“Pensad en una madre
soltera que va a la Iglesia, a la parroquia
y le dice al
secretario: 'Quiero bautizar a mi niño'.
Y el que la acoge le
responde: 'No. Tú no puedes porque no estás casada'.
Esta chica que tuvo
el coraje de continuar con su embarazo
y no devolver a su hijo al remitente
¿qué encuentra? Una puerta cerrada.
y no devolver a su hijo al remitente
¿qué encuentra? Una puerta cerrada.
Pensad en dos novios que quieren casarse
y se presentan en la secretaría de una parroquia
y, en vez de apoyo o de felicitaciones, oyen enumerar los costes de la ceremonia
y se presentan en la secretaría de una parroquia
y, en vez de apoyo o de felicitaciones, oyen enumerar los costes de la ceremonia
o
les preguntan si sus documentos están bien.
En
lugar de abrir las puertas, las cerramos.
en
lugar de ser facilitadores de la fe, somos controladores.”
Papa Francisco
”Quien
se acerca a la Iglesia debe encontrar las puertas abiertas y no fiscales
de la fe. Y así, si seguimos este camino y
con esta actitud, no estamos haciendo
bien a la gente, al Pueblo de Dios." Jesús creó los siete sacramentos y con este tipo de actitud creamos un octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!”.
Se trata de una dura
crítica para quienes pretenden ser más papistas que el papa y que posiblemente
tendrían que entender que cerrar esa puerta es siempre un contrasentido y está muy
lejos de la misericordia divina y del mensaje de Jesucristo.
En el evangelio de
Marcos 10, 13-16, Jesús reprocha a los
discípulos la intención de alejar de él a los niños que la gente llevaba
para pedir una caricia.
Los discípulos proponían “una bendición general y después todos fuera”, pero ¿qué dice el Evangelio? Que Jesús se indignó diciendo “dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el Reino de Dios”.
Los discípulos proponían “una bendición general y después todos fuera”, pero ¿qué dice el Evangelio? Que Jesús se indignó diciendo “dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el Reino de Dios”.
Es “una tentación que tenemos; la de
adueñarnos, apropiarnos del Señor”.
Lo mismo le pasaba al hijo mayor de la parábola del hijo prodigo o a los mismos
apóstoles cuando Jesús los reprende por impedir a la gente acercarse a él. No lo hacían por maldad: querían sólo
ayudarle. Lo mismo hicieron aquellos que en Jericó, trataron de hacer callar al
ciego que, advertido de la presencia de Jesús, gritaba para atraer su atención
y hacerse salvar.
Dios es grande,
perdona siempre, ama al
pecador pero aborrece el pecado y, en el peor de los casos, ¿qué culpa
tienen los niños o los que buscan encarecidamente a Dios? Jesús quiere que
todos se acerquen a Él. Nunca se pueden
cerrar las puertas de la Iglesia a quien con un buen fin acude a ella. Las
iglesias no son oficinas donde presentar documentos y papeles cuando se pide
entrar en la gracia de Dios. Fuera burocracia!!!
Hay mucho
resentimiento entre los “justos” y los “rectos.” Hay mucho juicio, condena y
prejuicio entre los “santos.” Hay mucha ira entre la gente que está tan
preocupada por evitar el “pecado.”
¿Qué hace más daño,
la lujuria del hijo menor o el resentimiento del mayor? ¿Quién está más
perdido, el hijo que regresa o el que ha estado siempre en casar? ¿Qué alegra
más al padre, el arrepentimiento del menor o la recriminación del mayor?
Todos
estamos llamados a confiar en el amor misericordioso de Dios, que lo perdona
todo y a convertirnos, ya seamos uno u otro hijo.
Jesús
dice: “En la casa de mi Padre hay sitio para todos.” (Juan 14,2). Cada
hijo de Dios tiene su sitio, todos ellos son hijos de Dios. Tenemos que dejar de lado cualquier intento de comparación,
cualquier rivalidad o competición, y
rendirnos al amor del Padre entrando en casa y festejando el regreso de nuestro
hermano.
Mientras permanezcamos fuera, en la oscuridad, sólo podremos
experimentar la queja y el resentimiento. Fuera de la luz, nuestro hermano
menor parece más querido por el Padre que nosotros; más aún, fuera de la luz,
ni siquiera lo reconocemos como nuestro hermano.
Jesús es
enviado por el Padre para revelar el amor duradero de Dios hacia todos sus
hijos (perdidos o resentidos) y para ofrecerse a sí mismo como el camino para
llegar a casa. Jesús es el camino de
Dios para hacer que lo imposible sea posible, para dejar que la luz
conquiste la oscuridad, para dejar que todos se acerquen al Padre.