¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 21 de junio de 2019

GLOBOS QUE SE DESINFLAN...

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“El hombre puede sobrevivir 
alrededor de cuarenta días sin comida, 
alrededor de tres días sin agua, 
alrededor de ocho minutos sin aire… 
pero solo por un segundo sin esperanza.”
(Hal Lindsey)

Cuando llenamos un globo con helio y lo cerramos con un nudo, éste se eleva al cielo. Si no lo atamos con un cordón, se nos escapa y asciende...pero no por méritos propios del plástico colorido, sino por el gas alojado dentro, que al ser menos pesado que el oxigeno, le "eleva".

Sin embargo, si desatamos el nudo, el globo se desinfla debido a la diferencia de presión atmosférica entre el interior y el exterior. Basta un insignificante alfiler para hacer explotar el globo. Basta soltar el cordón para perderle.

Con la fe pasa lo mismo. Cuando tenemos una experiencia íntima con Dios que combina poder y ternura, cuando nuestra alma se llena de su Espíritu que inflama nuestro corazón, cuando la anudamos a Jesucristo que nos une al Padre o cuando la atamos al cordón de la Virgen María que nos mantiene unidos a la Gracia, nuestra esperanza quiere, desea y anhela elevarse al cielo. 
Resultado de imagen de globo que se desinfla
Sin embargo, pocas veces tomamos conciencia de que nuestro globo es delicado y que cualquier elemento punzante puede hacerle un agujero. 

Cualquier herida, dolor o sufrimiento, cualquier circunstancia adversa, cualquier tentación puede llevarnos a que nuestra debilidad se agujeree y dejemos escapar a Dios.

Más grave es, si por imprudencia temeraria, desatamos el nudo, pensando que no necesitamos ninguna atadura, ninguna ayuda, y que el gas alojado en el interior, va a permanecer allí por arte de magia o ciencia infusa.

Lo he visto muchas veces. He visto a muchas personas encontrarse cara a cara con el amor infinito y misericordioso de Dios, transformarse en "hombres nuevos, alegres y agradecidos", y con el paso del tiempo, "desinflarse" por completo.

Y entonces, recuerdo la parábola del sembrador, descrita en l
os evangelios de Mateo 13, 3-9, Marcos 4, 3-9 y Lucas 8, 5-8 y veo los distintos tipos globos existentes. 
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Por desgracia, la debilidad y fragilidad del ser humano hace que, en ocasiones, aparezca la duda, la incertidumbre, la inconstancia o la falta perseverancia. Enseguida, el "hijo de Adán" se rinde ante la mínima ocasión negativa. Porque intenta luchar sólo. Porque intenta hacerlo por sus méritos o por sus fuerzas.

El amor pro
pio, el orgullo, el resentimiento, las pasiones desordenadas, la fascinante atracción del mundo y la acción maligna del Enemigo desinfla por completo nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, cuando nos deshacemos de Cristo. La Gracia se escapa y la gravedad nos arrastra al suelo, alejándonos de Dios.


Necesitamos vigilar nuestra carga de "helio", es decir, necesitamos insuflar continuamente nuestra vida interior con la ayuda de Dios, perseverar siempre en la oración, acudir a los sacramentos, meditar la Palabra  y compartir nuestra fe en comunidad. 

Nuestro globo, la fe, es altamente delicado y vulnerable, y por ello, requiere cuidados y ayuda. No puede ser presionado, tratado con brusquedad o quebrantado para intentar llenarlo. No puede mantenerse inflado sólo.

La Palabra de Dios nos dice:"Nosotros, envueltos como estamos en una gran nube de testigos, debemos liberarnos de todo aquello que es un peso para nosotros y del pecado, que fácilmente nos seduce, y correr con perseverancia en la prueba que se nos propone, fijando nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, para obtener la gloria que se le proponía, soportó la cruz, aceptando valientemente la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios." (Hebreos 12, 1-2)

El catecismo de la Iglesia católica nos dice:  “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (CIC 166).

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Pidámosle confiadamente a nuestro Señor: "Aumenta nuestra fe", inflama nuestra esperanza e inspira tu amor en nuestro corazón". 

Rogémosle a nuestra Madre, la Virgen María: "Ayúdanos y protégemos con tus manos suaves y delicadas. No permitas que nos desatemos de tu Hijo".

Sólo "anudados" a Nuestro Señor y "sujetados" por Nuestra Señora, lograremos que nuestros "globos" se mantengan llenos por dentro y brillantes por fuera.



Oración de San Clemente

Oh Jesús Redentor, autor y consumador de nuestra fe, 
te suplicamos desde lo profundo de nuestro corazón contrito y humillado 
no permitas que se extinga la hermosa luz de nuestra fe.

Acuérdate de tus antiguas misericordias; 
mira compasivo la viña que tú mismo plantaste con tu diestra, 
que ha sido regada con la sangre de miles y miles de mártires, 
con las lágrimas de generosos penitentes y las fatigas de celosos apóstoles 
y fecunda oración de tantos cristianos fieles.

Nos aflijan las enfermedades, 
nos consuman los disgustos, 
nos afecten los infortunios, 
pero que no nos falte la fe; 
porque ricos con este don precioso, 
soportaremos con gusto todo dolor 
y nada podrá alterar nuestra felicidad. 
Por el contrario, sin la gracia de la fe, 
nuestra desventura no tendría límites.

Oh Jesús, autor y consumador de nuestra fe, 
consérvanos dentro de la nave de Pedro, fieles a su sucesor, 
para que se construya la unidad de la Iglesia,
 se promueva su santidad y se dilate en bien de todos los pueblos. 
Concédenos la paz y la unidad. 
Confórtanos y consérvanos en tu santo servicio, 
para que por Ti y en Ti vivamos siempre. 

Amén.

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