¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta el poder de la oración. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta el poder de la oración. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de enero de 2021

PEDIR, BUSCAR Y LLAMAR

"Pedid y se os dará, 
buscad y encontraréis, 
llamad y se os abrirá; 
porque todo el que pide recibe, 
quien busca encuentra 
y al que llama se le abre" 
(Mt 7, 7-8)

Ha transcurrido un año desde la irrupción del Covid y éste, no sólo no ha sido frenado, sino que sigue propagándose, incluso con nuevas cepas más virulentas, si cabe. Nada ni nadie (como ocurrió con las plagas de Egipto descritas en el libro del Éxodo) ha sido ni es capaz de ponerle remedio. Ni las medidas, ni las restricciones, ni los confinamientos, ni siquiera las vacunas, han sido eficaces para combatir y derrotar al virus.

Como el faraón de Egipto, el hombre de hoy tiene el corazón endurecido y obstinado (Ex 7,13-14), y busca soluciones al margen de Dios, busca resultados sin tenerle en cuenta, sin "conectar" con Dios, sin encomendarse a Él. El hombre busca remedios antivirales entre sus sirvientes, sus médicos y sus "magos", pero éstos no pueden ofrecérselos.

La oración es el mejor antídoto y la vacuna más efectiva del cristiano. Nos resguarda y protege del pecado. Nosotros los cristianos sí tenemos en cuenta a Dios y por ello estamos conectados a Él. Nos encomendamos a nuestro Señor, sobre todo, ahora que el virus nos impide vivir nuestra fe en los templos (cultos), en los retiros (evangelización), en los centros (caridad), etc. 
La oración es la llave del cielo que nos abre a la escucha del Espíritu Santo y al diálogo con Dios Padre, a la contemplación de Dios Hijo y a la intercesión de la Madre de Dios y Madre de todos. El cielo, lleno de ternura, amor y misericordia, desea que nosotros, sus queridos hijos, sus ciudadanos de derecho, le hablemos, le contemos, le pidamos...está esperando que lo hagamos...


Y para ello, en el evangelio de Mateo, Cristo nos hace una triple invitación: "Pedid, Buscad y Llamad":

Pedir es una llamada a la oración. Implica orar con fe y humildad, reconocer nuestra vulnerabilidad fragilidad, confesar nuestra dependencia y necesidad de Dios. Cuando pedimos con fe, esperamos una respuesta. Pero la respuesta de Dios exige un corazón contrito y necesitado, agradecido y confiado. Dios no puede actuar si no tenemos fe, no puede obrar milagros si no confiamos de verdad en Él y se lo pedimos, porque respeta nuestra voluntad y nuestra libertad. 

San Antonio Abad decía que "La oración perfecta es no saber que estás orando". Orar debería ser como respirar: hacerlo sin saber que lo hacemos. Orar debería ser como el latir de nuestro corazón: constante y continuo

¿Cómo pedir?  Jesús nos enseñó la oración perfecta, el Padrenuestro, que une alabanza, gloria, perdón, agradecimiento y petición a Dios (Lc 11,1-4). Podemos pedir a Dios cosas temporales pero siempre para ofrecérselas a Él.

Buscar es una exhortación a la acción. Exige actuar, obrar y proceder según la voluntad de Dios. No basta con pedirle que nos solucione nuestros problemas y cruzarnos de brazos, sin hacer nada. Podría ocurrirnos como al faraón, quien tras cada plaga, le pedía a Moisés que intercediera ante el Señor para que cesara la plaga, pero luego, cuando Dios intervenía, se olvidaba de cumplir lo que Dios le decía que tenía que hacer. 

¿Cómo buscar? A Dios le encontramos en Su Palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía, en Su Iglesia, en el servicio al prójimo, en una vida coherente y en armonía con Su voluntad. Buscar a Dios es ponernos a su servicio y al de los demás pero siempre buscando su rostro, para encontrar nuestra santidad y la de los demás.

Llamar es una invitación a la perseverancia. Supone ser fieles y constantes, resistir y perseverar, insistir repetidas veces hasta que Dios nos abra la puerta que necesitamos. A Dios, como a todo padre, le gusta que sus hijos sean persistentes y "constantes en orar" (1 Tes 5,17). 

¿Cómo llamar? Llamar a Dios debe ser un hábito, es decir, una práctica frecuente y constante, una necesidad imperiosa de sentirse amado por Dios y de enamorarse de Él. Llamar es perseverar en el amor, es decirle a nuestro Padre un "Te quiero", un "Abba". Llamar, como dice San Pablo, es "esforzarse por conseguir el amor" (1 Co 14,1).

