¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 18 de agosto de 2019

CÓMO EVANGELIZAR Y CÓMO NO


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"El que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás; 
más aún, el agua que yo le daré 
será en él manantial que salta hasta la vida eterna" 
(Juan 4, 14)

Es un hecho evidente que nuestro mundo occidental está casi completamente secularizado. Dios ha dejado de tener un sitio preferencial en la vida de muchas personas. El mensaje del Evangelio no llega a las personas. Por tanto, urge más que nunca la evangelización. 

Pero, evangelizar no significa "convencer". Y aunque nuestras intenciones sean buenas, ocurre que muchas veces, nuestra forma de evangelizar no es efectiva y no logra llevar a otras personas a Dios.

Tendemos a presentarnos a los demás con la "Verdad" en nuestras bocas. Y aunque es cierto, el efecto que causa en las personas es el contrario al deseado. A menudo, no tenemos en cuenta la forma de ser y de vivir de aquellos a quienes pretendemos evangelizar y muchos nos responden: "Bueno, eso puede ser verdad para ti, pero no para mí."

Es preciso entender y hacernos entender por las personas alejadas de Dios y para ello, debemos empatizar con ellos. Muchas veces hablamos con términos que, para ellos son desconocidos o que significan cosas distintas, y por ello debemos tener claro qué significan para uno y para otro. Es decir, comprobar y cerciorarnos de que hablamos de lo mismo.

Preguntar, escuchar, entender

Una forma muy útil de ponernos en "modo evangelizador" es preguntar y, sobre todo, escuchar atentamente. No podemos "soltar nuestro rollo" sin antes escuchar lo que el otro tiene que decir. Además, uno no puede estar receptivo a llenar su corazón de Dios si lo tiene lleno de otras cosas. Es preciso que "exterioricen" lo que tiene dentro.

Un buen evangelizador no trata de llenar los espacios en blanco o las dudas del "evangelizado", y muchos menos imponer su criterio. 
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Más bien, lo que hace es escuchar primero, para saber que impide a otra persona abrirse al amor de Dios, identificar cuáles son los obstáculos que esa persona pone a la fe. En definitiva, trata de entender a la otra persona.

Un mal evangelizador trata de "apabullar" con múltiples razones teológicas, catequeticas y morales. Trata de "convencer" al otro, sí o sí, porque está equivocado. Le dice lo que tiene que pensar y hacer. Tiene todas las respuestas y pocas o ninguna pregunta, porque "lo sabe todo". Incluso, llega a juzgar su forma de vida. 

Y así, aleja más a las personas. Eso no es evangelizar, es imponer, es quebrantar su libertad. Y Dios jamás impone ni quebranta nuestra libertad. Nuestro Padre amoroso sólo espera...espera a que volvamos a Él y nos abraza. Nunca imponiendo; nunca reprochando; nunca juzgando.

Un buen evangelizador busca primero edificar una relación personal afectiva con los que están alejados de la fe. 

Sin relación no puede haber comunicación. Sin comunicación, no puede haber evangelización. 

En nuestra búsqueda de almas para Dios, lo importante, lo primero, es “escuchar y entender”,  porque es difícil amar lo que no se conoce.

Un buen evangelizador es honesto, se preocupa por las necesidades, los intereses, los problemas, las dudas o las preguntas de las personas. Para él, hablar de fe, hablar de Dios a otras personas es un acto natural, no una "encerrona". 

Un buen evangelizador es ejemplo de vida para otros y nunca, un enemigo suyo. Y desde luego, jamás da a entender lo "perfecto"que es y lo "malvados" que son los demás. Nunca considera a quienes, incluso, le odian como enemigos, sino como hijos pródigos, hermanos alejados de la casa del Padre.

Si vemos a los demás como
 enemigos, estaremos entablando una batalla y eso no tiene nada que ver con nuestro mensaje de amor. Es el Diablo (el Adversario, el Opositor) quien nos quiere divididos y en modo "beligerante".

Dios es un Dios de unidad y comunión
.  Por tanto, seamos un vínculo de unión y un factor de conexión que nunca intenta "cambiar" a otras personas, que nunca intenta que otros piensen como él. Puede desearlo, pero nunca coaccionar a los que están en desacuerdo. La coacción nunca puede cambiar el corazón de las personas. Es el amor auténtico el que cambia "vidas".

