¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

jueves, 28 de mayo de 2020

LAS 7 ALIANZAS DE DIOS CON EL HOMBRE

“Nunca jamás romperé mi alianza con vosotros"
(Jue 2,1)

La Alianza es la idea teológica central en todo el Antiguo Testamento que expresa la relación especial de amor que Dios tiene con su pueblo, la humanidad. 

La Alianza de Dios es una continua llamada al hombre para comprometerlo a compartir las responsabilidades con su obra creadora. Es un contrato que Dios ofrece gratuitamente al hombre pero que también le obliga, convirtiéndole en su "socio" sin tener ninguna necesidad de hacerlo, salvo su amor por él.

Por lo general, una alianza es una obligación que concierne a dos partes. Sin embargo, Dios la realiza de forma unilateral e irrevocable, salvaguardando así la libertad del hombre, para que decida por amor a Dios. 

No existe un pacto igual en ninguna otra religión del mundo. Sólo el Dios verdadero hace con el hombre una alianza verdadera, demostrando desde el inicio que es un Dios cercano y comprometido con su pueblo, y una alianza dinámica y nueva, necesitada de una continua renovación a causa de la infidelidad del hombre. Dios quiere "necesitar" que el hombre le de una continua respuesta a su continua llamada. 

Por eso, en la Sagrada Escritura encontramos siete (que significa plenitud) sucesivas y nuevas alianzas que Dios hace con los hombres (patriarcas, reyes, profetas y apóstoles), para las que elige un mediador distinto, con un rol determinado y un mismo destinatario.

En realidad, las siete alianzas son la misma con un único propósito, Su plan de salvación, y un único destinatario, la humanidad. 

Adán
Adán es el destinatario y mediador como esposo. Es el hombre pensado y creado por Dios. Adán representa a la totalidad de la raza humana y por tanto, la alianza que hace Dios con él, es también con toda la humanidad (Gn 1,26-30)

La Creación, en sí misma, es un esbozo de la Alianza de Dios con el hombre, a quien Dios da un mandamiento y le asocia a su obra creadora (Gn 1 y 2).

De esta alianza única y universal surgen todas las demás, o mejor dicho, se revelan sucesivamente las particulares en una misma universal, hasta llegar a su plenitud en Cristo.  

Noé
El destinatario es la familia de Noé. Dios establece una alianza con su mediador Noé, como padre de familia y representante de los patriarcas (Génesis 6,18; 8,20-9,17), en la que Dios confirma que Su proyecto original de la creación nunca más será interrumpido en el orden natural.  (Gn 8,21-22; 9,11-15). Dios hace extensiva su alianza a toda la humanidad.

Es la Alianza extendida a toda la humanidad y a la creación entera (tierra, animales). Dios impone unas leyes y se compromete a su vez: "No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la juventud. No volveré a destruir a los vivientes como acabo de hacerlo...Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Esta es la señal de la alianza que establezco con toda criatura que existe en la tierra" (Gn 8,21; 9,9-17). 
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La alianza unilateral que hace Dios con el hombre queda sellada con el símbolo del arco iris: Dios deja su arco, es decir, el arma de donde salieron las flechas (la lluvia) para convertirlo en un puente de salvación, en el que nadie se quedará nunca fuera del cuidado de la gracia y la misericordia de Dios

Abraham
El destinatario es la descendencia de Abraham. Dios establece alianza con Abraham, como jefe de tribu y representante máximo de los patriarcas

La Alianza con Abraham, al igual que la Alianza con David, pertenece a las "Alianzas de promesa", derivadas de la obediencia y fidelidad a  Dios y sus mandatos. 

Es una Alianza para siempre, aunque su descendencia peca, Dios no romperá su promesa:"Y yo me acordaré de mi alianza con Jacob y de mi alianza con Isaac; y de mi alianza con Abrahán; y me acordaré de la tierra" (Lev 26, 42).
Su alianza es el fundamento y origen de la relación especial entre Dios y el pueblo de Israel (Gn 12,1-9; 15 y 17) y que trasciende a todas las generaciones.

Moisés
El destinatario es el pueblo de Israel. Es una alianza con Moisés en el Monte Sinaí, como juez y libertador, y última representación de los patriarcas (Ex 3), pero que pone las bases sobre la que se asienta la alianza con todos nosotros.

La Misericordia de Dios aparece siempre en Su Palabra:"He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel, la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, heveos y jebuseos" (Ex 3, 7-8)
4 DE SEPTIEMBRE SAN MOISÉS PROFETA Y CAUDILLO DEL ANTIGUO ...

El Pueblo de Israel romperá la Alianza con su Dios y por eso, Moisés romperá las Tablas de la Ley. Pero Dios le dará unas nuevas, símbolo de que Él mantiene siempre su Palabra.

David
El destinatario es el conjunto de las naciones del mundo. Dios hace una alianza con David y su descendencia, como rey y máximo representante de los reyes, prometiendo una dinastía eterna (2 Sa 7,8-19; Sal 89,20-38) que tendrá su plenitud en Jesucristo.

Es junto a la de Abraham, una Alianza de Promesa. Dios no romperá su promesa, aunque el hombre lo haga: "Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si obra mal, yo lo castigaré con vara y con golpes de hombres. Pero no apartaré de él mi benevolencia" (2 Sa 7,14-15).
Jesucristo
El destinatario de la nueva alianza, anunciada por los profetas, es toda la humanidad, y su mediador, Jesucristo, como sacerdote real.

Los profetas anunciarán una Alianza Nueva, porque la llamada de Dios no permite instalarse en la comodidad ni convertir ese pacto en una regla fija sino en una relación viva y continua.

