¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 2 de septiembre de 2024

¿OPCIÓN BENEDICTINA VS. OPCIÓN PAULINA?

"Cuando veáis la abominación de la desolación, 
anunciada por el profeta Daniel, 
erigida en el lugar santo (el que lee que entienda), 
entonces los que vivan en Judea huyan a los montes, 
el que esté en la azotea no baje a recoger nada en casa 
y el que esté en el campo no vuelva a recoger el manto"
(Mt 24,15-18)

Hoy traemos a la reflexión la obra del escritor y periodista norteamericano Rod Dreher "La opción benedictina(2018, Editorial Encuentro) en la que nos propone a los cristianos estrategias, en cierta medida, "esenias", para combatir la crisis de fe existente en nuestro Imperio de Occidente que está colapsando de la misma forma que lo hizo el romano hace quince siglos. 

Un colapso profetizado por el profeta Daniel (Dn 13), cumplido con Antíoco IV Epifanes (s. II a.C.) y por el mismo Jesús (Mt 24,15;Mc 13,14; Lc 21,20) como el signo escatológico del principio del fin de los tiempos, con la destrucción del Templo y de Jerusalén por los romanos (70 d.C.), y que, como toda la profecía bíblica, trasciende el espacio y el tiempo hasta nuestros días.

La actual invasión de "ideologías bárbaras" (hedonismo, materialismo, relativismo, consumismo, individualismo, esoterismo, egoísmo...) han irrumpido y se han instalado en el mismo corazón de nuestra sociedad.

No cabe duda de que nos encontramos ante la "abominación de la desolación" (perversiones y corrupciones, idolatrías y apostasías), una deformación que ha convertido a muchos en perfectos aliados de la maldad, con el objetivo de destruir los pilares de la civilización otrora cristiana y el colapso de la humanidad.

La "abominación de la desolación" (o "modernidad líquida") es una imposición en la que todas las certezas, valores y estructuras morales han sido eliminadas; en la que se ha perdido todo el sentido, la verdad, la belleza, la bondad y la identidad de las cosas; en la que todo se ha vuelto inestable y obsolescente, oscuro y confuso, inseguro y perverso.
El Señor nos 'propone' huir a los montes, a las azoteas y a los campos pero ¿qué significa eso?

Jesús utiliza el verbo 'huir' para referirse a que seamos prudentes, vigilantes, previsores...sabiendo que esto tiene que ocurrir. 'Huir' no es un signo de cobardía, sino de sabiduría y responsabilidad, de vigilancia y previsión.

Los 'montes' y, en general, los 'lugares altos', son lugares sagrados donde encontrar la presencia de Dios; son fuentes de poder y de gracia divinas, de silencio interior y de paz, donde recibir respuesta y protección divinasNo son montes literales sino simbólicos: los sacramentos, la vida de oración, la lectura de la Palabra de Dios, etc.

Los 'campos' son lo opuesto a las 'ciudades', bíblicamente hablando. Mientras los campos son espacios libres y abiertos donde 'sembrar', 'pastar' y 'divinizarse' con las cosas de Dios, las ciudades son espacios de esclavitud y cerrados donde 'comerciar', 'mercadear' y 'deshumanizarse' con las cosas del mundo.

Huir a los montes y a los campos es, en síntesis, discernir los 'signos de los tiempos' para que no nos pillen desprevenidos y para apartarnos de todo aquello que nos separa de Dios, es decir, del pecado. 

Pero, volvamos a la reflexión de nuestro artículo. Según Dreher:

La opción benedictina es una forma de vida y una fuente de esperanza para un mundo perdido y que camina en tinieblas

No es un 'esconderse' en las catacumbas ni un 'sobrevivir' en guetos al resguardo del Enemigo, sino un 'reflexionar' y un 'diagnosticar' la crisis espiritual de nuestra civilización, porque la realidad demuestra que la humanidad se ha "deshumanizado" y necesita de Dios para ser rehumanizada y después, "divinizada". 

No es un 'bunkerizarse' en un retiro perpetuo ni un vivir al estilo "amish" lejos de la civilización, sino un 'prepararse', un 'formarse' para salir al mundo bien equipado, porque la realidad demuestra que muchos cristianos de hoy tienen una fe débil, una formación escasa o incluso creen que el cristianismo consiste en ser bueno con todos, vivirlo en la intimidad y con escaso compromiso.
No es un hacerse monje, ni un esenio, ni un girovago (errante espiritual) sino un considerarse exiliado en búsqueda constante de Dios, porque la realidad demuestra que hemos olvidado ordenar nuestra vida de oración, de formación, de adoración, de culto, de convivencia en torno a comunidades activas, comprometidas y en constante conversión como las del primer siglo.