Jesús es nuestro ejemplo

Imagen relacionadaEn la evangelización, como en nuestro modo de vida, el modelo siempre es Jesús.

Cristo siempre rezaba e intercedía por otros. Su amor a todos, incluso a sus enemigos, se lo exigía.

Jesús vino a buscar a quienes estaban perdidos, curó a quienes estaban heridos, atendió a quienes estaban lejos de Dios, conversó con quienes pretendían matarle.

También nosotros debemos rezar por quienes están en descuerdo, por quienes, incluso, nos odian.

Debemos buscar espacios de unión, oportunidades de relación, ámbitos para el encuentro.

Debemos salir a encontrar a quienes están perdidos y sanar a quienes están heridos.

Debemos tratar de mirar a los demás con los mismos ojos que Jesús nos mira a todos.

Y como Él hizo, tomar la iniciativa, dar siempre el primer paso.

Y desde luego,  como hacía Jesús, pidiendo 
siempre la ayuda de Dios. 

Nadie dijo que ser cristiano fuera fácil, pero… es lo que tenemos que hacer.

lunes, 10 de septiembre de 2018

¿IGLESIA DE FRANCISCO O IGLESIA CATÓLICA UNIVERSAL?


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"Que todos sean una sola cosa; 
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, 
que también ellos sean una sola cosa en nosotros, 
para que el mundo crea que tú me has enviado." 
(Juan 17,21)

Últimamente, venimos escuchando con no poco sobresalto la expresión “la Iglesia de Francisco”, como si la Iglesia no fuera "Una" (un sólo Dios, una Fe, un Bautismo, una Doctrina), como si los dos mil años de Iglesia hubieran sido un entrenamiento, como si la "Iglesia de verdad" hubiera comenzado hace cinco años con la llegada de Francisco

Como punto de partida, hablar de la "Iglesia de Francisco" implica, en sí mismo, una apropiación indebida de una Iglesia que sólo pertenece a Jesucristo. Hablar de la "Iglesia de Francisco" evidencia que "existe otra Iglesia" que no es (que no ha sido) la verdadera, y por tanto, admitir que hasta hoy, la Iglesia estaba equivocada. Hablar de la "Iglesia de Francisco" implica  dividir, confrontar y provocar un cisma en el Cuerpo de Cristo hoy. 

Francisco es, ante todo, la cabeza de la Iglesia Católica y como sucesor de Pedro, su función principal es ser vínculo y garante de la unidad y la comunión

Hablar de una Iglesia de.. y otra de..., significa hablar más de "arenas movedizas" que de "roca de la fe"; significa marginar a parte del pueblo de Dios por el hecho de ser fiel a la doctrina del Evangelio y al Magisterio de la Iglesia; significa integrar a nuevos miembros que, abogan por un cambio acorde a los tiempos que les permita decidir por sí mismos lo que está bien y lo que está mal.

Sin fidelidad a Cristo no puede haber Iglesia; sin unidad doctrinal no puede haber Iglesia; sin comunión fraternal no puede haber Iglesia...ni de Francisco ni de Pepito...

Cardinal Robert Sarah (cropped).JPGEl cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desd2014. advierte que la Iglesia Católica Romana se enfrenta a un grave riesgo de división: “Sin una fe común, la Iglesia es amenazada por la confusión y luego, progresivamente puede deslizarse a la dispersión y la división. Actualmente hay un grave riesgo de fragmentación de la Iglesia, de que se desintegre el cuerpo místico de Cristo por insistir en las identidades nacionales de las Iglesias y así en su capacidad para decidir por sí mismos, sobretodo en el dominio tan crucial de la doctrina y la moral” (Entrevista 18 abril 2017).

Espíritu confuso

La confusión parece gustar a muchas personas tanto dentro como fuera de la Iglesia. Y Francisco "gusta" mucho a los de "fuera" porque alimenta la ambigüedad con sus continuos cambios de pensamiento, con sus numerosos "guiños" a sectores históricamente anti-católicos, con sus ocurrentes "frases" para ganarse adeptos dentro de los colectivos tradicionalmente enemigos de la Iglesia.