Jeremías describe esta alianza como una relación personal con Dios, escrita en el corazón y no en tablas de piedra. "Haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor. Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jer 31,31-34) que mantendrá  con Él.
Sin cruz no hay resurrección - Panorama Católico

Ezequiel, por su parte, proclama una alianza eterna de paz en la que Dios otorgará al pueblo un nuevo corazón y un nuevo espíritu (Ez 36,26; 37,26). 

María 
El destinatario es la humanidad. Es la alianza culminada y eterna, anunciada por Cristo a sus apóstoles, como Iglesia y familia, personificada en la Virgen María como el Arca de la Alianza, la Nueva Jerusalén, el Reino de Dios. 

Para sellarla, el hombre necesita ayuda, necesita el Espíritu Santo, que Jesús promete enviar y envía. Y quien mejor que la llena de Gracia, la Virgen María (la Iglesia) para guiar al hombre en su relación con Dios por medio del Espíritu Santo. 
María: Arca de la Alianza | La Oración
En Jesús, a través de María, el nuevo pueblo de Dios, Dios culmina la realización de todas las promesas antiguas, por medio del Espíritu Santo.

San Pablo habla de esta nueva alianza espiritual entre Dios y el hombre, una alianza "escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne" (2 Co 3,3), caracterizada por el Espíritu, el corazón y la libertad, a diferencia de las antiguas alianzas, que se caracterizaban por la Ley, la piedra y la esclavitud.

Esta sucesión de alianzas (que en realidad es la misma) no significa que "haya fallado la palabra de Dios" (Rom 9,6), sino que Dios lleva a su pueblo elegido a una nueva relación, en la que la Ley es reemplazada por la fe, que proviene de la justicia y misericordia divinas.

De lo particular emerge lo universal, es decir, que la alianza definitiva de Dios aspira a llegar a todos a través de la obra salvífica de Cristo y establecer Su Reino.

domingo, 24 de mayo de 2020

BAALITAS: LOS PERVERTIDOS DE HOY

"Las obras de la carne son conocidas: 
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, 
hechicería, enemistades, discordia, envidia, 
cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, 
rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo. 
Y os prevengo, como ya os previne,
 que quienes hacen estas cosas 
no heredarán el reino de Dios"
(Gálatas 5,19-21)

La Biblia define a los baalitas como adoradores de Baal Zebul, "príncipe de la Tierra", o "jinete de las nubes", dios del sol, de la lluvia y de la fertilidad, representado como un joven guerrero o como un becerro. 

En Mateo 12,27, Jesús llama a Satanás "Beelzebú", y antes de que el pueblo de Israel entrara en la tierra prometida, Dios les advirtió contra la adoración de los dioses de Canaán y la idolatría a Baal (Deuteronomio 6,14-15), pero Israel no escuchó.

Fue Jezabel, de Sidón, mencionada en 1 y 2 de Reyes y en Apocalipsis, casada con el rey Acab, del Reino el Norte (Israel) quien le alejó de la adoración al único Dios verdadero e introdujo la idolatría a Baal (Melkart, dios fenicio de la fecundidad) y a Ishtar (Astartea, diosa babilónica del placer) en la capital israelita Samaria en el siglo IX a.C. 

Dios confrontó directamente esta idolatría a través de Su profeta Elías (1 Reyes 17,1; 18,29) que suponía, fundamentalmente, una manifestación pecaminosa y una perversión sexual: prostitución y orgías en los templos, lujuria, inmoralidad, promiscuidad, etc.  (1 Reyes 14,23-24; 2 Crónicas 28,2-3). 
El espíritu de Jezabel (segunda parte) » entreCristianos
También exigía sacrificios humanos, fundamentalmente niños, (Jeremías 19,5) y desenfreno: gritos eufóricos y auto lesiones (1 Reyes 18,28). Además, los Baalitas sentían fascinación por el ocultismo y espiritismo, la brujería y hechicería.

San Pablo, dirigiéndose a los Gálatas define sus obras y avisa que, quienes se dejen llevar por las obras de la carne, no heredarán el reino de los cielos.

Dios nos exhorta, como a los israelitas, a no mezclarnos con ellos para no caer en sus prácticas. No hay mayor enemigo de la fe que la pasión desordenada. El Demonio que es Seductor, sabe que el hombre es débil por la carne y le tienta con la sensualidad. Trata de ofrecernos inmoralidad para que desechemos moralidad.

En nuestro mundo permisivo de hoy, no es difícil encontrar la exaltación baalita del sexo y la pornografía, de la inmoralidad y la lujuria, de la perversión y el libertinaje por todos los lugares: en el lenguaje, en la educación, en los medios de comunicación, en la televisión, el cine, el teatro y, sobre todo, en Internet. 

Tampoco hoy es difícil encontrar manos manchadas de sangre por sacrificios humanos, en el lucrativo negocio de la "carnicería abortiva", que se ha diseminado por todos los países del mundo, o en el detestable incremento de la pederastia, o de la pornografía infantil.

El baalita del siglo XXI es un animal "carnívoro" que se alimenta de todo tipo de "carne", la propia o la ajena; es un monstruo "carnal" que se deja arrastrar con frenesí por la sensualidad y la morbosidad de toda índole, conformándose con un deseo instintivo y fugaz, con un placer orgánico y efímero, en lugar de buscar una felicidad natural y eterna.

Hoy, en medio de una crisis existencial, los baalitas adoran al dios del placer sexual, que les invita a "liberarse" y a "burlarse" de toda norma moral, y a no justificarse por la búsqueda de experiencias sexuales intensas, deseos concupiscentes y prácticas desordenadas de cualquier tipo.

