¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 23 de agosto de 2021

LOS OCHO LAMENTOS DE JESÚS: ¡AY DE VOSOTROS!

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!
¡Jerusalén, Jerusalén!,
que matas a los profetas
y apedreas a quienes te han sido enviados"
(Mt 23,1-39)

Después de escuchar en los evangelios a Jesús hablando con signos y parábolas, con firmeza y claridad, tanto a la muchedumbre como a los discípulos, ahora, en el capítulo 23 del evangelio de San Mateo, el Señor se dirige a la clase dirigente religiosa, a los escribas y fariseos. 

Ellos, doctores de la Ley, pastores del pueblo, administradores encargados de cubrir las necesidades materiales y espirituales del pueblo de Israel, se han convertido en guías ciegos, necios e hipócritas que "dicen pero no hacen", que cargan a la gente con normas pesadas que ellos no cumplen, que hacen todo "de cara a la galería" pero que no mueven un dedo, que se "elevan y se espiritualizan" pero no viven lo que predican y que sólo buscan honor, privilegios y poder.

Jesús se exaspera y se indigna por la incoherencia y el descrédito de las conductas, las actitudes y comportamientos de los dirigentes religiosos, por los abusos e injusticias de los escribas y fariseos sobre los inocentes. Pero no es ira lo que el Señor demuestra sino Temor de Dios, una santa "indignación" y un "santo lamento" ante el rechazo del hombre a la gracia y a la misericordia de Dios...
Los ocho "Ay de vosotros"
En contraste con las ocho bienaventuranzas (Mt 5,3-11) con las que se abre el reino de los cielos, Jesús realiza ocho lamentaciones (Mt 23,13-36) con las que se cierra el reino de los cielos. Utiliza la expresión de reproche y de pesar "¡Ay de vosotros!" para señalar la dureza de corazón humano y para expresar su constante invitación a la conversión:

v. 13¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Jesús se lamenta por la maldad que aleja a las personas de Dios al anteponer tradiciones, ideas y normas humanas y que cierra las puertas del Reino de los cielos a los hombres porque ni entran ni dejan entrar, ni comen ni dejan comer. 

v. 14: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones! Jesús se lamenta por el egoísmo que engaña al pueblo con el propósito de alcanzar un beneficio propio y que se eleva por encima de los demás con una falsa espiritualidad en lugar de humillarse en oración.

v. 15¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! Jesús se lamenta por la falsedad que muestra caminos equivocados y falsas doctrinas y que no hacen discípulos de Dios sino seguidores y prosélitos que conducen a la perdición.

v. 16-22: ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! Jesús se lamenta por la mundanidad que paganiza el templo y el altar de Dios y que obstaculiza la acción de la gracia de Dios cuando en la Iglesia se habla de doctrina social y política en lugar de hacer presente a Jesucristo.

v.23-24¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Jesús se lamenta por el formalismo que enseñan y exige el cumplimiento riguroso de la Ley (613 preceptos y normas de la Torá). Un yugo insoportable y una carga pesada que contrastan radicalmente con el yugo llevadero y la carga ligera de Jesús (Mateo 11,30).

v. 25-26¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! Jesús se lamenta por su corrupción con la que aparentan ser puros y santos de "cara a la galería", pero en su interior sólo hay pecado, maldad, desenfreno y corrupción.

v. 27-28¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Jesús se lamenta por el orgullo que busca prestigio y reconocimiento social mostrándose en público como justo y escrupuloso seguidor de la Ley, pero que en realidad esconde pensamientos indignos y crueles.

v. 29-36¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos! Jesús se lamenta por la falta de coherencia que proclama un gran respeto por la Ley que no cumple, y una gran consideración por los profetas que persigue, crucifica y mata.
En el versículo 33, Jesús es especialmente duro: "¡Serpientes, raza de víboras!", asemejándolos al Diablo, a la Serpiente original, e integrándolos en la familia del Enemigo. En los versículos 34 al 36, los responsabiliza de la sangre de todos los mártires, desde Abel a Zacarías.

Sin embargo, Jesucristo nos repite una y otra vez, con gestos y con palabras, que no ha venido a condenar sino a salvar, y nos advierte del enorme abismo que separa el Reino de Dios (justicia, verdad, misericordia, perdón) de la doctrina de los hombres (cumplimiento, formalismo, legalismo, incoherencia, hipocresía). 

En el versículo 37 llora desconsoladamente por Jerusalén, la esposa infiel, que crucifica y que mata a todos los enviados de Dios. Es el corazón roto de un enamorado que se lamenta por el rechazo de su pueblo a la misericordia divina"Cuántas veces intenté...y no habéis querido".

Pero Jesús no sólo se dirige a los responsables religiosos de su tiempo, sino también a todos nosotros los bautizados, consagrados y laicos...a toda su Iglesia y nos invita a hacer un profundo examen de conciencia: 

¿Soy un escriba o un fariseo?
¿Observo escrupulosamente la Ley pero me olvido del Amor?
¿Cumplo pero no sirvo?
¿Evangelizo pero no creo ni hago lo que digo? 
¿Finjo y engaño a otros con máscaras para ocultar mi hipocresía? 
¿Blanqueo mis acciones aparentemente o busco purificarlas de verdad?
¿Soy coherente con la fe que profeso? 
¿Busco protagonismo y reconocimiento?
¿Me creo superior a los demás?
¿Soy exigente, severo y crítico con los demás mientras yo no muevo un dedo?
¿Veo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio? 
¿Soy comprensivo e indulgente con los demás o les crucifico y asesino? 
¿Hago su carga ligera o les impongo un gran peso?
¿Soy manso y humilde de corazón o soy necio e hipócrita?
¿Escucho a los profetas enviados de Dios o a los del mundo?
¿Estoy atento a lo visible o a lo invisible? ¿a lo natural o a lo sobrenatural?