¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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miércoles, 21 de diciembre de 2016

CUIDADO CON LOS GRUPOS ESTUFA

Cuando un grupo sólo comparte experiencias entre sus miembros…,
Cuando un grupo se centra sólo en sí mismo…,
Cuando un grupo no sirve a los demás…,
entonces se convierte en un grupo estufa, 
que sólo consume y consume, pero eso no es Iglesia

¿A quién no le gusta reunirse en una divertida cena con amigos y compartir nuestras vivencias? ¿Nos es un signo de amor mantener profundas conversaciones sobre verdades espirituales con las personas más cercanas a nosotros?

Sin duda, reunirse, conversar y compartir con amigos momentos maravillosos de fe son actividades recomendables, pero no construyen iglesia por sí solos.

Entonces ¿en qué consiste"construir comunidad?

Podemos afirmar que existen varios estilos de hacer iglesia. Hay aspectos positivos y negativos en cada modelo, pero algunos no están impulsados ​​por el deseo de ser parte de una comunidad cristiana auténtica. En ocasiones, simplemente pretenden esgrimir una excusa para reclamar que sus reuniones sean construir iglesia.

Existen algunos aspectos por las que estas reuniones de amigos no alcanzan el significado auténtico de lo que constituye formar Iglesia:

Sólo captamos una parte de la Iglesia

A veces, una reunión de amigos reduce todo lo que significa ser Iglesia a compartir y experimentar la fe en grupo  y formar comunidad.
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Estos son aspectos vitales de lo que significa ser una verdadera comunidad cristiana, pero se requieren otras actitudes: entre otras, es necesario ejercer liderazgo, apostolado y discipulado, y recibir sacramentos, guía y dirección espiritual de un sacerdote.

La Iglesia es un todo del que forman parte distintas personas, con distintas personalidades, carismas y talentos.

Nos conducen al egocentrismo

Cuando alguien desea romper con ser parte activa de una parroquia y en su lugar, lo sustituye por reunirse con amigos, la pregunta a considerar no es si podemos, sino si debemos.

Si nos sentimos llamados a crear un grupo de cristianos que haga que otros se encuentren con Cristo, entonces tal vez Dios utilice nuestro grupo para ello.

Pero aquí es donde necesitamos orar con el corazón y discernir desde la fe cristiana. Porque si, por otro lado, nos mueven sólo nuestras preferencias personales, nuestros deseos de ser distintos al resto de la comunidad parroquial, nuestra intención de consumir aquello que nos reporte un "subidón espiritual", o una fe "montaña rusa", debemos volver a involucrarnos en un parroquia tan pronto como sea posible.

Nos llevan al consumo de una fe particular

La historia está repleta de advertencias peligrosas de lo que sucede a aquellos que abandonan y minimizan la necesidad de reunirse como parte de una comunidad parroquial. Caemos entonces en una "fe a la medida", en una religión particular y eso no es el deseo de Dios.

La fe sólo se vive en comunidad. No es posible hacer la guerra por nuestra cuenta. No podemos ser "francotiradores de la fe" sino "soldados de Cristo", dentro de su Cuerpo Místico.
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Una reunión de amigos puede ser, en ocasiones peligrosa y servir como germen para ser tentados por el Enemigo, formando grupos que buscan sólo su propio consumo particular y alejarnos de la voluntad de Dios. 

Sin embargo, cuando sirves junto a personas diferentes a ti en la parroquia, con diferentes formas de ser y actuar, cuando tienes la guía y dirección espiritual de los sacerdotes, y acudes a los sacramentos, sin duda,  el camino de la fe se ilumina y nos acercamos a Dios. 

Impiden nuestro crecimiento espiritual

Todos necesitamos que otras personas también formen la Iglesia. Necesitamos a otras personas que no son como nosotros para ser la iglesia, para ser más como Cristo. Y el proceso de crecimiento y madurez espirituales se produce al pertenecer a una comunidad parroquial.

Otras personas que están en diferentes etapas de la vida que nosotros, tienen diferentes personalidades que nosotros, vienen de diferentes orígenes que nosotros, no sólo nos acompañan en nuestro camino de fe, sino que nos ayudan a evitar nuestras tendencias individualistas y egocéntricas.