Imagen relacionadaEn su exhortación del 2016, Amoris Laetitia, Francisco escribió: “Quisiera aclarar que no todas las discusiones y asuntos morales o pastorales necesitan ser establecidos por intervenciones del magisterio. Cada país o región (…) puede buscar soluciones que se ajusten mejor a su cultura y que sean más susceptibles a sus tradiciones y necesidades locales”.

Aclaraciones que, más que dar luz, provocaron cierta hilaridad y confusión, puesto que el Santo Padre cede el Magisterio de la Iglesia al ámbito local, dando lugar a la confusión y conflicto entre las distintas conferencias episcopales, en lo relativo a pastorales sobre al divorcio y las segundas nupcias, la comunión en estado irregular y el adulterio, la comunión inter-ecuménica, la ideología de genero y la LGTB, etc.

Aunque cuatro cardenales le han pedido públicamente al Papa Francisco una declaración aclarando los párrafos controvetidos de Amoris Laetitia, Francisco ha rehusado a hacerlo, lo que indefectiblemente lleva a la Iglesia a un punto peligrosamente confuso y fragmentado.

Espíritu sectario

Desde el inicio de la Iglesia empezaron las divisiones, algo que no es nuevo, pues ya el apóstol Pablo lo advertía en la Iglesia de Corinto:"Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo". ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?" ( Corintios 1, 12-13).

Resultado de imagen de iglesia de franciscoSe trata de liderazgo malentendido, espíritu sectario dentro de la Iglesia, carácter autorreferencial y endogámico. En definitiva, un camino peligroso: "Yo soy de Francisco; ¿qué me importa Benedicto o Juan Pablo II con sus seguidores? Los demás no me interesan." 

El Papa no puede ser partidista. Debe resolver las disputas, no dar pie a ellas. No debe posicionarse en “una de las partes”, cuando se producen desacuerdos dentro de la Iglesia. No puede premiar a sus aliados y castigar a sus detractores. Y desde luego, no puede revertir la doctrina de sus antecesores.

El sucesor de Pedro debe ser prudente y evitar incluso la apariencia de una actuación arbitraria. Debe ser consciente de que sirve al pueblo de Dios como Cabeza de la Iglesia pero no como Líder autoritario. Debe proponer más que imponer.

Francisco ha nombrado, en sólo tres años, a 61 cardenales "propios", de los cuales 49 son menores de 80 años, entre ellos Osoro, de Madrid, y Omella, de Barcelona. Su objetivo parece estar claro: rodearse de personas con una ideología eclesiástica y espíritu renovador alineados con los suyos, con el propósito de influir en la decisión del nombramiento de su futuro sucesor. 

Espíritu progresista

El papel del Papa es conservador por su propia naturaleza, puesto que debe preservar la pureza y claridad de nuestra fe: una fe que no cambia y que fue establecida por Jesucristo. Por tanto, nadie (ni siquiera el Papa) puede cuestionar la doctrina sin alterar la autoridad de la Iglesia que nuestro Señor fundó, la misma Iglesia que le da a él su autoridad. 
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Si bien es el pastor supremo de la Iglesia Católica, el Papa sólo puede enseñar lo que la Iglesia siempre ha enseñado: el depósito de la fe que se le ha transmitido desde los apóstoles. 

En contra de lo que muchos creen, el Papa sólo es infalible cuando proclama y define lo que el Magisterio ha dicho y los fieles católicos han creído “siempre y en todas partes”. En el resto de ocasiones en las que habla, el Papa es humano. Y como tal, puede equivocarse.

El Papa no puede enseñar algo nuevo ni tener una actitud progresista o de reforma. Puede expresar la Verdad de nuevas maneras, con nuevas metodologías, con nuevos lenguajes pero si introduce "nuevas enseñanzas", está abusando de su autoridad

Y si además estas nuevas enseñanzas entran en conflicto con la doctrina establecida por la Palabra y el Magisterio de la Iglesia, está socavando su propia autoridad.

Espíritu liberal

Son muchos los que ven muchas similitudes entre las opiniones de Francisco y la Teología de la Liberación, hasta el punto de parecer haber legitimado algunos de sus postulados.