Los baalitas postmodernos han perdido su memoria, su proyecto de vida y han apartado su mirada del único Dios verdadero, para abandonarse a los "dominios de la carne", prostituirse con el "desenfreno de los sentidos" y se han dado al "consumo de sexo", ya sea "hetero u homo", ocasional o desmedido.
Características del espíritu de Jezabel
Han deformado el mandato divino de fecundidad por el de obscenidad; han pervertido la misión de fertilidad por esterilidad en favor del placer. Ya no importa procrear, es decir, participar del don creador de Dios; más que ser fecundos, se trata de ser promiscuos.

Han optado por el placer porque no conocen el amor. Han elegido la posesión porque no conocen la donación. Y así, cuando el objeto de su deseo ha sido poseído, lo desechan y siguen adelante en busca de "carne fresca" y de nuevas experiencias sexuales.

El baalita actual, poseído por una sensualidad desmedida, intenta identificarse con la naturaleza y la ecología, con la meteorología y la astrología para actuar como un ser "natural" sólo movido por impulsos y apetitos sexuales más "animales" que "humanos", más "oníricos" que "reales", más "vacíos" que "plenos".

Los baalitas, buscadores del "amor libre y sin límites", no admiten dirección ni orientación moral alguna fuera de sus inclinaciones espontáneas y de sus sensaciones placenteras inmediatas, preocupándose sólo por el cuerpo y destruyendo por completo el espíritu.

El baalita, depravado y desenfrenado, ha formado una nueva tribu semita que adora al "señor del mundo", "encarnado" en un dios sexual y ávido de sangre que exige sacrificios y víctimas humanas para consumar sus crueles deseos de complacencia y excitación, y así, destruir lo creado por el Dios verdadero.

Los baalitas han creado un "mercado de la perversión", donde todo se compra y todo se vende. Han edificado un "templo de la carne", donde idolatrar a un "dios vicioso y viciado", que devora y consume, que promete una falsa fertilidad que no produce vida, sino que conduce a la desintegración natural, a la muerte definitiva del hombre. Aquella que no tiene resurrección.

viernes, 22 de mayo de 2020

GABAONITAS: LOS ESTRATEGAS DEL SENTIMIENTO

Gabaonitas | carolestevezabreu
"No conciertes alianza con ellos 
ni con sus dioses. 
No habitarán en tu tierra, 
no sea que te hagan pecar contra mí, 
dando culto a sus dioses, 
que serán para ti una trampa"
(Éxodo 23,32-33)


El término gabaonita proviene de los heveos hivitas que habitaban en la ciudad cananea de Gabaón (hebreo: גבעון, (Giv‘ōn), que significa "ciudad de la colina, monte o loma", a veces transcrita como Gabaa o Gibeón), situada al norte de Jerusalén.

Gabaón fue, además,la ciudad natal del profeta Ananías y se la menciona con frecuencia a lo largo de todo el Antiguo Testamento: en Josué 9,10, donde se detuvo el sol y la luna; en 1 Crónicas 16,39, donde se instaló temporalmente el Arca de la Alianza; en 2 Samuel 21,1-9, donde se ahorcó a siete hijos de Saúl; en 1 Crónicas 14,16, donde David venció a los filisteos; en 2 Crónicas 1,3, donde Salomón recibió la sabiduría de Dios. También, en los libros de Nehemías, Isaías y Jeremías.

La historia del sol y la luna detenidos relatada en el libro de Josué nos muestra la reacción cobarde y egoísta, aunque astuta, de los gabaonitas ante su inminente muerte a manos del pueblo Israel, como les había ocurrido a otras ciudades cananeas: "Tus siervos vienen de una tierra muy lejana, atraídos por la fama del Señor tu Dios...para hacer un pacto con vosotros" (Josué 9, 9-11).

De igual manera, hoy en la Iglesia existen gabaonitas que se acercan a la Iglesia, "atraídos por la fama de nuestro Dios" (y no por su amor), con engaños y mentiras, con falsas apariencias y malas artes, simulando ser "mendigos" y "vagabundos".
Mendicidad - Wikipedia, la enciclopedia libre
Son falsos hijos pródigos que, por temor e interés, y no por arrepentimiento, apelan a la compasión de Dios y al sentimentalismo de su Iglesia, utilizando un victimismo con el que sean aceptados dentro del pueblo de Dios y así, poder eludir la muerte física.

No son corruptos ni idólatras, ni avaros ni lujuriosos como los nicolaitas, sino "estrategas del sentimiento" que entran en la Iglesia con una falsa identidad, fingiendo ser lo que no son, con una máscara que "dé pena", que produzca piedad, y así, poder disfrutar de ropas dignas y del ternero cebado en la casa de Dios. 

Son "sepulcros blanqueados", personas con doble moral que, por un lado, buscan aprovecharse de la protección de Dios y del cobijo de la Iglesia, pero, por otro, siguen siendo "cananeos" porque no creen de verdad en Dios ya que tienen sus propios dioses, porque no se integran en la comunidad, porque toman lo que les interesa y desechan lo que no.

Son los que, en argot, llamamos "trepas", aquellos que que pregonan "el fin justifica los medios", que dicen traer pan duro porque, en realidad, su corazón es de piedra, y vino estropeado en odres viejos y rotos, porque, en realidad, no están arrepentidos de sus pecados ni tienen pureza de intención.

O también, "jetas", que tienen a Dios en su boca pero no en su corazón, que dicen calzar sandalias y vestidos rasgados porque no quieren seguir a Dios ni revestirse de su gracia, y que dicen venir de una “tierra lejana” (aunque en realidad, viven cerca), porque sus corazones están muy lejos del Señor.