A cada imperativo de Jesús, siempre le sigue una promesa. Así, a "pedir" le sigue "se os dará"; a "buscar", "encontraréis", y a "llamar", "se os abrirá". Cristo nos promete siempre una respuesta. Por eso, no podemos quedarnos paralizados ante las incertidumbres o quedarnos sin actuar ante las dificultades. Pedir por todos nosotros, buscar siempre su voluntad y llamar para perseverar en la fe.

Con estas tres acciones hacemos subir nuestro "incienso" a Dios (Sal 141, 2), es decir, "encendemos" nuestros sentidos (corporales y espirituales) y "elevamos" nuestra esencia (cuerpo y alma) en forma de plegarias, necesidades, alabanzas, agradecimientos, arrepentimientos y sacrificios. 
Y Él, que siempre escucha, nos responderá. Entonces sonarán las trompetas, símbolo inequívoco de su intervención en la historia del hombre.

Contagiémonos unos a otros de vida interior y oración...

Unamos nuestras voces, hablemos con Dios al unísono, ya sea en privado, en familia, en comunidad o en redes sociales...

Cultivemos nuestra intimidad con Dios confiando, obrando y perseverando conforme a su voluntad...

Hagamos que la oración se vuelva viral.
JHR

jueves, 12 de diciembre de 2019

"SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR"

Resultado de imagen de clamando a dios
"Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, 
que prefieren rezar de pie en las sinagogas 
y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. 
Os aseguro que ya recibieron su recompensa. 
Tú, cuando reces, entra en tu habitación, 
cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; 
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Al rezar, no os convirtáis en charlatanes como los paganos, 
que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería. 
No hagáis como ellos, 
porque vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis 
antes de que vosotros le pidáis" 
(Mt 6, 5-8)


A menudo, me pregunto ¿cómo rezo? ¿es eficaz mi oración? ¿es sincera? ¿sé a quien me dirijo? ¿es escuchada por Dios? ¿me responde? ¿sé cómo debo rezar? ¿soy "resultadista"? ¿qué es la oración? ¿para qué sirve?

Creo que para responder a todas estas preguntas, primero tengo que pedirle a Jesús, como hicieron los discípulos: "Señor, enséñanos a orar" (Lc 11,1). 

Entonces, al escucharle, medito sobre a quién me dirijo, cómo, dónde y cuándo lo hago, y qué digo.

¿A quién rezo?
Lo primero y lo más importante de todo, es que tengo que ser consciente de que cuando rezo, no me estoy dirigiendo a cualquiera. No estoy hablando de igual a igual. Estoy hablando con Dios Padre. Me dirijo al Creador de todo. 

Cristo, con la oración perfecta, el Padrenuestro, me enseñó cómo dirigirme a Dios como a un Padre que me ama, pero que, además, es mi mejor y más fiel amigo: "Padre nuestro que estás en el cielo" (Mt 6, 9-13).

La oración es una gracia que Dios me regala para comunicarme y relacionarme con Él, para que, a través de las inspiraciones de Su Espíritu, me suscite el conocimiento de su voluntad

Por tanto, es un privilegio que me concede, por el cual puedo hablar sincera y humildemente con Dios. Y siempre con sumo respeto, aunque con intimidad, familiaridad y espontaneidad. Como le habla un hijo a su padre.

Sabiendo a Quien rezo, tengo la certeza de que Dios siempre me escucha, como un padre escucha a su hijo amado. Aunque no siempre un padre concede todo lo que le pide su hijo, bien porque no es el momento o porque no es conveniente. 

Lo que sí sé es que un padre no le niega nada bueno a su hijo: "Todo lo que pidáis en la oración creed que lo recibiréis, y lo tendréis" (Mc 11, 24).

Otra cosa es cómo lo hago y qué digo.
Imagen relacionada

¿Cómo rezo?
Es importante que sepa que la oración no es una hoja de reclamaciones donde expongo mis quejas y peticiones. No es una lámpara mágica cuyo genio me concede todos mis deseos. Tampoco es una declaración de mis intenciones ni un manifiesto resultadista de mi voluntad.

Para que mi oración sea eficaz, debo rezar:
con una actitud de alabanza y obediencia: "Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino" (Mateo 6,10).  "Te alabo y te doy gracias, porque me has dado sabiduría y fuerza, me has manifestado lo que habíamos pedido" (Dn 2, 23).

- en acción de gracias: "Dad gracias en toda ocasión" (1 Tes 5, 18). "En toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias." (Flp 4,6).

en conformidad con Su voluntad"Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mateo 6, 10). "Ésta es la seguridad que tenemos en Dios: que si pedimos algo según su voluntad, nos escucha" (1 Jn 5, 14).

