¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 27 de mayo de 2019

PRIMERAS Y ÚLTIMAS COMUNIONES

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"Jesús entró en el templo y echó a todos los que estaban allí ... 
y les dijo: Está escrito: Mi casa es casa de oración; 
pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones" 
(Mateo 21, 12-13)

Como cada mes de mayo, nuestras iglesias se llenan para celebrar las primeras comuniones de cientos de niños. Pero yo me pregunto ¿de qué se llenan? Desde luego, no de personas con una fe viva, que acuden habitualmente y siguen la Eucaristía con el respeto y fervor necesarios.

El pasado sábado acudí con ilusión a la primera comunión de mis sobrinos. Por desgracia, la experiencia lejos de ser alegre, fue esperpéntica. Jamás he asistido a una misa parecida. Y lo digo con mucho dolor y tristeza debido, fundamentalmente, a la absoluta falta de respeto y de comprensión por lo que allí estaba ocurriendo. No era tanto por mi, ni por la imposibilidad de seguir las lecturas y la Eucaristía, sino por la grave ofensa a Dios mismo.

La Iglesia era un espectáculo que se asemejaba a un mercado de abastos o a una lonja de pescado. La gente no paraban de hablar y de gritar como si subastasen algo... a pesar de que el sacerdote pidió amablemente, en cuatro ocasiones, que se guardase silencio. ¡Como quien tiene tos y se rasca...! ¡Qué papelón el del abnegado y joven sacerdote! 

El templo parecía un desfile de moda extravagante. Algunos vestían camiseta, pantalones cortos, deportivas y "gafas mosca"; otros trajes ajustados, "pesqueros" y zapatos sin calcetines; otras, desfilaban "modelitos" difíciles de aceptar por el buen gusto, dada su ajustada, marcada e impúdica silueta. 

En plena celebración, la gente no cesaba de saludarse con grandes aspavientos, de tomar fotos y vídeos, de levantarse y de caminar por toda la iglesia, incluso delante del altar, para ver el tocado de la angelical niña o el traje de "marinerito" . 
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Imagen relacionadaDurante toda la Eucaristía, aparte del bullicio ensordecedor y del continuo paseo de personas de un sitio a otro, algunos de los que estaban sentados en las primeras filas..., es decir, familiares de los niños protagonistas que tomaban su primera comunión, comentaban las fotos y vídeos que iban haciendo con sus teléfonos inteligentes (desde luego mucho más que ellos), bebían agua, mascaban chicle e incluso chateaban en sus móviles por whatssapp y por Facebook. Esto no me lo ha contado nadie. Lo vi con mis propios ojos.

Nadie seguía la celebración. No sabían si debían estar de pie o sentados, de rodillas o tumbados. Les faltó aplaudir y sacar sus pañuelos. Solo cuatro personas contestábamos y seguíamos la liturgia. Nadie se sabía siquiera el Padrenuestro ni lo que debían decir o hacer. A excepción de la veintena de niños, casi nadie comulgó, y quienes se acercaron al sacerdote, lo hicieron motivados más por inercia que por fe.

Imagen relacionadaQuizás sería porque estaban completamente ausentes; o porque no entendían qué celebraban; o seguramente, porque ansiaban que todo terminase rápido para ir a lo verdaderamente importante: el convite...¿?

Y yo me pregunto...¿qué mensaje está dando la Iglesia Católica al permitir tal espectáculo? 

¿No debería exigir la Iglesia unas mínimas premisas de comportamiento y de respeto? ¿acaso la catequesis no debería ser también para los padres? 
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¿Qué mensaje reciben esos pequeños corazones llenos de inocencia, felicidad e ilusión? ¿es el sacramento de la Eucaristía un objeto de consumo, de usar y tirar? 

¿No acaso es este el día del pistoletazo de salida para una vida de fe y no la meta? o quizás ¿es el día de la primera y ultima comunión?

Resultado de imagen de fotomaton comunionEn estos tiempos que vivimos de relativismo y frivolidad, donde "todo vale", muchos padres no ven inconveniente alguno en no profesar la misma fe que están obligando a "abrazar" a sus hijos (incluso se jactan de ello), con tal de hacer unas buenas fotos, hacer una gran fiesta o tener un recuerdo para la posteridad (o para el cajón de la mesilla). 

