfeso, a ser eficientes y veraces, a luchar por la verdad y perseverar en la doctrina, a odiar la mentira y a combatir las herejías, a perseverar en la persecución, pero nos exhorta a recordar el amor primero

Nos invita a recordar el por qué y el para qué hacemos todas las cosas. Nos sugiere evitar el exceso de formalismo y de legalismo en detrimento del amor, porque una Iglesia sin amor está muerta, un cristiano sin amor no es cristiano.

A medida que el amor por Cristo y por nuestros hermanos comienza a apagarse, el servicio se convierte en un sentido del "deber" y no del "querer". A medida que la caridad se enfría, la fe duda y la esperanza desconfía.

Los cristianos debemos recordar siempre el entusiasmo de antaño, la frescura con la que un día nos abrimos al Evangelio, la prontitud con la que tuvimos un encuentro con el Señor y acogimos el verdadero amor…

Debemos partir del verdadero amor antes que de la doctrina. Acoger a quienes nos han sido confiados y corregir a quienes lo necesiten, sin apagar el Espíritu. Amar es saber estar entre Dios y los hombres

Sin amor no hay “frutos de vida” sino de muerte. Sin amor no hay vida eterna, no hay inmortalidad ni plenitud. 

El Árbol de la vida está delante de nosotros: es la Cruz donde Cristo derrochó todo su amor y nos convirtió en “Vivientes” como Él. Si somos sus seguidores, debemos seguir su ejemplo.

JHR

miércoles, 7 de octubre de 2020

EL INCIDENTE DE ANTIOQUÍA: ¿AGRADAR A DIOS O A LOS HOMBRES?

"
¿Busco la aprobación de los hombres, o la de Dios?, 
¿o trato de agradar a los hombres? 
Si siguiera todavía agradando a los hombres, 
no sería siervo de Cristo...
...Si busco el favor de los hombres y no el de Dios, 
Cristo habrá muerto en vano" 
(Gálatas 1,10;  2,21).

El incidente de Antioquía que se describe en la carta a los Gálatas 2, 11-21 nos muestra cómo San Pablo reprocha públicamente a San Pedro su conducta hipócrita, y cómo éste acepta de buen grado y con humildad la corrección fraterna, al darse cuenta de que esa actitud no era coherente con lo que había escuchado y con la forma de ser y vivir del Maestro. 

Pablo le recuerda a Pedro lo que el mismo Cristo le dijo anteriomente, que "no se puede servir a dos amos", aunque se lo dice con otras palabras: "Si quiero agradar a los hombres, no soy siervo de Cristo, si busco el favor de los hombres y no el de Dios, Cristo habrá muerto en vano" .

Podríamos decir que Pedro buscaba la aceptación del mundo en una forma equivocada de evangelizar, al convertirse en un gentil, propiamente dicho, en apariencia. Pedro pasó de negar al Señor, para después decirle que le amaba, pero más tarde cayó en la tentación de tratar de disimular la radicalidad del Evangelio, de rebajar la fe. Una radicalidad, vivida y enseñada por Jesús a todos nosotros, y que, en ningún caso, es antagonista a la misericordia.

Esta tentación, está hoy muy extendida en nuestra sociedad y cobra actualidad también en el seno de la Iglesia cuando los cristianos tratamos de quedar bien con todo el mundo, cuando buscamos la aprobación de los no cristianos, cuando pretendemos ser "políticamente correctos" con los que no creen o no aman a Dios, o dicho en otras palabras, cuando claudicamos con el "buenismo" como una forma mal entendida del amor misericordioso de Dios y un gran error evangelizador. 
Buenismo es sinónimo de hipocresía, de fariseísmo, de doblez, de hacer cosas delante de los de casa y las contrarias delante de los de afuera. Pero, sobre todo, es antónimo de misericordia porque el amor no es interesado. Vivir la radicalidad del Evangelio no significa ser inmisericorde sino coherente y veraz, porque "la Verdad os hará libres" (Juan 8,32).

