"¿No está escrito que mi casa es casa de oración para todas las naciones?
Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones"
(Marcos 11, 17)
Jesús subió a Jerusalén durante la Pascua y al entrar en el templo se quedó horrorizado (Juan 2,13-17). ¡Los mercaderes se habían apoderado de la casa de Dios!
Tal y como estaba escrito, “El celo por tu casa me devorará” (Salmo 69,10), Jesús con un látigo en la mano, espantó a los animales, tiró las mesas de los cambistas, y las monedas rodaron por el suelo. Sin duda, esta santa indignación generó más odio hacia Él y fue lo que, posiblemente, precipitó su crucifixión.
Muchos católicos, igual de horrorizados, sienten una santa indignación por la confusión que, por desgracia, predomina en algunas parroquias de nuestra España católica, que han convertido los templos en plataformas de soflamas y reivindicaciones políticas, sociales e incluso, sexuales.
Algunos sacerdotes, en sus homilías, apelan a los sentimientos y a las ideologías de las personas. Han pasado del “alabado sea Dios....” al “quiero, siento, necesito..." ; han pasado de tener a Dios en el centro para poner al "yo"; han pasado de una alabanza a Dios a un culto a los placeres personales, a las ideas políticas, a las propias tendencias desordenadas...
Han sacado a Dios de los templos para apropiarse de los lugares y de los símbolos sagrados, vaciándoles de significado sobrenatural. Son personas que sólo buscan sus propios intereses y no están dispuestas a alabar el nombre de Dios, y mucho menos a recibir su corrección y enseñanza.
Algunas parroquias se han convertido en cuevas de ladrones que han robado la gloria a Dios para dársela a los individuos: permitiendo urnas, lazos amarillos, banderas esteladas o banderas arco iris.
La Casa de Oración se ha convertido en una Iglesia absolutamente desamparada del poder eclesiástico, con unos obispos que se colocan de perfil, anclados en el "buenismo" y la "misericorditis", y más preocupados por evitar el "escándalo" en los medios que en los corazones, mientras que su rebaño se siente despreciado por unos pastores que permiten la utilización política, reivindicativa y partidista de los templos.
Cuando nuestros altos dignatarios religiosos facilitan y permiten esa invasión del espacio religioso, cuando amparan con misas, vigilias, oraciones y plegarias a los políticos presos, a los llamados "exiliados", a los homosexuales y al lobby LGTBI, a una opción política determinada, parece que estén enviando el mensaje de que Dios está con ellos y no con aquellos que no están de acuerdo.
Sabemos positivamente que a varios de nuestros obispos y sacerdotes les preocupa esa apropiación de los símbolos y espacios religiosos. Pero no hacen nada. Permanecen oficialmente mudos. Tienen miedo a significarse. Tienen miedo al escándalo. Callan...y otorgan.
Cuando nuestros altos dignatarios religiosos facilitan y permiten esa invasión del espacio religioso, cuando amparan con misas, vigilias, oraciones y plegarias a los políticos presos, a los llamados "exiliados", a los homosexuales y al lobby LGTBI, a una opción política determinada, parece que estén enviando el mensaje de que Dios está con ellos y no con aquellos que no están de acuerdo.
Sabemos positivamente que a varios de nuestros obispos y sacerdotes les preocupa esa apropiación de los símbolos y espacios religiosos. Pero no hacen nada. Permanecen oficialmente mudos. Tienen miedo a significarse. Tienen miedo al escándalo. Callan...y otorgan.
Pero llegará el día en que tendrán que hacer algo porque el escándalo ya está en los corazones de muchos fieles. Muchos católicos están cansados de permanecer en silencio e indignados mientras se ocupa la casa de Dios por quienes, vestidos de amarillo o de arco iris, pretenden destruirla.
Y de la misma forma que se ha dejado de lado la alabanza a Dios, también se ha dejado de lado la verdad, cambiándola por razonamientos humanos, doctrinas de hombres, de la misma manera que los fariseos habían dejado de lado la Palabra en los tiempos de Jesús (Mateo 15,7-9). Así como la alabanza a Dios se ha transformado en alabanza al hombre, la Palabra de Dios ha sido reemplazada por palabras de hombres.
Algunos sacerdotes predican lo que algunos quieren escuchar y no lo que Dios quiere decir. Han convertido la casa de oración, el templo de Dios en una cueva de ladrones donde actúan equivocadamente, donde niegan el pecado, donde se cobijan teológicamente, donde garantizan su vanidosa seguridad humana, donde refuerzan sus falsas doctrinas, para vivir una fe a la medida de todos aquellos que quieren rebelarse.
Es muy triste comprobar la situación actual de algunas iglesias, donde no existe integridad ni verdad, donde se llama tolerancia a la cobardía, donde se blasfema sin pudor, donde se encubren pecados bajo una supuesta "misericorditis", donde existe connivencia con el Enemigo y donde cientos de ovejas se despeñan, siguiendo los consejos y enseñanzas de falsos pastores, lobos con piel de oveja.
Cuevas de ladrones tentados por la mundanidad que tratan de recomponer una nueva moral cristiana del siglo XXI, una fe de "sí, pero...", una Iglesia-Mundo que se adecue a los tiempos, un templo que de cabida a "mercaderes" que trafican con sus intereses.
Cuevas de ladrones tentados por el "buenismo" que prescinden de la doctrina de Cristo para dar paso a un "todo vale" si es por amor, un "vive y deja vivir" que los define como "hacedores del bien", pendientes de lo externo, de lo superfluo, de lo efímero.
Cuevas de ladrones tentados por el "victimismo" que culpabilizan al justo y elevan a mártir al pecador, defienden a las minorías y atacan a las mayorías, se "andan por las ramas" sin profundizar en las raíces, realizan gestos y alardes de falsa espiritualidad pero juzgan a quienes se oponen a sus malas prácticas.
Cuevas de ladrones tentados por el "sentimentalismo" que mantienen a los creyentes en eternos "bebés espirituales", seducen con afectos vanos y superficiales para crear una comunidad ficticia basada en una imaginaria fragilidad que no avanza hacia ningún lugar y guiada por un hedonismo sensiblero.
Cuevas de ladrones tentados por el "buenismo" que prescinden de la doctrina de Cristo para dar paso a un "todo vale" si es por amor, un "vive y deja vivir" que los define como "hacedores del bien", pendientes de lo externo, de lo superfluo, de lo efímero.
Cuevas de ladrones tentados por el "victimismo" que culpabilizan al justo y elevan a mártir al pecador, defienden a las minorías y atacan a las mayorías, se "andan por las ramas" sin profundizar en las raíces, realizan gestos y alardes de falsa espiritualidad pero juzgan a quienes se oponen a sus malas prácticas.
Cuevas de ladrones tentados por el "sentimentalismo" que mantienen a los creyentes en eternos "bebés espirituales", seducen con afectos vanos y superficiales para crear una comunidad ficticia basada en una imaginaria fragilidad que no avanza hacia ningún lugar y guiada por un hedonismo sensiblero.