Imagen relacionadaLa “Teología de la liberación” se define a sí misma, “como una reflexión a partir de la experiencia religiosa de quienes encuentran a Cristo entre los pobres, merced al compromiso que contraen en la lucha por su liberación”. 

Imagen relacionada“Liberación” significa la lucha y destrucción del capitalismo como la peor manifestación del pecado en forma de "violencia" y la necesidad de reemplazarlo por el comunismo. 

Jesucristo es presentado como un revolucionario y, así, si una persona quiere seguirle, si quiere ser cristiano, también debe ser revolucionario. Y así esta "Teología" proselitista, liberal y de pensamiento único divide a la Iglesia en “nosotros” y “ellos”.

En el discurso pronunciado durante el Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares organizado por el Vaticano, Francisco expresó: "Actualmente quien gobierna el mundo es “el dinero”. ¿Cómo? Mediante “el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás”. Y subrayó que “ese sistema es terrorista”.
Ratzinger alertó sobre las “graves desviaciones ideológicas que conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres […] la lucha de clases como camino hacia la sociedad sin clases es un mito que impide las reformas y agrava la miseria y las injusticias”. Y condenó “la nueva interpretación, que viene a corromper lo que tenía de auténtico el generoso compromiso inicial en favor de los pobres”.

El hombre actual cree que la Igl
esia es una construcción humana y la fe, un accidente histórico que ocurrió hace dos mil años y que tuvo éxito gracias al destino. Por eso, afirma que la Iglesia debe cambiar y adaptarse a cada época y a cada cultura.

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En el fondo y como siempre, se trata de una cuestión de fe: ¿Es la Iglesia una institución fundada por Dios para la salvación eterna de las almas? ¿O es una construcción social constituida por gente sincera para hacer del mundo un mejor lugar? y de una cuestión de obediencia: ¿Es la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia la Verdad revelada por Cristo? ¿O es una construcción ideológica según las épocas y dependiente de los tiempos?

Jesús nos insiste a estar alerta, en vela y preparados y a orad para no caer en tentación: "Estad alerta; velad... Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad en vela!" (Marcos 13, 33-37).  "Velad y orad para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26, 41). "Estad alerta y orad en todo momento para que podáis libraros de todo lo que ha de venir y presentaros ante el hijo del hombre" (Lucas 21, 36). "Acuérdate de cómo recibiste y oíste la palabra; guárdala y arrepiéntete. Porque, si no despiertas, caeré sobre ti como un ladrón, sin que sepas a qué hora te voy a sorprender." (Apocalipsis 3, 3).

Nos avisa para que nadie nos engañe porque surgirán falsos profetas: "Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy el mesías, y engañarán a muchos..."Entonces os entregarán a la tortura y a la muerte. Por mi causa os odiarán todos los pueblos. Muchos se escandalizarán, se traicionarán y odiarán unos a otros. Surgirán muchos falsos profetas y engañarán a muchos. El exceso de la maldad enfriará la caridad de mucha gente, pero el que persevere hasta el fin se salvará" (Mateo 24, 4-5; 9-13).

Nos advierte de la llegada del Anticristo y previene que saldrá de entre nosotros: "Cuando veáis en el lugar santo el ídolo repugnante anunciado por el profeta Daniel (el que lea que entienda)...Rezad...estad en guardia..."" (Mateo 24, 15). "Y en el templo se cometerá un sacrilegio horrible, hasta que la ruina decretada caiga sobre el devastador" (Daniel 9, 27). "Hijitos míos, es la última hora. Se les dijo que tendría que llegar el Anticristo; pues bien, ya han venido varios anticristos, por donde comprobamos que esta es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros mismos, aunque realmente no eran de los nuestros. Si hubieran sido de los nuestros se habrían quedado con nosotros. Al salir ellos, vimos claramente que no todos los que están dentro de nosotros son de los nuestros" (1 Juan 2, 18-19).

Debemos velar, estar alerta y preparados; mantenernos sobrios, prudentes y firmes en la fe; fieles, obedientes y dóciles a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia. Y para todo ello, y lo más importante, debemos orar.