- con fe y confianza "Pedid con confianza, sin dudar nada" (Stg 1, 6). "Tened fe en Dios." (Mc 11,22-24).

en una disposición de súplica y arrepentimiento: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12)

- continuamente y sin desfallecer. San Pablo me exhorta a "Orad sin cesar" (1 Tes 5, 17). San Lucas me muestra "sobre la necesidad de orar siempre sin desfallecer jamás" (Lc 18, 1).

- con un espíritu de perdón hacia los demás: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas" (Mc 11,25-26).

- en nombre de
Cristo: "Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el hijo. Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré" (Jn 14,13-14).

- en estado de gracia"Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder" (Stg 5,16). 

Es el poder de mi fe y de mi confianza en el Señor, y no la elocuencia ni la sabiduría o la longitud de mi oración, lo que agrada a Dios. 

Tratar de impresionar a Dios con mis palabras rebuscadas o con mi conocimiento de las cosas sólo es vanidad y no es eficaz ni correcto. 

Además, Dios sabe cuáles son mis necesidades y mis preocupaciones, incluso antes de que se las pida: "Vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis antes de que vosotros le pidáis" (Mt 6,8).

Otro impedimento que hacen mi oración ineficaz es pedir mal, con motivos equivocados y deseos egoístas: "Pedís y no recibís porque pedís para malgastarlo en vuestros caprichos" (Stg 4,3).

¿Qué pido?
Jesús me enseña a pedir por mis necesidades físicas y espirituales: "Danos hoy nuestro pan de cada día" (Mt 6, 12). "La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor lo restablecerá y le serán perdonados los pecados que haya cometido" (Stg 5, 15).

También, le pido a Dios que me ayude y me de fortaleza ante las dificultades y los problemas: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal" (Mt 6, 13).

Y sobre todo, le pido que aumente mi fe y mi perseverancia: "Yo creo. Ayúdame a creer más" (Marcos 9, 24). "Acrecienta nuestra fe"(Lc 17, 5).
Y
también pido siempre por los demás y por sus intenciones. 

Pido por los que sufren, por los que están angustiados, por las vocaciones, por los sacerdotes que conozco, por mi familia, mis amigos, mis hermanos y por todos los que llevo en mi corazón: 

"Os aseguro que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre celestial. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 19-20). 

"Pedid constantemente por todos los creyentes" (Ef 6, 18). 

"Si muchos piden a Dios por nosotros, muchos le darán gracias por los favores que nos concede" (2 Cor 1, 11).
Imagen relacionada
¿Dónde y cuándo rezo?
¿Cuál es el mejor momento y el mejor lugar para rezar? 
Lo ideal es orar ante el Santísimo Sacramento, en la Eucaristía, donde siempre me espera pacientemente.

Pero si estoy en cualquier otro lugar, basta con que disponga mi corazón y me concentre, para no distraerme. Por eso, es aconsejable que busque un lugar y un ambiente de recogimiento y de silencio.

El silencio es muy importante porque en él, habita Dios. Al Señor nunca le puedo encontrar en el tumulto, en el ruido, en la agitación. 

Por eso, debo imitar a Jesús, quien se retiraba siempre para orar al Padre: "Pero él se retiraba a los lugares solitarios para orar"(Lc 5, 16). "Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y se puso a orar"(Lc 22, 41). 

¿Cuál es el mejor momento para rezar? La Palabra de Dios me dice que "en todo momento"

Cuando estoy cansado, agobiado, preocupado o angustiado, descargo en Dios mis problemas, mis agobios y preocupaciones.

A Él se los dejo y, Él los acoge
con gusto y me alivia: "Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy afable y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt 11, 28-29).

P
ero también, cuando estoy bien y en paz, me acerco a Dios para darle gracias por todos los dones y regalos que me da, para alabarle y adorarle.

El Salmo 5 es una guía maravillosa para saber cómo dirigirme a Dios:

"Escucha mis palabras, Señor, atiende a mi gemido, 
oye la voz de mi lamento, Rey mío y Dios mío. 
A ti, Señor, te invoco; de mañana me escuchas, 
de mañana me dirijo a ti y me quedo esperando. 
Tú no eres un Dios que se complace en la injusticia, 
el malvado no puede ser tu huésped. 
Los soberbios no resisten delante de tus ojos, 
aborreces a todos los malhechores, 
llevas a la ruina a los mentirosos, 
al hombre explotador y fraudulento el Señor lo detesta. 
Mas yo, por tu infinita bondad, entro en tu casa, 
me postro hacia tu templo con toda reverencia. 
Guíame tú, Señor, por tu justicia, 
frente a mis opresores, allana tus caminos ante mí. 
Que se alegren en cambio los que en ti confían, 
que siempre estén alegres, porque tú los proteges; 
que se gocen en ti los que aman tu nombre. 
Pues tú, Señor, bendices al que es justo, 
como un escudo lo protege tu favor."

martes, 6 de agosto de 2019

DIOS ME ESCUCHA. ¡PURO DON!

