¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 11 de julio de 2021

CRISTO NOS LLAMA Y NOS ENVÍA

"Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos,
dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más,
pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja;
que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y decía: ‘Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si un lugar no os recibe ni os escucha,
al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos’.
Ellos salieron a predicar la conversión,
echaban muchos demonios,
ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.”" 
(Marcos 6,7-13)

Hoy, XV domingo del tiempo ordinario, las lecturas que la Iglesia nos propone son absolutamente maravillosas y nos confrontan ante la verdadera identidad de la Iglesia: su misión apostólica y evangelizadora.

El Evangelio nos narra el primer envío de los discípulos sin Jesús, que leemos también en Marcos 3,13-14, donde los llama uno a uno por su nombre, y en Mateo 28,19-20, donde los envía al mundo entero a hacer discípulos.

La carta de San Pablo a los Efesios 1,3-14 refuerza esta llamada, elección y envío, cuando dice "Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él en el amor...para que seamos alabanza de su gloria y marcados por el sello del Espíritu Santo".

Llamada, Envío y Autoridad

Llamada: Cristo llama a los Doce, a sus “elegidos”. “Doce”, en la Biblia, simboliza plenitud, totalidad, estructura completa constituida por Dios. Doce son las tribus de Israel y doce son los apóstoles del Señor: ambos representan la totalidad del pueblo de Dios. Cuando Jesús “llama a los doce” significa que nos llama a todos, a la humanidad entera.

Jesús es quien designa, quien convoca y quien envía. Nosotros no vamos por nuestra cuenta ni somos protagonistas ni somos quienes elegimos a Cristo. Es Él quien nos mira y nos cautiva.

Sin embargo, Jesús no monopoliza ni acapara la misión. Quiere compartirla con nosotros y nos hace partícipes de la historia de la salvación y por eso, nos llama nos instruye sobre cómo llevar a cabo la misión de una manera sobria y sencilla, testimonial y veraz, coherente y auténtica. Como dice Monseñor Munilla: “Nos implica, nos complica, nos aplica y nos simplifica”. 

Envío: El Señor nos envía, con la garantía del fruto de la misión, a partir de dos disposiciones: una, interior, “hacia dentro”, para mostrar confianza, obediencia y apertura, de forma que el Señor realice su obra también en mí; y otra, exterior, “hacia fuera”: para dar testimonio de Cristo, proclamar su mensaje de salvación y que el realice su obra en otros. 
“De dos en dos”: significa un “nosotros”, porque “donde estéis reunidos dos o tres en mi nombre, allí estaré yo en medio de vosotros” (Mateo 18,19). 

Nos envía de forma comunitaria y solidaria, mutua y recíproca para que nos proporcionemos compañía y aliento en el camino, nos ofrezcamos fortaleza y ayuda en las dificultades, otorguemos credibilidad y veracidad al testimonio y aportemos responsabilidad y apoyo en la misión.

Nos envía a todas las personas que encontremos en el camino de nuestra vida: a los cercanos (familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos…) y a los lejanos (pobres, enfermos, solitarios, desesperanzados…) para dar testimonio del amor de Dios a todos los hombres.

Autoridad: Jesús nos da su poder, nos otorga el Espíritu Santo, no sólo para que prediquemos y demos testimonio de Él, sino para que, como Él, atendamos y curemos enfermos, resucitemos muertos, limpiemos leprosos y expulsemos demonios (Mateo 10,8).

8-9 Apoyo, Confianza y Coherencia

Apoyo: “Un bastón para el camino”. Jesús quiere que sus discípulos caminemos confiados y apoyados en Él. El bastón simboliza a Cristo, el único apoyo que necesitamos. Al Señor le encontramos en la Oración como amparo, en la Palabra como fundamento y en la Eucaristía como sustento.

Confianza: “Ni pan, ni alforja, ni dinero ni túnica de repuesto”. La misión que Cristo nos encomienda es espiritual y, por tanto, no la podemos llevar a cabo desde nuestras seguridades humanas, desde nuestros recursos, expectativas o capacidades. Debemos ir “ligeros de equipaje”, “sin apegos, ni ataduras ni esclavitudes”, es decir, con desprendimiento y desapego a nuestras ideas y conceptos, a nuestras “formas de ver las cosas”. Necesitamos la confianza plena en Jesucristo, que nos envía y nos capacita y esperanza en su Providencia.