Cuando sólo nos reunimos con amigos y personas afines a nosotros, eliminamos gran parte de la forma en que Dios utiliza a los demás dentro de la Iglesia para que maduremos y crezcamos en la fe.

Es, realidad, una falta de humildad. Con el deseo de estar sólo con personas de nuestra "cuerda", asumimos que sólo ellos pueden enseñarnos y ayudarnos a crecer. Rechazamos las contribuciones que otros pueden aportar (y aportan) para nuestra santificación.

Nos impiden servir correctamente

Cuando nos apartamos de una comunidad parroquial, no es posible desarrollar nuestros dones y talentos espirituales en plenitud ni tampoco involucrarnos en un servicio altruista a los demás.

Existen muchos caminos de crecimiento y servicio que nunca encontraremos si nos recluimos en un "grupo estufa" de amigos afines.
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La Iglesia se reúne para que sirvamos unos a otros, usando los dones que el Espíritu Santo nos concede y que en una comunidad cristiana desarrollamos.

Un "miembro inactivo de la Iglesia", sustituye la comunidad por la reunión con amigos y evita que recibamos las alegrías y bendiciones que Dios tiene reservadas para nosotros.

Puede ocurrir que, a veces, no nos encontremos a gusto dentro de la parroquia. Incluso que nos hieran y lastimen. Seguro! Pero quién permanece en la Iglesia de Cristo se conforma en Cristo. De hecho, Él ha prometido hacerlo.

Es comprensible el deseo de sentirse conectado con Dios a través de otras personas afines a nosotros, pero es por eso que las parroquias tienen pequeños grupos y Dios nos proporciona amigos dentro de ellas.

Jesús ha prometido estar en medio cuando dos o más estemos reunidos en su nombre, pero no ha llamado a eso Su Iglesia. Si te reúnes con un grupo de amigos para hablar sobre la vida y la fe, no te detengas pero tampoco lo confundas con lo que significa la esencia de la Iglesia.

Debemos buscar ser parte del Cuerpo de Cristo, donde todos somos necesarios y donde nadie sobra. Debemos ser la novia de Cristo, es decir, Iglesia, no tratar de reemplazarla.



viernes, 19 de agosto de 2016

SIN HÁBITOS NO HAY IGLESIA. SIN LAICOS, TAMPOCO

A lo largo de los dos mil años de la vida de la Iglesia, hemos asumido que la inmensa tarea pastoral dependía únicamente del sacerdote, cuyas funciones han relegado la presencia efectiva del laico en la Iglesia. 

Aunque todos los bautizados tenemos una vocación sagrada, pareciera que ésta se identificara casi exclusivamente con la vocación sacerdotal o religiosa. Esto ha provocado una deformación del verdadero sentido de la Iglesia y una exageración de lo sacro, identificado con lo clerical. Se trata de una ecuación peligrosa: “todas las cosas que pertenecen a los curas y a las monjas son sagradas, y lo demás es lo profano”.

Este mundo clerical, durante mucho tiempo ha hecho de la Iglesia un espacio cerrado, construyendo así dos líneas paralelas desconectadas: 
  • por un lado, la sacral-clerical, identificada con lo que está dentro de la Iglesia, 
  • y por otro lado, la profana, que cada vez más se ha identificado con lo que está fuera de la Iglesia.
Entonces, ¿dónde se daba el encuentro del laico con el sacerdote? En el culto, esencialmente, porque el otro mundo, el de lo económico, de lo político, de lo social, era profano. 

El laico o católico liberal, en lo social, político y económico no era cristiano, pero quizás con un poco de suerte, iba a misa.

Pero el mundo cambia, por supuesto, y la Iglesia toma conciencia clara de esta situación. Es un largo proceso de toma de conciencia por etapas más o menos parciales: León XIII abre la gran perspectiva de lo social para la Iglesia. Surgen ciertos movimientos que, poco a poco, van a ir formando la idea de una acción católica, que se va a institucionalizar con Pío XI.

Todo esto hace cambiar a la Iglesia el concepto del lacio. El laico empieza a contar, a tener peso específico. Porque la Iglesia se va dando cuenta que hay que abrirse al mundo y que hay dimensiones en el mundo que les están encomendadas a los laicos.

