¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 22 de agosto de 2019

INVITADO A UNA BODA

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"La boda está preparada, 
pero los convidados no se la merecían. 
Id ahora a los cruces de los caminos 
y a todos los que encontréis, llamados a la boda.“
(Mateo 22, 1-14)

Un día, hace unos pocos años, estaba yo a "mis cosas", en un cruce de caminos, cuando recibí una invitación. Se trataba de una invitación a una boda muy importante: se casaba el hijo del Rey. Y me invitaba... ¡a mí!...a un incomparable e inmerecido banquete. 

Yo, entonces, no tenía mucha relación con la Casa Real. Apenas conocía a los cortesanos del Reino. Ni tampoco a los pertenecientes al Pueblo. No conocía a nadie. 

¿Aceptaría o me excusaría? ¿Tomaría esa invitación como un honor o como un compromiso? ¿Confirmaría o declinaría mi asistencia? 

Me dijeron que muchos fueron invitados antes que yo, pero que no hicieron caso y rehusaron la invitación. Alguien dijo:"Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos". 

Resultado de imagen de banquete celestialAsí, el banquete se presentaba con muchos sitios vacíos y no lo entendía: "¿Por qué rechazaban tal invitación?" 

Entonces, escuche una voz femenina que me decía: "Te invito".

Yo no sabía ni Quién ni por qué me invitaba a mí, pero lo percibí como un autentico honor y un gran privilegio. Yo, un hombre sin mérito, sin virtud, sin valor, sin derecho, me sentí tremendamente halagado, me sentí especialmente querido, me sentí "elegido".

Ante tal honor, lo cierto es que no dudé un instante y respondí con un "sí" rotundo. Confirmé mi humilde deseo de asistir a ese banquete tan especial. 

Enseguida, pensé que no tenía ni idea de sus usos ni de sus costumbres. No sabía como había de comportarme ni tampoco de cómo debía vestirme para la boda. 

Resultado de imagen de banquete celestialEntonces, la Reina (aquella voz femenina que me invitó) me ayudó a conocer un poco más del Reino. De la mano de sus maternales enseñanzas, comencé a instruirme, a investigar y a conocer quien era el Rey. 

Ella me presentó al Novio, su Hijo, Jesús es su nombre, que me recibió con los brazos abiertos. Fue presentándome uno por uno a todos los que formaban parte del séquito. Aprendí en qué consistía una Boda así. Aprendí mucho...y aún continúo haciéndolo...

Ella, María es su nombre, me enseñó que, para asistir a ese banquete, debía ser capaz de establecer la frontera entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal, entre el agradecimiento y el resentimiento, entre la humildad y la vanidad, entre el amor y el rencor. 

Tenía que establecer diferencias entre lo que es "debido" y "lo que se lleva", entre lo que "es" y lo que "dicen que es", entre vestirse adecuadamente y "disfrazarse", entre lo auténtico y lo falso. 

Prepararse, asearse y vestirte adecuadamente para un banquete real tan insigne, lleva su tiempo. No hay que apresurarse en ponerse lo primero que encuentras en el armario ni elegir "a oscuras". 
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Se trata de saber a dónde voy, de ir bien limpio de pecado, muy perfumado de gracia y perfectamente "revestido" de Cristo. 

Se trata de preocuparme por tener la disposición correcta y así, hacer honor al Novio y dar gloria al Rey

No se trata de comprar ropa de marca o de moda. Ir bien vestido a esta boda no tiene nada que ver con el dinero, ni con la fama, ni con el poder, ni con las cosas a las que el mundo da importancia. 

Se trata de encontrar un equilibrio entre mi interior y mi exterior, de ser consciente de la importancia del evento, de la grandeza del Anfitrión frente a mi pequeñez, de la gran riqueza del Rey frente a mi gran pobreza. 

Y hoy, sigo preparándome, tratando de perseverar en una actitud correcta (fe), esperando que llegue el "día" (esperanza), vistiéndome adecuadamente (amor) para ser un "digno invitado", para merecer estar allí. 

Ese día, me gustaría poder escuchar: "Llevas puesto el traje de boda. ¡Pasa!"