La hipocresía "buenista" (yo la denomino "misericorditis") no es cristiana ni evangélica, va siempre precedida de la cobardía y es consecuencia del temor a no agradar, del miedo "al qué dirán", de la preocupación por no conseguir la aprobación o el beneplácito de los demás. 

Esta conducta equivocada es un intento de conseguir el favor y la aceptación del mundo mediante la máscara de los méritos humanos, obviando la Gracia y desobedeciendo la enseñanza de Jesucristo. Nosotros no tenemos más mérito que la Gracia de Dios y el de Cristo: "Sin mí no podéis hacer nada" (Juan 15,8).

En el fondo, el "buenismo" no es otra cosa que pánico a la persecución, miedo a ser odiados, difamados y "señalados" por el mundo. Pero Jesús nos dice que los cristianos no somos del mundo, y que por eso, nos odiarán sin motivo, como a Él: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra" (Juan 15,18-20).

Como Pablo y como nuestro Señor, los cristianos debemos mantener firmeza y perseverar en el Evangelio porque gracias a Su muerte en cruz, el Señor nos liberó de la hipocresía y del pecado. Nos hizo libres. 

Por tanto, si nos consideramos seguidores de Cristo, debemos vivir en la Verdad, y si ello significa ser perseguidos o vilipendiados, ¡gloria a Dios! porque se cumplirán las palabras de nuestro Señor: "Seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará...un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo...no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna...no he venido a sembrar paz, sino espada...y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí." (Mateo 10,22-38).

Debemos evitar afanarnos en agradar al mundo, sucumbir a la hipocresía y arrastrar a otros con nuestro pecado pero si caemos en esa conducta, es voluntad de Dios que aceptemos la corrección fraterna, como hizo Pedro, para que nuestra fe, nuestra confianza, nuestra esperanza y nuestro amor a Dios queden renovadas.

La diferencia entre agradar al mundo o a Dios está en que, mientras el primero nos quiere por lo debemos ser (o tener), Dios nos quiere por lo que somos. 

Por eso, es bueno recordar que los cristianos debemos vivir sin máscaras porque nuestro público es Dios: amaragradar sólo a Dios, y sólo así, seremos capaces de amar a los demás, no por conveniencia o por interés, sino como Él nos amó a nosotros primero.

JHR

martes, 24 de diciembre de 2019

AUTENTICIDAD CRISTIANA: ¡FUERA MÁSCARAS!

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"Por sus frutos los conoceréis. 
¿Acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de los cardos? 
Así también, todo árbol bueno da frutos buenos, 
pero el árbol malo da frutos malos. 
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, 
ni un árbol malo frutos buenos. 
Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.
Por sus frutos los conoceréis"."
(Mateo 7, 16-20)

¡Qué difícil es ser auténtico hoy día! ¡Qué complicado es ser genuino!

Y la principal razón es que el diablo ha configurado un mundo superficial que intenta atraernos por caminos que los cristianos no debiéramos recorrer. 

Aquellos senderos por los que nos inducen a seguir los "vendedores de humo" de la publicidad y los "influencers" de los social media, y que nos conducen a una obsesión desmedida por la imagen, la apariencia y el "postureo". 

La autenticidad ha perdido valor. Lo único que cuenta es lo que expresamos al exterior. Cómo nos ven los demás, aunque sea "fake".

Los cristianos no somos inmunes a la tentación de ponernos máscaras para aparentar algo que no somos, ni tampoco estamos exentos de caer en la esclavitud del engaño y la hipocresía por el "qué dirán".

Pero debemos tener muy claro que, por mucha buena apariencia que demos a los demás, ante Dios no valen las máscaras.

Jesús nos enseña que "por sus frutos los conoceréis" y nos advierte que "no todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos".

Resultado de imagen de hipocresia catolicoHay quienes se consideran a sí mismos buenos cristianos o tratan de parecerlo a ojos de los demás: son los hipócritas, a quienes tan duramente les reprende el Señor. 