Es un cambio de frente, de perspectiva. No es posible seguir pensando que la Iglesia se hace en las sacristías, por lo que se hace necesario enviar al frente a los laicos.

El laico

Así, el laico comienza a participar del apostolado jerárquico de la Iglesia, es institucionalizado dentro de la Iglesia y se le confía la misión de evangelizar el mundo, participando de la misión que Cristo dejó encomendada a los apóstoles. Esta es la misión del laico en la Iglesia a partir de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII.
Pero es fundamentalmente, el Concilio Vaticano II (1962) quien recoge dos grandes líneas de actuación en el futuro: interpretar el mundo e interpretar a la Iglesia para solventar esta contradicción entre lo sacro y lo profano. La Iglesia (dogma, moral y culto) que no cambia, se conforma a las características de este mundo que cambia. 

El Concilio, en su documento "Apostolicam actuositatem" restituye al laico, al seglar, a su lugar imprescindible en la actividad de la Iglesia Católica: el laico es objeto, protagonista y responsable de la evangelización. Y establece sus dos dimensiones:
  • Dimensión sagrada: “Los laicos son los que por el bautismo se incorporan a Cristo, se constituyen en pueblo de Dios, participan a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. 
¿Qué derechos y obligaciones tiene? El laico tiene en la Iglesia, el derecho a recibir la palabra de Dios y los sacramentos y la obligación de manifestar su parecer, de obedecer y de orar.

Se incorpora al misterio de Cristo como sacerdote, rey y profeta, participando del culto y siendo protagonista de la evangelización.
  • Dimensión secular:   “Le corresponde por propia vocación buscar el reino de Dios, tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales”
¿Y de qué modo va a ordenar los asuntos temporales? ¿Cómo va a proceder en lo económico, lo cultural, lo político? 
  • Primero, con el testimonio de vida, fe, esperanza y caridad
  • Segundo, con el propósito de transformar el mundo“Iluminando y organizando todos los asuntos temporales para que se realicen continuamente según el espíritu de Cristo y la gloria de Dios”. No es un problema circunstancial. dice: “Continuamente”. Construir la sociedad de un modo continuo, habitual, y cambiar la sociedad. 
"El laico tiene el deber y derecho de participar en la edificación de la Iglesia y del mundo, y de opinar con caridad, con obediencia, con veracidad, con fortaleza, con prudencia, especialmente a través de las instituciones". 
Así pues, el laico no puede descuidar sus obligaciones religiosas y viceversa, debe realizar la síntesis de ambas a imitación de Cristo. Se hace imprescindible además, que en su relación con el mundo adquiera verdadera competencia en los campos y disciplinas seculares, colaborando con los que tienen idénticos fines y cumpliendo su misión con la luz de la sabiduría cristiana y la observancia atenta de la doctrina y el Magisterio de la Iglesia.

Pueden darse hechos donde se postulen soluciones divergentes, en esos casos, el Concilio aconseja a los laicos a no reivindicar en favor de uno la autoridad de la Iglesia y que procuren ver la luz con el diálogo sincero, buscando la mutua caridad y el bien común.

Así, definida la posición del laico en el mundo, se hace imperativo que tenga activa participación en la vida política, social y económica, así como en los medios de comunicación social.“Le es propio” dice el Concilio, "ejercitar el carácter secular" en dos ámbitos: la Iglesia, buscando el reino de Dios y el mundo, estando presente, tratando y ordenando los asuntos temporales por propia vocación y por propio llamado de Dios.

Aún así, algunos sacerdotes no respetan la opinión de los laicos y algunos laicos son de un servilismo inaguantable o lo que es peor, tampoco respetan la opinión de los curas. Es generalizar mucho, pero ocurre.

Todos tenemos que hacer un esfuerzo en esto, pero es clara la llamada que da el Concilio: “con caridad, con obediencia, con veracidad, con fortaleza, con prudencia y especialmente a través de las instituciones”, porque no es cuestión que cada uno por su cuenta empiece a querer reformar la Iglesia.

