¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta obras de la carne. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta obras de la carne. Mostrar todas las entradas

domingo, 24 de mayo de 2020

BAALITAS: LOS PERVERTIDOS DE HOY

"Las obras de la carne son conocidas: 
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, 
hechicería, enemistades, discordia, envidia, 
cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, 
rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo. 
Y os prevengo, como ya os previne,
 que quienes hacen estas cosas 
no heredarán el reino de Dios"
(Gálatas 5,19-21)

La Biblia define a los baalitas como adoradores de Baal Zebul, "príncipe de la Tierra", o "jinete de las nubes", dios del sol, de la lluvia y de la fertilidad, representado como un joven guerrero o como un becerro. 

En Mateo 12,27, Jesús llama a Satanás "Beelzebú", y antes de que el pueblo de Israel entrara en la tierra prometida, Dios les advirtió contra la adoración de los dioses de Canaán y la idolatría a Baal (Deuteronomio 6,14-15), pero Israel no escuchó.

Fue Jezabel, de Sidón, mencionada en 1 y 2 de Reyes y en Apocalipsis, casada con el rey Acab, del Reino el Norte (Israel) quien le alejó de la adoración al único Dios verdadero e introdujo la idolatría a Baal (Melkart, dios fenicio de la fecundidad) y a Ishtar (Astartea, diosa babilónica del placer) en la capital israelita Samaria en el siglo IX a.C. 

Dios confrontó directamente esta idolatría a través de Su profeta Elías (1 Reyes 17,1; 18,29) que suponía, fundamentalmente, una manifestación pecaminosa y una perversión sexual: prostitución y orgías en los templos, lujuria, inmoralidad, promiscuidad, etc.  (1 Reyes 14,23-24; 2 Crónicas 28,2-3). 
El espíritu de Jezabel (segunda parte) » entreCristianos
También exigía sacrificios humanos, fundamentalmente niños, (Jeremías 19,5) y desenfreno: gritos eufóricos y auto lesiones (1 Reyes 18,28). Además, los Baalitas sentían fascinación por el ocultismo y espiritismo, la brujería y hechicería.

San Pablo, dirigiéndose a los Gálatas define sus obras y avisa que, quienes se dejen llevar por las obras de la carne, no heredarán el reino de los cielos.

Dios nos exhorta, como a los israelitas, a no mezclarnos con ellos para no caer en sus prácticas. No hay mayor enemigo de la fe que la pasión desordenada. El Demonio que es Seductor, sabe que el hombre es débil por la carne y le tienta con la sensualidad. Trata de ofrecernos inmoralidad para que desechemos moralidad.

En nuestro mundo permisivo de hoy, no es difícil encontrar la exaltación baalita del sexo y la pornografía, de la inmoralidad y la lujuria, de la perversión y el libertinaje por todos los lugares: en el lenguaje, en la educación, en los medios de comunicación, en la televisión, el cine, el teatro y, sobre todo, en Internet. 

Tampoco hoy es difícil encontrar manos manchadas de sangre por sacrificios humanos, en el lucrativo negocio de la "carnicería abortiva", que se ha diseminado por todos los países del mundo, o en el detestable incremento de la pederastia, o de la pornografía infantil.

El baalita del siglo XXI es un animal "carnívoro" que se alimenta de todo tipo de "carne", la propia o la ajena; es un monstruo "carnal" que se deja arrastrar con frenesí por la sensualidad y la morbosidad de toda índole, conformándose con un deseo instintivo y fugaz, con un placer orgánico y efímero, en lugar de buscar una felicidad natural y eterna.

Hoy, en medio de una crisis existencial, los baalitas adoran al dios del placer sexual, que les invita a "liberarse" y a "burlarse" de toda norma moral, y a no justificarse por la búsqueda de experiencias sexuales intensas, deseos concupiscentes y prácticas desordenadas de cualquier tipo.