Recemos por el Santo Padre, por todos los obispos y por todos los sacerdotes, por todos los consagrados y por todo el Pueblo de Dios para que Su Espíritu ilumine y guíe a toda Su Iglesia.

viernes, 20 de julio de 2018

BASES DE UNA AUTÉNTICA COMUNIDAD CRISTIANA


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La palabra griega utilizada en la Sagrada Escritura para "comunidad" es κοινωνία, koinonia, que define la comunión eclesial y los vínculos que ésta genera entre los miembros de la Iglesia y Dios. En otras palabras, comunidad significa "estar tan comprometidos los unos con los otros y con Dios".

Estoy convencido de que la salud y el crecimiento de una parroquia están realmente asentadas sobre una auténtica comunidad y ésta, sobre los pequeños grupos. 

Rick Warren, pastor protestante americano, autor de numerosos libros en los que refleja la experiencia concreta de su mega iglesia evangélica en Saddleback, California, analiza y desarrolla los componentes básicos de una comunidad auténtica y que yo comparto con el evidente "toque" católico.

Los grupos pequeños son extremadamente importantes en nuestro camino de fe y además, redundan en grandes beneficios para la comunidad parroquial. Lo habitual es que estos grupos estén compuestos de 10/12 miembros que, a su vez, pueden pertenecer a grupos medianos (más de 15, 25 o 50). 

Los grupos pequeños son las primeras células de una comunidad, que la multiplican, haciéndola reproducirse y crecer, madurar y fortalecerse. 

Por desgracia, cuesta mucho ver una auténtica comunidad en las iglesias católicas.

Veamos cuáles son los componentes básicos de una comunidad auténtica:

1. Frecuencia

"No abandonéis vuestras propias asambleas, 
como algunos tienen por costumbre hacer, 
sino más bien animaos mutuamente, 
y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." 
(Hebreos 10,24-25, )

Los miembros de una auténtica comunidad cristiana se conocen, se ven a menudo y se reúnen con frecuencia. 

No lo hacen alguna vez o de vez en cuando. Lo hacen habitualmente, es decir, convirtiéndolo en un hábito en sus vidasUn hábito es algo que hacemos con frecuencia. A menudo. Una y otra vez. No sólo en misa.


2. Autenticidad

" Confesaos los pecados unos a otros 
y rezad unos por otros, para que os curéis.
La oración fervorosa del justo tiene un gran poder."  
(Santiago, 5, 15-16).

En una auténtica comunidad cristiana se comparten experiencias, sentimientos y vivencias verdaderas de fe. 
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Normalmente, el temor a exponernos, al rechazo y a ser heridos nos impiden muchas veces ser auténticos y por eso, nos colocamos máscaras. 

A menudo, las personas guardamos nuestras heridas en la intimidad de nuestros corazones. Hacer esto no nos cura; todo lo contrario, nos hiere más. Revelar las propias heridas es el comienzo de la curación. De eso trata la autenticidad. 

Por eso, Dios nos regala la Eucaristía, la Confesión, la Oración, la Escritura y la Adoración Eucarística. Es en todas ellas donde abrimos las heridas de nuestro corazón ante la presencia poderosa de Dios, a quien no podemos ocultarle nada. 

Ser auténticos es exponernos como realmente somoscuando decimos: "Aquí estoy, Señor. Así soy, Tú lo sabes". 

En una comunidad que camina a la luz de Dios, ocurre lo mismo: nadie oculta sus heridas, sufrimientos, inquietudes, defectos, debilidades, errores, etc. Y sobre todo, rezan los unos por los otros. 

Dios toca nuestras almas y entonces, somos conscientes de dónde estamos, lo que necesitamos y nos da fuerzas para conseguirlo.

Lo que nos hace auténticos no es seguir un método, ni una ideologia, ni un sentimiento, sino exponernos ante Dios y ante los demás. 

3. Apoyo

"Animándonos mutuamente unos a otros con la fe."  
(Romanos 1, 12)

La auténtica comunidad cristiana se basa en el ánimo, en el apoyo, en la acogida y la ayuda que sus miembros se ofrecen mutuamente, en si camino de crecimiento y madurez en la fe. 

Nos necesitamos unos a otros para avivar la llama. Juntos somos más fuertes. No podemos ser lo que Dios quiere que seamos sin nuestros hermanos. 

La fe sólo puede vivirse y desarrollarse en comunidad.

Compartir con otros es útil para nosotros y para los que escuchan. 