Dios nos ha encargado (a sacerdotes y laicos) construir su Iglesia para respetarnos, escucharnos y cuidarnos mutuamente, considerando la “iniciativa propia en el ámbito eclesiástico”. Somos (o deberíamos ser) personas adultas, cristianos maduros y uno de los graves vicios de los sacerdotes y laicos es la puerilidad. No podemos ser pueriles…Ni un laico puede pretender ser siempre un bebe espiritual ni un sacerdote, tratar al laico como a un bebé. Dios nos llama a madurar espiritualmente. Unos y otros. Todos.

El sacerdote

En cambio, el sacerdote es el que recibe el Orden Sagrado y está ordenado, principal y directamente al sagrado ministerio.

El laico debe pedir al sacerdote que le de la palabra de Dios y los sacramentos, y el sacerdote al laico que ordene los asuntos temporales.
"Principal y directamente" no quiere decir que la distinción sea exclusiva y excluyente. Sin embargo, muchas veces descubrimos que se desvirtúan estas vocaciones de dos modos: en el laico beatón, esta suerte de mitad cura y mitad laico, una especie de individuo intermedio, indefinido. Y el cura secularizado, que desvirtúa su misión específicamente sacral.

Esta es una gran tentación para el sacerdote de hoy. Porque los sacerdotes tienen el convencimiento de que saben de todo. Y es falso. Su formación es una formación limitada a lo específico. Han sido formados fundamentalmente para conocer la doctrina de la Iglesia.

Es cierto que siempre han existido sacerdotes que se han dedicado (se les ha permitido), con una vocación personal, a una ciencia profana. Pero no es lo común, ni lo habitual.

Muchas veces el desajuste de esto proviene en que los laicos brillan por su ausencia en los lugares donde tienen que estar dando testimonio, y el sacerdote se ve angustiado por una necesidad pastoral, que se le hace imposible cumplir.

El sacerdote debe reconocer y promover la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia, usando gustoso sus prudentes consejos; encargándoles con confianza, tareas al servicio de la Iglesia; dejándoles libertad y espacio para actuar y animándoles a que asuman tareas propias. En todos los casos, deben mutuamente tener un trato familiar.
En el “Decreto sobre el ministerio de los Obispos” el Concilio resalta el hecho de que la edificación del Cuerpo Místico de Cristo ha sido encomendada a todos y por lo tanto, los sacerdotes deben presidir la comunidad cristiana aunando sus esfuerzos con los laicos reconociendo de esta manera, la dignidad que les corresponde en la misión de la Iglesia.

Deben promoverlos honrando la libertad que les compete y para ello se hace indispensable que consideren sus deseos, escuchen sus opiniones de buen grado y reconozcan su capacidad y experiencia en las cosas humanas.

De todos modos, el laico debe crecer en las cosas de Dios y por eso se recomienda a los sacerdotes que fomenten los distintos carismas que reciben, especialmente aquellos que son atraídos a una vida espiritual más elevada; con todos deben buscar la unidad de la caridad y, como celosos custodios de la doctrina, cuidar que los laicos no sean llevados de “acá” para “allá” por todo “viento de doctrina”.

A los laicos se les pide que amen y ayuden por la oración y las obras a sus sacerdotes, pero si bien deben esperar de ellos orientación e impulso espiritual, no deben esperar ni exigir que sus sacerdotes estén siempre en condiciones de darles inmediata y concreta solución a todas las cuestiones y problemas.

El laico por su bautismo recibe una misión cultual y apostólica, de aquí que el Concilio le pida activa participación en la liturgia y amplia y generosa cooperación en las obras misioneras de la Iglesia.

Por último, en el gobierno y conducción de la Iglesia se hace necesario escuchar a laicos eminentes porque “sin laicos no hay verdadera Iglesia”.

Escasez de vocaciones

Es un hecho, no una opinión: cada vez hay (y habrá menos) sacerdotes. Porque los laicos han dejado de evangelizar en casa. La mayoría de los niños no viven la fe en casa, y algunos ni siquiera saben santiguarse o rezar. Sin "fe en casa" es muy complicado que surjan vocaciones. Consecuencia: Los seminarios están diezmados y apenas ordenan nuevos curas.
Incluso, podríamos llegar a pensar que el Señor está quitando la gracia de la vocación sacerdotal, quizás porque los cristianos no hemos valorado lo que significa el sacerdote.