Tampoco es un 'refugiarse' en movimientos religiosos que actúan a modo de 'burbuja espiritual' donde vivir una fe introspectiva y autorreferencial, sino una 'recarga de pilas', un 'oasis' donde descansar, recobrar fuerzas y beber de la sed que sacia para volver a salir a la inseguridad del desierto en busca de las 'ovejas perdidas'.

No es introducirse en una burbuja apartada de la hostilidad anticristiana, sino un vivir la "fe monástica" que profundice en la Palabra de Dios y la guarde en el corazón, que cuide la vida de oración, de sacramentos, que se implique en la vida parroquial y, finalmente, que dé paso a la opción paulina.

Sin embargo, tras la opción benedictina está la paulina:

La opción paulina es el complemento necesario a la opción benedictina, de la misma forma que toda retaguardia necesita de una vanguardia. 

No es un activismo evangelizador descabezado e irreflexivo, sino un salir de la seguridad del monasterio hacia los areópagos actuales, las polis, las ágoras y las vías públicas para seguir siendo "sal de la tierra", "luz del mundo" y "fermento de la masa".

Tampoco es un apostolado sentimental, sensiblero o cargado de "buenismo", sino un cumplimiento de la misión de ir al mundo entero, a la vida pública, a cada uno de nuestros entornos más cercanos y mostrar la alegría del Evangelio y el amor de Dios.
Tampoco es un proselitismo imperativo ni un conseguir 'conversiones forzosas' violentando la libertad de quienes se han alejado de Dios para que retornen a la Casa del Padre de manera obligatoria, sino acoger a los 'recién llegados' (prosélitos), cuidarlos, escucharlos, atenderlos, hacernos dignos de su confianza... en definitiva, amarlos. 

En conclusión, elijamos empezar con la opción benedictina pero, al mismo tiempo, desarrollar y alternar la opción paulina; conjuguemos retaguardia y vanguardia, oración y acción, discipulado y apostolado, formación y evangelización.


lunes, 11 de enero de 2021

MIENTRAS ESPERAMOS...

"Descargad en él todo vuestro agobio, 
porque él cuida de vosotros. 
Sed sobrios, velad. 
Vuestro adversario, el diablo, 
como león rugiente, 
ronda buscando a quien devorar. 
Resistidle, firmes en la fe, 
sabiendo que vuestra comunidad fraternal 
en el mundo entero 
está pasando por los mismos sufrimientos. 
Y el Dios de toda gracia que os ha llamado 
a su gloria eterna en Cristo Jesús, 
después de sufrir un poco, 
él mismo os restablecerá, os afianzará, 
os robustecerá y os consolidará. 
Suyo es el poder por los siglos" 
(1 Pe 5,7-11)

Hace tan sólo un año, nada hacía presagiar lo que habría de venir...nadie imaginaba la oscuridad que asolaría la tierra. En marzo llegó una tempestad invisible que ha hecho tambalear los cimientos del mundo, que ha colapsado todas sus estructuras políticas, económicas, sociales y sanitarias, y truncado todas las seguridades y referentes de bienestar prometidas por el hombre. 

Mientras las noticias desoladoras nos hablaban (y siguen haciéndolo) de números espeluznantes de contagios y de muertes, los políticos han impuesto medidas restrictivas y confinamientos que no han sido capaces de evitar la expansión del virus, prueba de que el hombre es incapaz de gobernarse por sí mismo.

A los aplausos de impotencia, les siguieron mensajes de resiliencia y de arengas para vivir una "nueva normalidad" en la que la salud ha pasado a convertirse en una prioridad global, convirtiendo a la ciencia en la gran esperanza de salvación del mundo, prueba de que el hombre sigue jugando a "ser Dios".