Pero para quienes sí somos creyentes, para quienes comprendemos lo que en la Eucaristía ocurre, cuando menos, observamos una grave incoherencia y falta de respeto el hecho de convertir la celebración de Cristo en un monumento al despilfarro, en una alabanza al chavacanismo y en una loa a la ausencia total de sentido común y de respeto.

¿Por qué a los laicos católicos, a los obispos y a los sacerdotes nos avergüenza reclamar austeridad, sencillez, compostura y respeto en estas celebraciones? ¿quizás por el qué dirán? o ¿por ser políticamente correctos? o ¿acaso tememos que no venga nadie a las iglesias? Y yo me pregunto...venir así, ¿para qué? ¿con qué propósito?

En esta sociedad "light" y "descafeinada", todo vale, cualquier celebración "pasa el corte", incluso para los que se denominan cristianos. Es un hecho grave que nosotros, los católicos, permitamos que partir el pan con el Maestro no nos conduzca a un momento de intimidad y de cercanía...de COMUNIÓN...para reconocerle, para asumir un compromiso, para seguir su ejemplo de entrega y amor.

Con estos grotescos eventos sociales de consumismo ¿les estamos contando la importancia de la Eucaristía a los niños que ese día se acercan al altar para recibir su Primera y Última Comunión? ¿estamos dándole el valor que tiene? No me lo parece, desde luego. Yo diría que es un abuso contra la caridad.

¿No sería mejor recomendarles a quienes no creen, a quienes no esperan y a quienes no aman a Jesús, optar por otros eventos o ritos civiles paralelos, en lugar de por los sacramentos de la Iglesia? 

¿No sería mucho más razonable celebrar estos bochornosos "montajes" al margen de la Iglesia Católica, en la que no creen, a la que no asisten, a la que no respetan o incluso, ridiculizan?

¿No merecería la pena recomendar desde la misma Iglesia vías alternativas a quienes, solo quieren hacer uso puntual de los sacramentos como un espectáculo social, pero ni tienen fe ni van a tenerla nunca?

¿No es esto un abuso contra la Liturgia? ¿no es todo esto una grave ofensa a Dios? ¿no es un sacrilegio? ¿no se ha convertido la Casa de Oración en una cueva de ladrones?

¿Porqué se permiten todos estos abusos y se mantiene una "pasividad pastoral" ante los mismos? ¿por qué y para qué lo permitimos? A mi me parece absurdo...

¿Es acaso una pretensión de ofrecer una "nueva fe" acorde con los gustos y preferencias de esta sociedad mundanizada? ¿asumimos la Eucaristía como un simple símbolo pero despojada de presencia real, sin fondo sobrenatural alguno? 

¿Es así como pretendemos reevangelizar nuestra España descristianizada? ¿es así como pretendemos suscitar comunidades cristianas comprometidas? ¿es así como pretendemos suscitar vocaciones sacerdotales y religiosas? Me parece que ese no es el camino. Desde luego, no el camino que marcó Nuestro Señor.

Y mi última pregunta...¿qué haría Jesús en situaciones como estas? ¿qué haría María?

sábado, 2 de junio de 2018

EL DESÁNIMO CONDUCE A LA HEREJÍA DE LA ACCIÓN


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"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". 
Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te amo". 
Jesús le dijo: "¡Apacienta mis ovejas!".

Hoy me detengo en el pasaje del Evangelio de Juan 21, cuando Jesús se aparece a los discípulos en Tiberiades.

La composicion de lugar es la siguiente: Pedro decide salir a pescar, y Tomás, Natanael, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de los que no se dice su nombre, deciden acompañarle.

El hecho de que decidan salir a pescar podría parecernos normal, pues todos ellos “habían sido” pescadores. Sin embargo, ahora ya no lo eran. Jesús los había llamado a una nueva misión: pescadores de hombres. 

