¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 16 de agosto de 2024

TRAS EL TELÓN, EL SACRISTÁN


El sacristán (laico o religioso, hombre o mujer) es una figura clave en la Iglesia que suele ser confundido con el monaguillo (acólito) y que suele pasar desapercibido, aunque no es invisible. 

Realiza un apostolado de compromiso y dedicación gratuitos, un servicio humilde a Dios y a los hermanos, y tiene diversas y variadas funciones, tanto organizativas como litúrgicas:

Es la persona que se encarga de la sacristía, de la custodia de los objetos sagrados y de las vestiduras, tanto del altar y como del sacerdote.

Asiste al sacerdote en la iglesia, en la preparación de las ceremonias (misas, adoraciones, bautizos, bodas, confirmaciones y funerales), en la decoración de la iglesia, en el mantenimiento del orden dentro de la misma, en el repique de las campanas, en la distribución de los feligreses en el templo y en la organización las colectas.​

Es el primero en llegar y el último en irse de la iglesia. Enciende las velas del altar, revisa los micrófonos y las flores ornamentales, prepara en la credenza el Misal y todo lo que se utilizará en la celebración de la misa (cáliz, patena, vinagrera, especies, corporales, purificadores, manutergios, óleos, inciensos, cruces, etc.). 

Coloca el Leccionario en el ambón y revisa las lecturas del día; pone en el atril la hoja de las peticiones; prepara las vestiduras del sacerdote según el color que corresponde; prepara y limpia los ornamentos litúrgicos; se encarga de preparar los cancioneros o las notas informativas; comprueba los depósitos de agua bendita.
Cuando llega el celebrante, lo ayuda a revestirse. Y durante la celebración, se mantiene atento, por si le toca acolitar, proclamar las lecturas, distribuir la comunión como ministro extraordinariohacer sonar la campana, sostener el libro o el turiferario, ayudar al sacerdote en algo o resolver algún imprevisto, como cambiar la pila al micrófono, traer algo que hace falta, ajustar el equipo de sonido o de iluminación, etc. 
Está tan compenetrado con su párroco, que basta que éste le haga un ligero gesto, una mirada, una pequeña inclinación de cabeza, y capta al instante lo que necesita y se apresura a traérselo como si le leyera el pensamiento. 

Y si en la iglesia hay varios sacerdotes, se adapta a lo que pide cada uno para tener siempre listo lo que puedan solicitarle.

El sacristán sabe dónde está todo, en qué mueble, en qué estante, junto a qué o debajo de qué; conoce cada rincón de la sacristía como la palma de su mano. 

Conoce lo que es un "hisopo" y un "acetre’, distingue entre una "píxide" y una "patena", entre un "corporal", un "purificador" y un "manutergio".
Además de asistir a los sacerdotes, recibe, acoge y acomoda a los feligreses, busca lectores que proclamen y personas que pasen la colecta, y suele contestar las preguntas y dudas de los recién llegados.

Cuando termina la Misa, los feligreses y el sacerdote salen del templo, pero el sacristán se queda, va y viene, atareado, llevando a la sacristía lo utilizado en la celebración. Lo guarda todo, y deja preparado lo que se utilizará al día siguiente. 

Extingue la llama de las velas. Recoge y guarda la colecta. Verifica que no quede nadie en la iglesia y que todo esté en su sitio.

Echa un último vistazo para asegurarse de dejar las cosas en orden. Cierra puertas y ventanas, y apaga las luces.

Y al día siguiente, vuelve a hacer lo mismo.