Los baalitas postmodernos han perdido su memoria, su proyecto de vida y han apartado su mirada del único Dios verdadero, para abandonarse a los "dominios de la carne", prostituirse con el "desenfreno de los sentidos" y se han dado al "consumo de sexo", ya sea "hetero u homo", ocasional o desmedido.
Características del espíritu de Jezabel
Han deformado el mandato divino de fecundidad por el de obscenidad; han pervertido la misión de fertilidad por esterilidad en favor del placer. Ya no importa procrear, es decir, participar del don creador de Dios; más que ser fecundos, se trata de ser promiscuos.

Han optado por el placer porque no conocen el amor. Han elegido la posesión porque no conocen la donación. Y así, cuando el objeto de su deseo ha sido poseído, lo desechan y siguen adelante en busca de "carne fresca" y de nuevas experiencias sexuales.

El baalita actual, poseído por una sensualidad desmedida, intenta identificarse con la naturaleza y la ecología, con la meteorología y la astrología para actuar como un ser "natural" sólo movido por impulsos y apetitos sexuales más "animales" que "humanos", más "oníricos" que "reales", más "vacíos" que "plenos".

Los baalitas, buscadores del "amor libre y sin límites", no admiten dirección ni orientación moral alguna fuera de sus inclinaciones espontáneas y de sus sensaciones placenteras inmediatas, preocupándose sólo por el cuerpo y destruyendo por completo el espíritu.

El baalita, depravado y desenfrenado, ha formado una nueva tribu semita que adora al "señor del mundo", "encarnado" en un dios sexual y ávido de sangre que exige sacrificios y víctimas humanas para consumar sus crueles deseos de complacencia y excitación, y así, destruir lo creado por el Dios verdadero.

Los baalitas han creado un "mercado de la perversión", donde todo se compra y todo se vende. Han edificado un "templo de la carne", donde idolatrar a un "dios vicioso y viciado", que devora y consume, que promete una falsa fertilidad que no produce vida, sino que conduce a la desintegración natural, a la muerte definitiva del hombre. Aquella que no tiene resurrección.

lunes, 3 de abril de 2017

¿CÓMO VIVO MI VIDA?

Resultado de imagen de obras de la carne

"Las obras de la carne son bien claras: 
lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, 
enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, 
partidismos, envidias, homicidios, borracheras, 
comilonas y cosas semejantes a éstas.
Os advierto, como ya antes os advertí, 
que los que se entregan a estas cosas no heredarán el reino de Dios. 

Por el contrario, los frutos del Espíritu son: 
amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, 
fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley. 
Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias. 
Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu." 

(Gálatas 5, 19-25)

Existe una notable diferencia entre vivir una "buena vida" según el mundo (que nos influye de afuera hacia adentro) y vivir una "vida transformada" por el Espíritu de Dios (que nos transforma de adentro hacia afuera).

Resultado de imagen de obras de la carneComo sugiere el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas, la diferencia entre una vida llena de frutos del espíritu y una vida llena de las obras de la carne es diametralmente opuesta. 

Mientras que el Diablo nos incita a dejarnos tentar desde el exterior y confundirnos en el anhelo de una falsa felicidad, los que somos de Cristo, los cristianos, nos dejamos transformar y guiar por el Espíritu Santo, que nos renueva y nos da plenitud.

Pero ¿cómo podemos estar seguros de el Espíritu Santo guía nuestras vidas? Existen cinco razones que lo prueban:

Pasión por la Eucaristía y la Oración

Descubrir a Cristo en la Eucaristía sucede sólo cuando la pasión me lleva a desear buscarlo de todo corazón, en la certeza de que Él está presente; y cuando ocurre, ya no quiero estar en otro sitio ni con nadie más. 

Resultado de imagen de eucaristiaNo se trata tan sólo de "un sentimiento ni un deslumbramiento pasajero ni un te quiero vaciado de contenido". Es un amor puro, perfecto y real que me llena el alma, que inunda todo mi ser, una presencia real capaz de mover el mundo entero.  

Experimentar a Dios en la oración sucede "cuando rezo en lo secreto", y lo hago con pasión y con todo mi corazón (Mateo 6,6). Entonces, soy plenamente consciente de que estoy teniendo una verdadera conversación con un Dios verdadero, que me ama y me escucha, y cuanto más permito que el Espíritu gobierne mi vida, más satisfactoria es esa experiencia.

