“Bendeciré a Yahve que me aconseja;
aún de noche me instruye.
aún de noche me instruye.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré”.
con él a mi derecha no vacilaré”.
(Salmo 16)
¿Dejamos a Dios que nos aconseje? ¿Estamos creando espacio para el Espíritu Santo?
El don del consejo es con el que el Espíritu Santo nos capacita para tomar decisiones concretas y el que nos ayuda a madurar espiritualmente, tanto individualmente como en comunidad y a no caer presa del egoísmo ni de nuestra forma de ver las cosas.
La condición esencial para recibir este don es la oración: ”Señor, ayúdame, aconséjame: ¿Qué tengo que hacer ahora?" Con la oración hacemos espacio para que el Espíritu venga y nos aconseje que debemos hacer en cada momento.
En la intimidad con Dios y escuchándole, dejamos de lado nuestra lógica personal, nuestro sentir terrenal… y en nosotros madura una sintonía profunda con el Señor que nos lleva a cerciorarnos de cuál es su voluntad. Es el Espíritu el que nos aconseja, pero tenemos que dejarle espacio para que lo haga. Dar espacio y rezar para que nos guíe siempre.
Pero el Señor también nos habla a través de la voz y el testimonio de mis hermanos… que nos ayudan a arrojar luz en nuestras vidas y a reconocer Su voluntad.
Cuando se trata de actividades parroquiales, el problema surje cuando la planificación de éstas no deja espacio para lo que el Espíritu Santo quiere hacer. Por supuesto, Dios puede [y trabaja] a través de una planificación dirigida por Él, bien ideada y bien preparada pero entonces, ¿cómo planificar y crear espacio para que el Espíritu Santo pueda operar?
Pero el Señor también nos habla a través de la voz y el testimonio de mis hermanos… que nos ayudan a arrojar luz en nuestras vidas y a reconocer Su voluntad.
Cuando se trata de actividades parroquiales, el problema surje cuando la planificación de éstas no deja espacio para lo que el Espíritu Santo quiere hacer. Por supuesto, Dios puede [y trabaja] a través de una planificación dirigida por Él, bien ideada y bien preparada pero entonces, ¿cómo planificar y crear espacio para que el Espíritu Santo pueda operar?
Lo importante, como todo en la fe, es desapegarnos de nuestros egos, de nuestras brillantes ideas, de nuestros grandes talentos, de nuestros deseos de éxito. No buscando la fama ni el halago humano. Lo que buscamos es la gloria de Dios y por eso, queremos Espíritu Santo. Necesitamos Espíritu Santo.
Creo que es un error llamar demasiado la atención sobre nosotros mismos. Algunas de nuestras parroquias se han convertido en clubes de fans cristianos, mientras el Espíritu observa desde lejos.
San Agustín dijo: "Trabaja como si todo dependiera de ti y ora como si todo dependiera de Dios". Debemos orar y planear como si todo dependiera de Dios porque para que suceda algo sobrenatural, necesitamos el Espíritu Santo. Así que nuestra planificación debe ser la oración, un plan donde el Espíritu Santo esté en el centro. Él es quien puede hacer la diferencia.
Hay cuatro formas sencillas para dar espacio a Dios en nuestras vida de fe:
1. Oración - Lo primero, como ya he dicho, es orar para conocer la voluntad de Dios. Algunos cristianos van tan deprisa que no tienen tiempo de orar y otros parecen permanecer constantemente en tierra de nadie. Tan solo necesitamos ponernos en Su presencia delante del Santísimo y escuchar. Ser pacientes, en silencio orante, lo que nos permite dejarnos llevar por las inspiraciones del Espíritu Santo.
2. Biblia - El Espíritu Santo habla a través de la oración pero también a través de la Palabra de Dios. Su Palabra es creadora. Muchos de nosotros buscamos denodadamente escuchar la voz de Dios en lugares extraños. En nuestro servicio a Dios, debemos tener presente las enseñanzas del Evangelio. Cuanto más cerca estemos de la Palabra de Dios, más cerca estaremos del Espíritu Santo.
3. Tradición de la Iglesia - Dios habla también a través de su Iglesia, del Papa, de los santos, de los obispos...Desde el punto de vista teológico, la Tradición nos enseña unos elementos inmutables, que nunca cambian y siempre permanecen idénticos: el dogma y la moral. y otros que si pueden cambiar o son modificables: la liturgia, disciplina, y la acción pastoral del magisterio.
3. Tradición de la Iglesia - Dios habla también a través de su Iglesia, del Papa, de los santos, de los obispos...Desde el punto de vista teológico, la Tradición nos enseña unos elementos inmutables, que nunca cambian y siempre permanecen idénticos: el dogma y la moral. y otros que si pueden cambiar o son modificables: la liturgia, disciplina, y la acción pastoral del magisterio.
4. Compromiso - Muchas parroquias planifican los servicios donde los sacerdotes son los ejecutantes, y la asamblea es la audiencia. Parece más un concurso "tú si que vales" que una comunidad parroquial. Pero para que la gente experimente la acción del Espíritu Santo, necesitan participar orando, sirviendo, cantando, adorando, hablando, comprometiéndose... Pasemos de una planificación estricta a una espontánea, demos a la comunidad alguna responsabilidad, desafiándola a participar.