Ésta es la seguridad que tenemos en Dios: 
que si pedimos algo según su voluntad,
 nos escucha. 
(1 Juan 5, 14)

Acabo de terminar de leer el libro de C. S. Lewis "Si Dios no escuchase - Cartas a Malcom" en la que el brillante autor y converso al cristianismo habla con gran convicción de la oración como puro don de Dios.

No puedo estar más de acuerdo con Lewis en que la importancia de la oración no se basa tanto en que Dios nos conceda lo que le pedimos sino en el hecho de que nos escucha.

Los cristianos, cuando oramos, no hablamos de "resultados" sino de que somos "escuchados" o incluso, "respondidos". Lo que no quiere decir que se cumplan nuestros deseos o expectativas.

Dios, como Padre amoroso, escucha a sus hijos pero, al igual que los que somos padres no podemos conceder todo lo que nos piden nuestros hijos, Él siempre nos da lo que es bueno para nosotros.

La oración no es en ningún caso un monólogo ni un soliloquio ni un diálogo entre mi yo exterior y mi yo interior.

Tengo la certeza de que Dios me escucha todos los días y de que yo le escucho a Él. Dios jamás defrauda.

¿Por qué lo sé?

Porque Dios me ha regalado la posibilidad de conocerle personalmente, íntimamente. ¡Puro don!

Porque le escucho en Su Palabra y en mi corazón cada día, porque tengo contacto directo con Él, porque a través de la oración me da a conocer su voluntad. ¡Pura gracia!

Porque le veo continuamente a mi alrededor, porque le veo sonreír en la creación, porque me hace guiños continuamente, porque le veo actuar en las personas que pone en mi camino. ¡Puro regalo!

Porque Él quiere...por ¡Puro amor!

La fe me muestra que todo lo que hay en la Tierra me habla de su amor y que me sigue allá donde vaya.

Dios quiere ser una presencia amorosa y constante en mi vida, si yo le abro la puerta de mi corazón.

Dios quiere comunicarse personal y directamente conmigo.

Dios quiere compartir conmigo confianza y naturalidad, sorpresas y enseñanzas, sonrisas y lágrimas.

Dios quiere que converse con Él, que le cuente "mis cosas", que le diga lo que me preocupa y, sobre todo, cuanto le quiero.

Dios quiere tener conmigo una relación profunda y sincera, real y auténtica, libre y espontánea. De corazón a corazón.
Y quiere, no porque me necesite, ni porque no sepa de mí, ni porque quiera tener "público".
Quiere...porque me quiere.

Cuando hablo con Él, trabaja mi corazón, cincela mi espíritu y moldea mi carácter.

Así es Dios. Un infinito torrente de amor hacia mí.

¡Puro don!

lunes, 15 de enero de 2018

REZAR ES DESEAR...

Imagen relacionada

Para algunos, disponerse a rezar puede "costarles un imperio", ya sea por falta de concentración o por dispersión; encontrar el momento y el lugar, algo impensable, ya sea por falta de voluntad, por desgana o por cualquier excusa...

No obstante, quiero comenzar resaltando el hecho de que la oración no la “hacemos” nosotros, sino que es Dios quien toma la iniciativa y se acerca a nosotros para decirnos qué quiere de nosotros y cómo nos transforma: ora y hace en nosotros. 

Dios es un “eterno insistente” que siempre quiere estar con nosotros y que nunca se cansa de estar con nosotros.

Sin embargo, con nosotros no ocurre lo mismo. Y es que a menudo, no confiamos en el poder de la oración; no estamos convencidos de que funcione. A veces rezamos por algo, y sucede lo contrario. Otras veces, nos olvidamos de orar por algo, y sucede. Y otras, rezamos por algo, y sucede ... y nos preguntamos si hubiera sucedido aunque no hubiéramos rezado..

Resultado de imagen de time to prayA veces, es que no dedicamos un tiempo de oración; nos excusamos por falta de tiempo, por cansancio, etc. Si no rezamos porque estamos cansados, o muy ocupados, o no encontramos el momento, es, sencillamente, porque confiamos más en nosotros mismos que en Dios, porque anteponemos nuestro interés y egoísmo a los demás.

Jesús estaba siempre muy ocupado y cansado, pero eso no le impedía retirarse siempre a rezar porque sabía que nada dependía de Él y porque quería y necesitaba estar con su Padre.

Otras, es que nos preocupamos por la propia actividad de orar. Durante unos segundos pensamos en orar e instantes después, nos vienen a la mente pensamientos como ¿es correcto lo que pido? ¿me escuchará? ¿para qué pedirle esto? ... nuestra mente divaga y en lugar de rezar, hacemos una mezcla confusa entre la petición y la preocupación. 