Dios nos anima a alentar a cualquiera que se sienta excluido, a ayudar a todos los que son débiles y a ser pacientes con todos: "Que vuestro amor sea sincero. Odiad el mal y abrazad el bien. Amaos de corazón unos a otros, como buenos hermanos; que cada uno ame a los demás más que a sí mismo" (Romanos 12, 9-10).

4. Respeto

"Guardaos de despreciar a uno de estos pequeñuelos..." 
(Mateo 18, 10)

La comunidad se basa en el respeto y en la aceptación de las diferencias existentes. Significa aceptar los caracteres y las opiniones de los demás, incluso cuando no estamos de acuerdo.

Una comunidad cristiana auténtica no es aquella donde todos asienten sino donde todos respetan, donde todos aceptan la diversidad y unicidad de cada hijo de Dios.

5. Comprensión 

"Como pueblo santo a quien Dios ha elegido y amado, sé comprensivo" 
(Colosenses 3, 12)

Una auténtica comunidad cristiana acoge, comprende y apoya a cada miembro cuando lo necesita, en lo bueno y en lo malo, en la alegría y en la tristeza, en el gozo y en el sufrimiento.

Dios nos exhorta a ser comprensivos, amables, humildes y pacientes. 

La comprensión implica tolerancia respetuosa, escucha atenta, acogida desinteresada, empatía auténtica.

6. Humildad

"Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos unos a otros con amor." 
(Efesios 4, 2)

Resultado de imagen de discipulosJunto al miedo, el orgullo tiene un terrible poder destructivo en las relaciones. 

Por eso, Dios nos enseña a ser humildes, amables y pacientes. A soportarnos con amor. Y cuando amamos, nada nos parece pesado ni insoportable.

La humildad significa ser honesto con nuestras propias debilidades porque las tenemos, estar dispuesto a admitir que cometemos errores porque todos lo hacemos y, pedir perdón.

La humildad nos permite decir las tres frases más difíciles:

"Te necesito". 

"Estoy equivocado".

"Perdóname".


7. Honestidad

"Amémonos no de palabra ni de boquilla, sino con obras y de verdad." 
(1 Juan 3,18)

La mayoría de las personas son incapaces de ser honestos para decir, con sinceridad, lo que tienen en sus corazones porque no aman de verdad.

Dios espera honestidad de nuestra parte. Con Él y con los demás (Salmo 51,6; Proverbios 20,23 -25,18; 2 Corintios 8,21).
La verdad tiene más valor y dura más que la adulación. Las relaciones, los grupos y las comunidades auténticas se basan en la honestidad, en la sinceridad y no en la adulación o en la hipocresía.
Los miembros de una auténtica comunidad cristiana son dignos de confianza, sinceros en sus dichos y honestos en sus hechos, de su boca siempre sale bondad, verdad y amor.

8. Misericordia 

"Perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" 
(Mateo 6,12) 

Toda comunidad se compone de personas imperfectas que pueden ser lastimadas y heridas por otras. 
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La diferencia esta en que una comunidad auténtica sabe manejar el daño y el conflicto. Sus miembros son capaces de perdonar siempre.

La misericordia y el perdón determinan si una comunidad es auténtica, si se mantiene unida o se divide.

Cristo nos enseñó la oración perfecta: el Padrenuestro. En él, le pedimos perdón a Dios de la misma forma que perdonamos a otros. Si no perdonamos, si no ofrecemos misericordia a los demás, Dios tampoco nos perdona.

Dios ha sido siempre misericordioso con nosotros. Si nos consideramos cristianos, debemos mostrar misericordia a las personas cuando piden perdón. Y aunque no lo pidan, también.


9. Confidencialidad 

"Arregla tu pleito con el prójimo, pero no descubras el secreto de otro 
para que no te infame el que te escuche y tu ignominia no pueda borrarse." 
(Proverbios 25, 10) 

La comunidad se basa en la confidencialidad. Una comunidad cristiana auténtica y cercana jamás puede desarrollarse al margen de la confidencialidad. 

De hecho, la forma más rápida de destruir una comunidad es el chisme

Los grupos pequeños y la comunidad son (deben ser) los lugares más confidenciales del mundo. En su intimidad, se guardan lealmente los secretos. Es la base de la confianza plena.