Ir a pescar significa un retroceso en sus vidas de fe, un paso atrás en la misión que Cristo les había encomendado. Pareciera como si se hubiesen arrepentido de la vocación a la que habían sido llamados por el Señor.

Sus corazones y su ánimo están exactamente igual que los dos de Emaús: parecen haber perdido la fe, se encuentran en un terrible vacío espiritual, están desanimados, desalentados...han perdido de vista al Señor. Y por ello, se refugian en lo que habían hecho siempre: la pesca. 

Es una tentación humana, que también nos afecta a nosotros hoy: el "activismo", un exceso de actividad exterior y una carencia de vida interior.

Y es una realidad que sin vida interior no puede haber apostolado. Sin oración no puede haber evangelización. Tenemos el ejemplo claro de Jesús: siempre que iba a emprender alguna actividad importante, oraba al Padre, se comunicaba con Él, se llenaba de su Espíritu para seguir su voluntad. Es Dios quien toma la iniciativa y no nosotros. Todo apóstol debe llenarse de Dios para luego, darlo a los demás. El alma inflamada del amor de Dios es la única capaz de inflamar a otras almas de él.

Un alma vacía de Cristo, que ha perdido de vista a Dios, no consigue llenarse a base de acción. Esto es lo que les ocurre a los apóstoles: no pescan nada en el agua porque nada habían podido pescar fuera de ella. Aquellos hombres, que habían vivido con Jesús, que lo habían conocido, que incluso habían hablado con Él después de su resurrección, que tenían todas las razones del mundo para creer, deciden volverse atrás. Como si nada hubiera ocurrido. Como si no hubieran sido testigos privilegiados de la resurrección del Señor.

Imagen relacionadaEn su decisión de salir a pescar subyace algo de traición, de desánimo y también de fragilidad. De igual manera, también nosotros nos resistimos a Dios con frecuencia, aún incluso a pesar de que Él nos haya dado abundantes y amorosas pruebas de su compañía, incluso aún habiendo sido testigos presenciales de Su amor infinito. Y lo hacemos, sobre todo, porque le perdemos de vista y nos hundimos en el desánimo.

El desánimo, la aridez o la sequedad espiritual no son malas en sí mismas. De hecho, Dios sabe lo frágiles que somos y siempre sale a nuestro encuentro, a buscarnos allí adonde el desánimo nos lleva. 

Después de que los apóstoles se pasan la noche tratando de pescar en vano (y eso que eran profesionales de la pesca), aparece una figura en la orilla: es Jesús. “Pero los discípulos no le reconocieron”. Su falta de fe les impide reconocerlo, igual que los dos de Emaús.

Imagen relacionadaEn los momentos tristes de nuestra vida, en nuestros ratos de "noche oscura" o de "desierto", nuestros ojos se cierran por completo a la trascendencia y nos entristecemos, nos desanimamos. Es entonces cuando el “Desconocido” se hace el encontradizo con los dos de Emaús y con los apóstoles en la orilla, y también con nosotros. Nos pregunta, nos interpela. 

Nos aconseja echar la red al lado derecho de la barca, y se llena de peces. Nos invita a su mesa, a partir el pan. Sólo entonces lo reconocemos. 

Resulta importante este detalle del “lado derecho”. Dios nos dice: "cambia de lado", "ponte derecho", "cambia tu actitud". Y es que bastan pequeños cambios de actitud, sutiles gestos o posiciones para provocar grandes transformaciones en nuestra vida.

Después de haber reconocido a Jesús, Pedro se lanza al agua para acudir a su encuentro, mientras los otros discípulos se afanan en llevar la barca hasta la orilla. Y sobreviene entonces uno de los momentos más bellos de este pasaje: cuando llegan a la orilla, Jesús les repite los gestos de la Última Cena, les invita a la Eucaristía. Es como si les dijera: “Vamos a comenzar de nuevo. Vamos a volver al principio”.

Reina el silencio. Ninguno de los discípulos se atreve a preguntarle quién es porque lo saben de sobra. Pero, no están callados por eso sino, sobre todo, porque se sienten avergonzados. Habían sido sorprendidos " in fraganti" en un acto de cobardía. 

