
La palabra griega utilizada en la Sagrada Escritura para "comunidad" es κοινωνία, koinonia, que define la comunión eclesial y los vínculos que ésta genera entre los miembros de la Iglesia y Dios. En otras palabras, comunidad significa "estar comprometidos los unos con los otros y con Dios".
Estoy convencido de que la salud y el crecimiento de una parroquia están realmente asentadas sobre una auténtica comunidad y ésta, sobre los pequeños grupos compuestos de 10/12 miembros que, a su vez, pueden pertenecer a grupos medianos (más de 15, 25 o 50). Son las primeras células de una comunidad, que la multiplican, haciéndola reproducirse y crecer, madurar y fortalecerse.
Veamos cuáles son los componentes básicos de una comunidad auténtica:
"No abandonéis vuestras propias asambleas,
como algunos tienen por costumbre hacer,
sino más bien animaos mutuamente,
y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día"
como algunos tienen por costumbre hacer,
sino más bien animaos mutuamente,
y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día"
(Hb 10,24-25)
No lo hacen alguna vez o de vez en cuando. Lo hacen habitualmente, es decir, convirtiéndolo en un hábito en sus vidas.
Un hábito es algo que hacemos con frecuencia. A menudo. Una y otra vez. No sólo en misa.
La oración fervorosa del justo tiene un gran poder"
(Stg, 5, 15-16)
En una auténtica comunidad cristiana se comparten experiencias, sentimientos y vivencias verdaderas de fe.
Normalmente, el temor a exponernos, al rechazo y a ser heridos nos impiden muchas veces ser auténticos y por eso, nos colocamos máscaras.
A menudo, las personas guardamos nuestras heridas en la intimidad de nuestros corazones. Hacer esto no nos cura; todo lo contrario, nos hiere más. Revelar las propias heridas es el comienzo de la curación. De eso trata la autenticidad.
Por eso, Dios nos regala la Eucaristía, la Confesión, la Oración, la Escritura y la Adoración Eucarística. Es en todas ellas donde abrimos las heridas de nuestro corazón ante la presencia poderosa de Dios, a quien no podemos ocultarle nada.
Ser auténticos es exponernos como realmente somos, cuando decimos: "Aquí estoy, Señor. Así soy, Tú lo sabes".
Dios toca nuestras almas y entonces, somos conscientes de dónde estamos, lo que necesitamos y nos da fuerzas para conseguirlo.
Lo que nos hace auténticos no es seguir un método, ni una ideología, ni un sentimiento, sino exponernos ante Dios y ante los demás.
"Animándonos mutuamente
unos a otros con la fe"
(Rom 1, 12)
La auténtica comunidad cristiana se basa en el ánimo, en el apoyo, en la acogida y la ayuda que sus miembros se ofrecen mutuamente, en si camino de crecimiento y madurez en la fe.
Nos necesitamos unos a otros para avivar la llama. Juntos somos más fuertes. No podemos ser lo que Dios quiere que seamos sin nuestros hermanos.
La fe sólo puede vivirse y desarrollarse en comunidad. Compartir con otros es útil para nosotros y para los que escuchan.
Dios nos anima a alentar a cualquiera que se sienta excluido, a ayudar a todos los que son débiles y a ser pacientes con todos: "Que vuestro amor sea sincero. Odiad el mal y abrazad el bien. Amaos de corazón unos a otros, como buenos hermanos; que cada uno ame a los demás más que a sí mismo" (Rom 12, 9-10).
"Guardaos de despreciar
a uno de estos pequeñuelos..."
(Mt 18, 10)
La comunidad se basa en el respeto y en la aceptación de las diferencias existentes. Significa aceptar los caracteres y las opiniones de los demás, incluso cuando no estamos de acuerdo.
Una comunidad cristiana auténtica no es aquella donde todos asienten sino donde todos respetan, donde todos aceptan la diversidad y unicidad de cada hijo de Dios.