La falta de oración es el resultado de la desconfianza (falta de fe), porque somos demasiado incrédulos para comprender cómo actúa Diosdel orgullo (falta de humildad), porque somos demasiado orgullosos para darnos cuenta de que necesitamos a Dios, de la pereza (falta de deseo), porque no deseamos estar con Dios, y generalmente, de las tres cosas. 
La respuesta para ponernos a rezar no es simplemente "ser más disciplinados" o buscar un libro de oraciones, aunque ambas cosas son muy útiles. La oración es, en esencia, el resultado natural del deseo, la confianza y la humildad.

Entonces ¿qué podemos hacer?



Orar como niños


Orar como los niños quiere decir, dejar de analizar lo que pedimos y, sencillamente pedírselo a nuestro Padre. Y debemos hacerlo de la misma forma que nuestros hijos no se detienen a analizar sus motivos antes de pedirnos algo ni se preguntan el por qué, ni el para qué, ni si les escucharemos: sencillamente, piden lo que necesitan. 



Resultado de imagen de rezarEl problema es que los adultos pensamos demasiado las cosas. A veces, creemos que no debemos pedirlas por si son inapropiadas, injustas o egoístas. 


Sin embargo, los niños aunque sus peticiones o sus necesidades sean ridículas, innecesarias, incorrectas o incluso perjudiciales para ellos, nunca se plantean si lo son o no, ni tampoco dejan de pedirlas por el hecho de que les digamos "no". Insisten hasta que accedemos a sus ruegos. Las expresan tal y como las sienten.

No tienen conciencia de lo que es apropiado o inapropiado, de lo que es justo o injusto. Cuando dejemos de intentar ser adultos y pidamos como los niños, la oración fluirá como la seda, porque Dios nos dará su propia voz para que le pidamos.

Pasar un rato con "Papá"

Por extraño que parezca, muchas personas se esfuerzan vanamente en aprender a orar bien y casi nunca lo consiguen, porque se centran en lo que están diciendo, en lugar de centrarse en Dios.

La oración es, sobre todo, relación íntima, es el medio a través del cual nos conectamos y nos relacionamos con Dios. 

Cuando existe intimidad, nadie piensa en cómo se comunica, lo que dice o qué palabras utiliza, sino más bien, se centra en pensar con quién está.

Estar con Dios es más importante que hablarle si parar o leerle una interminable lista de peticiones. Él ya las conoce. Sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos. Y aunque Dios usa nuestras oraciones para cambiar las cosas, quiere que recemos para estar con Él. 

La clave es considerar la oración como una forma de pasar un tiempo con nuestro Padre amoroso, y convertirlo en una experiencia que nos traiga calma y confianza en medio del "mundanal ruido", en lugar de verla como una actividad más, que agita y estresa nuestras vidas.

En medio del ajetreo exterior, podemos desarrollar un silencio interior. Al pasar tiempo con nuestro Padre en oración, integramos nuestras vidas con la Suya, con lo que Él está haciendo en nosotros. Nuestras vidas se vuelven más coherentes. Estamos más tranquilos, más ordenados, incluso en medio de la confusión, la tensión y el caos.

El deseo alimenta la disciplina

La causa de nuestra falta de oración es mental: somos egoístas, desconfiados y poco disciplinados para pensar en los demás o en quedar con ellos. 

De igual manera que cuando deseamos estar con nuestra novia, con nuestra familia o con nuestros amigos, lo planeamos, quedamos y vamos, para rezar hay que querer rezar, hay que querer quedar con Dios. Y a menos que lo deseemos de verdad, no lo haremos; a menos que "quedemos" con Él, el tiempo de nuestro ajetreado día se evaporará rápidamente. 

No es que necesitemos la disciplina para vencer la falta de deseo sino que el deseo alimenta la disciplina para hacer un hueco en nuestros "quehaceres" y estar un rato a solas con Él.



Meditemos juntos:

¿Realmente me apetece rezar? ¿Deseo estar con Dios? ¿Tengo tiempo para quedar con Él? ¿Quedo con Él? ¿Le hago un "hueco en mi agenda"?


martes, 18 de julio de 2017

¿LE DAMOS ESPACIO AL ESPÍRITU SANTO?


Resultado de imagen de espacio espiritu santo

“Bendeciré a Yahve que me aconseja; 
aún de noche me instruye. 
Tengo siempre presente al Señor, 
con él a mi derecha no vacilaré”. 
(Salmo 16)


¿Dejamos a Dios que nos aconseje? ¿Estamos creando espacio para el Espíritu Santo?

El  don del consejo es con el que el Espíritu Santo nos capacita para tomar decisiones concretas y el que nos ayuda a madurar espiritualmente, tanto individualmente como en comunidad y a no caer presa del egoísmo ni de nuestra forma de ver las cosas. 