Les hemos marginado, no les hemos ayudado, les hemos criticado y atacado. Hay realmente una escasez de sacerdotes. ¡No hay sacerdotes! La ausencia de vocaciones quizás sea motivada por el precio tan alto que tienen que pagar y no compense.

Pero por otro lado, va creciendo la vocación de laicos dispuestos a consagrarse a las obras de la Iglesia, no como curas sino como laicos. O sea, que Dios, en su plan perfecto, también nos regala una especie de compensación.

Es por eso que es preciso, una toma de conciencia profunda del laicado:
  • Los laicos tenemos que empezar a ser nosotros, y construir una espiritualidad laica, y construir una presencia de Iglesia laica y no limitarse a la figura del "católico liberal".
  • Los sacerdotes tienen que volver a ser ellosdedicarse a lo específicamente suyo: Sacramentos y Enseñanza de la Palabra. Porque ellos, igual que los laicos, pueden hacer un montón de cosas, pero hay algo que les distingue: el laico no puede absolver, el sacerdote, sí; el laico no puede celebrar misa, y el sacerdote, sí. 

viernes, 1 de julio de 2016

UNA IGLESIA CON BUENOS HÁBITOS Y BUENOS LAICOS


"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, 
que vendrá sobre vosotros, 
y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria,
 y hasta los confines de la tierra."

(Hechos 1, 8)


Hoy me gustaría reflexionar sobre algunas de las razones por las que los laicos vemos a la Iglesia callada, dormida, anestesiada, y lo que es peor, sin sueños. 

¿Crisis?

En primer lugar, creo que la Iglesia está anestesiada porque ha perdido "hábitos" tanto en el terreno humano como en el de costumbres. Pero no pretendo decir que la única solución sea que a los laicos nos "toca"salvarla, y mucho menos, que estemos ante una situación que no tenga solución. Entre otras cosas, porque no depende de nuestra voluntad sino de la de Dios y de su Espíritu. 

¿Hostilidad?

En segundo lugar, no deseo expresar una actitud negativa ni tampoco hostilidad crítica hacia la jerarquía eclesial como culpables de la situación de la Iglesia, ni tampoco insinuar que nos "toca" a los laicos controlar la situación o gobernar la Iglesia, ni por supuesto, dar a entender, parafraseando a Tolkien, que "el tiempo del laico ha llegado"(1). Recuperemos los buenos "hábitos", y también las buenas costumbres. y contemos con los buenos laicos.

¿Inmadurez?

En tercer lugar, la actitud pueril, el infantilismo y la inmadurez espiritual de los laicos es también una lacra para la Iglesia. Es necesario pasar de la fe de primera comunión (y a veces, última) a una fe fuerte, adulta y abierta al mundo. Es necesario conocer nuestra fe, ponerla en práctica y darla a conocer, y muchos no lo están haciendo. Es necesario que los laicos seamos interlocutores válidos entre la jerarquía y el mundo.

La catequesis y los sacramentos han sido descuidados en los últimos años tanto por la jerarquía como por los laicos. "Tanto monta, monta tanto...Isabel como Fernando. Unos y otros" Yo creo sinceramente que por causa de la apatía, de la pereza y en definitiva, de la anestesia que duerme al mundo y no le deja soñar con Dios.

Necesitamos más y mejores formas y métodos para conocer y profundizar en la riqueza del Evangelio, de la maravillosa escuela de amor que Dios nos regala. El mundo necesita escuchar lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros y entender la importancia y el compromiso que adquirimos con el Señor, tanto al formarnos en la catequesis como al recibir los sacramentos.

¿Actitud?

En cuarto lugar, quiero resaltar que han pasado más de 50 años del Concilio Vaticano II y una gran mayoría del Cuerpo Místico de Cristo sigue alejada del espíritu que allí se planteó: una iglesia cercana a la gente, abierta al mundo, sin miedo, que acoja y acompañe en el camino de la fe. Hemos olvidado la actitud y hemos perdido la identidad como Iglesia.

¿Acción?

