¿Por qué Dios no envió a Jesús justo después de que Adán y Eva pecaran?
¿Por qué Dios no anuló el pecado de forma inmediata?
¿Por qué Dios esperó todo ese tiempo entre el pecado original y la cruz?
Nuestra propensión a la rebeldía nos conduce siempre a hacerle a Dios este tipo de preguntas, encabezadas por un"¿por qué?" en lugar de un "¿para qué?".
La primera y más drástica respuesta a esta pregunta es "porque Dios no quiso". Aunque hablaremos de los posibles paraqués, este es el punto de partida: Porque Dios quiso. Tratar de entender lo que Dios ha revelado es bastante difícil para nuestro entendimiento humano y, desde luego, no está a nuestro alcance.
Sería presuntuoso tratar de entender lo que Él no ha revelado. Así que, admitimos desconocer por qué diseñó Su plan de la manera que lo hizo. Pero sabemos que es perfecto. Y sus tiempos, también.
Dicho esto, puedo sugerir algunas posibles razones que dan algún sentido a la cuestión que hoy nos ocupa y que, además, nos muestran la excelsa magnanimidad de Dios, al permitirnos entender mejor su plan, enseñándonos igual que un padre enseña a sus hijos: con infinita misericordia y gran paciencia.
Dicho esto, puedo sugerir algunas posibles razones que dan algún sentido a la cuestión que hoy nos ocupa y que, además, nos muestran la excelsa magnanimidad de Dios, al permitirnos entender mejor su plan, enseñándonos igual que un padre enseña a sus hijos: con infinita misericordia y gran paciencia.
La primera razón podría ser que los seres humanos necesitamos tiempo para aprender porque el desarrollo de los acontecimientos es importante en nuestra historia. Dios lo sabe y nos lo concede: "Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el cielo" (Ecls 3, 1).
Dios, inmediatamente después de que Adán y Eva pecaran, nos dio tiempo,. ¿Cómo? Comprometiéndose: Hizo la promesa de que salvaría a la humanidad caída. El protoevangelio de Gn 3,15 es el comienzo del importantísimo anuncio de que vendría alguien nacido de una mujer y que triunfaría sobre Satanás: "Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal. "
Dios, inmediatamente después de que Adán y Eva pecaran, nos dio tiempo,. ¿Cómo? Comprometiéndose: Hizo la promesa de que salvaría a la humanidad caída. El protoevangelio de Gn 3,15 es el comienzo del importantísimo anuncio de que vendría alguien nacido de una mujer y que triunfaría sobre Satanás: "Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal. "
Miles de años después del Edén, Satanás seguía pensando que podía vencer con la muerte de Jesús en la cruz (talón herido), pero la resurrección anuló (aplastó la cabeza) el poder de Satanás y le venció.
Esta es la primera de muchas promesas hechas por Dios, y todas las ha guardado fielmente: "así la palabra que sale de mi boca no vuelve a mí sin resultado, sin haber hecho lo que yo quería y haber llevado a cabo su misión."(Is 55,11).
Puesto que Dios siempre cumple lo que promete, aprendemos más acerca de su fidelidad y de su veracidad. "No es Dios un hombre para que mienta, ni un ser humano para que cambie de opinión. ¿Dice él y no hace? ¿Habla y no cumple? "(Nm 23,19).
Aprendemos a confiar plenamente en sus promesas: "Mantengamos firmemente la esperanza que profesamos, pues el que ha prometido es fiel" (Hb 10:23).
Jesús es el Cordero, el Sacrificio, la Pascua, el Sacerdote, el Profeta, el Rey, el Cumplimiento de la ley, el Pan de Vida, la Palabra, la Verdad, el Camino, la Vida. Sin tiempo para desarrollar estas ideas a lo largo de la historia y a través de las Escrituras, nunca habríamos entendido las magnitud y profundidad de Su Deidad.
Por supuesto, Dios siempre supo el momento exacto en el que enviaría a Cristo a la tierra: "Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la condición de hijos adoptivos" (Gal 4, 4-5).