Una cosa es lo que hacen y otra lo que son. Son árboles malos que, tarde o temprano, dan frutos malos. Son sepulcros blancos por fuera pero llenos de inmundicia por dentro.

A los hipócritas les gustaría ser lo que aparentan, pero no hacen nada por ser auténticos. 

Llevan una doble vida: piensan de una forma en privado, y actúan de otra en público. Ocultan sus fallos, maquillan sus actos y disimulan su orgullo ante los demás. Pero a Dios no pueden engañarle.

Deberían pensar muy seriamente en el momento de su muerte...cuando, en su juicio particular, se encuentren cara a cara con Dios y le digan "Señor, Señor", y que Él les diga: "No os conozco". ¡Sería terrible!

La hipocresía no es cristiana. La superficialidad no es cristiana. La mentira no es cristiana. Son tentaciones en las que los cristianos caemos con demasiada frecuencia. 

Resultado de imagen de autenticidadLa autenticidad cristiana consiste en ser honesto y veraz, auténtico y sin doblez, sin hipocresía y sin máscaras. 

Consiste en vivir los pensamientos, palabras y obras con coherencia y según la voluntad de Dios

Consiste, no en " parecer" sino en "ser", no en "hacer" sino en "dejarse hacer", dejarse cautivar por la autenticidad de Jesucristo y obrar como Él, sirviendo y amando a Dios.

Para no caer en la tentación de la hipocresía y ser cristianos auténticos, hay algunos tips que nos pueden ayudar:

Oración 
A través de la oración, descubrimos claramente lo que Dios quiere de nosotros. Cultivamos una conciencia auténtica de lo que quiere de nosotros en cada momento. La oración nos ilumina, nos fortalece y nos transforma, por la gracia, en cristianos auténticos. 

Obediencia
La coherencia de nuestra vida con la voluntad de Dios debe ser siempre lo primero, el valor supremo, por encima de nuestras pasiones o comodidades, de nuestros caprichos o intereses, de las modas o costumbres del mundo. Un cristiano auténtico siempre obedece a Dios antes que a los hombres. 

Buena Conciencia
La docilidad y fidelidad a la voz del Espíritu Santo suscita lo verdadero y auténtico en nuestra conciencia, lugar donde estamos a solas con Dios. Una buena conciencia es siempre capaz de llamar al mal, "mal" y al bien, "bien".

Bondad
Un cristiano auténtico busca ser bueno y no sólo aparentarlo. Actúa siempre cara a Dios, que es "su público" y no sólo de cara a los demás. Huye de la vanidad, del reconocimiento humano, del miedo a lo que los demás puedan pensar o decir de uno mismo. 

Humildad
Caer no nos hace incoherentes ni falsos si reconocemos nuestra debilidad para que Dios nos levante y nos ayude a emprender de nuevo el camino.  Lo fácil para el mundo es justificarse, maquillar la propia imagen ante los demás y ante uno mismo, y excusarse. Sin humildad no podemos ser honestos con nosotros mismos. 

Amor
Un cristiano auténtico ama Dios sobre todas las cosas. Siempre. Sin excusas. Ese amor, don divino por el que primero somos amados por el Señor, nos invita a reflejar Su amor y Su misericordia a otros. Aunque el amor no siempre sea recíproco ni merecido.

Alegría
A pesar de los problemas y dificultades, un cristiano auténtico tiene siempre puesta su atención en lo eterno y no en lo efímero. Y agradece cada día todos los regalos que Dios le concede.

Paz
A pesar de las pruebas y tentaciones, un cristiano auténtico conserva siempre la paz y calma, sabiendo que Dios las permite para consolidar nuestra confianza, aumentar nuestra fe y purificar nuestra alma.

Amabilidad
Un cristiano auténtico siempre muestra un interés verdadero por los demás, acoge y escucha a quienes se acercan a él con heridas y sufrimientos. Y jamás juzga.