Cuando nos acercamos a Él, bien sea en la Eucaristía o en la Oración, Su Espíritu comienza a fluir a través de nosotros.

Pasión por la Palabra de Dios

La Biblia no es un libro histórico como muchos pretender hacerme creer. La Sagrada Escritura es viva y activa. Es un libro sobrenatural, inspirado por el Espíritu de Dios y que realmente me habla, me guía y me interpela.

Resultado de imagen de bibliaApasionarme por la Palabra de Dios no es una costumbre por leer o simplemente por aprender. Se trata de conocer a Dios porque la Escritura es el mismo Dios.

El apóstol Juan describe a Jesús como la Palabra viva: "Y aquel que es la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria, gloria cual de unigénito venido del Padre, lleno de gracia y de verdad. "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer."  (Juan 1, 14 y 18). 

Al leer la Biblia, las palabras salen del contexto en el que fueron escritas, salen de la página y se funden en mi realidad, en mi propia vida. Entonces, sé que Dios me está hablando directamente, a mi, aquí y ahora.

Pasión por los demás

Si me considero cristiano, seguidor de Jesús y lleno de su Espíritu, entonces debería ser capaz de verlo en cada una de las personas que Dios pone en mi camino. Si realmente le pertenezco a Él, entonces amaré a los demás con un amor profundo y sincero: el mismísimo amor de Dios.

Resultado de imagen de servir a dios"Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor es de Dios; y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se ha manifestado el amor de Dios por nosotros: en que ha mandado a su Hijo único al mundo para que nosotros vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos ha amado a nosotros y ha enviado a su Hijo como víctima expiatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos ha amado de este modo, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros."  (1 Juan 4, 7-11).

¿Me despierto cada mañana pensando en lo que otros deberían hacer por mí? Ese pensamiento no es sino una obra de la carne. Cuando el Espíritu motiva y alienta mis pensamientos, lo que hago es preguntarme: ¿Qué puedo hacer por los demás? ¿Cómo puedo servir a otros? ¿Cómo puedo ayudar? ¿Qué puedo ofrecer?

Pasión por dar testimonio de Jesús

Hace unas semanas, una persona un tanto alejada de la fe se fijó en las pulseras y en los rosarios que llevo en mi mano derecha. Me preguntó si lo llevaba por moda o porque realmente creía en Dios. Le parecía bastante raro e inusual.

Resultado de imagen de dar testimonioHablamos durante bastante tiempo, de lo vacía que estaba su vida que giraba en torno al dinero, el trabajo, la salud y las cosas materiales. Sentí la necesidad de rezar por él, porque realmente lo necesitaba; le pedí permiso y lo hice. 

Cuando terminé, levantó la vista, respiró hondo y  de sus ojos salieron unas lágrimas. Lagrimas de serenidad y calma.

No lo cuento por presunción, sino como demostración evidente de que cuando estás dispuesto a entregarte a la dirección en la que sopla el Espíritu Santo, compartir tu fe se convierte no sólo en una práctica habitual sino en una experiencia sobrenatural de felicidad y gozo plenos.

Pasión por servir a Dios

Mi pasión en mi servicio a Dios surge al poner mi confianza en Él, como creador mío, a abandonarme a Su Espíritu como dador de todo cuanto necesito. Entonces, es cuando me someto a mi Rey por amor y le sirvo, sabiendo que él va a cuidar de mi y del resto de mis necesidades.

"No os inquietéis, diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿qué beberemos?" o "¿cómo vestiremos?". Por todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura." (Mateo 6, 31-33).

Cuando busco el Reino de Dios y me abandono plenamente a Su Espíritu, soy capaz de servirle mejor, porque Él sabe mejor que yo lo que necesito. 

Es entonces cuando mi pasión me lleva a dar la vida por los demás, preocupándome y entregándome generosamente a sus necesidades o preocupaciones, tal y como mi Señor hace siempre conmigo.