"Falsos mendigos" que creen que la fe y la salvación son cuestión de "magia sentimental", una "pomada emotiva" que se aplica exteriormente y no un remedio interior para el alma.
Falsos mendigos roban a transeúntes en las calles. - El Estado Digital
Utilizan sus "cantos de sirena" para embelesar a los incautos e inocentes cristianos que, ausentes de malicia y de sospecha, abren las puertas de sus corazones de par en par y "pactan", a cambio de una "falsa lealtad" y una "artificial fidelidad" a Dios.

Sin embargo, su fe en Dios es egoísta y oportunista, pues buscan sólo su propio bienestar y comodidad. Su servicio a Dios y a los demás es "esclavo", no es de corazón, pues no les queda más remedio que hacerlo para salvar sus vidas. Su amor a Dios es lejano, pues no le consideran realmente "su Dios". 

Como Iglesia, debemos acoger a todos cuantos se acerquen a Dios pero también, estar alerta a los pactos y las alianzas que concertemos, supuestamente, para el beneficio de la comunidad y para la gloria de Dios. 

Necesitamos apelar al discernimiento como don espiritual que proviene del consejo de Dios, para saber actuar en cada momento de nuestra vida de fe y no caer en la trampa del Enemigo de pactar con ellos y sus dioses. Es Dios quien pacta con las almas que le aman, quien establece alianzas con los hijos que le sirven.

Debemos estar alerta para saber, tal y como Dios nos previene, discriminar un ardid de un intención verdadera, diferenciar al amigo del enemigo, distinguir al bueno del malvado, discernir al israelita del gabaonita.

Tenemos que ser muy prudentes con los tratos y convenios que hagamos con los gabaonitas, pues son astutos y sagaces como serpientessutiles y maliciosos como leones; se acercan con falsas intenciones disfrazadas de fe; aparentan dar lástima, pero son despiadados y mezquinos; apelan a la caridad cristiana pero buscan su beneficio propio. 

Eso sí, como cristianos, debemos mostrarles en todo momento aprecio y respeto (como hizo Saúl) pero no dejarnos embaucar por sus tretas y estratagemas, tratando de llevarles a Dios, en la seguridad de su pureza de intención y arrepentimiento verdadero.


lunes, 18 de mayo de 2020

JOSUÉ: LA PACIENCIA DE DIOS ES NUESTRA SALVACIÓN

 

¡Deténte, sol, en Gabaón! 

¡Y tú, luna, en el valle de Ayalón!

(Josué 10,12)


Nos encontramos hacia el año 1207 a. C., viajando por la Tierra Prometida con Josué y con el pueblo de Israel. Tras la conquista de la ciudad de Ay, volvemos al campamento en Guilgal. 


Las noticias de las conquistas de Israel en Transjordania, Jericó y Ay llegan pronto a oídos de todos los reyes de Cisjordania (hititas, amorreos, cananeos, perizitas, heveos y jebuseos), adoradores de Baal, sacrificadores de niños y celebrantes de orgías, que se alían para hacerles frente. 

 

Es exactamente lo mismo que ocurre hoy: cuando la Iglesia conquista corazones, los reyes de este mundo se alían para intentar acabar con el pueblo de Dios y con Cristo como anuncia la Palabra: “Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia” (Génesis 3,15). 


Son los reyes que nos atraen e intentan apartarnos de Dios, a quienes debemos combatir con las armas que nos da el Señor: la fe, la oración y la perseverancia en sus mandamientos. Es el ejército del mal que lucha contra el ejército del Evangelio.


La astucia de Gabaón


Sin embargo, los astutos habitantes de Gabaón, ciudad al norte de Jerusalén, en lugar de aliarse con el resto de los cananeos, intentan engañar a Josué haciéndose pasar por mendigos pobres y siervos de Israel con la intención de llegar a un pacto con Josué.



Son “falsos hijos pródigos” que le dicen a Josué venir atraídos por la fama del Señor tu Dios, en lugar de “El Señor nuestro Dios” porque ellos tienen sus dioses; dicen traer pan duro porque su corazón es de piedra y vino estropeado en odres viejos porque no están arrepentidos de sus pecados; dicen calzar sandalias y vestidos rasgados porque no quieren seguir a Dios ni revestirse de su gracia; dicen venir de una “tierra lejana” (aunque en realidad, viven cerca), porque sus corazones están muy lejos del Señor.

 

¡Cuántas veces, nosotros nos queremos acercar a Dios con esta misma actitud falsa! ¡Como queriendo darle pena al Señor, pero sin arrepentimiento, sin pureza de intención y sin verdad, sino con hipocresía, manipulación y mentira!

 

Josué y los ancianos de Israel, sin consultarlo con Dios y sin que Dios les haya dicho nada sobre ellos, aceptan la alianza de paz que les proponen los gabaonitas, comparten sus provisiones y les prometen dejarles con vida. Es decir, les dan “Paz y Vida”, lo único que sólo Dios puede dar.

 

¡Cuántas veces, nosotros, hacemos cosas y tomamos decisiones sin consultarlo con Dios, sin rezarlo, sin dejarnos guiar por Él!¿Cuántas veces queremos ofrecer al mundo soluciones que no nos corresponden!


Dios espera nuestra humildad para mostrarnos su misericordia. Sin embargo, los gabaonitas (algunos de nosotros) usamos la “estrategia de sentimiento, del disimulo y del miedo” para hacer una alianza con otros y llevarlos a ser infieles a Dios.

 

Por ello, no podemos llegar a ningún acuerdo con personas que viven en pecadoque no están arrepentidas y que nos mienten. Eso no es misericordia sino “pactar con el pecado”. 