¿Por qué cuando escuchamos al Papa hablar con valentía de "Iglesias de puertas abiertas", no hay respuesta? ¿Por qué cuando el Espíritu Santo sopla fuerte hacia la misión que Cristo encargó a su Iglesia, no hay respuesta?¿Por qué cuando profanan capillas, persiguen y asesinan a cristianos, no hay respuesta? Yo creo que la Iglesia, cual "Cenicienta" se ha sumido en un sueño profundo del cual sólo puede despertar con la poderosa presencia del "Príncipe Azul", Jesucristo.

Me gustaría que mis obispos y presbíteros declararan con más fuerza y con nosotros, los laicos, la alegría del Evangelio, las buenas noticias que el mundo necesita escuchar: "Que Dios vive, hoy y ahora. Y que nos ama".

A pesar de que Dios nos llama una y otra vez a transformar el mundo a través de Su amor y de Su Iglesia, veo una jerarquía local (pastores) un tanto acobardada y callada, ausente y cómoda, más interesada en vivir de puertas adentro, sin muchas preocupaciones, que de acompañar a los pecadores, a los que sufren y a los pobres, lo que, evidentemente, les aleja de la vida de las personas (ovejas). 

¿Demandas?

Los cristianos laicos y maduros deseamos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios) una iglesia como la de Cristo, con sacerdotes que acompañen, que estén disponibles y cercanos, que entiendan lo que vivimos, que nos guíen y nos orienten, que nos sanen y nos reconcilien con el Señor, que nos acerquen a Él, en lugar de excusarse, de juzgarnos, señalarnos o excluirnos. 

Rogamos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios), en palabras del Santo Padre, "pastores con olor a oveja". No se entiende un pastor alejado, ausente y ocupado en otros menesteres que no sean los de cuidar de su rebaño.

Pedimos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios) eliminar la distancia entre laicos y clero, como si estos últimos ejercieran en lugar de un ministerio de servicio, uno de poder. 

Con todo ello, no pretendo negar la autoridad de la jerarquía, tan sólo cuestionar la forma de ejercer ese poder. Los obispos no son expertos en todas las materias. No tiene por qué serlo. Bastante tarea tienen ya. Y les estoy muy agradecido.

¿Apoyo?

¿Por qué entonces no apoyarse en los laicos? Laicos que no les digamos amén a todo, sino que los cuestionemos, les discutamos, les mostremos otras realidades, no por el mero afán de discutir, sino para descubrir juntos los caminos, métodos y momentos de mostrar al mundo el amor de Dios; para que puedan discernir sobre puntos de vista que no ven ni tienen en cuenta. 

Los laicos vivimos realidades que no están en el ámbito de la experiencia clerical y, guste o no, tenemos otro punto de vista de muchas cosas. 

Esta confrontación permanente entre laicos y clero suena a Edad Media, como si en la Iglesia hubiera una clase de poderosos señores y otra de "plebe sin derechos". Además, los nuevos sacerdotes necesariamente han de surgir en el seno de familias de laicos, donde aprenden todas esas “otras miradas”, todas esas "otras realidades". Para que existan vocaciones, necesariamente debe existir vida espiritual y de amor a la Iglesia en las familias de los laicos, un sentido de Iglesia de servicio desinteresado y entrega altruista a los demás.

¿Servicio?

Por eso, los laicos debemos, necesitamos y deseamos participar más en la vida de la parroquia porque" todos somos Iglesia". 

Participar, no como una avalancha de "hunos" descontrolados y bárbaros que asolen todo a su paso, sino como irrupción de hijos de Dios llamados a la santidad.

Participar, no como quien reclama en la corte suprema un derecho que le fue usurpado, sino hijos pródigos y humildes, poniéndonos al servicio de Dios y de una comunidad que acoge, comprende y, sobre todo, ama.

Queridos sacerdotes, estamos unidos en esto. Recuperemos los buenos "hábitos". Es voluntad de Dios!!!





(1)"La edad de los hombres (sacerdotes) termina. El tiempo del orco (laico) ha llegado."(Gothmog en la película El Retorno del Rey).








Fuente: http://infocatolica.com   -  Pato Acebedo