La caza del zorro, originaria de Inglaterra desde el siglo XVI, consiste en la búsqueda, rastreo y persecución del zorro rojo por perros sabuesos dirigidos por un grupo de seguidores desarmados que les siguen a pie o a caballo.
Los foxhounds ("raposeros", "rastreadores" o "sabuesos") son perros de caza dóciles, sociales y muy obedientes. Inasequibles al desaliento, desarrollan su labor en comunidad y necesitan imperiosamente ejercicio. Van siempre a la cabeza de la jauría. Han "husmeado" al zorro o incluso, le han visto.
El resto les sigue corriendo, saltando y ladrando aunque no han visto ni olido al zorro. Sencillamente, siguen a los que van en cabeza aunque no saben muy bien por qué. Al cabo de un tiempo, algunos desisten, se entretienen por el camino olisqueando cualquier cosa, se distraen y se paran. Finalmente, abandonan la persecución.
Sin embargo, los foxhounds siguen. Tienen clara su misión porque han visto al zorro. Se han topado cara a cara con él, "conocen su olor" y por eso, perseveran hasta el final.
En palabras de Monseñor Munilla, con la fe ocurre algo similar. Muchas personas comienzan la búsqueda de Dios pero la mayoría se queda a medio camino, se distraen y abandonan. Pocos llegan al objetivo, a la meta.
Sólo quienes han tenido una experiencia real con Jesucristo, sólo quienes le han visto, sólo los "sabuesos cristianos" perseveran hasta el final por una experiencia, por una visión de Cristo resucitado.
Si no le hemos visto, si sólo seguimos a quienes van en cabeza, tarde o temprano, renunciaremos. Sólo quienes "huelen" a Jesús tienen clara su misión. Seguir a Cristo requiere perseverar. Requiere tener fijado el objetivo.
Si no le hemos visto, si sólo seguimos a quienes van en cabeza, tarde o temprano, renunciaremos. Sólo quienes "huelen" a Jesús tienen clara su misión. Seguir a Cristo requiere perseverar. Requiere tener fijado el objetivo.
A muchos cristianos nos pasa lo mismo: nos identificamos como seguidores de Jesús pero no le conocemos realmente, no sabemos quién es ni por qué le seguimos. Muchos sabemos de Jesús, conocemos algunas de sus palabras, hechos y milagros por la Escritura, pero no penetramos en su intimidad. No llegamos al fondo de su mensaje, no somos capaces de experimentarle, de reconocerle, de sentirle, de descubrir su presencia constante a nuestro lado, de amarle a través de las personas con las que nos cruzamos.
En definitiva, nuestra fe cristiana y nuestra relación con Jesús son superficiales y pobres, son "a distancia", como las que se tienen con un "extraño".
En definitiva, nuestra fe cristiana y nuestra relación con Jesús son superficiales y pobres, son "a distancia", como las que se tienen con un "extraño".
Es el Señor quien nos llama: "Sígueme" (Mateo 9,9; Marcos 1,14). Para seguirle, es necesario conocerle y reconocerle ("olerle y verle") en la Iglesia, en la Eucaristía, en la Escritura, en la Oración, en la Comunidad. Pero sobre todo, le encontramos en María, el medio mas corto, rápido y perfecto para llegar a Jesús.
Es preciso distinguir entre admirar a Cristo y seguir a Cristo, entre ser admiradores o seguidores de Cristo. Cristo no busca admiradores sino seguidores. Los admiradores miran desde la lejanía, siguen a la jauría pero no están comprometidos porque no han visto. Los seguidores son y siguen lo que admiran, lo que han visto.
Seamos "foxhounds" católicos, seamos "sabuesos cristianos". Sigamos el rastro de Jesucristo. Ahora que le hemos visto, ahora que le conocemos y le seguimos admirados, no perdamos nunca de vista al Señor. Mantengamos todos los sentidos puestos en Él, para no quedarnos a medio camino y llegar hasta el final.
Seamos "foxhounds" católicos, seamos "sabuesos cristianos". Sigamos el rastro de Jesucristo. Ahora que le hemos visto, ahora que le conocemos y le seguimos admirados, no perdamos nunca de vista al Señor. Mantengamos todos los sentidos puestos en Él, para no quedarnos a medio camino y llegar hasta el final.