Y desde luego, no podemos hacer nada sin rezarlo y consultarlo antes con Dios. Antes deben confesar la verdad, arrepentirse, venir con pureza de intención, dejar sus dioses atrás y, de corazón, aceptar al Señor como su único Dios y servirle. Entonces, sí serán hijos pródigos que Dios aceptará.

 

Israel descubre la mentira de los gabaonitas y, aunque Josué les conserva la vida por el juramento hecho, no les otorga la dignidad de hijos pródigos ni de pueblo de Dios, sino que los mantiene como esclavos. Israel incumple el mandato del libro del Deuteronomio de no mezclarse con otros pueblos paganos y de cortar de raíz el pecado.

 

La batalla de Gabaón

 

Al enterarse de la alianza de Gabaón con Israel, Adonisédec, rey de Jerusalén, se alía con todos los reyes amorreos de la montaña, del centro y del sur (Hebrón, Yarmut, Laquis y Eglón) para atacar Gabaón.  

 

Es lo mismo que ocurre hoy día, cuando alguien se une a la Iglesia, los países en lucha contra Dios lo ven como una traición y le persiguen. Y es que cuando nos unimos a Cristo, debemos esperar enemistad.

 

Gabaón le pide ayuda a Josué, que parte a la ciudad asediada a luchar contra estos cinco reyes.

 

Dios le dice a Josué que tendrá éxito en la batalla porque es Él quien lucha por Israel: Lanzó desde el cielo un gran pedrisco que mató a más enemigos que la espada de los hijos de Israel. 


Los amorreos huyeron pero, al grito de Josué, se detuvo el sol, demorando su puesta casi un día completo, es decir, Dios “obedece” a Josué y “detiene el tiempo”, para que el pueblo de Israel extermine a sus enemigos.


Para Orígenes, la detención del sol prefigura a Jesucristo, pidiendo a Dios Padre, la prolongación del tiempo para la salvación de los hombres y la destrucción de los poderes adversos.

 

A nosotros, la detención del sol nos muestra la infinita paciencia de Dios con nosotros hasta que reconocemos su luz y nos salva. Dios alarga el tiempo para salvarnos y lo acorta para librarnos del sufrimiento.

 

La cueva de Maquedá

 

Los cinco reyes amorreos, cuando ven el milagro del sol, salen huyendo y se esconden en una cueva en Maquedá, ciudad real de Canaán, en la Sefelá.

 

Para San Jerónimo, los cinco reyes amorreos que luchan contra Israel, simbolizan nuestros cinco sentidos, es decir, nuestra humanidad debilitada por el pecado, que nos impide caminar hacia Dios y conquistar la santidad. Jesucristo, al encarnarse, sepulta esta humanidad pecaminosa y la da muerte.

 

El rey de Jerusalén, que simboliza a Satanás, junto con los otros cuatros reyes, que simbolizan todos los poderes malignos, son descubiertos en la cueva. Josué ordena que quiten la piedra de la cueva, en clara referencia a la resurrección de Cristo, que los saquen y pongan sus pies sobre la nuca, recordando la profecía de Génesis 3,15: “Aplastarás su cabeza.”

 

Los hiere de muerte y los ahorca en un árbol, en clara referencia a la Cruz, donde fueron colgados nuestros pecados. Al ponerse el sol, da orden de bajarlos de los árboles, prefigurando la bajada de la Cruz de Cristo y los otros dos, y arrojarlos en la cueva donde se habían escondido y los sepultan allí, cerrándola con grandes piedras, tipificando el sepulcro de Cristo, donde, tras su resurrección, queda sepultada la muerte. Es una prefiguración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

 

Según Orígenes, la bondad da muerte a la maldad que antes reinaba en nuestros corazones y que nos prepara para nuestra herencia. Las guerras de Israel contra los cananeos simbolizan nuestra lucha contra el mal.

 

La conquista de los reinos del centro y del sur


Josué toma Maquedá y no deja a nadie con vida. A continuación, hace lo mismo con los reinos de Laquis, Libná, Horán, Eglón, Hebrón, Debir, conquistando todo el país: la Montaña, el Negueb, la Sefelá y las estribaciones de la montaña, con todos sus reyes, sin dejar un solo superviviente. Consagra al exterminio (anatema) a todos los seres vivientes, como el Señor, Dios de Israel, le había ordenado. 

  

Josué conquista desde Cadés Barnea hasta Gaza y toda la región de Gosén hasta Gabaón en una sola ofensiva, porque el Señor, el Dios de Israel, pelea en favor de Israel. 


Según Orígenes, “la obra de Dios destruye todas las estructuras diabólicas que Satanás ha construido en el alma humana, alzando en cada uno de nosotros torres de soberbia y murallas de arrogancia. La Palabra de Dios las derriba y edifica unas nuevas sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas, con Jesucristo como la piedra angular, para erigir el templo de Dios en el Espíritu y ser introducidos en la heredad de la Tierra Santa. Nuestros enemigos son destruidos para que no puedan respirar en nosotros sino que sólo el Espíritu de Cristo respire en nosotros, mediante obras y palabras de entendimiento espiritual de acuerdo con las de Jesucristo, quien tiene el poder por los siglos de los siglos.”


Después, Josué se vuelve, con todo Israel, al campamento de Guilgal.


La conquista de los reinos del norte

Todos los reinos del norte, Jasor, Yobab, Madón, Simerón, Axaf, del valle al sur de Kinerot, de la Sefelá y del distrito de Dor, al oeste; los cananeos de oriente y occidente; los amorreos, los heveos, los perizitas, los jebuseos de la montaña; los hititas de las faldas del Hermón, en la región de Mispá, parten con todas sus tropas y se reúnen en un único campamento, cerca del arroyo de Merón, para luchar contra Israel.