Cuando la promesa del Creador se manifestó en Cristo, después de miles de años, Dios se aseguró de que el mundo hubiera experimentado suficiente vida sin el Mesías para apreciarlo y ver su necesidad desesperada (Is 52, 7). Dios diseñó el mundo de tal manera que Él enviaría al Mesías en el momento justo ("cuando se cumplió el tiempo").
Dios le dice a Abraham: "Tus descendientes volverán acá a la cuarta generación, pues hasta entonces no se colmará la maldad de los amorreos" (Gn 15,16). Dios tenía un plan para liberar a su pueblo de Egipto en el momento justo, para posicionarlos y conquistar la tierra que ellos ocuparían como la Tierra Prometida.
Cristo no vino antes para que, con el trascurso del tiempo, apreciáramos el don de la fe: "Ahora bien, antes de venir la fe estábamos encerrados bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. De suerte que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para que por la fe fuéramos justificados; "(Gal 3, 23-24).
De la misma manera, lo hizo para que apreciáramos su generosidad, su gloria y su misericordia: "¿Qué tienes tú que decir en contra, si Dios, queriendo manifestar su indignación y dar a conocer su poder, soportó con gran paciencia a los que estaban preparados para la destrucción; y obró así para dar a conocer la riqueza de su generosidad con los que eran objeto de su amor, los que él predispuso para gloria. "(Rom 9, 22-23).
Tiempo para arrepentirse
El apóstol Pedro responde diciéndonos que el amor misericordioso de Dios siempre quiere perdonar y jamás niega a nadie el tiempo necesario para arrepentirse: "En cambio, la misma palabra de Dios tiene reservados y guardados los cielos y la tierra actuales para el día del juicio y de la perdición de los malhechores. Queridos hermanos, no debéis olvidar una cosa: que un día es ante Dios como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda el cumplimiento de la promesa, como creen algunos que le acusan de tardanza, sino que usa de paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos alcancen el arrepentimiento. "(2 Pe 3, 7-9).
Aunque el pecado nos aleja de Dios, Él anhela siempre nuestra conversión, nuestro arrepentimiento. Desea que caminemos hacia Él, libre y completamente: sin dudas, sin recelos y sin medias tintas; sin prisas pero sin pausas. Y para eso nos deja tiempo. Todo el que haga falta.
En Su Palabra, encontramos innumerables acontecimientos que, aunque terminan en castigo nos muestran lo tardío para la cólera y la gran paciencia que tiene Dios con sus criaturas, al darles muchas oportunidades de arrepentirse: Diluvio, Sodoma y Gomorra, las plagas de Egipto, etc., como también citas y referencias sobre su misericordia y compasión (Sal 103, 8-10), a su perdón de la iniquidad y la rebeldía (Nm 14, 18) o a su "lealtad y fidelidad a mil generaciones" (Ex 34, 6-7).
Tiempo para disfrutar
Es increíble y maravilloso darse cuenta de que Dios diseñó Su plan al crearnos y que lo ejecuta perfectamente haciendo que podamos conocerle y disfrutar de Él.
¿Cómo? Dándonos tiempo; tiempo para todo.
¿Cómo? Dándonos tiempo; tiempo para todo.
Dios ya estaba infinitamente satisfecho dentro de sí mismo antes de la creación. No nos necesitaba en absoluto; más bien, nos creó por gusto.
Tan sólo el hecho de haber vivido es un don que escapa a cualquier medida y el que Dios permita que algunas de sus criaturas vivan una relación con Él toda la eternidad, está más allá de toda comprensión humana.
No podemos entender todo el plan de Dios ni sus tiempos, pero sí confiar en él, tener fe en Él y comprender que todo es por Gracia: "Pero Dios, rico en misericordia, por el inmenso amor con que nos amó, nos dio vida juntamente con Cristo (pues habéis sido salvados por pura gracia) cuando estábamos muertos por el pecado, nos resucitó y nos hizo sentar con él en los cielos con Cristo Jesús, a fin de manifestar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús."(Ef 2, 4-7).