Fe
El don de la fe nos conduce a una certeza confiada en las promesas del Señor. Un cristiano auténtico siempre le pide a Dios que aumente su fe. Es lo que cree. Hace lo que cree.


"Examinaos a vosotros mismos a ver si estáis firmes en la fe; 
poneos vosotros mismos a prueba. 
¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? 
A ver si es que no superáis la prueba" 
(2 Corintios 13, 5)

sábado, 16 de noviembre de 2019

DIOS ES MI ÚNICO PÚBLICO

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"¿A quién busco agradar?
¿A los hombres o a Dios?
 ¿Acaso tengo que agradar a los hombres? 
Si tratara de agradar a los hombres, 
no agradaría a Dios."
(Gálatas 1,10)

En la facultad me enseñaron que lo importante es la imagen, la fachada. Aprendí a dar a conocer al mundo "mi producto", comunicar bien sus fortalezas, para "venderlo" al mayor número de personas posibles.

En la sociedad me enseñan lo mismo: que lo importante es dar una buena imagen al exterior, "quedar bien", presumir de lo que hago bien, mostrar mis méritos, que los demás sepan qué importante soy y el lugar que ocupo en la escala social.

Pero todo eso...es agotador. Y es que todos estamos expuestos a un público que determina, en buena medida, nuestras actitudes y nuestros comportamientos.
Vivimos en una sociedad de la imagen y la tecnología donde parece que nuestra vida dependa de los "likes" de las redes sociales, de la cantidad de amigos o "vistas" que tengamos. En definitiva, obsesionados por gustar a todo el mundo.

Vivimos en una cultura exterior que nos esclaviza, que nos hace completamente dependientes de la imagen que damos a los demás, sin darnos cuenta de que hay Alguien que lo ve todo.

Hemos cambiado nuestra vida interior por la exterior. Hemos cambiado nuestra vocación de agradar a Dios por gustar a los hombres. Hemos dejado nuestra intención de adorar a Dios para dejarnos alabar por el mundo.

Sucumbimos ante el engaño de pensar que lo importante es hacer cosas para que nos vean, decir cosas para quedar bien, o querer demostrar lo que no somos o, incluso, "lo buenos cristianos que somos".
En mi camino de fe he aprendido una máxima: Dios es mi único público. Porque he sido creado por y para Él. Y no tengo que dar cuentas al mundo ni aparentar algo que no soy.

Porque es Dios quien, desde la distancia, observa cómo edifico mi vida conforme a Su voluntad, cómo trabajo para Su Reino y, sobre todo, cómo amo de verdad. 

Porque Dios jamás se entromete en mi vida ni en mis decisiones. Pero siempre que le necesito, allí está. Siempre que le pido consejo, allí está. Siempre que le pido ayuda, allí está... en lo escondido, en el silencio.

Porque Dios me ha liberado del juicio externo del mundo para hacerme comprender que soy como Él ha querido que sea y que no tengo que intentar ser de otra manera.Porque mi identidad más honda no es la que yo formo hacia el exterior, sino la que me ha sido dada por Dios.

Porque a Dios no puedo engañarle ni dar una falsa apariencia de como soy. Él ve las verdaderas intenciones y las motivaciones más profundas de mi corazón.

Y porque sé que si mi prioridad se basa en las críticas o en los aplausos
 de los demás, nunca contentaré a todos, nunca podré agradar a todos. Ahora, mi único objetivo es agradar a Dios.

El apóstol Pablo en su carta a los Gálatas 1, 10 nos pregunta a quien queremos o a quien tenemos que agradar. El evangelista Mateo 6,1-7 nos exhorta a no ser hipócritas ni charlatanes; a no hacer cosas para que nos vean, de "cara a la galería"; a no buscar el agrado o la alabanza del mundo porque ello no conlleva mérito alguno; a que todo lo hagamos sea en secreto y para agradar a Dios, y Él nos recompensará.