Sin embargo, Jesús no les recrimina, ni les juzga. Son ellos quienes se recriminan a sí mismos, quienes examinan su conciencia. Su silencio está lleno de amor y de arrepentimiento. Es el examen de conciencia, previo a la Confesión y a la Eucaristía.

Imagen relacionadaLuego vienen las tres preguntas de Jesús a Simón Pedro, preguntas que parecen ser un eco de sus tres negaciones. Son una consecuencia de la traición que Pedro y los demás discípulos acaban de cometer. 

Es como si el Señor dijera: “Hace tan solo un rato querías volver a ser pescador, regresar a tu pasado. Y ahora, ¿qué pasa? ¿Quieres de verdad recorrer el camino que yo he escogido para ti? La pregunta se la hace tres veces, porque la traición de volver a ser pescador de peces y dejar de ser pescador de hombres, revestía una particular gravedad.

Cada vez que Pedro responde afirmativamente, Jesús le recuerda la misión: “Apacienta mis corderos”. Algo así como si dijera: “Cumple entonces con tu misión; haz lo que tienes que hacer”.

Jesús le formula la pregunta tres veces. En las dos primeras, la palabra griega utilizada es "ágape", amor incondicional y abnegado. Pedro, sin embargo, contesta con la palabra griega cuya traducción podría ser "te tengo cariño. Te aprecio".

En la tercera pregunta, el Señor se "abaja" a la condición débil y frágil de Pedro pecador y utiliza su palabra: "¿me tienes cariño? ¿me aprecias?"Entonces, Pedro utiliza "ágape": "sí Señor, te amo"¡¡¡Qué grande es Dios que se pone a nuestro nivel para elevarnos hacia el suyo!!!

En el fondo, lo que Jesús está diciendo a Pedro es lo siguiente: “Vuelve a tu camino, retoma tu misión, déjate de pescar peces y acepta tu destino de ser pescador de hombres".

Dios se aparece para hacernos entender que siempre es posible retomar el rumbo, reconducir la dirección, empezar a caminar de nuevo, recomenzar en cualquier instante a pesar de todas las interrupciones que hayan ido produciéndose. Jesús estará siempre en el margen de nuestra vida, esperándonos, con una reparadora cena preparada para nosotros.

Y es que no podemos hacer nada para que Dios nos quiera menos.

domingo, 21 de agosto de 2016

LA KRIPTONITA DE UN CRISTIANO



Todos queremos ser como Superman. Es un héroe con superpoderes: vuela, tiene una fuerza sobrehumana, visión de rayos X y es prácticamente invulnerable. Digo prácticamente, porque tiene una debilidad: La Kriptonita. Este cristal verde lo debilita, e incluso puede llegar a destruirle. Lex Luthor lo sabe muy bien.

Un cristiano también es un héroe con superpoderes, gracias al Espíritu Santo. Con Él, somos capaces de volar (Fe), adquirimos una fuerza sobrenatural (Oración), nos permite ver allí donde otros no alcanzan (Palabra) y nos mueve a ayudar a los desvalidos (Amor).

Nada en la tierra es más poderoso que el Espíritu Santo que fluye a través de la fe de un discípulo nacido de nuevo de Jesús (1 Juan 5, 4). Nada. Es el mayor poder a disposición de cualquier persona. Con la fe nada es imposible (Mateo 17,20). Cuando un cristiano está lleno de fe, el poder del Espíritu no se puede parar y no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (Hechos 4,20). Ni siquiera la muerte puede silenciarlo (Hebreos 11, 4).

A través del Espíritu Santo, Jesús destruye las obras del diablo (1 Juan 3, 8). Lo único que las fuerzas de Satanás temen más que la fe vibrante de un cristiano es la unión en la fe de una comunidad cristiana.

Pero los cristianos tenemos una vulnerabilidad: la falta de fe. 

"La falta de fe es la kriptonita del cristiano". 

Nos debilita y nos puede destruir. Y Satanás (Lex Luthor) lo sabe muy bien.

El objetivo principal de Satanás en los miles de sus diversos ataques contra nosotros es acabar con nuestra fe.