 

Ante tal ejército, una muchedumbre innumerable como la arena de la playa, con muchísimos caballos y carros, Dios le infunde ánimo a Josué para que no tenga miedo porque Dios le dará la victoria.

 

De igual manera, hoy el Señor nos pide confianza y fidelidad, que conseguimos a través de la oración y la Palabra. Con ellas, nos infunde ánimo para no desfallecer y nos da la fuerza para continuar y enfrentarnos al gran ejército del mal, que se reúne para luchar contra nosotros, porque Él hará el resto.


Josué, con todo el ejército de Israel, toma Jasor (capital de todos esos reinos), mata a su rey  y a todos sus habitantes, y la quema. Hace lo mismo con el resto de las ciudades y reyes, pero no las incendia, y reparte el botín entre todo el pueblo de Israel.

 

La victoria es total y no deja un alma con vida porque Dios así lo había ordenado, primero a Moisés y ahora, a Josué. San Agustín dice el libro de Josué no trata de mostrar un Dios cruel sino un Dios justo, que da a cada uno lo que merece. Cuando se refiere a no dejar un alma con vida, está refiriéndose a no dejar ningún pecado impune y destruirlos todos.

 

El capítulo 12 narra los treinta y un reyes a los que vencieron Moisés y Josué, y con cuyas conquistas, Dios cumplió su promesa por la fidelidad de sus siervos. Dios siempre se apoya en la fidelidad del hombre para enviarle sus dones y bendiciones, para que queden atestiguados por las obras y para enseñanza de todos. 


Pero estos dones que no podemos ni debemos guardárnoslos para nosotros "enterrándolos en nuestra tienda", sino que debemos ofrecérselos a otros para su salvación y siempre, todo para gloria de Dios.


El reparto

Capítulos 13-21


Josué era ya anciano cuando, aún quedando tierra por conquistar, el Señor le pide que, en el santuario de Guilgal, donde se encuentra el Arca de la Alianza, se haga el reparto de Cisjordania entre las nueve tribus y media que quedan. 


El capítulo 13 rememora el reparto hecho por Moisés en Transjordania, a las tribus de Gad, Rubén y media tribu de Manasés, y los capítulos 14-17, el de Cisjordania por Josué y Eleazar. La tribu de Leví no va a tener tierra porque el Señor va a ser su herencia, como tribu de sacerdotes.


El reparto es una prefiguración espiritual del reparto de las moradas que tiene el Señor preparadas para cada uno de nosotros en el cielo (Juan 14,2):


-Judá:

Comienza el reparto con Caleb, edomita incorporado a la tribu de Judá y que significa "corazón", quien hace todo con prudencia y sabiduría. Jefuné era su padre, que significa "conversión", un convertido que engendra un hijo que es todo corazón. Caleb, a la edad de 85 años, recibe Hebrón, que "significa "unión o matrimonio".

 

Espiritualmente, se refiere a que Dios siempre premia siempre a los que le abren el corazón y les lleva a una unión con Él. 

 

Se le asignan los amplios territorios del sur, que incluye la ciudad de Belén, de los que no llegan a expulsar a los jebuseos, y que prefigura la parábola del trigo y la cizaña, haciendo referencia a que dentro de la Iglesia siguen conviviendo ambas, igual que en nuestros corazones, gracia y pecado, se alternan. Dios permite que crezcan juntos, para que la cizaña se convierta. La paciencia de Dios es nuestra salvación.

 

-Efraín y Manasés:

La zona central de Canaán, al norte de la de Judá, se les asigna a los hijos de José, que al ser muchos, se configuraron en estas dos tribus, que tendrán una gran importancia en la historia del pueblo de Israel. Ambas formarán lo que luego se llamará Samaria.


ü Efraín: Significa “fructuoso, fructífero”. Le toca la parte sur y su ciudad más importante es Siló (30 kms al norte de Jerusalén y 30 kms al sur de Siquem), donde se va a establecer el Arca de la Alianza, puesto que Josué pertenecía a esta tribu, y que se quedará allí hasta tiempos de Samuel.

En esta zona existen cananeos, que como los jebuseos en Judá, simbolizan el pecado en nosotros y dentro de la Iglesia, y a quienes tenemos que combatir. Nuestros cananeos son el dinero, el poder, la envidia, la ira, la lujuria, la pereza, la rutina, el miedo, la falta de confianza en Dios.

ü Manasés: Significa “olvido, el olvidado o el que hace olvidar”. Recibe dos porciones, una que ya había tomado en Transjordania y otra, aquí, en Cisjordania, al norte de la de Efraín. Sus ciudades más importantes son Siquem y Caná.

 

Josué envía a explorar y describir el resto del territorio en siete partes, para repartirlo entre las tribus restantes, que se sortearán en Siló, donde está El Señor.


-Benjamín:

Significa “hijo de la diestra, de la derecha”, como símbolo de fuerza o virtud. La zona correspondiente a esta tribu está entre Efraín y Judá, al norte del mar Muerto. Sus ciudades más importantes son Jericó, Emaús y Jerusalén (Jebús), que será la futura capital del país.

 

-Simeón:

Significa “Dios ha escuchado”, y le corresponde una zona dentro de la de Judá, al sur, porque la de Judá era muy grande y se partió. Su ciudad más conocida es Berseba.


-Zabulón:

Significa “morada, casa, hogar”, y le corresponde la zona al norte de la de Manasés, que más adelante será Galilea.