Se puede decir más alto, pero no más claro: Dios es mi público y es a Él a quien tengo que agradar... cuando sirvo, cuando doy, cuando rezo...en todo momento.

martes, 3 de julio de 2018

¿POR QUÉ RECITAS MIS PRECEPTOS Y DETESTAS MI ENSEÑANZA?

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"¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en tu boca mi alianza,
tú que detestas la corrección y rechazas mis palabras?
Si ves a un ladrón, te haces su cómplice, 
te juntas también con los adúlteros; 
entregas tu boca al crimen y tu lengua al engaño; 
te sientas y calumnias a tu hermano, 
deshonras al hijo de tu madre. 
Tú haces todo esto, ¿y yo voy a callarme? 
¿Es que te imaginas que yo soy como tú? 
Te denunciaré y te lo echaré en cara. 
Entended esto bien los que olvidáis a Dios".
(Salmo 49, 16-23)

El Salmo de hoy habla de la hipocresía. Y de cómo Dios la juzgará severamente. Desgraciadamente, algunos de los que proclaman los mandamientos del Señor a los demás, viven en desobediencia, abusando de la paciencia de Dios y pecando voluntariamente. Bendicen a Dios con la lengua, mientras le maldicen con su vida. 

Son hipócritas y fariseos que olvidan a Dios o que, de alguna manera, desprecian Su voluntad; aquellos que le "sacan del centro", que están entregados a la maldad y caminan en connivencia con ella.

Son falsos cristianos que olvidando a Dios, se olvidan a sí mismos; tratan de interpretar Su voluntad a su conveniencia, equivocándose gravemente; cohabitan con el pecado, y así, también pecan.

Son aquellos que se "elevan" espiritualmente con sus palabras y, a la vez, se "arrastran" mundanamente con sus ideologías y con sus obras.


¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes en tu boca mi alianza...?

Dios interpela a quienes dicen una cosa y hacen la contraria, a quienes predican bondades y realizan maldades. Dios les corrige para que no se equivoquen ni equivoquen a los demás. Para que se acomoden en su mala vida, diciéndose: "A pesar de todo, Dios está con nosotros y no nos castigará porque es Amor y Misericordia".

No ponen atención a lo que Dios les dice en su interior, y pretenden que los demás escuchen lo que ellos dicen. Pero Dios les dice: ¿Por qué recitas mis preceptos? ¿Por qué tienes en la boca mi alianza? ¿Por qué asumes esa responsabilidad que a ti de nada te sirve? Está amonestándoles, no para que renuncien, sino para que sean obedientes a Su voluntad.



Detestas mi enseñanza y rechazas mis palabras

Detestan la enseñanza de Dios. Les parece "anticuada" para su tiempo. Cuando el Señor perdona, le alaban; cuando enseña o corrige, se quejan y se rebelan; como si sólo fuera su Dios cuando es misericordioso y dejara de serlo cuando les interpela.

Imagen relacionadaRechazan las palabras de Dios, no quieren escucharle ni mirarle. Y por eso le dan la espalda: "La espalda me han dado, y no la cara; y mientras yo trataba de instruirlos y educarlos con constancia y sin cesar, no han querido escuchar ni aceptar la lección." (Jeremías 32,33).

Abandonan la senda de Dios y toman su propio camino, enseñanzas de hombres, ilusiones del mundo: "Doble iniquidad ha cometido mi pueblo: me han abandonado a mí, la fuente de agua viva para excavarse aljibes, aljibes agrietados, que no retienen agua." (Jeremías 2,13).

Dan la espalda a Dios, ignorándole. No quieren que Él se “entrometa” en sus cosas. Salen de la luz para entrar en su oscuridad.

Eres cómplice de ladrones y te mezclas con adúlteros


Quizás, excusándose, digan: "Yo no robo ni cometo adulterio". Pero en realidad, sí lo hacen, porque están de acuerdo con los que lo hacen. Les dan su beneplácito y su aprobación. Están en connivencia con el pecado.