Ha sido un año de incertidumbres y miedos, de desolación y caos, de sufrimientos y ansiedades, de soledades y depresiones, de mascarillas y geles, de "epi's" y de "pcr's", de confinamientos y prohibiciones, de teletrabajos y de videoconferencias, de "colas del hambre" y de "ertes", de números rojos y de pérdidas de libertad, de confianza, de salud, de trabajo, de vidas humanas, prueba de que el hombre es esclavo de su pecado.
Las relaciones humanas y los actos sociales se han convertido en campo abonado para el recelo y la desconfianza: Un simple "¿cómo estás?" esconde en realidad, un ¿eres contagioso?  Una simple "tos" hace sospechar ¿eres "positivo"? Un simple acercamiento produce un efecto centrífugo de distanciamiento y de suspicacia hacia los demás".

Dios, con la Encarnación, se humanizó para "divinizarnos", y sin embargo, el hombre se desnaturaliza, despersonaliza y deshumaniza tratando de "divinizarse"Las mascarillas nos han dejado sin rostro y sin expresión. Los geles desinfectantes, sin huellas y sin olfato. Los chandals y los pijamas, sin "estética" y sin "estilo". Los confinamientos nos han dejado sin libertad y sin relaciones. Las muertes, sin entierros ni despedidas. Las cifras y las estadísticas, sin sensibilidad y sin afectividad...
 
La tempestad ha puesto de relieve la vulnerabilidad de nuestro utópico "estado del bienestar". La fragilidad de las "promesas del mundo" ha quedado al descubierto de improviso, y el hombre, desnudo ante su debilidad, ha sentido miedo y ha buscado refugio...

La incapacidad del hombre de gobernar la "nave", su temor a la zozobra y su falta de "rumbo" en la tormenta, debería recordarnos las palabras de Cristo "¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?" (Mc 4,35-41), para interpelarnos y cuestionarnos si creemos que Jesús duerme plácidamente y despreocupado, mientras parece que nosotros nos hundimos o si hemos dejado dormido lo que nos alimenta, sostiene y fortalece nuestra vida.

La rebelión del hombre de "jugar a ser Dios", de escuchar sólo lo que la razón y la ciencia dicen, debería evocarnos las palabras de la Virgen María "No hay vino...Haced lo que Él os diga" (Jn 2,1-10), para demandarnos e interrogarnos si seguimos el consejo de la Virgen, si hacemos lo que Dios nos dice o si creemos que, porque aún no ha llegado Su hora, Cristo no actuará.

Mientras esperamos "la hora del Señor", necesitamos inmunidad ante el pecado, una "vacuna" efectiva y duradera: el amor, la fe y la esperanza. Y medios o equipos de protección: la oración, la Palabra de Dios y los Sacramentos. 

En un mundo "sin escrúpulos", necesitamos reencontrar una "nueva humanidad", menos egoísta y empeñada en el "yo", y más compasiva y dedicada al "vosotros", que de testimonio del amor desinteresado que mueve a la acción y que no pasa nunca (1 Co 13,4-8). 
Mientras esperamos "la venida del Hijo del hombre", necesitamos discernir y retomar de nuevo el "rumbo" de la fe, que libera del miedo y nos ofrece esperanza. Necesitamos hacer "examen de conciencia" para elegir "hacer lo que Él nos diga". 

En un mundo "sin vino" necesitamos tomar el "agua" del Espíritu en nuestras tinajas para que se transforme en el "buen vino" del Señor, y beberlo. Necesitamos convertirnos y creer en el Evangelio porque "se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios" (Marcos 1,15).  

Mientras esperamos "el Reino de los Cielos", necesitamos despojarnos del viejo hombre egoísta e indiferente, superfluo y ensimismado, para convertirnos en el nuevo hombre desprendido y generoso, capaz de "dar la vida por los demás". 
En un mundo "sin calma", necesitamos ser capaces de descubrir la oportunidad de paz y descanso que Cristo nos ofrece: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré...y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt 11,28-29).

Mientras esperamos "el regreso de Cristo", necesitamos discernir los signos de los tiempos a la luz del Evangelio para encontrar el camino angosto pero seguro hacia la auténtica plenitud. En un mundo en tempestad, necesitamos reflexionar más que nunca cómo se manifiesta nuestro Señor en nuestras vidas en la escucha orante de Dios y en la escucha cotidiana del prójimo. 

Mientras esperamos en la Jerusalén terrestre con nuestros miedos y dudas, como los dos de Emaús al volver junto a los apóstoles, necesitamos ver que Jesucristo se hace presente en medio de nosotros para decirnos: "Paz a vosotros. ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad (...) soy yo en persona. Esto es lo que os dije (...) que era necesario que se cumpliera todo lo escrito" (Lc 24,36-44).

JHR