10. Unidad

"Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común" 
(Hechos 2, 44). "

Este es el punto más importante. La unidad es el punto álgido de la comunidad. 

El nexo de unión de una comunidad auténtica es Dios. Con Dios en el centro de nuestro grupo pequeño, de nuestra comunidad, descubrimos la unidad en los propósitos de Dios, en su voluntad, en su mesa, no en torno a una personalidad. 

Una comunidad auténtica es la que demuestra unidad en la diversidad. Dios nos hizo diferentes y únicos. No desea que seamos iguales pero sí que estemos unidos. 

Dios llama incansablemente en su Palabra, a la unidad de los discípulos: "Esforzaos por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido llamados." (Efesios 4, 3-4)

Dios es el Dios de la unidad. Su adversario Satanás, el de la división. 

Una comunidad cristiana auténtica es aquella en la que sus miembros están juntos, unidos y lo comparten todo. Son de "un solo corazón y de un solo Espíritu".



lunes, 6 de febrero de 2017

¿POR QUÉ ESTAMOS LLAMADOS A PERTENECER A UNA PARROQUIA CONCRETA?

En ocasiones, me sorprende hasta qué punto llegamos con nuestros deseos, hasta qué punto elevamos nuestras exigencias o hasta qué punto nos sentimos ofendidos cuando alguien o algo no está a la altura de nuestras expectativas. 

Sin embargo, se vuelve realmente preocupante cuando ese nivel de exigencia influye en nuestra actitud hacia nuestra propia parroquia. En algún momento, la mayoría de nosotros, que crecimos en una cultura cristianizada, examinamos con lupa nuestra parroquia y vemos que alguna otra parroquia tiene mejor espiritualidad, o mejor música, o un ambiente más actual, o mejor acogida, o un sacerdote que nos aporta más. O lo que sea. 

Nuestra iglesia se ha convertido repentinamente en algo que ya no nos atrae, que no es guay, porque estamos convencidos de que merecemos algo más ... ¡merecemos algo mejor!

Así que... nos vamos. Salimos "por patas".

Pero me gustaría argumentar algunas razones que Dios nos muestra por las que debemos permanecer en una parroquia que no cumple nuestras expectativas o que, simplemente, no es lo suficientemente "guay" para nosotros:

Naturaleza de la Iglesia
La iglesia no es un lugar, no es una institución, no es un edificio, no es un sacerdote. La iglesia es el pueblo de Dios, unido a pesar de sus diferencias de raza, credo, estatus, ideas o educación, por medio de la gracia y la fe en Jesucristo. 

Nos convertimos en consumidores exigentes cuando vemos a la iglesia como una institución, puesta en el mundo para satisfacer nuestras necesidades espirituales, en lugar de verla como comunidad cristiana, como un espacio donde servir al prójimo.

Cuando decidimos quedarnos, estamos reconociendo que realmente permanecemos en ella para crear Iglesia, para servirla, a ella y a los demás, en definitiva, para cumplir con la voluntad de Dios, en lugar de pensar que la Iglesia está para satisfacer nuestras necesidades y para servirnos a nosotros.

Es entonces, cuando adoptamos una posición activa, es decir,  de "dar", en lugar de una posición pasiva, es decir, de "recibir".

Naturaleza de la humildad
¿Qué significa ser humilde? Significa que miremos de verdad por los intereses de otros antes que por los nuestros. Cuando abandonamos una parroquia porque no es lo suficientemente "guay", estamos actuando egoístamente. Estamos actuando en nuestro propio interés, sin importarnos la gente que se queda allí. 

Es más, estamos despreciando los dones que Dios nos ha dado para ponerlos al servicio de esa parroquia y que pueda desarrollarse de una manera sana. 

Desde mi punto de vista, tenemos que estar dispuestos a renunciar a nuestras propias preferencias, a nuestra propia vida por el bien de algo más grande que nosotros mismos. Y lo conseguimos por el simple hecho de permanecer.

Naturaleza de la unidad
La unidad no es uniformidad. Nada más lejos de la realidad. 