Coherencia: “Sandalias pero sin una túnica de repuesto”. Las sandalias simbolizan obediencia y disponibilidad para anunciar la Buena Nueva (Efesios 6,15; Romanos 10,15), y una sola túnica simboliza un solo corazón: austeridad y humildad en las “formas”, sencillez y coherencia en los “hechos”, autenticidad y veracidad en las “palabras”.
10 Acogida y Servicio

Acogida: “Quedaos en la casa donde entréis”: Jesús quiere que seamos acogidos por aquellos a quienes somos enviados, que nos encontremos con ellos y que les hagamos discípulos de Cristo.

Servicio: También es una exhortación a ser una Iglesia de encuentro y acogida, no de hipocresía y rechazo. Una Iglesia abierta y diaconal, al servicio de Dios y de las necesidades del mundo.

11 Alegría, Valentía y Misericordia

Alegría: “Y si un lugar no os recibe ni os escucha, sacudíos el polvo de los pies”: Jesús nos previene de la humillación, el fracaso y el rechazo. Por ello, nos invita a sacudirnos la amargura, la oposición, la hostilidad y la dureza de corazón, la nuestra y la ajena; a vivir la misión con alegría y a no quedarnos con nada ni pedir nada.

Valentía: Nos exhorta a caminar con valentía y perseverancia en la fe; a no desfallecer ante la falta de frutos, a no ser resultadistas.

Misericordia: Nos llama a perdonar y a no guardar rencor a quienes no quieren recibir ni escuchar a Cristo; a dejarlos en manos de la justicia y de la misericordia divina. Nosotros sembramos y sólo Dios cosecha.

12-13 Conversión y sanación

Conversión: “Ellos salieron a predicar la conversión”: Jesús nos llama a salir con una actitud misionera que trabaje por la conversión y la salvación de las almas. “El encuentro con Cristo cambia radicalmente nuestra vida, la impulsa a la metanoia o conversión profunda de la mente y del corazón, y establece una comunión de vida que se transforma en seguimiento” (San Juan Pablo II). La conversión significa un cambio de mentalidad y de vida.

Sanación: “Echaban muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”: Cristo nos concede el poder del Espíritu Santo para expulsar nuestros demonios y los de otros, es decir, nuestras maldades, nuestros orgullos, nuestros egoísmos; para sanar las heridas físicas y espirituales, las nuestras y las de los demás; para purificar los corazones, los nuestros y los de los demás; para “ungir con aceite”, es decir, para bautizar, para consagrar al mundo a Dios.

Contemplamos al Señor, llamándonos para liberarnos de todo el mal que nos esclaviza y nos deshumaniza; enviándonos al mundo que tanto le necesita y que no le conoce; capacitándonos con lo que tenemos que llevar (actitudes, disposiciones o talentos) y enseñándonos lo que no tenemos que llevar (orgullos, rencores o egoísmos).

Nosotros, sus discípulos, somos caminantes con “bastón y sandalias, el Espíritu de Jesús, su Palabra y su autoridad para participar en la historia de la salvación, para anunciar el Amor a todos con quienes nos encontramos, para acompañarles en el sufrimiento, para fomentar la fraternidad, para acoger a los que están perdidos y necesitados, para abrazar a los que están solos y para sanar corazones que están heridos.
Somos peregrinos sin “pan, ni alforja, ni dinero que no nos instalamos ni nos acomodamos en las seguridades humanas. No buscamos bienestar ni tenemos donde recostar la cabeza. No pretendemos ser eficaces ni resultadistas.

Somos apóstoles, “enviados” de Cristo que no llevan “túnica de repuesto sino que vestimos con la sencillez de los pobres, con la humildad de los mansos y la pureza de intención de los santos. Siempre en camino. Nunca atados a nada ni a nadie. Sólo con lo imprescindible: Jesucristo.

Somos portadores de novedad, signos de la cercanía y del amor de Dios, que buscamos constantemente el rostro del Señor

Somos la “voz” que grita en el desierto, la “sal” de la tierra y la “luz” en medio de la oscuridad

Y entonces, en un lugar de nuestro viaje, Jesús se hace el encontradizo con nosotros, nos inflama el corazón, le reconocemos al partir el pan y le decimos:

"Señor, ayúdame a vivir tu llamada,
a cumplir mi vocación de cristiano,
a realizar mi misión de evangelizador fielmente,
a desapegarme de las cosas materiales
y de las seguridades del mundo,
a buscar siempre y en todo tu mayor gloria"

JHR