Su objetivo principal contra la iglesia es fragmentar la fuerza poderosa de la fe en unidad y aislar a los creyentes. 

Esto debilita la iglesia y hace que las personas sean más vulnerables (Hebreos 3, 12-13, 10,25). Sus fuerzas están empeñados en estos objetivos estratégicos (Efesios 6, 11-12).

La fe de un cristiano es el medio elegido por Dios para traer nuestra salvación, fortaleza, curación, y la entrega de su gracia para el mundo. Si Satanás debilita nuestra fe, nos puede inmovilizar. Si es capaz de anular nuestra fe, puede destruirnos. 

Es por esto que nos encontramos en un guerra espiritual tan dura (1 Timoteo 6,12; Efesios 4,13). Satanás está haciendo todo lo posible para emplear el poder de la incredulidad (Kryptonita) contra nosotros. Esto es lo que está ocurriendo en todas nuestras tentaciones: la desobediencia, el desánimo, las dudas, las distracciones, y las divisiones. Satanás está tratando de debilitar y destruir nuestra fe y, a través de nosotros, la fe de otros.

Luchamos en esta batalla todos los días. Y tenemos ciertas vulnerabilidades en la fe que nos llevan al desaliento y a la desesperación, y nos damos por vencidos. Necesitamos ayuda para escapar del poder de la Kryptonita cristiana.

Superman no puede luchar contra la Kryptonita por su cuenta. Él necesita que alguien le ayude a escapar de su poder. Este ayudante es el Espíritu Santo. A través de la palabra de Dios, el Espíritu Santo enfoca nuestra fe en la verdad de Jesús y lejos de las mentiras de Satanás. Cuando esto sucede la fe se fortalece y la duda se evapora.

Puesto que la duda (kriptonita) es tan peligrosa para nosotros, cuando sufrimos sus efectos, debemos tomar medidas urgentes para recibir la ayuda del Espíritu. El Espíritu utiliza los cuatro siguientes medios para ayudarnos:

Mirar a la fuente de nuestro poder

El relato de Jesús exhortando a Pedro a caminar hacia Él sobre el agua nos es muy útil (Mateo 14, 28-31). Mientras la fe de Pedro se centra en Jesús, es capaz de hacer lo humanamente imposible, caminar sobre el agua. Pero cuando su atención se centra en el viento y las olas, se hunde. 

Fijando la mirada en Jesús, cualquier cosa es posible, incluido caminar sobre las aguas. Cuando nos hundimos, siempre es evidencia de nuestra falta de fe.

Huir de las distracciones

Dejemos a un lado las distracciones, no nos dejemos atrapar por ellas, apartemos de nuestra mente las dudas, confiemos en las promesas que Dios nos ha hecho y experimentemos el poder consolador del Espíritu Santo.

Constantes en la oración

En Colosenses 4, 2, Jesús dice que cuando estamos reunidos en su nombre  y su palabra permanece en nosotros, Él está ahí. Entonces, podemos pedir lo que queramos y lo recibiremos (Juan 15, 7). 

Dios responderá. Pero debemos confiar en él. Permanecer firmes en la oración hasta que llegue la respuesta.

Nuestras debilidades muestran el poder de Cristo

En esta batalla particular, junto a nuestras dudas están presentes nuestras debilidades. 

Pero el Espíritu nos ayuda a recordar que en nuestras debilidades es donde Jesús nos muestra su poder (2 Corintios 12, 9-10). 

No importa lo que la incredulidad (kriptonita) utiliza en contra de nosotros, incluso cuando cedemos al pecado, si llevamos a Cristo en nuestro corazón, Él promete enviarnos el Espíritu Santo para darnos la fuerza y el poder necesarios para ayudarnos a escapar del poder de la kriptonita (1 Corintios 10,13).


Las feroces batallas a causa de la incredulidad demoníaca son parte habitual de la vida cristiana. Es la guerra!!!

Satanás está luchando con la kryptonita de la incredulidad, pero no debemos desanimarnos ni arrojar la toalla. 

A través de las promesas de Jesús, el Espíritu de Dios nos socorrerá, nos ayudará a superar el  arma más letal de nuestro enemigo (Juan 16,33).