-Isacar:

Significa "recompensado", le corresponde la tierra más fértil de todas, entre Samaria y Galilea. Su ciudad más conocida es Sión. En ella está el Monte Tabor, donde se transfigurará el Señor.


-Aser:

Significa “felicidad”, y le corresponde un territorio al norte, junto al mar, fértil y donde abundaba el trigo y el aceite, limitando con Neftalí y Zabulón. Sus ciudades más importantes son Tiro y Sidón.

-Neftalí:

Significa “luchador”, y le corresponde un territorio al norte que formará también la futura Galilea.

-Dan:

Significa “juzgar”, le corresponde un territorio que les resultó incomodo, salieron de sus límites a luchar contra la ciudad de Lesen, que tomaron y en la que se establecieron. Esta ciudad será Cesárea de Filipo, donde tendrá lugar la célebre confesión de Pedro a Jesús en Mateo 16,16.

Toda la tierra está repartida pero queda una por heredar, la de Josué, quien espera hasta el final para adquirirla. Está dentro de la de Efraín, en el centro de todas.






Bibliografía:


"La Tierra Prometida" (Beatriz Ozores, Radio María)


domingo, 17 de mayo de 2020

JOSUÉ: LOS DONES DE DIOS SON PARA SU GLORIA


"Pero los hijos de Israel cometieron 

un gran delito con lo consagrado"

(Josué 7,1)


Nos encontramos alrededor del año 1.400 a.C., y una vez conquistada y destruida Jericó, continuamos viaje junto a Josué y todo el pueblo de Israel en dirección este, recorriendo unos 18 kms, para llegar a una ciudad fortaleza avanzada de Canaán, al este de Betel, llamada Ay o Hai, que significa "ruina".


Acán, israelita de la tribu de Judá, desobedeciendo las instrucciones de Josué, ha cometido delito contra Dios, al apropiarse, en secreto, de parte del botín de Jericó, de lo consagrado al Señor, provocando la ira de Dios contra los hijos de Israel, como vamos a ver.


Derrota en Ay


Josué envía unos exploradores a la ciudad de Ay (Hai), quienes regresan diciéndole que no es necesario que vaya todo el pueblo porque, para conquistarla, bastan dos o tres mil hombres. Es un claro signo del orgullo humano y de la infidelidad a Dios, pensar que "pueden sin la gracia". 



Y así, envían a tres mil hombres, pero sufren una derrota y tienen que huir ante los hombres de Ay, que matan a unos treinta y seis israelitas.


Cuando cuentan lo sucedido y nadie entiende lo que ha pasado, desfallece el corazón del pueblo y se les derritepierden la fe en Dios y le culpan. Lo mismo nos ocurre a nosotros cuando hacemos las cosas por nuestra cuenta y no nos salen como pensábamos, o cuando nos sucede alguna desgracia: lo primero que hacemos es echar las culpas a Dios.

Incluso Josué, que junto con los ancianos de Israel, se rasgan las vestiduras, se postran en tierra delante del Arca del Señor hasta la tarde y se echan polvo sobre las cabezas en señal de dolor. En cierta forma, recriminan a Dios y le piden explicaciones de para qué le han obedecido: ¡Ah, Señor, Señor! ¿Para qué hiciste pasar el Jordán a este pueblo? ¿Para darnos en manos de los amorreos y acabar con nosotros? ¡Ojalá nos hubiésemos quedado al otro lado del Jordán! 

Esta es la actitud del hombre de todos los tiempos: perdemos la fe porque pensamos que Dios nos falla. Renegamos del pacto del bautismo (cruzar el Jordán) y nos quedamos en la otra orilla, sin más. Como los discípulos de Emaús, nos quedamos en la queja y en el resentimiento, y decimos: “Nosotros esperábamos…” como si no compensara servir a Dios, como si ser cristianos no llevara a ninguna parte…

Y nos quedamos en el qué dirán, en el qué pensarán los demás¿Qué voy a decir después que Israel ha vuelto la espalda ante sus enemigos? Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: nos cercarán y borrarán nuestro nombre de la tierra. Nos arrepentimos de Dios y nos quejamos, como hicieron los israelitas, cuando vagaban por el desierto y le decían a Dios que “mejor hubiera sido quedarse en Egipto…” Consideramos que seguir a Dios es un fracaso.

Aún así, Josué, aunque se queja, no ha “tirado la toalla del todo” y se atreve a “echarle un órdago” a Dios con una oración “muy humana”: ¿Qué harás tú entonces por el honor de tu nombre? Josué le tira “la pelota a su tejado”, porque perder Su honor, es algo que Dios no puede permitir.

El pecado "oculto" de Acán

Dios, con su infinita y santa paciencia, después de escuchar sus quejas (como Jesús cuando camina con los dos de Emaús) le responde a Josué, diciéndole que se levante (refiriéndose a que vuelva la mirada al cielo, a Dios) y que purifique al pueblo (no basta sólo con pedir perdón, es necesario arrancar de raíz el pecado, porque es Israel quien ha pecado, porque ha violado las disposiciones que les dio de no quedarse con nada de lo consagrado en Jericó, refiriéndose a Acán que lo ha robado y lo ha escondido.

 

Según la economía de la Gracia, nuestra vida es un don de Dios que exige fidelidad y unidad de tal manera, que la infidelidad de uno solo, su desobediencia, repercute en todo el pueblo (como el de Adán repercutió en toda la humanidad), y así, todo el pueblo de Israel se ha hecho objeto de exterminio

De la misma manera, cuando nosotros “caemos en el pecado”, el daño repercute en toda nuestra comunidad y en los que están a nuestro alrededor, rompiéndose la comunión de los santos. Análogamente, el bien de uno repercute en toda la comunidad como nos dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 12, 26-27 cuando habla de la Iglesia, el Cuerpo místico de Cristo, del que todos somos miembros.

