¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 16 de abril de 2022

RECONCÍLIATE PRIMERO CON TU HERMANO

"Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, 
te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 
deja allí tu ofrenda ante el altar 
y vete primero a reconciliarte con tu hermano, 
y entonces vuelve a presentar tu ofrenda" 
(Mt 5, 23-24)

Reflexionamos hoy este pasaje del evangelio según san Mateo en clave conyugal, y en el que el Señor nos habla de coherencia.
 
Es muy triste ver cómo existen matrimonios cristianos que han olvidado la esencia conyugal que es el amor, y la esencia del amor, la entrega. Han antepuesto el yo personal al yo particular, dejando de hablarse para enemistarse y buscando culpas en el otro. 

Han perdido aquella primera mirada, esa llena de ternura y comprensión, para dar paso al rencor orgulloso y terco...han perdido de vista a Dios en medio de su matrimonio, en medio de su "paraíso". Y como Adán y Eva en el Edén, se echan las culpas el único al otro y se miran como enemigos. Han perdido la armonía...han destruido el amor que les unía...con el prójimo y con Dios.

Nos puede pasar a todos (y de hecho, seguro que nos pasa...). Por eso, Jesús, que siempre se anticipa y que siempre es exigente, nos invita a dar el primer paso (el más difícil): la reconciliación con nuestra mujer o con nuestro marido a quien hemos ofendido, a quien hemos dejado de lado, a quien hemos ninguneado, a quien no hemos prestado la atención necesaria o a quien hemos despreciado porque no ha hecho las cosas como esperábamos. 

¿De qué me sirve ir a misa, a un retiro, a una convivencia...o encomendarme a Dios si no estoy reconciliado con mi hermano, si estoy en conflicto con mi mujer, si estoy en guerra con mi marido? ¿Soy coherente o hipócrita? ¿Me acerco a Dios mientras me alejo de mi mujer, de mi marido? Jesús nos dice que eso no puede ser...
Hace algunos años, en Medjugorje, un sacerdote nos hizo una pregunta al grupo de peregrinos que cambió mi forma de pensar en cuanto al conflicto y al perdón, y con la que he vivido desde entonces, tanto en mi vida conyugal como en el resto de mis relaciones. Nos preguntó quién es el que primero debe pedir perdón ante una situación de conflicto. No se refería a quién tiene culpa o quién tiene razón. Sencillamente dijo: "Quien primero pide perdón es quien más ama".

Me recordó a Jesús en la cruz, que pidió perdón al Padre por todos nosotros...porque no sabemos lo que hacemos...porque perdemos el amor, la paz y la armonía para la que Dios nos creó... y le ofendemos con nuestros delitos, nuestros odios y nuestras faltas...y "matamos el Amor".

La desafección en el matrimonio conduce al resentimiento, el resentimiento al conflicto y éste, al caos. Y si hay caos, no hay paraíso, ni armonía, ni paz ni amor...y el resultado es la muerte...la muerte de la comunión, con nuestro cónyuge y con Dios.

El amor no espera argumentos ni momentos, porque no lleva cuenta, todo lo perdona, todo lo aguanta (1 Cor 13,4-8). ¿Soy el primero en pedir perdón?¿doy el primer paso para reconciliarme con mi mujer, con mi marido? o ¿lo dejo pasar?

domingo, 31 de diciembre de 2017

HE VENIDO A TRAER DIVISIÓN

"¿Creéis que he venido a traer la paz al mundo? 
Os digo que no, sino división. 
Pues en adelante estarán divididos cinco en una casa, 
tres contra dos y dos contra tres. 
Estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, 
la madre contra la hija y la hija contra la madre, 
la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
(Lc 12, 51-53)


Es duro y asombroso leer en las palabras de Jesús que, ofreciendo un mensaje de unidad y  amor a los hombres, pronostique al mismo tiempo que ha venido a traer división y desunión, incluso en la familia.

En pri
mer lugar, Jesús habla de la desunión que se produce dentro de la familia, porque la fe en Cristo requiere total lealtad a Él y en general, los hijos son demasiado egoístas para compartirnos con Dios.