La condición esencial para recibir este don es la oración: ”Señor, ayúdame, aconséjame: ¿Qué tengo que hacer ahora?" Con la oración hacemos espacio para que el Espíritu venga y nos aconseje que debemos hacer en cada momento. 
En la intimidad con Dios y escuchándole, dejamos de lado nuestra lógica personal, nuestro sentir terrenal… y en nosotros madura una sintonía profunda con el Señor que nos lleva a cerciorarnos de cuál es su voluntad. Es el Espíritu el que nos aconseja, pero tenemos que dejarle espacio para que lo haga. Dar espacio y rezar para que nos guíe siempre.

Pero el Señor también nos habla a través de la voz y el testimonio de mis hermanos… que nos ayudan a arrojar luz en nuestras vidas y a reconocer Su voluntad.


Cuando se trata de actividades parroquiales, el problema surje cuando la planificación de éstas no deja espacio para lo que el Espíritu Santo quiere hacer. Por supuesto, Dios puede [y trabaja] a través de una planificación dirigida por Él, bien ideada y bien preparada pero entonces, ¿cómo planificar y crear espacio para que el Espíritu Santo pueda operar?
Lo importante, como todo en la fe, es desapegarnos de nuestros egos, de nuestras brillantes ideas, de nuestros grandes talentos, de nuestros deseos de éxito. No buscando la fama ni el halago humano. Lo que buscamos es la gloria de Dios y por eso, queremos Espíritu Santo. Necesitamos Espíritu Santo.

Creo que es un error llamar demasiado la atención sobre nosotros mismos. Algunas de nuestras parroquias se han convertido en clubes de fans cristianos, mientras el Espíritu observa desde lejos.

San Agustín dijo: "Trabaja como si todo dependiera de ti y ora como si todo dependiera de Dios". Debemos orar y planear como si todo dependiera de Dios porque para que suceda algo sobrenatural, necesitamos el Espíritu Santo. Así que nuestra planificación debe ser la oración, un plan donde el Espíritu Santo esté en el centro. Él es quien puede hacer la diferencia. 

Hay cuatro formas sencillas para dar espacio a Dios en nuestras vida de fe:

1. Oración - Lo primero, como ya he dicho, es orar para conocer la voluntad de Dios. Algunos cristianos van tan deprisa que no tienen tiempo de orar y otros parecen permanecer constantemente en tierra de nadie. Tan solo necesitamos ponernos en Su presencia delante del Santísimo y escuchar. Ser pacientes, en silencio orante, lo que nos permite dejarnos llevar por las inspiraciones del Espíritu Santo.
Imagen relacionada
2. Biblia - El Espíritu Santo habla a través de la oración pero también a través de la Palabra de Dios. Su Palabra es creadora. Muchos de nosotros buscamos denodadamente escuchar la voz de Dios en lugares extraños. En nuestro servicio a Dios, debemos tener presente las enseñanzas del Evangelio. Cuanto más cerca estemos de la Palabra de Dios, más cerca estaremos del Espíritu Santo.

3. Tradición de la Iglesia - Dios habla también a través de su Iglesia, del Papa, de los santos, de los obispos...Desde el punto de vista teológico, la Tradición nos enseña unos elementos inmutables, que nunca cambian y siempre permanecen idénticos: el dogma y la moral. y otros que si pueden cambiar o son modificables: la liturgia, disciplina, y la acción pastoral del magisterio.

4. Compromiso - Muchas parroquias planifican los servicios donde los sacerdotes son los ejecutantes, y la asamblea es la audiencia. Parece más un concurso  "tú si que vales" que una comunidad parroquial. Pero para que la gente experimente la acción del Espíritu Santo, necesitan participar orando, sirviendo, cantando, adorando, hablando, comprometiéndose... Pasemos de una planificación estricta a una espontánea, demos a la comunidad alguna responsabilidad, desafiándola a participar.






miércoles, 26 de octubre de 2016

ORANDO CON LOS SALMOS. SALMO 27: EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN

Resultado de imagen de salmo 27 10

“El Señor es mi luz y mi salvación.”
(Salmo 27)

En el ultimo retiro de Emaús, Dios me dijo, de forma contundente (como siempre), que me contentara con lo que tengo, porque Él no me dejará ni me abandonará (Hebreos 13, 5-6).

Hoy, abro el portátil y leo el correo. Y, de nuevo, vuelve a hablarme: “Aunque tu padre y tu madre te hayan abandonado, Yo te he recogido” (Salmo 27, 10). Asombroso!!! Un hecho que, particularmente, hago mío. Es una herida sin cicatrizar que arrastro desde pequeño: el "sentirme" abandonado y poco querido por mis padres. 