Y es que, Dios, que todo lo ve todo, todo lo sabe y a quien no podemos engañar, no puede estar donde hay pecado, porque no hay fidelidad ni comunión. Dios le dice a Josué (nos dice a cada uno de nosotros) que si rompen su pacto, mientras no se purifiquen del pecado, no podrán con sus enemigos.

Mientras no nos purifiquemos, mientras no arranquemos todo aquello que nos impide ser fieles y entrar en comunión con Dios, no podemos recuperar su gracia. Es preciso arrancar las malas hierbas del sembrado, sacar de la Iglesia todo aquello que la corrompe para seguir caminando hacia Dios.

Por eso, le dice que va a juzgar la infamia del robo, tribu por tribu, clan por clan, familia por familia y hombre por hombre para separar a quien ha pecado de quien no lo ha hecho, prefigurando el juicio final individual.

La confesión "pública" de Acán

Josué convoca a todas las tribus y Dios señala a la de Judá. Acán es descubierto y confiesa su ofensa a Dios delante de todos. Su “capricho”, que tan poco le duró (porque la seducción del pecado es efímera), que supuso treinta y seis muertos, así como la derrota de Israel en Ay, le va a llevar a un trágico final, tanto a él como a los suyos. Aún así, al confesar, está dando gloria a Dios, pone luz a la oscuridad y verdad a la mentira.

La confesión glorifica al Señor. Cada vez que nos confesamos, damos gloria a Dios, damos consentimiento para que su plan de salvación se cumpla en nosotros, permitiendo que lave nuestros pecados con la sangre de Su Hijo y nos vaya purificando, renovando nuestro bautismo, hasta hacernos uno en Cristo por medio del Espíritu Santo, que es en lo que consiste la salvación.

Josué, junto a todo el pueblo, lleva a Acán, a toda su familia, sus posesiones y lo que había robado al valle de Acor (que significa “aflicción”, “tribulación”, “turbación”) donde les lapidan y queman sus pertenencias en una hoguera. 

Allí, levantan un monumento de piedras en recuerdo de esa purificación que aplaca la cólera del Señor (se cumple la Ley del Talión: “ojo por ojo”).

Con esta dura escena, Dios quiere recalcarnos la importancia del pecado (cuyo detonante es la desobediencia a Dios) que lleva a la muerte, prefigurando la venida de Jesucristo, quien asume todos nuestros pecados con su muerte en la Cruz.

Representa la purificación de fuego realizada por el Espíritu Santo, prefigurando la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

Pero también nos recuerda la fidelidad de Dios a su Alianza y su perdón, así como los múltiples medios que pone a nuestra disposición para salvarnos, sobre todo y el más importante: el envío de su Hijo para redimirnos.  

La conquista de Ay

Dios anima a Josué y le da una serie de instrucciones, tanto estrategias militares como normas de fidelidad y obediencia a Él. Una vez purificado el pecado con la confesión y restaurada la pena, Dios utiliza nuestros actos anteriores para que aprendamos de nuestros errores y los rectifiquemos. Es el propósito de enmienda que sigue a la confesión y a la absolución.

Cristo, de forma análoga, utilizará esta táctica con San Pedro que narra San Juan, confrontando la hoguera de la negación (Juan 18,15-27) con la hoguera de la confesión (Juan 21,15-19). Entonces, le dice: “Apacienta mis ovejas”, que es lo mismo que ahora le dice a Josué: “¡No tengas miedo ni te acobardes! porque voy a poner en tus manos al rey de Ay, a su pueblo, su ciudad y su territorio.” (Josué 8,1).

Dios ordena a Josué tenderle una emboscada al rey de Ay, enviando primero a 30.000 guerreros a que se oculten en Betel, mientras el resto del pueblo fiel a Dios, con Josué a la cabeza, se acerca a la ciudad. Según llegan a la ciudad, “engañan” al Rey de Ay haciendo que huyen y éste sale de la ciudad, dejándola desprotegida. Situación que aprovechan los 30.000 guerreros escondidos para tomarla.

 

Cuando abandonamos “nuestra ciudad”, nuestra comunidad, la dejamos desprotegida, de tal forma que al enemigo no le cuesta entrar en ella, tomarla y devastarla. Dios nos invita a estar alerta y en guardia para que el Enemigo no entre y se encuentre la casa vacía e indefensa.

Seguimos con Josué. Ahora, Dios permite que el pueblo conquiste y destruya Ay, matando a espada a todos sus habitantes (unos 12.000), quemando la ciudad, reduciéndola a cenizas y convirtiéndola en ruina y desolación para siempre. Ahorcaron al rey de Ay y dejaron su cadáver a la entrada de la ciudad, sepultándolo con piedras.

Josué construyó un altar a Dios de “piedras sin labrar” en el monte Ebal, como había ordenado Moisés, el siervo del Señor, en el que ofrecieron holocaustos y sacrificios al Señor y escribió sobre las piedras, una copia de la ley de Moisés, que es leída en su integridad a todo el pueblo de Israel, tanto las bendiciones como las maldiciones. La confesión lleva a la ofrenda a Dios.

Esta escena representa la ofrenda a Dios por nuestras victorias en el camino de la salvación y prefigura el sacrifico de Jesús en la Cruz. Por eso, ahora Dios le permite quedarse con el botín. Es, de nuevo, la prefiguración de la Eucaristía.



Bibliografía

"La Tierra Prometida" (Beatriz Ozores, Radio María)