¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 13 de julio de 2020

CUATRO OPCIONES ANTE LA GRACIA


"Salió el sembrador a sembrar. 
Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; 
vinieron los pájaros y se la comieron. 
Otra parte cayó en terreno pedregoso, 
donde apenas tenía tierra, 
y como la tierra no era profunda brotó enseguida; 
pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. 
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. 
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: 
una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. 
El que tenga oídos, que oiga."
(Mateo 13, 1-9)


Hoy escuchamos otra de las maravillosas parábolas de Jesús que aparece en Mateo 13,1-9, Marcos 4,1-9 y Lucas 8,4-8: la parábola del sembrador. Con este símil agrícola, Cristo nos interpela a cada uno de nosotros para que escuchemos, para que entendamos.

El sembrador es Jesucristo, la semilla es la Palabra de Dios y nosotros somos el terreno. Pero como seguidores de Cristo, también estamos llamados a ser sembradores.

Jesús nos explica con detalle las cuatro opciones con las que recibimos o no su mensaje de Amor, los cuatro niveles con los que aceptamos o no su Gracia, los cuatro tipos de terreno con los que descubrimos qué tipo de corazón tenemos, qué relación queremos o no con Él o qué respuesta le damos:

El borde del camino 

Es la indiferencia, ese estado afectivo en el que “ni siento, ni padezco”, en el que la Gracia me da igual, en el que me mantengo al margen de lo espiritual, lejos de Dios

La Fe "no va conmigo, no me importa, no me interesa o no tengo tiempo". Soy un alejado, agnóstico o ateo.
Los pájaros son mis deseos, mis intereses, mis anhelos, mis prioridades.

Los bordes del camino son mi falta de sensibilidad, apego frialdad hacia Dios, mi falta de motivación o interés por las cosas espirituales, mi falta de humildad, sencillez y docilidad al Espíritu Santo, mi arrogancia, orgullo, soberbia y rebeldía ante Dios, mi menosprecio, desdén y rechazo a Dios.

Mi corazón es arrogante y rebelde. Soy de los que le digo a Dios: "no" .

El pedregal 

Es la inconstancia, ese estado y alternativo del "ahora sí, ahora no", en el que me excuso con el "quiero pero no puedo" o en el que afirmo "puedo pero no quiero". 

Me quedo en la superficie o a una cierta distancia y no profundizo. "Nado pero me canso enseguida". Soy un "Peter Pan" que me niego a ser mayor, a crecer, a madurar espiritualmente y que permanezco siempre en un estado infantil de fe para no asumir compromisos ni responsabilidades. 
La poca tierra es el poco espacio que dejo a Cristo y a la Virgen en mi vida exterior, a los sacramentos, a las obras de caridad y de servicio a los demás, a las virtudes cristianas.

La falta de profundidad es el poco tiempo que dedico a mi vida interior, a la oración, a la meditación, al discernimiento

La falta de raíz es la escasez de mi conocimiento de Dios, de mi sentido sobrenatural y místico, de mi aprehensión a la lectura y a la formación espiritual.

El Sol son las pruebas, las dificultades, las tentaciones que aparecen cada mañana, cada día.

Las piedras son mis excusas, mis pretextos, mis justificaciones o mis coartadas ante la llamada de Dios; mi irresponsabilidad e informalidad ante la voluntad de Dios; mi falta de voluntad, de decisión, de firmeza para darle un sí a Dios; mi falta de entrega y de compromiso ante la misión que Dios me encomienda; mi falta de determinación, valentía o coraje ante las pruebas, dificultades o peligros. 

Mi corazón es duro y terco. Soy de los que le digo a Dios: "a veces".

El zarzal 

Es la incoherencia, ese estado temporal del "sí pero a mi manera". Soy un cristiano "temporero" que va los domingos a la Iglesia con el "hábito católico", pero cuando salgo de ella, me lo quito y dejo de ser cristiano. Soy un católico "camaleónico" que me mimetizo segúnlas circunstancias. Un cristiano "veleta" que dejo que mi fe gire según el viento de las modas del momento y trato de adaptarla a ellas.
El deseo de compaginar Dios y mundo ahoga mi vida de cristiano. Dejo crecer el trigo junto a la cizaña pero nunca los separo. Las actitudes, las ideologías y pensamientos mundanos asfixian mi fe y estrangulan la sana doctrina. 

Las zarzas son los afanes de la vida y la seducción de las riquezas, el amor al dinero y el materialismo; las preocupaciones por la estabilidad y la seguridad; las inquietudes sobre "el qué comer y el qué vestir"; las ansiedades de poder y los placeres sensuales; las actitudes y modas;  las ideologías y pensamientos mundanos que asfixian la fe y estrangulan la sana doctrina. 

Mi corazón es hipócrita y condicional. Soy de los que le digo a Dios: "sí pero con condiciones".

El terreno fértil 

Es la perseverancia, ese estado vigilante y siempre alerta, que espera, que confía, que cree. Soy un cristiano "a tiempo completo", "en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de mi vida". Soy un católico que, tomando como ejemplo a la Virgen María, digo: "Hágase tu voluntad". Soy un seguidor de Cristo que digo "Praesto sum", "Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad".
El terreno fértil necesita una dura y ardua tarea: necesita ser arado y roturado: el sufrimiento remueve la superficie de la tierra (a veces, incluso profundiza), la oxigena con la gracia y la prepara a través de la fe para el abono y el riego.

El abono es la oración y el riego, la Palabra. Con estos dos elementos germinará y dará fruto en abundancia. 

Mi corazón es manso y humilde. Recto y firme. Confiado y fiel. Servicial y solícito. Soy de los que le digo a Dios: "Sí, hasta el final".

Pero no sólo soy un tipo de terreno. También soy sembrador. Pero ¿qué tipo de semilla sale de mi corazón y de mi boca? Mis semillas, mis palabras pueden hacer mucho bien y también mucho mal; pueden curar y pueden herir; pueden alentar y pueden deprimir. 

Lo que cuenta no es lo que entra, sino lo que sale de la boca y del corazón. San Pablo nos da una regla de oro para todo sembrador, para todo evangelizador: “No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen” (Efesios 4, 29).