¿Casualidad o Providencia? Nada es casualidad. Dios no para de sorprenderme. Él, en su Plan perfecto, obra día a día, minuto a minuto en mi vida. No puedo más que darle gracias, porque Él nunca me desampara. 

Siempre ha estado y está a mi lado para ayudarme a levantarme si caigo, para iluminar mi senda cuando la oscuridad se cierne sobre mí, o simplemente, para llevarme en sus brazos. Aunque me ha costado darme cuenta casi 50 años.

A sus pies, reconozco mi debilidad, mi fragilidad y mi torpeza, y quizás por interés (debido al carácter egoísta del ser humano) busco su rostro, sí…quizás, por interés... pero con humildad, sintiéndome muy pequeño ante Su majestuosidad, y con la absoluta certeza que me ofrece mi fe cristiana, que solo no puedo, que sin Él nada puedo, nada hay.

Por eso hoy, Dios me interpela a analizar, o más bien, a orar el Salmo 27, tan conocido y tan profundamente espiritual y que podemos dividirlo en dos partes principales:
  1. Versículos 1 al 6. Dios nos da aliento, estímulo y confianza.
  2. Versículos 7-14. Dios nos ofrece la oración como ayuda y sustento. 
Este salmo contiene un mensaje para todos los corazones que necesitan profundizar en la fe y alcanzar la madurez espiritual. Es una oración del rey David que comienza con una afirmación maravillosa que enfatiza la relación entre Dios y el hombre,que nos introduce a una meditación sobre el fundamento para la oración y los sacramentos.

Versículos 1-6

(1) Guía, Salvación y Fortaleza: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?"

  • "El Señor es mi luz", es el que me dirige y me guía a la luz de Su Palabra. Más adelante, en el Salmo 119,105 nos dice: "Tu palabra es una luz para mis pies, y una antorcha para mi camino". 
  • "El Señor es mi salvación", lo cual nos habla del amor de Dios, porque fue Su amor el que pensó una salvación para nosotros, por medio de Jesucristo. Juan 3,16: " Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." 
  • "El Señor es la fortaleza de mi vida". Dios no sólo me da la vida, sino que me da el poder y la fuerza para vivirla en este mundo. 
  • "¿Ante quién puedo temblar?" Cuando uno teme a Dios, ya no hay nada ni nadie a quién temer. El Temor de Dios como don del espíritu, significa, no miedo, sino que todo nuestro ser se alinea para obrar según su voluntad.
(2) Protección: "Cuando me asaltan los criminales para destrozarme, son ellos, mis opresores y enemigos, los que tropiezan y sucumben. 

El Rey David rememora una época pasada de su vida en la que corrió grave peligro. Como un joven pastor de ovejas tuvo que proteger a sus ovejas de un león y un oso. Todos nos encontramos a diario con un león o un oso, que intentan devorarnos. San Pedro, en su primera carta 5,8 también nos habla del león rugiente, el diablo, que anda alrededor buscando a quién devorar.  Pero Dios nos protege haciéndoles sucumbir.

(3) Confianza: "Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no teme; aunque una guerra estalle contra mí, estoy tranquilo."

La confianza de David estaba depositada en Dios, y la nuestra, también debe estarlo. Cada vez que Jesucristo hablaba a sus discípulos tras su resurrección les decía: "No temáis". Con Cristo resucitado, nada debemos temer.

(4) Eucaristía: "Una cosa pido al Señor, sólo eso busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida para gustar la dulzura del Señor y contemplar la belleza de su templo."

Resultado de imagen de adoracion eucaristicaEl Rey David había reducido su vida a pedirle al Señor una sola cosa: vivir la presencia y la comunión con Cristo. El apóstol Pablo hizo lo mismo con su vida. Filipenses 3, 13-14: "Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

En nuestros días, nos sentimos frustrados una y otra vez por la tensión y presión de la sociedad. 

Necesitamos misericordia, compasión y piedad, por lo que debemos reducir nuestra existencia a aquello que es realmente importante: a vivir eucarísticamente. Accedemos a Dios y a su Gracia en la Eucaristía, donde Cristo se hace presente, y por ello, debemos alegrarnos y dar gracias (eucaristía, del griego εὐχαριστία, eucharistía, "acción de gracias").

(5) Santísimo: "Él me dará cobijo el día de la desgracia, me esconderá en lo oculto de su tienda, me subirá a lo alto de la roca".


¿Cuál era ese lugar reservado, secreto, en el tabernáculo? El Santísimo. Nadie podía entrar en ese lugar excepto el sumo sacerdote. Allí estaba el arca revestida de oro y sobre ella, en la parte superior, había una tapa elaborada, que Dios designó como el propiciatorio para que la sangre fuera rociada sobre él. Hoy día, por el sacrificio de Cristo, tenemos un propiciatorio al cual podemos ir: el Santísimo. Y allí es donde está ÉL. allí es donde nos esconde. ¡Qué lugar tan seguro!.