En segundo lugar, nos dice que aquellos que acogen la fe en Dios se unirán formando la verdadera familia de Dios, mientras que aquellos que rechazan a Cristo también encontrarán a sus aliados, para oponerse a Él. 

Al igual que los fariseos y los saduceos se unieron para rechazar Cristo y en última instancia, para promover y llevar a cabo su muerte, muchos hoy pretenden lo mismo.

En tercer lugar, Jesús no es que declare la guerra, sino que su mensaje es signo de contradicción: buena noticia para los pobres y oprimidos, mala para los poderosos y explotadores , que tienen como centro de su vida el dominio, son ellos los que empuñan la espada y provocan la muerte de tantos seres humanos .
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Mateo, en su capítulo 10, reproduce las palabras de Cristo así: 

"El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo. Los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos os aborrecerán por causa mía," (v.21-22).

"No penséis que he venido a traer la paz al mundo; no he venido a traer paz, sino espada. Porque he venido a poner al hijo en contra de su padre, a la hija en contra de su madre, a la nuera en contra de su suegra. De suerte que los enemigos del hombre son los de su propia casa". (v. 34-36).

Pero no es que Jesús quiera dividir o traer enemistad a los hombres, ¡al contrario! ¡Jesús es nuestra paz, nuestra reconciliación, nuestra luz! Y a la luz las cosas se ven claras. 

Jesús es "la Verdad", y es que la verdad divide frente a la mentira; "el Camino", pues el amor abnegado de Cristo divide frente el egoísmo del mundo; "la Vida", y es que la misericordia de Dios divide frente al odio del Enemigo…

Una vez que Dios ha venido al mundo, no podemos quedarnos de brazos cruzados; debemos optar, debemos elegir; no se trata de alcanzar una neutralidad, conseguir un consenso o aplicar una abstención. 

Seguir a Jesús requiere involucrarse, implica renunciar al mal, al egoísmo, y elegir el bien, la verdad, la justicia, incluso cuando eso exige sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y eso divide, lo sabemos, divide incluso los vínculos más estrechos, porque no todo el mundo está dispuesto.

"¡No es Jesús quien divide! Cristo pone el criterio: o vivir para uno mismo, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios. Es en ese sentido en el que Jesús es ´signo de contradicción´ (Lucas 2, 34).

El amor no obliga y por eso, Dios nos ofrece la libertad para elegir (libre albedrío) seguirlo o dejarlo. Si le seguimos, elegimos un camino a la plenitud, donde nuestra voluntad se doblega a la de Dios; si le dejamos, elegimos un camino distinto, nos dividimos y nuestra voluntad se tergiversa por la malicia, la terquedad, el orgullo y el egoísmo humanos.

Seguir a nuestro Señor Jesucristo dividirá muchas familias y su reconciliación no será posible a menos que vengan todos a la fe en Cristo.
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Algunos, en nuestras familias, experimentamos conflictos debidos a nuestro compromiso con Cristo, en oposición a nuestros hijos, quienes viven de espaldas al gran mensaje de la fe y que da plenitud a nuestra existencia. Conflictos y sufrimientos que no somos capaces de gestionar si no es dejándonos llevar por la voluntad Dios.

Nuestras familias entran en "modo conflicto" porque el concepto de unidad gira en torno a la voluntad de Dios y su vínculo es Jesucristo a quien elegimos libremente, mientras que el concepto de unión, gira en torno a una relación no tanto por elección sino por obligación, entre personas y opiniones que chocan entre si y que a la larga, llevan a la indiferencia.
Tratamos de vivir nuestra vida en consonancia con Cristo pero en ocasiones, olvidamos mostrar empatía, comprensión y sensibilidad hacia nuestros hijos. Nos faltamos mutuamente al respeto, entramos en conflicto extremo, afloran los resentimientos y los rencores, los celos y las envidias, o no damos oportunidad al tiempo compartido en familia...

La familia es la Iglesia doméstica donde cada miembro es único e irrepetible, con diferentes necesidades, capacidades y puntos de vista. 

Y a pesar de las inevitables diferencias y ante cualquier conflicto en nuestra familia, el apóstol Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 4 nos llama a "esforzarnos por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz" (v. 3) y a responder "siendo humildes, amables y pacientes. Soportándonos unos a otros con amor" (v.2).