Esto significa ser cómplice
del ladrón y participar con el adúltero. Porque aunque no lo hagan personalmente, animan y elogian al que lo hace y no le corrigen. Se hacen cómplices de su transgresión. Es el mismo mal. Toman partido. Son cómplices y se mezclan con ellos.

Entregas tu boca al crimen y tu lengua al engaño

Provocan maldad y promueven el engaño. Y algunos, que por adulación o peloteo, aún sabiendo que lo que están oyendo o viendo es una maldad, por no disgustar, por una bondad mal entendida, no sólo consienten sin corregir o reprender, sino también con su silencio.

Imagen relacionadaAnte el pecado, en lugar de decir: "Obraste mal", dicen: "No pasa nada. Dios, en su misericordia, perdona todo", sabiendo que está mal. Engañan y mienten. Muestran una cierta complacencia en el mismo hecho malo, lo abrazan.

No sólo es lo que hacen, sino que se complacen en ello: empujan a la perdición al que incautamente manifiesta sus errores, y que tal vez, ignora que lo es. Pero ellos, que conocen que eso es una mala conducta o una pasión desordenada, no corrigen.

Ven, impasibles, caminar a las personas en la oscuridad, sabiendo que están al borde de un precipicio, y se callan.  ¿Qué clase de hombres son? Acaso ¿no son enemigos de su hermano?


Te sientas a hablar contra tu hermano y deshonras al hijo de tu madre

"Se sientan", es decir, lo hacen "a sabiendas", con el fin de criticar, de murmurar, de hacer daño. Denigran a sus hermanos y deshonran al hijo de su madre, es decir, a otros hermanos.

Cuando alguien difama a su hermano (uno que se cree con autoridad, maestro en alguna materia e instruido), ante un tercero que es débil, el escándalo le afecta a éste también. 


Cuando, quienes tienen algún peso y formación, murmuran y hablan contra otros, escandalizan a los débiles y les hacen caer, pues éstos todavía no saben discernir.

Por tanto, el "hijo de tu madre" es el débil, el que no está bien formado, el "bebé espiritual". Todavía no es del padre, porque todavía es lactante, y no puede comer alimento sólido en la mesa del padre, sino que su madre le sustenta. Es incapaz de emitir juicios, es incapaz de ver la luz hasta que Cristo se forme en ellos
.


No voy a callarme porque yo no soy como tú

Por eso, vendrá Dios, y no callará. Hasta ahora se ha abstenido del castigo, ha callado y ha sido paciente, esperando su conversión. 

Así lo advierte el apóstol Pablo:"Tú, con tu corazón impenitente y duro, estás amontonando castigos para el día del castigo, cuando se manifieste el justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno según sus obras" (Romanos 2, 5-6)
.

Mientras Dios espera su arrepentimiento y su conversión, ellos piensan malévolamente que Dios es como ellos. Les parece poco que sus maldades sean de su agrado y piensan que también le agradan a Él. Como no soportan a un Dios de justicia, quieren tenerlo como cómplice, como un juez corrupto que se deja sobornar.

Se niegan a ser semejantes a Dios: "Sed perfectos, nos dice el Señor, como lo es vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos" (Mateo 5, 45). Más bien al contrario, pretenden que Dios se asemeje a ellos.

Te denunciaré y te lo echaré en cara


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Cuando Dios venga (porque vendrá), no callará, se lo echará en cara. ¿Qué hará, entonces, con ellos?

Les pondrá ante sí mismos y no podrán esconderse ni ocultar su conducta indigna. Porque al dar la espalda a Dios, se la han dado a ellos mismos y no se ven, pero Dios les dará la vuelta. Dios hará que se vean, que vean su pecado, su fealdad delante de Él.


Entonces, ya no podrán corregirse ni convertirse sino avergonzarse y lamentarse: "Pero ellos no escucharon ni hicieron caso, sino que cada cual siguió el capricho de su perverso corazón. Entonces yo cumplí contra ellos todas las palabras de esta alianza que les había ordenado observar y que no observaron" (Jeremías 11, 8).