De hecho, si miramos con los ojos de Dios y nos dejamos guiar por la acción de su Espíritu, encontraremos que el cumplimiento de los propósitos de Dios en el universo, involucra a una gran cantidad de personas diferentes que hablan diferentes idiomas, con diferentes colores de piel, con diferentes ideas y diferentes opiniones, pero todos reunidos alrededor del rostro de Cristo. 

La Iglesia NO es un lugar donde todos somos iguales ni donde todos somos perfectos. No lo es en el cielo y por lo tanto, tampoco en la tierra.

La verdadera unidad no viene de algo tan simple como estar de acuerdo en todo, sino a través de reflejar el rostro de Jesús, de seguir su ejemplo hasta la muerte. Viene cuando elegimos morir a nuestras propias preferencias por el bien de la unidad total en el cuerpo de Cristo. Viene cuando damos la vida por los demás.

Naturaleza de la luz
Ayer, el arzobispo y cardenal, D. Carlos Osoro, hablo de ello en mi parroquia. Estamos llamados a ser la sal que da sabor al mundo y la luz que ilumina las tinieblas. 

Es un auténtico privilegio que Dios nos concede, para iluminar a otros que nos necesitan, para dar el sabor auténtico a Cristo,  de la misma manera, que otros son luz y sal para nosotros.

A veces, nos cuesta entenderlo, es complicado comprenderlo y llevarlo a la práctica, porque nuestra mente humana está encaminada al mal. 

Por eso, todo debemos orarlo, para que el Espíritu Santo nos ilumine, pues por nuestras propias fuerzas no podemos.
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Antes de renunciar y buscar otra parroquia que cumpla tus expectativas, piensa en ello. 

Piensa en quedarte por el bien de tu propia alma y de la del prójimo, para que podamos crecer en Cristo a través del simple acto de permanecer firmes justo donde estamos, incluso si ello significa que no es nuestra parroquia ideal. 

Ninguna parroquia es perfecta, ni sus sacerdotes tampoco. Ni ninguno de los que pertenecemos a ella.

domingo, 6 de septiembre de 2015

LAS BATALLAS DE UN CRISTIANO


La vida de un cristiano es una lucha continua, con muchos momentos difíciles, llenos de desafíos, retos y obstáculos, y muy pocos períodos de paz y tranquilidad.

En primer lugar, nos enfrentamos a nuestras batallas internas, contra la carne, "el enemigo dentro de nosotros”: la tentación, la duda, el miedo, la ansiedad, la tristeza, el dolor, la salud, el dinero, el trabajo, las relaciones, la envidia y la crítica.
En segundo lugar, están las batallas externas, que son contra el mundo, "el enemigo fuera de nosotros" y contra el diablo, "el enemigo por encima de nosotros".
“Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba”.
 (Efesios 6:12).
¿Cómo vencerlas?
1. Confianza en Dios. La clave para ganar nuestras batallas no es que confiar en nuestra propia fuerza o capacidad, sino en poner la confianza en Dios. Dios da la victoria a los que confían en él y se dejan guiar. Dependemos de Dios; él es todo lo que necesitamos. 

2. Unidos alrededor del rey. Las batallas teológicas del siglo XXI no son las del siglo XI, que dividió a las iglesias católica y ortodoxa. Tampoco son las batallas de la reforma del siglo XVI, que dividió a las iglesias católica y protestante. La batalla de hoy es la misma que la batalla del primer siglo: La batalla hoy está teniendo lugar alrededor del rey...
Jesucristo, que es nuestro Salvador, el Mesías y el Hijo de Dios.
Los cristianos de todas las iglesias (católicos, ortodoxos, protestantes y pentecostales) creemos en Jesús como nuestro Salvador, el Mesías y el Hijo de Dios. Esto es lo que nos une como cristianos. Por lo tanto, la batalla nunca debe estar con nuestros hermanos y hermanas en Cristo, que nos distrae y nos destruye. Tenemos que centrarnos en la batalla real, que es alrededor del rey: "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28, 20). 

3. Orar y escuchar a Dios. Nuestras batallas no tienen por qué intimidarnos si oramos y escuchamos lo que Dios nos tiene que decir. Cualquier obstáculo o desafío debemos ponerlo en oración con nuestro Padre. Él nos enviará al Espíritu Santo, que nos guiará y nos llevará al triunfo.