(6) Adoración y Alabanza: "así mi cabeza dominará a los enemigos que me cercan, en su tienda podré ofrecer sacrificios entre aclamaciones, cantando y ensalzando al Señor."


Cuando contemplamos este hermoso cuadro y reconocemos lo que Él ha hecho por nosotros, surgirán canciones y alabanzas en nuestro corazón. Es en la Adoración Eucarística donde le aclamamos, le bendecimos y le glorificamos.

Versículos 7-14

.
(7) Confesión: "Escucha, Señor, mi grito suplicante, ten compasión de mí, respóndeme

En este lugar secreto hay compasión, hay misericordia. Y Dios ha preparado este lugar reservado para nosotros hoy, donde podemos recibir la misericordia de Dios, a través del sacramento de la reconciliación.

(8) Oración: "De ti mi corazón me ha dicho: "Busca su rostro"; es tu rostro, Señor, lo que yo busco".

El Rey David puso esa invitación en boca del Señor, según le dictaba su corazón. Y eso es lo que David hizo, buscarle mediante la oración. Cuando Dios le dijo a David: "te amo", él le respondió,"yo también te amo, Señor". Cuando Dios le dijo: "quiero tener una relación íntima contigo", él respondió: "yo también quiero tener esa relación, Señor".

Dios tiene un anhelo por cada uno de nosotros. ¿Le responderemos? ¿Expresaremos nuestro amor por Él? ¿Nos comunicaremos con Él? ¿Tendremos una relación íntima con Él?

(9) Misericordia: "no me ocultes tu rostro, no rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio, no me abandones, no me dejes, oh Dios, salvador mío."

Cuando el Rey David pecó, experimentó lo que significaba que Dios escondiera Su rostro de él. Perdió su relación estrecha con El. Perdió su alegría. Fue entonces cuando oró en el Salmo 51: "Señor, ten piedad."

(10) Acogida: "Mi padre y mi madre me han abandonado, y el Señor me ha recogido."

David sabía que aún si existiera la posibilidad de que lo abandonaran sus padres, el Señor lo recogería. 

Dios siempre está dispuesto a extender su brazos y recogernos. Jamás nos abandonaría aunque todo el mundo nos diera la espalda.

(11) Palabra de Dios: "Enséñame, Señor, tus sendas y guíame por el camino recto, pues me están acechando."

El Rey David quería dar un buen testimonio, causar una buena impresión, ante el enemigo, porque sabía que le criticarían. Y quiso que Dios le guiara y le ayudara a no avergonzarle por lo que él hiciera.

Hoy, nosotros tenemos la Palabra de Dios para aprender las sendas del Señor y conocer cuál es el camino, Quién es el Camino.

(12) Apoyo y Paz: "no me entregues al capricho de mis perseguidores, pues se han alzado contra mí testigos falsos que respiran violencia."

El Rey David, acosado y rodeado de enemigos que buscaban su destrucción, le pide a Dios amparo, apoyo y paz ante ellos. Y su oración sería respondida, como lo será la nuestra, si nos sentimos acosados de tal forma que parezca que no tenemos apoyo de nadie. En el momento oportuno, Dios intervendrá.

(13) Fe: "Yo estoy seguro que he de ver los bienes del Señor en el mundo de los vivos."

El Rey David tenía una fe firme en la bondad y misericordia de Dios. Hoy, incluso en el mundo actual, nuestra fe nos hace ver la bondad de Dios a nuestro alrededor: en la creación, en las personas... Una certeza que podemos ver en la tierra, aquí mismo.

(14) Esperanza: "Espera en el Señor, ten ánimo, sé fuerte, espera en el Señor."

Hoy día, muchos cristianos en ocasiones nos sentimos débiles, desanimados, desesperanzados, descorazonados, o incluso tibios. ¿Y cómo puede uno curarse de ese estado? Pues, pidiéndole a Dios que nos de valor, fortaleza, y esperanza en sus promesas. Esperar en el Señor. ¿Y qué es lo que Él hará? Él fortalecerá nuestro corazón. Él es en realidad el mejor cardiólogo que existe.





Gracias, Señor, 
por las oscuridades que Tú transformas en luces,
por las noches que Tú vuelves en amaneceres,
por las luchas que Tú tornas en victorias,
por los anhelos que Tú haces realidades,
por los dones que Tú conviertes en bendiciones,
por la misericordia que Tú reviertes en perdón,
por el amor que Tú tornas en refugio 
por todo lo que me das,
Gracias, Padre Celestial.