5. Comprensión
"Como pueblo santo a quien Dios ha elegido y amado,
sé comprensivo"
(Col 3, 12)
Una auténtica comunidad cristiana acoge, comprende y apoya a cada miembro cuando lo necesita, en lo bueno y en lo malo, en la alegría y en la tristeza, en el gozo y en el sufrimiento. Dios nos exhorta a ser comprensivos, amables, humildes y pacientes.
La comprensión implica tolerancia respetuosa, escucha atenta, acogida desinteresada, empatía auténtica.
6. Humildad
Soportaos unos a otros con amor"
(Ef 4, 2)
Junto al miedo, el orgullo tiene un terrible poder destructivo en las relaciones. Por eso, Dios nos enseña a ser humildes, amables y pacientes. A soportarnos con amor. Y cuando amamos, nada nos parece pesado ni insoportable.
La humildad significa ser honesto con nuestras propias debilidades porque las tenemos, estar dispuesto a admitir que cometemos errores porque todos lo hacemos y, pedir perdón.
La humildad nos permite decir las tres frases más difíciles: "Te necesito", "Estoy equivocado",
"Perdóname".
"Amémonos no de palabra ni de boquilla,
sino con obras y de verdad"
(1 Jn 3,18)
La mayoría de las personas son incapaces de ser honestos para decir con sinceridad lo que tienen en sus corazones porque no aman de verdad.
Dios espera honestidad de nuestra parte. Con Él y con los demás (Sal 51,6; Prv 20,23 -25,18; 2 Cor 8,21).
La verdad tiene más valor y dura más que la adulación. Las relaciones, los grupos y las comunidades auténticas se basan en la honestidad, en la sinceridad y no en la adulación o en la hipocresía.
Los miembros de una auténtica comunidad cristiana son dignos de confianza, sinceros en sus dichos y honestos en sus hechos, de su boca siempre sale bondad, verdad y amor.
"Perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"
(Mt 6,12)
Toda comunidad se compone de personas imperfectas que pueden ser lastimadas y heridas por otras. La diferencia está en que una comunidad auténtica sabe manejar el daño y el conflicto. Sus miembros son capaces de perdonar siempre.
La misericordia y el perdón determinan si una comunidad es auténtica, si se mantiene unida o se divide.
Cristo nos enseñó la oración perfecta: el Padrenuestro. En él, le pedimos perdón a Dios de la misma forma que perdonamos a otros. Si no perdonamos, si no ofrecemos misericordia a los demás, Dios tampoco nos perdona.
Dios ha sido siempre misericordioso con nosotros. Si nos consideramos cristianos, debemos mostrar misericordia a las personas cuando piden perdón. Y aunque no lo pidan, también.
La comunidad se basa en la confidencialidad. Una comunidad cristiana auténtica y cercana jamás puede desarrollarse al margen de la confidencialidad.
De hecho, la forma más rápida de destruir una comunidad es el chisme.
Los grupos pequeños y la comunidad son (deben ser) los lugares más confidenciales del mundo. En su intimidad, se guardan lealmente los secretos. Es la base de la confianza plena.
"Todos los creyentes vivían unidos
y lo tenían todo en común"
(Hch 2, 44)
Este es el punto más importante. La unidad es el punto álgido de la comunidad.
El nexo de unión de una comunidad auténtica es Dios. Con Dios en el centro de nuestro grupo pequeño, de nuestra comunidad, descubrimos la unidad en los propósitos de Dios, en su voluntad, en su mesa, no en torno a una personalidad.
Una comunidad auténtica es la que demuestra unidad en la diversidad. Dios nos hizo diferentes y únicos. No desea que seamos iguales pero sí que estemos unidos.
Dios, en su Palabra, llama incansablemente a la unidad de los discípulos: "Esforzaos por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido llamados." (Ef 4, 3-4)
Dios es el Dios de la unidad. Su adversario Satanás, el de la división. Una comunidad cristiana auténtica es aquella en la que sus miembros están juntos, unidos y lo comparten todo. Son de "un solo corazón y de un solo Espíritu"
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