¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 31 de agosto de 2015

¿DÓNDE ESTÁ TU TESORO?


“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, 
es decir, sin lavarse las manos. 
Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos 
restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, 
y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.
 Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: 
'¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras 
y no siguen la tradición de los mayores?'.
Él les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: 
‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 
El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos’. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.” 
Marcos (7,1-8.14-15.21-23)

Ayer en misa, escuchábamos el Evangelio de Marcos que nos hablaba de la hipocresía humana y del corazón impuro. 

La observancia exterior de la ley no es suficiente para ser buenos cristianos. El Evangelio debe transformar el corazón y favorecer un encuentro personal con Jesucristo, instar a la búsqueda de la justicia y la paz, al socorro y auxilio de los pobres, de los débiles, de los oprimidos. Debe tener puesto el objetivo en el AMOR.

Muchos sucumben a la tentación de creerse mejores cristianos que los demás, incluso superiores, de sabérselas todas por el sólo hecho de observar los dogmas, las reglas y las tradiciones, en lugar de amar al prójimo. 

Entonces es cuando sus corazones se endurecen, lo cierran al Señor, dicen lo contrario de lo que hacen y terminan centrados en ellos mismos. Esa hipocresía que brota de sus corazones les convierte en seres egoístas, hipócritas, soberbios y orgullosos.

El Evangelio, norma de Dios para la conducta cristiana, a menudo es sustituido por preceptos de hombres que muchas veces se desvían de él o incluso van en contra suya. 

Es entonces cuando impera una fe infantil, estéril, sin fruto, que sólo genera bebés espirituales cuya misión exclusiva es la observancia literal de la Ley, y tristes, pues están todo el día “llorando”. Entonces la fe deja de ser fuente de alegría, de paz y de amor. Y cuando esto ocurre, esa fe no es de Dios, ni viene de Dios, ni llega a Dios. 

El papa Francisco dice: "No son las cosas exteriores las que nos hacen o no santos, sino el corazón que expresa nuestras intenciones, nuestras elecciones y el deseo de hacerlo todo por amor de Dios. Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón. No al revés".

Si el corazón no se transforma, no podemos ser buenos cristianos. La lucha entre el bien y el mal no sucede fuera de nosotros sino dentro. Jesús dice: “tú tesoro está donde está tu corazón”.

El apóstol nos dice: “Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella…Los pensamientos malos salen de dentro, del corazón: de ahí proceden la inmoralidad sexual, robos, asesinatos, infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral. Todas estas maldades salen de dentro y hacen impura a la persona” (Marcos 7, 15 y 21-23)

Entonces ¿Cuál es mi tesoro? ¿Dónde está mi corazón? ¿Soy puro exteriormente o interiormente? ¿Tengo un corazón hipócrita, impuro, con “doblez”? Si es así, ¿puedo tener unas manos y unos labios puros de amor, de misericordia y de perdón? 

Un corazón puro y libre de hipocresía me capacita para vivir según el espíritu de la Ley y alcanzar su finalidad, que es el amor.